Madre de uno de los tantos desaparecidos que deja la violencia en México mantiene junto con otras mujeres la voluntad incansable de encontrar a sus seres queridos
Las madres que buscan a sus hijos en parajes de todo el territorio mexicano son incansables en escarbar con sus propias manos en cientos de fosas clandestinas, pero también saben del peligro que corren si a la vez piden justicia, dijo a Sputnik la fundadora del Colectivo Solecito de Veracruz (este), Lucía Díaz Genao.
«Nuestra voluntad es de encontrar a nuestros hijos pero, por el momento, la realidad es que después de haber exigido mucho hemos puesto en espera esa parte tan importante que es la justicia», dijo a esta agencia la impulsora del movimiento de familiares. Este mes, esa comunidad de madres culminó tres años de búsqueda en 10 hectáreas de un campo de interés social junto al Puerto de Veracruz (este), la principal puerta mexicana al Atlántico, ahora conocido como «la mayor fosa clandestina de América Latina».
«Llegará el momento en que vamos a poder pedir justicia, pero sabemos que exigir justicia en este momento nos va a exponer ante los perpetradores, que se lanzarían contra nosotras», dice con una firme actitud de realismo y responsabilidad la dirigente.
Durante tres años de nadar contra corriente en la terrible labor de escudriñar esos terrenos solo contaron con sus propias fuerzas. «Trabajamos siempre de manera autónoma, no dependemos de autoridades, conseguimos fondos con mecanismos propios, con rifas, ventas de comida y ropa usada, así realizamos nuestro trabajo en los campos de búsqueda», dijo la fundadora del movimiento de madres de Veracruz.
Díaz Genao fundó el Colectivo Solecito de Veracruz cuando su hijo Luis Guillermo Lagunes Díaz fue secuestrado en 2013. La familia pagó un cuantioso rescate, pero el joven nunca apareció.
El grupo formado por unas 80 mujeres realizó excavaciones hasta hallar 156 fosas clandestinas en ese terreno insólito, rodeado de zonas portuarias federales. Encontraron 298 cráneos, cuerpos decapitados y más de 22.500 fragmentos óseos.
Hasta ahora solo 22 cuerpos han sido identificados, de cinco de ellos se desconocen familiares, y una parte del colectivo continúa buscando en otros puntos, siguiendo nuevas pistas que les han acercado fuentes anónimas, por la notoriedad de su trabajo.
«Nos cambiamos de lugar en la búsqueda, sabemos que falta muchísimo, no queda duda de que en este país las autoridades no investigan, que hay impunidad, que no se rinden cuentas, que tampoco va a haber justicia en este caso», dice doña Lucy, como la conocen en el movimiento.
Cerraron esta etapa con una misa y una placa que develaron el 8 de agosto: «En memoria de todos los que yacían en la oscuridad y ahora, gracias a la bondad de Dios, están volviendo a la luz. Colectivo Solecito agradece a las instituciones que apoyaron para tan grande milagro». Son alicientes para este grupo de derechos humanos unido por la ausencia de sus hijos y la determinación de conocer su destino.
El Colectivo Solecito de Veracruz recibió el Premio 2018 de la Universidad de Notre Dame (EEUU) y una mención honorífica del Premio Nacional de Derechos Humanos 2017.Lucía Díaz Genao es la primera mexicana seleccionada por la iniciativa Shelter City para un programa para defensores de derechos humanos en La Haya.
La singularidad de Veracruz
Doña Lucy ha podido compartir su experiencia con madres de muchas de las 32 provincias de la federación mexicana y de otros países donde existen movimientos de familiares de desaparecidos. «La violencia tiene muchos rasgos en común, pero a la vez hay algo regional, porque cada estado tiene sus particularidades, este es un país muy grande, por eso la guerra del narco ha sido un desastre muy diferente en cada lugar», reflexiona.
También extiende su análisis a otras latitudes. «En otros países, a finales del siglo XX, como Argentina, la desaparición de personas por los militares fue resultado de conflictos políticos y otras razones de ideología; en Chile ocurrió algo similar, y otros países como Guatemala y Colombia sufrieron conflictos armados», compara Díaz Genao.
En cambio, en México se entrecruzaron mafias de traficantes de drogas, de personas, organizaciones de secuestradores y extorsiones masivas, y sobre todo el trasiego de 200.000 armas ilegales que cada año ingresan desde EEUU, según la cancillería. «En este país la violencia no tiene motivos de ideología, creemos que se asemeja más a la Camorra italiana de Nápoles, una mafia mezclada con la complicidad de autoridades», prosigue la activista.
Su esfuerzo por comprender lo que ha ocurrido no solo en las costas de Veracruz sino en todo su país, la lleva a extender su reflexión. «Tampoco se parece a la violencia de países como Ruanda, Sri Lanka, Bosnia, Filipinas o Siria, donde ocurren conflictos armados internos con intervenciones internacionales, mezcladas con asuntos religiosos y de ideología», contrasta y señala un país latinoamericano con una experiencia similar «Quizá Colombia es lo más parecido a lo que nos ha ocurrido, todo se ha degradado tanto con la guerra contra el narco, que le dio licencia a todo el mundo para la violencia», subraya.
La guerra mexicana ha carecido de causas o banderas destacadas, aparte de las marcas de los carteles con referencias a geográficas o propias de los bajos fondos. «Ha sido una guerra soterrada por muchos silencios, que se declaró no oficialmente, pero donde se armaron todos, fueron asesinados policías sin preparación, las corporaciones también se corrompieron, no se alinearon las fuerzas del Estado al cambiar el enfoque contra el narco y el costo lo pagamos los ciudadanos», denuncia.
En el caso del gran cementerio clandestino donde estas activistas buscaron durante tres años «todavía no sabemos qué paso, si hubo responsabilidad de autoridades, ni los detalles de cómo sucedió en un lugar como ése, ni quiénes participaron», hace un esfuerzo final para explicar lo que pasó en su estado: «la verdad es que el fenómeno de la violencia en Veracruz es diferente, no podemos decir que es la peor, pero es muy estrambótico, una mezcla de todo, con la complicidad de las autoridades», puntualiza.
Entre 2006 y 2018 la guerra abierta de los militares contra el narco y otras formas del crimen organizado dejaron 252.500 muertos y más de 40.000 desaparecidos; hay 26.000 cuerpos sin identificar y más de un millar de fosas clandestinas.
Cortesía de Sputnik
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