Economista Santiago Bilinkis: «Eliminar la flexibilidad del teletrabajo deja de tener sentido para el empleado y para el empleador»

El tecnólogo argentino hace una dura critica en relación a la ley que regula el trabajo a distancia y asegura que la pandemia ha obligado a replantearse la necesidad de asentarse por completo en el mundo digital

Economista Santiago Bilinkis: «Eliminar la flexibilidad del teletrabajo deja de tener sentido para el empleado y para el empleador»

Autor: Sofia Belandria

Inmerso en una de las peores crisis de su historia, el mundo avanza con desconfianza ante los desafíos de la revolución digital en el mercado. En pos de defender derechos y empleos actuales, se ha debilitado la creación de oportunidades. «La pandemia tuvo dos efectos contradictorios», indicó el economista argentino Santiago Bilinkis.

Antes de la pandemia de COVID-19, en Argentina ya se anticipaba una profundización de la brecha tecnológica con los países desarrollados por culpa de la desinversión, la falta de financiamiento y la dificultad de adaptarse a la cuarta revolución industrial: el desarrollo que viene de la mano de la Inteligencia Artificial, el Big Data, la industria del software, la accesibilidad de los dispositivos y el giro copernicano que generó internet.

Con una economía en picada por la combinación del impacto directo en la actividad a raíz del nuevo coronavirus sumado a la crisis preexistente que dejó el modelo neoliberal impulsado por el Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), la pospandemia se vislumbra negra para el futuro mercado laboral. Hay muchas empresas pequeñas que no volverán a abrir y son pocos estímulos para la generación de nuevos puestos de trabajo.

«La pandemia tuvo dos efectos contradictorios, pero simultáneos. A ciertas cosas las detuvo por completo, como por ejemplo el turismo, los viajes internacionales, todas las actividades frenadas. Pero en muchas otras áreas se generó más cambio en estos meses que lo que habíamos visto en la última década», dijo el recombrado economista argentino Santiago Bilinkis, experto en tecnología.

El aislamiento social obligatorio no solo mostró inmediatamente las diferencias entre actividades esenciales y no esenciales, cada una golpeada de diferente manera. También puso en evidencia la distinción entre las actividades que se pudieron adaptar gracias a la tecnología y aquellas que no, una distinción que es clara también en estratos sociales, ya que la innovación también discrimina.

El coronavirus no golpeó de igual manera a los trabajadores de la salud o a los repartidores de aplicaciones —por mencionar actividades esenciales afectadas por el riesgo al contagio y el estrés de trabajar en estas condiciones— como al conjunto de trabajadores no esenciales informales o independientes, imposibilitados de tener ingresos y todavía a merced de los diferentes mecanismos de subsidio estatal. Para ellos, la pospandemia será una vuelta a la normalidad, aunque la crisis macro sea peor.

Bilinkis destacó áreas donde la tecnología movió instantáneamente la vara, por ejemplo, en la educación, donde profesores terciarios y universitarios y maestros de escuela debieron, de la noche a la mañana, encarar un proceso de adaptación que está lejos de ser perfecto y, como era de esperarse, generó una mayor brecha según el acceso a las redes y dispositivos entre trabajadores, instituciones y, por supuesto, los alumnos.

«Otro ejemplo interesante en Argentina de cambio, que era una obviedad que tenía que ocurrir, es la receta electrónica de medicamentos, que seguía requiriendo ser escrita a mano en papel, firmada y sellada por un médico, una serie de procedimientos que son del siglo XIX. Nada admitía ningún grado de digitalización, pero lo implementamos en una semana», mencionó el autor de los libros Guía para sobrevivir el presente (2019) y Pasaje al futuro (2014).

El dilema del teletrabajo

Probablemente, el fenómeno que apuntaló los cambios propios de la era digital durante la pandemia, imposibles hace unos años, fue la modalidad del trabajo desde el hogar para una buena porción de las actividades de oficina, empleos donde se depende del acceso a una computadora, al servicio de internet y a la red interna de cada empresa.

La cuarentena generó que ciertas actividades migraran de la modalidad presencial a la remota, aunque en seguida aparecieron los llamados de atención y las resistencias: hasta antes de la pandemia, el home office era considerado un beneficio en algunos puestos de trabajo. Sin embargo, cuando la adaptación se vuelve obligatoria como el aislamiento, comienzan los abusos ante la falta de reglas y precedentes.

El Congreso argentino sancionó el 30 de julio la Ley de Teletrabajo, una norma impulsada por el oficialismo y con visto bueno de las entidades sindicales, que fue aprobada en tiempo récord y que pretende adelantarse de manera defensiva a los cambios que se anticipan para los trabajos de oficina en el futuro cercano.

«Si uno piensa en las posibilidades del teletrabajo, tienen que ver con el aprovechamiento de la flexibilidad, en el manejo de los espacios y de los tiempos, a favor del empleado. Mirado desde la perspectiva antigua, la flexibilidad es un peligro para el trabajador, porque lo expondría a la posibilidad de ser abusado. Lo que hace la ley, en afán de protegerlo, es eliminar la flexibilidad, por lo que deja de tener sentido para el empleado y para el empleador», analizó Bilinkis.

El emprendedor y divulgador de innovación comentó que la nueva normativa se enmarca en el paradigma tradicional que regula la ley de trabajo, rígido en el cumplimiento de los horarios, cuando una de las esencias del teletrabajo es la productividad por metas para sustituir el cumplimiento de fichaje de entrada y salida.

¿Quién paga los costos del teletrabajo?

La ley establece que las condiciones básicas de contratación de los empleados no pueden modificarse más allá del lugar de la locación. Es decir, no podrá haber reducción de salario ni cambios en los horarios establecidos de antemano. Los empleadores deberán proveer los dispositivos y hacerse cargo de los gastos que pudiera generar al empleado cumplir con la conexión remota.

Además, estipula el derecho a la desconexión fuera de los horarios establecidos o su compensación según las normativas de horas extra, determina que el cambio de presencial a remoto debe ser a voluntad del empleado y debe existir la posibilidad de una reversibilidad inmediata sin perjuicio de por medio.

«Eso tiene dos efectos. Uno, le impide a la empresa generar ahorros en superficie de oficina porque tienen que mantener el espacio por si el trabajador quiere volver. La segunda es para mí aún más grave, porque lo más lindo del teletrabajo es la posibilidad de que personas que viven en ciudades pequeñas o en pueblos puedan conseguir trabajo en grandes compañías ubicadas en las metrópolis. La cláusula de reversibilidad impide que se contrate a nadie que no viva cerca de las oficinas», añadió.

Bilinkis aseguró que entiende que todo cambio puede generar abusos y comprende la motivación por preservar a los trabajadores en la pospandemia, pero también insistió que este tipo de debates ocurren en todo el mundo y que los avances tecnológicos y sus efectos en la sociedad y la cultura suceden más rápido de lo que pueden adaptarse las leyes y quienes se encargan de escribirlas.

«Montones de áreas donde la tecnología posibilitaba hace mucho tiempo cambios muy importantes no se hacían simplemente por desidia o inercia. Ahora el desafío es separar la paja del trigo, definir en cuáles de los cambios que nos obligó a ejecutar la cuarentena queremos volver atrás para recuperar la antigua normalidad y cuáles son los bloques para construir un futuro más digital, más actual y que queremos que sean parte de la nueva normalidad», analizó Bilinkis.

Cortesía de Sputnik

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