Por Yilmaz Can Derdiyok
El mundo está atravesando un período crítico. Por un lado, nos enfrentamos al riesgo de que los conflictos locales se conviertan en guerras regionales. Por otro lado, los efectos de la crisis climática y la destrucción ecológica siguen manifestándose de forma candente en todo el mundo.
Los partidos y los líderes de extrema derecha están llegando al poder en Europa, el sentimiento antiinmigrante, la hostilidad y los discursos de odio contra las mujeres y las personas LGBTI+ se están haciendo sentir. Al mismo tiempo, la inestabilidad de los indicadores macroeconómicos en todo el mundo puede verse como una causa de estas situaciones, por un lado, y una dinámica que las alimenta, por el otro.
Se realizan análisis sobre la situación actual en el mundo, y también se expresan sugerencias para mejorarla. Sin embargo, una salida a ella -por no hablar de la posibilidad de un cambio crítico- no parece posible a corto plazo. Es un hecho innegable que esta situación tiene diversos efectos a nivel individual y social.
Cuando miramos la dimensión individual de la cuestión, vemos que aquellos que son vistos como «otros», víctimas de la guerra y masas obligadas a emigrar, experimentan estrés, miedo y ansiedad. Además, observamos que una situación negativa vivida en cualquier parte del mundo puede extenderse a todo el planeta de una forma u otra, y desde este punto de vista, situaciones similares de miedos y ansiedad pueden manifestarse en las masas en general.
Entonces, ¿cómo funcionan hoy las disciplinas que se ocupan de la psicología para los problemas actuales? ¿Qué dicen las disciplinas de la psicología acerca de los acontecimientos en el mundo y sus efectos a nivel individual? ¿Qué hacen los expertos en las disciplinas de la psicología en este contexto; qué deberían hacer más allá de la situación actual?
Sabemos que la psicología convencional a menudo evita tocar temas de actualidad. Además de eso, podemos observar que ella a veces funciona en el contexto de «desviar» voluntariamente los problemas. En este punto, la psicología crítica abre un campo importante al subrayar la influencia mutua del individuo y el plano social, y al mismo tiempo enfatizar la importancia de los desarrollos políticos y sociales en el mundo. Cabe destacar que esta zona es importante para aquellos que quieren abrir las puertas de un «nuevo mundo».
Conversamos sobre el tema con David Pavón-Cuéllar, quien efectúa estudios en este campo, ha realizado importantes estudios como «Marxismo y Psicoanálisis» y «Psicoanálisis y Revolución«, y centra sus estudios en el marxismo, el psicoanálisis y la psicología crítica en universidades de diferentes partes del mundo.
«HAY QUE ABORDAR LOS PROBLEMAS A NIVEL ESTRUCTURAL»
-Estamos atravesando un período de importantes cambios en el mundo. Sentimientos antiinmigrantes, misoginia, crisis políticas y guerras regionales… ¿Qué efectos tienen estos cambios en el mundo a nivel individual y social?
-En el nivel individual, hay efectos inmediatos bastante obvios como estrés, ansiedad, miedo, inseguridad, soledad, vergüenza, autoodio, odio y resentimiento entre las mujeres, los inmigrantes y las víctimas de las crisis y las guerras. Estos efectos inciden a su vez en el nivel social al reforzar las identidades, degradar los vínculos, reproducir o agravar los conflictos, aislar o pulverizar las comunidades, acentuar las diferencias y desigualdades. En todos los casos, lo que vislumbramos en el fondo es una violencia estructural que no sólo lastima, daña, mutila y desgarra a los individuos y a las sociedades, sino que se transmite a través de ellos.
Nuestro análisis debe atravesar los niveles individual y social para sondear en el nivel estructural, el de la violenta estructura capitalista, patriarcal y colonial. Esta estructura subyace a muchos de los cambios mencionados en tu pregunta. Para percibir lo que está en juego en ellos y en sus efectos individuales y sociales, necesitamos situarnos en el nivel estructural.
Sin pensar en el patriarcado, no llegaremos muy lejos en nuestra consideración de la misoginia, el machismo y el sexismo, así como las conductas, relaciones, experiencias e identidades sexuales y de género. Tampoco entenderemos los sentimientos antiinmigrantes, la xenofobia y el racismo si no los analizamos a la luz del colonialismo, el neocolonialismo y la colonialidad. De igual modo, el estudio del capitalismo es indispensable para explicar la mayor parte de guerras y crisis de nuestra época, así como las formas en que destruyen y reconstituyen a los individuos y a las sociedades.
