Sobre la autora
Gabriela Luzzi nació en Rawson, provincia de Chubut, en 1974. Actualmente vive en Buenos Aires. Publicó Garfunkel (Eloísa Cartonera, 2014), Liebre (Vox, 2015) y Warnes (Eloísa Cartonera, 2016). Sus poemas integran las antologías 9, Textos intrusos (2012), Vivan los putos(Eloísa Cartonera, 2013) y 53/70. Poesía argentina del siglo XXI (Editorial Municipal de Rosario, 2015). Su libro de cuentos La reina de los duraznitos fue una de las obras destacadas del III Concurso de Narrativa Eugenio Cambaceres (2012) para autores noveles. Es editora del sello Paisanita y trabaja junto al colectivo de editoriales que forman La Coop.
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— ¿Para vos qué es la poesía?
— Esa pregunta que da tanto miedo…Me gusta pensar en lo que dicen mis amigos sobre qué es la poesía, yo no digo nada. Prefiero escribir cuando puedo.
— ¿Cómo fue tu acercamiento al género?
— Siempre está cerca la poesía, ¿no? Sin embargo, un hecho que puedo recordar es que mi mamá tenía una biblioteca muy chica, no teníamos casi nada. Cada tanto pasaba un señor a vender libros con una valija y ella siempre le compraba en cuotas. Por ejemplo, compraba muchas antologías, la poesía completa de César Vallejo. Capaz los compraba solamente porque eran muy bonitos. Entre todos esos libros, apareció uno de Juana de Ibarbourou que era más chiquito que los demás y me animé a leerlo.
— ¿Qué edad tenías?
— Iba a segundo grado más o menos. Cuando lo leí, no podía creer lo que decía esa mujer ahí. Se animaba a mucho. A pesar de que no lo terminaba de entender en ese momento, ahora, con el paso del tiempo, adoro ese libro. Fue el primer libro que leí y me abrió la cabeza. “¿Cómo puede ser que a esa mujer no le dé vergüenza?”, pensaba.
Nunca pensé que yo iba a escribir poesía. Siempre trataba de escribir cuentos y a veces no me llegaban a salir, por lo que terminaban quedando como una suerte de poesías. Después me di cuenta de que en realidad eran poemas, porque cuando empezás a escribir no te ponés a pensar qué género es, sale lo que sale.
— ¿Cuándo comenzaste a escribir?
— Nunca pensé que yo iba a escribir poesía. Siempre trataba de escribir cuentos y a veces no me llegaban a salir, por lo que terminaban quedando como una suerte de poesías. Después me di cuenta de que en realidad eran poemas, porque cuando empezás a escribir no te ponés a pensar qué género es, sale lo que sale. Por ejemplo, los de Liebre (Vox, 2015) son pequeños parrafitos.
— Claro, en ese sentido sos mucho de mezclar poesía en verso con poemas en prosa, ¿no?
— Sí, en ese librito tenía ya una historia, sus personajes y fui probando todas las formas en que yo podía tratarlos. Por eso algunos son párrafos, formas o poemas más clásicos. No me suele importar mucho esa distinción entre verso o prosa, va a depender de cada poema.
— ¿Qué autores tenés de referentes?
— Siempre trato de leer lo contemporáneo, lo que pasa ahora. Por ejemplo, leo lo que escriben en Facebook todos mis contactos, me encanta. Yo también escribo ahí, me parece algo hermoso.
—Hay gente que puede tener más distancia con eso o que no le gusta.
—Sí, hay muchos que dicen “¿Cómo vas a poner un poema en Facebook?” Pero, ¿por qué no? Hay que sacarle un poco de solemnidad, porque tampoco es que estás publicando un libro. Además, cuando yo pongo un poema me gustaría que alguien se animara a hacerme correcciones. Todavía no pasó. Volviendo a los poetas, me gusta mucho la generación de los 90’s. También a mis amigos, lo que se está escribiendo ahora.
Siempre trato de leer lo contemporáneo, lo que pasa ahora. Por ejemplo, leo lo que escriben en facebook todos mis contactos, me encanta. Yo también escribo ahí, me parece algo hermoso.
—¿Por qué hacés ese corte?
