De Francia Márquez se sabe que trabajó como empleada para pagar su carrera de Derecho y que lleva dos décadas burlando a la muerte por amenazas racistas, aun así logró un espacio en la política para cambiar las cosas.
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La vicepresidenta de Colombia ha recibido ataques por su descendencia, pero tiene altas expectativas para su trabajo social en Colombia; el diario El País la entrevistó en su primer año de gobierno.
¿Cómo es hoy la Francia Márquez gobernante y persona, un año después de estar en el poder?
—En mi esencia sigo siendo la misma. A veces me toca revisar si estoy en el gobierno o estoy haciendo activismo. Sigo siendo la mujer que cree en la justicia social, en la capacidad de las personas para transformar contextos y vidas.
“Cambió la situación para mi familia, para mi mamá que ya no puede estar en su casa, para mis hijos que hubo que sacar del país. Eso ha sido doloroso. También tengo que decir que este mundo (de la política) al final del día es vacío, muy solo. Esa ausencia de no estar con mi comunidad, con mi familia, marca bastante”
Y no me siento feliz de estar en esta casa tan grandota, muy lujosa. Sin embargo, yo tomé esa decisión de asumir el desafío de ir de la resistencia al poder, hacer que la dignidad se haga costumbre y acompañar al presidente Gustavo Petro en ese camino, y espero hacerlo hasta el final.
¿Cuál ha sido la lección más dura de este año en el poder?
—Ha sido una oportunidad para conocer cómo funciona el Estado y a las personas en su profundidad.
“En la política se conoce lo mejor y lo peor del ser humano. A veces hay mucha mezquindad. Eso ha sido fuerte porque vengo de una comunidad que siempre pensó en colectivo. Es diferente cuando se está en la política y en el gobierno. Hay egos, vanidades; gente que cree que un cargo le hace más ser humano”
No caer en eso es parte de mantener el corazón bien puesto. No dejarse deslumbrar por el espejismo que muestra estar en el poder. Me he esforzado por mantener los pies en la tierra. Esto es, como lo decía el presidente en una entrevista, un mundo de adicción, y quien se deja llevar termina perdiendo. Hay muchas trampas que el poder le coloca a uno y hay que estar mirando por todos lados para no caer en ellas.
¿En algún momento ha sentido que tiraba la toalla?
—Todavía no he llegado a ese momento. Gobernar un país lleno de machismo es muy difícil. Muchas mujeres compañeras que están en el gobierno han venido a buscarme, a decirme: ‘No aguanto, estoy que tiro la toalla, esto es muy difícil’. De alguna manera el machismo se impone en el gobierno y en nuestra sociedad. Ellas reciben agresiones; yo también. Pero eso no me hace tirar la toalla. He vivido más de 20 años huyendo a la muerte y creo que si he escapado y llegué a la vicepresidencia es por algo. Vengo de un pueblo que no ha tenido nada, que nunca se le han abierto las puertas, así que sé cuál es mi misión.
Siempre ha dicho que su vida ha sido una lucha. ¿Cómo describe la que ha vivido al interior del gobierno, teniendo en cuenta esos egos y mezquindad política que menciona?
—Lo primero es que he sentido el respaldo y el apoyo del presidente, y eso ha sido muy importante. Tenemos coherencia política. No es como en otros gobiernos en los que el presidente va por un lado y la vicepresidenta por otro.
“Hemos tenido también discusiones, y hay funcionarios a los que he tenido que decirles: ‘Soy la vicepresidenta y le estoy dando una directriz’, aunque no debería ser necesario que lo tenga que decir”
Pero me ha tocado, sobre todo con funcionarios que aunque están en un cargo de menor nivel o categoría sienten que, como son hombres, pueden pasar por encima de mí o de otra funcionaria.
¿Al presidente lo ha logrado deconstruir? (Durante la campaña, Petro tuvo una relación problemática con el feminismo)
—No solo yo, creo que muchas mujeres han educado y han ayudado a deconstruir al presidente y a muchos funcionarios. Mujeres verracas que se le plantan a los hombres en nuestro gobierno y exponen sus puntos de vista. Al final del día, somos como una nueva familia extensa, nos volvemos compañeros, compartimos mucho.