Como nos lo muestra Freud, el patriarcado separa las psicologías social e individual al contraponer a un individuo masculinizado, concebido como padre de la comunidad humana, y a una comunidad familiarizada, feminizada e infantilizada, reducida simbólicamente a la condición de horda. Luego, como nos lo enseña Marx, el capitalismo completa y generaliza el proceso al atomizar la comunidad y al convertirla en una sociedad con vínculos extrínsecos entre los individuos opuestos entre sí y a la totalidad social. Todo esto se impone en todo el mundo a través del colonialismo, el neocolonialismo y la colonialidad.
-Existe la percepción de que la ciencia psicológica debe mantenerse alejada de los cambios sociales y políticos en el mundo y sólo debe ocuparse del individuo separado de este contexto. ¿Es esto cierto?
-Definitivamente no. El individuo de la psicología es creado, moldeado y constantemente determinado y modificado por su contexto social y político. Este contexto, de hecho, es lo que se individualiza y así constituye al individuo, manifestándose en su esfera mental y conductual. Lo estudiado por la psicología es la manifestación de su contexto.
Cuando no conocemos el contexto, no sabemos lo que se está manifestando en lo que estudiamos en la ciencia psicológica. Esta ciencia no se ocupa tanto de su objeto como de su contexto. Por ejemplo, estudia frecuentemente manifestaciones subjetivas del capitalismo neoliberal cuando cree estar estudiando la conformidad, el convencionalismo, el estrés, la ansiedad o la depresión de ciertos sujetos.
Lo que llamamos “contexto” es más que lo que solemos entender por “contexto”. No rodea a los individuos que habitan en él, sino que los habita y los constituye internamente. Es el fondo y el meollo de la subjetividad. Es la clave para entender la personalidad, las emociones y los procesos mentales. Descontextualizar el objeto de la psicología es ni más ni menos que desconocerlo.
«HAY QUE DEJAR DE PSICOLOGIZAR»
-Mientras la psicología dominante da la espalda a todos estos problemas, ¿qué tipo de enfoques debería desarrollar la psicología crítica? ¿Qué deudas hemos contraído los psicólogos y cómo podemos saldarlas en una perspectiva crítica?
-Nuestra primera deuda es con todo lo ignorado, encubierto, subestimado y así debilitado y degradado por la psicología, como la singularidad subjetiva, la vida comunitaria, las subjetividades colectivas y los movimientos políticos transformadores con los que se curan los grandes males estructurales.
Ante estos males, el psicólogo es tan impotente como cualquier otro individuo, pero se distingue por ganarse el sustento diario al promover y vender su impotencia bajo la seductora envoltura de una ilusoria omnipotencia individual. Semejante producto psicológico sólo puede comprarse a expensas de la única verdadera potencia, la de uno con los demás, distrayéndose de la cura de las enfermedades impersonales de la estructura y ensimismándose en el tratamiento de sus manifestaciones en síntomas personales e interpersonales.
Hay entonces una deuda particular de la psicología con sus clientes por aislarlos y despolitizarlos, por desviarlos de la vía colectiva y política para la solución real de sus problemas, por darles únicamente cuidados paliativos, analgésicos y sedantes, que sólo sirven para calmar las ansias de cambiarlo todo para tener un mundo mejor.
Hay igualmente una deuda importante con otras culturas que tienen otras concepciones de la subjetividad, concepciones más adecuadas a su historia y a su contexto, pero desautorizadas y suplantadas por las concepciones psicológicas modernas europeas y estadounidenses.
Aunque no esté en condiciones de honrar deudas como éstas, la psicología podría por lo menos detener su creciente endeudamiento al moderarse, al replegarse, al dejar de expandirse más allá de sus medios, al ya no extralimitarse, al ya no usurpar el derecho de los sujetos individuales y colectivos a definir lo que son y lo que pueden llegar a ser.
