Enfermero Joan Pons Laplana: «La única solución para acabar con esta pesadilla es encontrar una vacuna»

El profesional de la salud ha decidido ser voluntario en la búsqueda por un fármaco que pueda prevenir el covid-19 y relata por qué tomo la decisión y cómo ha sido su experiencia en el sector salud durante la pandemia

Enfermero Joan Pons Laplana: «La única solución para acabar con esta pesadilla es encontrar una vacuna»

Autor: Sofia Belandria

Joan Pons Laplana lleva 20 años en el Reino Unido. Trabaja como enfermero en un hospital del país y estos meses ha tenido que luchar contra el coronavirus en uno de los principales campos de batalla: las UCI. Ahora, da un paso más en la contienda. Se presenta como cobaya humana para probar una vacuna contra el virus.

El Reino Unido es uno de los países más afectados por la pandemia. La saturación de los hospitales y los contagios masivos en residencias de la tercera edad han marcado el devenir de la crisis sanitaria en las islas. El resultado: más de 39.000 fallecidos a fecha de 1 de junio.

Por ello, la imperiosa necesidad de alcanzar un remedio que pueda acabar con el virus. El mundo entero va tras la fórmula exacta de la vacuna del coronavirus y ya hay varios países con modelos que se están testando. Es el caso de China, Estados Unidos, pero también del Reino Unido. La Universidad de Oxford tiene preparada una, la llamada ChAdOx1 nCoV-19, y sus ensayos clínicos comenzaron hace semanas. Para ello, se precisan personas que estén dispuestas a ponérsela. Una de estas es un enfermero español de un hospital de Sheffield. Su nombre es Joan Pons Laplana, uno de los muchos sanitarios que ha hecho frente a la enfermedad durante estos largos meses.

¿En qué momento decidió participar en las pruebas de la vacuna en seres humanos?

—Soy enfermero. Llevo 20 años en Inglaterra y trabajo en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Sheffield Teaching Hospitals. He vivido en primera línea la lucha contra el coronavirus y considero que la única solución para acabar con esta pesadilla es encontrar una vacuna.

Muchos países están en su búsqueda, lo cual es bueno, y entre las opciones que existen actualmente, una es la de la Universidad de Oxford. Una vacuna testada en animales, que ha dado resultados muy positivos, y que desde finales de abril comenzaron a probar en personas. Es más, tienen la intención de sacar la vacuna en octubre, para que antes del invierno, cuando vuelva el coronavirus, estemos preparados.

En este contexto, hace una semana, mi hospital me mandó un email en el que decía que Oxford estaba buscando personal sanitario en contacto con el coronavirus para poder probar la vacuna. Necesitan resultados más rápidos, ya que, durante las dos primeras fases de prueba, realizadas en abril, se la inyectaron a personas sanas, pero que no saben si están o han estado en contacto con el coronavirus. De esta manera, si dan la vacuna a sanitarios que saben que están en contacto con el virus hay un 100% de posibilidades de obtener resultados más deprisa. En total, buscan a 10.000 sanitarios del país. A 5.000 les dan la vacuna y a 5.000 un placebo.

No dudé en decir que sí porque estoy sano y quería aportar mi granito de arena. Llevamos tres meses con esta pesadilla y solo la vacuna nos librará de ella. No quiero otro año como 2020.

¿No le da miedo hacer de cobaya humana?

—Oxford es de las mejores universidades del mundo, llevan dos meses con las pruebas y no habido ningún problema. Hablamos de un centro educativo muy prestigioso y sé que todo será bastante seguro. Además, para ponerme las inyecciones no hace falta que vaya hasta Oxford, ya que lo puedo hacer en mi hospital, que se ha unido al proyecto.

Sí que es cierto que siempre da algo de respeto, pero estoy tranquilo. Con la vacuna me dan el virus inactivo, es decir, que está muerto. Me lo inyectan para ver si mi cuerpo produce anticuerpos. Es más, tengo más riesgo yendo a trabajar, a que me pase algo con la vacuna.

Tuve cinco minutos para pensármelo y decidí aceptar, porque cuanto antes lo hagamos, más rápido tendremos resultados y, por lo tanto, con mayor celeridad tendremos la vacuna.

Tiene muy claro que la vacuna es la única solución a la pandemia.

—Es que no hay otra. Me da igual que sea la vacuna china, la americana o la inglesa. Lo fundamental es tener una antes del próximo invierno. Es necesario encontrar una solución en el caso de que el coronavirus se convierta en algo cíclico y vuelva cada año con una mutación distinta, como hace la gripe. Mentalmente no estamos preparados para estar los próximos cinco o 10 años con periodos de cuarentena de tres meses.