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Habla de familia extendida y justamente el gobierno enfrenta un escándalo por el hijo del presidente, Nicolás Petro. ¿Cómo la toca?
—Es un aprendizaje para todos. Sobre la situación de Nicolás se encargará la justicia, que definirá si es o no responsable de los señalamientos por los cuales se le está haciendo el proceso. Ahí no intervengo. Pero en mi condición de mamá y papá que he sido para mis hijos, sé lo doloroso que es para el presidente y para la familia de Nicolás. Pienso mucho en qué estarán sintiendo la mamá de Nicolás, los hermanos. Esto afecta a la familia. Yo lo que hago es poner una barrera para que mi familia no se involucre en nada de lo que yo hago. Tengo una regla.
¿Cuál es?
—Mi regla es: ‘esto es gobierno, ustedes no intervienen, no opinan, no dicen nada porque no quiero que se expongan ni sean vulnerables’. Mi familia nunca ha estado en política; siempre en lo social y comunitario. A veces hay gente que provoca y pone trampas.
“A mí misma me han dicho: ‘vea vicepresidenta, allá hay tal cosa, cójala’. Mi respuesta es ‘lo siento, pero no’. Si me han hecho esas propuestas, imagínese lo que pueden hacerle a algún familiar mío, compañero, hijo o cualquier persona de mi círculo más cercano”
Así que tengo el máximo cuidado. Inclusive dentro de las funciones que uno desempeña, estoy siempre atenta a que ningún funcionario me haga una jugada y termine haciéndome caer en una situación lamentable.
Es este año ha recibido muchas críticas, ataques racistas…
—Soy funcionaria pública y como tal tengo que estar dispuesta a que se me cuestione por mi trabajo. Sin embargo, lo que hemos vivido no ha sido en razón a las funciones que desempeño, sino más hacia la persona, hacia lo que represento, hacia mi identidad. Eso, por supuesto, desvela el racismo en nuestro país y es doloroso.
Una de las últimas críticas fue por emprender una gira a África. Usted dijo que veía un sesgo racial en ellas.
—Yo misma me formé de pequeña viendo África como una región salvaje, miserable, donde había niños con moscas en la boca, desnutridos. Así nos educaron.
“Cuando de niña me decían ‘pareces una africana’, me ponía a pelear, porque no quería que me identificaran con eso que nos habían enseñado”
Sin embargo, esa visión colonial es equivocada. Al regreso de la gira hice una rueda de prensa e informé de 17 acuerdos iniciales de diálogos para empezar una relación bilateral con los gobiernos de esos países y con sectores empresariales. Antes vi muchas otras delegaciones y a otros vicepresidentes, y a ellos nunca los llamaron a rendir cuentas de esta manera (por giras diplomáticas).
Hablemos de su ejecución como vicepresidenta y ministra, ¿qué logros tiene para mostrar?
—Ha habido todo un alistamiento institucional, incluyendo la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo, en el que incluimos 25 artículos con enfoques diferenciales. El presidente también me entregó la responsabilidad de liderar la política en el Pacífico, mi región y un territorio con desigualdades estructurales que tenemos que transformar. De manera específica, he estado articulando instituciones para que puedan avanzar en cumplir sus compromisos en los acuerdos del paro cívico que se hizo en Buenaventura en 2017, designando los presupuestos que deben colocarse, y en la creación del Ministerio de Igualdad.
¿Qué no ha logrado en este año?
—¿Qué falta? Mucho. 500 años de exclusión, de marginalidad, de violencia no los vamos a transformar en cuatro años.
“Nos falta colocar las bases, sacar las reformas estructurales a la salud, la educación, al trabajo, a las pensiones. Nos falta la paz”
El conflicto armado lamentablemente sigue afectando muchos territorios y es doloroso para mí ver tanta violencia que no logramos aplacar.
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Es la primera ministra de la Igualdad en uno de los países más desiguales del mundo. ¿Cómo se ve al finalizar este mandato?
—Si logramos disminuir las brechas de inequidad y desigualdad, habremos avanzado. No somos solo el presidente y yo, necesitamos de todos los funcionarios y toda la sociedad para transformar el país. Espero que el rumbo que tomemos como sociedad sea el de la justicia social.
Foto: Twitter
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