Una psicología sólo será solvente al ser menos psicológica, menos académica, menos pretendidamente científica y profesional, más otras cosas, más inherentemente social y política, más de los movimientos colectivos, más de los pueblos y de las culturas que la rodean y habitan. Los psicólogos, para mantener un mínimo de solvencia, tendrían que renunciar a su gratificante papel de expertos, hablar menos y escuchar más a la sociedad, aprender más del mundo y ser portavoces de los pueblos en el estrecho ámbito académico, científico y profesional de la psicología.
El psicólogo solvente deberá ser crítico, autocrítico, al reconocer que su propio supuesto saber psicológico no es necesariamente mejor ni más verdadero ni legítimo que los saberes sobre la subjetividad poseídos por los no-psicólogos, las personas de la calle, los padres y abuelos, las culturas y las comunidades. Estos otros saberes, saberes otros, deberían servirnos a nosotros, psicólogos críticos, para interpelar, cuestionar e incluso relativizar y refutar nuestros saberes psicológicos. Necesitamos renunciar a la pretensión de que nuestra psicología posee el único saber adecuado sobre la subjetividad. Es preciso y urgente que escuchemos otros saberes y que dejemos de subordinarlos a la psicología, dejemos de psicologizarlos, dejemos de psicologizar la subjetividad.
-El sistema actual y la psicología dominante, a través del desarrollo personal, la carrera y otros campos «mágicos», están tratando de mantener a las personas alejadas del lado social y político y confinarlas en sus propias cáscaras. ¿Cómo deberíamos evaluar esta situación?
-Los sujetos únicamente pueden ser sujetos a través de su existencia social y política. Al privarlos de esta existencia, la psicología los priva de la subjetividad, la cual, entonces, puede ser acaparada por el capital. En cuanto a los sujetos humanos, pueden reducirse a objetos del capital, objetos de la dominación y explotación por el sistema capitalista, después de haber sido objetos del saber psicológico objetivo.
Deberíamos desconfiar de la objetividad en psicología. El saber psicológico no se refiere a algo objetivo, sino a alguien, a algo subjetivo, no-objetivo por definición. Objetivarlo es neutralizarlo para convertirlo al final en objeto de un capital que es correlativamente fetichizado, convertido en sujeto.
La explotación capitalista es en parte condicionada por la objetivación psicológica, por la psicologización, por la desocialización y despolitización. La psicología crítica tendría que esforzarse en revertir estos procesos, en sacar a los individuos de sus conchas, en repolitizarlos y resocializarlos, en ayudarles a reconquistar su subjetividad.
«TODAVÍA NO TODO ESTÁ PERDIDO»
-Finalmente, ¿qué deberíamos hacer para un mundo mejor y un futuro mejor, tanto teórica como prácticamente?
-Lo primero es reconocer teóricamente que no hay futuro, que no hay un futuro ni peor ni mejor, que no habrá un mundo ni peor ni mucho menos mejor, que el mundo se está acabando, al ser devastado por el capitalismo. Después de haber destruido la mitad de los ecosistemas vegetales primarios y de las poblaciones de animales salvajes del planeta en medio siglo, el capitalismo está destruyendo rápidamente la otra mitad, sin contar la contaminación del planeta y el calentamiento global.
En lugar de tratar de evitar la catástrofe inminente al luchar colectivamente contra el capitalismo, los individuos se miran los ombligos con el invaluable apoyo de los psicólogos. La psicología también contribuye al fin del mundo al adaptar a los sujetos a este fin tal como se despliega en el capitalismo, al ayudar a reducir a los sujetos a objetos del capital, a recursos humanos del capital que lo está destruyendo todo. La destrucción capitalista del mundo requiere de los seres producidos por la psicología, ya sea individuos adaptados y despolitizados o bien trabajadores explotables y consumidores manipulables.
El pesimismo de la teoría no debería excluir cierto optimismo en la práctica. Podemos y debemos luchar o al menos resistir contra el capitalismo y contra su engrane psicológico. No todo está perdido.
El objeto del capitalismo y de la psicología no deja de ser un sujeto social y político. Hay anticapitalismo y no sólo capitalismo. La psicología no ha podido evitar el surgimiento de la psicología crítica.
Por Yilmaz Can Derdiyok
Versión en español de la entrevista publicada en turco, en el periódico Fikir, en su edición del 15 de agosto de 2024. Reproducida en castellano ese mismo día en el blog del autor.