Tú fíjate en el periodo de clausura que hemos pasado. Aquí en Inglaterra, a partir del 1 de junio, se empieza a levantar el confinamiento, lo cual me parece increíble. Días antes la gente se agolpaba en las playas en plena pandemia. Muchos están hartos de estar en casa y piensan que no les va a tocar nunca la enfermedad. Si no se puede controlar a la gente, solo la vacuna puede ayudar.

A pesar de la importancia de la vacuna, también hay que destacar el trabajo de los sanitarios, clave para contener el avance del virus. ¿Cómo ha sido enfrentarse a la pandemia en el hospital?

—Muy agobiante, siempre pendientes de la posibilidad de contagio. Piensa que en el Reino Unido han muerto casi 300 compañeros por el coronavirus. En ocasiones, por no estar lo suficientemente protegidos.

Reconozco que en mi unidad no hemos tenido falta de material, porque somos un equipo de la UCI. No obstante, tengo compañeros que trabajan en medicina primaria o residencias de ancianos y no tenían absolutamente nada. Al igual que en España, se han hecho trajes con bolsas de basura y eso no es normal. Es como mandar a un soldado a la guerra con una pistola de agua. Sin duda, la actuación del gobierno inglés ha sido criminal.

Además, encuentro una irresponsabilidad acabar con el confinamiento ahora. Tanto aquí como en España. Han puesto la economía por delante de las personas. Han sacrificado a nuestros mayores y ponen a la población en riesgo porque la economía no se puede poner en marcha. ¿Qué es más importante el dinero o las personas? Parece que lo único que importa es el dinero y que toman decisiones pensando únicamente en este.

Por lo que dice, ¿los procesos de desescalada tendrían que ser más lentos?

—Sí, se tendrían que hacer mucho más lentamente. Yo entiendo que hay que crear planes de futuro y tener presente que en algún momento podremos retomar nuestras vidas. Pero, para ello, junto a estos procesos de desescalada, tiene que haber una serie de medidas de seguridad que garanticen la contención de la expansión del virus.

Aquí, en el Reino Unido, de momento, no hay ninguna. En parte, porque el Gobierno no sabe quién tiene el virus y quién no, lo que genera dudas a la hora de legislar. La estrategia test, track and trace que anunció, que viene a ser testar, localizar y hacer seguimiento de los contactos del infectado, no está funcionando. Y no lo hace, porque no están haciendo test suficientes. Solo hacen 70.000 al día y eso es poquísimo. Además, los resultados tardan más de una semana.

En el caso de que viniera una segunda ola. ¿Cómo está el sistema sanitario del país para soportarla?

—No está preparado. Hemos aguantado la primera, porque el sistema se centró en el coronavirus. Se cancelaron casi todas las operaciones, consultas externas…todo se paró para tratar los casos de coronavirus. Lo que pasa es que llevamos tres meses así y no podemos estar así eternamente. Cuanto más continuemos con el sistema parado, también más empeora la salud de la gente. La gente tiene otros problemas más allá del coronavirus.

Aunque, si volvemos a abrir consultas y viene una segunda ola, será mucho peor, porque tras meses de trabajo incansable, la capacidad del sistema sanitario va desapareciendo. No sé cómo capeará la sanidad lo que puede venir en junio y julio con el desconfinamiento.

Otra ola más con el cansancio acumulado de los sanitarios, me imagino que sería devastadora.

—Fíjate que esta semana estoy de vacaciones, porque no puedo más. Psicológicamente, yo he tenido que pedir ayuda y me han tenido que dar terapia. Hubo un día hace un mes que, al llegar a mi hospital, no podía ni entrar a trabajar. Me paralicé solo de pensar que tenía que estar 12 horas con todas las protecciones y con la posibilidad de contagiarme. Tuve un ataque de ansiedad y me mandaron a casa, donde estuve tres días. Sin duda, el impacto emocional y físico es inmenso. Es lo más duro que he pasado en mi vida.

Si me dices si estoy preparado para aguantar tres meses más de pandemia, no sé qué decirte. Mentalmente, muchos de mis compañeros y yo estamos al límite. No solo por las condiciones laborales, sino por la crueldad con la que actúa esta enfermedad. También la tensión de que cada vez que tratas a algún paciente con coronavirus, te lo puedes llevar a casa. Se lo puedo contagiar a mis hijos. Un día bajas un poco la alerta, el guante no te va bien o te entra algo de aire en la mascarilla y puedes infectarte.

No obstante, paradójicamente, también estoy muy orgulloso de estar en primera línea. Es una mezcla de ansiedad y orgullo muy difícil de explicar. Yo no trabajo en la UCI de manera habitual, ya que soy gestor de enfermería. Lo que pasa es con la pandemia todos mis proyectos se han paralizado y me han reciclado para volver a la UCI. Igualmente, a pesar de todo lo vivido, jamás dudaría en volver a ocupar este puesto.

Cortesía de Sputnik

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