— Porque me encanta, cada día me gusta más lo que se escribe ahora.
— ¿Tenés contactos con los movimientos de poesía oral como puede ser el slam, por ejemplo?
— Sí, a veces voy, a veces me invitan. Soy medio tímida, pero fui a leer bastantes veces. Me parece algo hermoso lo que pasa en las lecturas de poesía. También estuve en un slam que se hizo en el C.C. Kirchner, el Mundial de Poesía que organiza Años Luz Editora. Quedé eliminada en la primer ronda (risas).
— A la hora de escribir, ¿tenés algún mecanismo o rutina?
— Trato de leer todos los días, que es lo que más me gusta. Trato de leer un poema a diario seguro y me encanta escribir después de leer. Por ejemplo, tengo la idea de hacer un diálogo más abierto con esas conexiones y decir: “este poema nació porque yo leí este otro”. Ese puede ser un juego. También, a la hora de escribir, me gusta pensar que nunca antes escribí nada, que nunca publiqué nada. Eso me permite cambiar, experimentar y sorprenderme, tener una relación diferente con el lenguaje y la literatura. Dedicarme como si recién empezara.
— ¿Cómo conviven en vos tu rol de editora en Paisanita y de escritora?
— En la editorial trato de desdoblarme, de hacer que todos los elementos que tengo entren en Paisanita. Pero, a su vez, esos mismos elementos vienen solos a mí, porque estoy teniendo una experiencia con la literatura. Si leo algo nuevo, eso ya me aporta un montón para escribir. No se pueden separar mucho la faceta de escritor y editor. Lo que siempre tuve claro fue que en Paisanita Editora no me iba a publicar a mí misma.
A la hora de escribir, me gusta pensar que nunca antes escribí nada, que nunca publiqué nada. Eso me permite cambiar, experimentar y sorprenderme, tener una relación diferente con el lenguaje y la literatura. Dedicarme como si recién empezara.
— En ese sentido y teniendo también en cuenta tu participación en La Coop, ¿es verdad para vos la frase hecha que dice “La poesía no se vende”?
— No, nada que ver. Eso no es verdad. Tampoco sé qué es lo que se vende, nunca me doy cuenta de esas cosas. Por ejemplo, el otro día escuché que lo que más se vende en Argentina son los alfajores y a mí no me gustan (risas).
— ¿Qué consejo le darías a alguien que quiere empezar a escribir poesía?
— Que haga todo lo que tenga ganas y que no haga nada que no quiera. Aunque suene tonto, que siga su deseo. Escribir tiene que ver con poder usar tu libertad para expresarte. Si quiere hacer una editorial que la haga. Siempre con lo que tenga a mano, que no espere a que sucedan las cosas. Que trate de disfrutar lo que más pueda. La publicación es algo menor después de todo, porque lo más importante es tu vida: leer, escribir y compartir con tus amigos. Si podés lograr eso, ya está. De última después te publicás vos.
— A vos te antologaron en 53/70 (Editoria Municipal de Rosario, 2015), ¿qué te provocó eso?
— No sé, creo que se equivocaron (risas). Me gustó, sobre todo porque no conocía a casi nadie, no eran mis amigos. Me permitió encontrarme con un montón de poetas que hasta ese momento no conocía y que además me permitieron escribir a partir de sus poemas. También me encantó ser la última de la antología, porque está ordenada de acuerdo a cuándo publicaron un libro por primera vez y yo fui la última. Eso demuestra que no importa cuando publiques, mientras te sientas seguro.
La publicación es algo menor después de todo, porque lo más importante es tu vida: leer, escribir y compartir con tus amigos. Si podés lograr eso, ya está. De última después te publicás vos.
— ¿Por qué esa decisión de esperar tanto para publicar?
— Se fue dando así. Estuve muchos años haciendo otras cosas, tuve un lapso sin escribir, sin relacionarme con nada. Sobre todo en el periodo en que fui madre, que me abstrajo de muchas cosas porque era una experiencia intensa. También pienso que no hay que rescatar mucho del pasado, siempre hay que continuar. En ese sentido hay un verso de Drummond de Andrade que dice “No juntes ese poema del piso”.