Las últimas informaciones han puesto a Juan Carlos I en el punto de mira. Las acusaciones se ciernen sobre su persona por los supuestos casos de corrupción. Varias voces arremeten contra su reinado y una de las más críticas es la de la escritora Rebeca Quintáns.
Juan Carlos I ha sido uno de los protagonistas del verano de 2020. Sin olvidar al coronavirus, el rey emérito ha ocupado portadas de toda la prensa y los escándalos de corrupción han ocupado horas de radio y televisión. Acorralado, el monarca salió de España el 3 de agosto con los Emiratos Árabes Unidos como destino. Tras los lujosos muros del hotel Emirates Palace de Abu Dabi supuestamente se resguarda Juan Carlos I. Lo hace del Sol y la arena del desierto. Pero también de la presión mediática y las declaraciones de Corina Larsen. A la espera de lo que decidan el Tribunal Supremo y la justicia suiza, ambas con investigaciones abiertas.
Para la periodista y escritora Rebeca Quintáns es casi imposible que no le llamen a declarar. Gallega de nacimiento y residente en Madrid, el rey Juan Carlos I ha sido uno de los protagonistas de su obra. Su tesis doctoral se centró en el análisis del discurso del monarca. Esta fue el germen de su primer libro Un rey golpe a golpe, publicado en el año 2000 bajo el pseudónimo Patricia Sverlo. Una visión crítica sobre el emérito que volvería a despuntar en Juan Carlos I: la biografía sin silencios, que vio la luz en 2016.
¿Cómo valoraría el reinado de Juan Carlos I?
Creo que el punto final del reinado lo resume todo. Costó mucho que se viera la realidad, pero al final toda la verdad está aflorando. Creo que al principio su mandato se entendió de otra manera. Se definió al monarca como el piloto del cambio, el que trajo la democracia a España. Sin embargo, ahora, se está viendo como fue realmente.
Además, estamos en un momento en España en el que tenemos que poner en cuestión todo ese proceso de la Transición, el paso de la dictadura de Franco al sistema que tenemos ahora. Un sistema que muchos creemos que no es plenamente democrático. Para mí, hay una palabra que resume tanto la Transición como el reinado de Juan Carlos I: fraude.
Fue un fraude político. Un reinado de corrupción, de delitos… Una estafa.
Su opinión nada tiene que ver con la perspectiva general de los años que pasó Juan Carlos I como jefe de Estado…
Llevo muchos años escribiendo sobre Juan Carlos. En el 2000, publiqué mi primer libro y ya recogía muchas informaciones sobre lo que era su reinado, que son las que están aflorando ahora. Eran cosas que se sabían que se sabían, pero que se tapaban. Había complicidad por parte de la prensa y de la clase política.
Define su reinado como un fraude. Pero, ¿considera relevante la figura del rey emérito en la historia española?
Fue muy negativa. Personalmente, yo no le encuentro nada positivo. Lo que hizo fue interrumpir un proceso que tenía que darse que era la ruptura con la dictadura de Franco. Detuvo ese proceso y dirigió una transición política, por cierto, muy al dictado de las directrices de la CIA, que fueron los verdaderos diseñadores de cómo se tenían que hacer las cosas. Todo esto con el apoyo de una serie de partidos políticos que trabajaron con él y que luego fueron legalizados. Impidió que se produjera un proceso de ruptura y de restablecimiento de la democracia y entorpeció que se pudiera hacer una recuperación de la memoria histórica.
Por otro lado, apoyó actitudes golpistas y abiertamente fascistas en el Ejército español. Además, se gastó en vicios personales y en taparlos una parte del dinero otorgado de los Presupuestos Generales del Estado. Por mucho que busque, no encuentro nada positivo en su reinado.
Para usted, Juan Carlos I es una herencia más del franquismo.
Totalmente. El golpe de Estado de Franco fue para acabar con la República y Juan Carlos I se encargó de continuar con un propósito histórico: que la República no volviese nunca a España. El objetivo es proseguir esa labor iniciada por el dictador, evitar la instauración de un sistema republicano y democrático en el país. Esto se consigue gracias al Ejército, pero también por otros medios propagandísticos y simbólicos. Y uno es la monarquía.
Que el rey emérito fue elegido por Franco como siguiente jefe del Estado es una evidencia. ¿Cree que este hecho se ha podido ver diluido por momentos como el 23-F?
Por supuesto. El 23-F es uno de los mayores fraudes de la Transición. Se vendió como una heroicidad de Juan Carlos I posicionándose al lado del bando constitucional y democrático, cuando en realidad fue una maniobra orquestada desde la propia Zarzuela y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). En el juicio del 23-F quedó demostrada la participación de estos últimos, pero nunca se pudo hacer con el monarca, gracias a la inviolabilidad de su figura.
No obstante, la noche del 23 de febrero de 1981 se vendió como todo lo contrario. Se quiso mostrar como una ruptura con los esquemas del franquismo y en absoluto. Fíjate que casi nadie cumplió una gran condena. La máxima pena creo que fue de 10 años.
Al final, el 23-F fue un gran refuerzo para la monarquía en España. Y, por supuesto, para Juan Carlos I. Es más, creo que generó más juancarlistas que monárquicos. Una tónica que se ha mantenido durante años.
Sí. España es más juancarlista, porque creo que nunca ha sido monárquica. Piensa que los Borbones han sido expulsados varias veces y que ni tan siquiera los fascistas franquistas eran seguidores de la Corona. Se tuvo que crear una mitología nueva en torno a la monarquía y, en particular, alrededor de Juan Carlos I. Lo campechano que era, el salvador de la Patria… El objetivo era idear una mitología en torno al rey para justificar la monarquía en el país.
Fue un recurso retórico que no sé que ideólogo de la Transición creó, pero funcionó muy bien. Permitió que muchos intelectuales de este proceso pudieran apuntarse al carro monárquico sabiendo todo el mundo que provenían de sectores políticos republicanos como el Partido Socialista o el PCE. Tenían que comulgar con lo que se vendía en ese momento, que era la monarquía borbónica. La figura de Juan Carlos I fue como un paraguas bajo el que muchos se situaron. Podían decir «no soy monárquico, pero soy juancarlista». Como eslogan funcionó durante décadas.
Sin embargo, esta mitología de la que habla, ese juancarlismo, lleva ya varios años resquebrajándose…
Creo que esto ha sido algo largo y laborioso. En los noventa se empezaron a publicar tímidamente cosas sobre Juan Carlos I en varios medios de comunicación. En esos años, fue cuando publiqué mi libro Un rey golpe a golpe, que dio paso a que otros autores presentaran obras críticas con el monarca. Entonces, se empezó a abrir la veda con el rey. No los grandes medios de comunicación o editoriales, pero sí pequeñas publicaciones y editoriales. Estos fueron los que poco a poco comenzaron a minar la reputación, credibilidad e imagen de Juan Carlos I. Solo hay que ver que las manifestaciones republicanas con el paso de los años han ido ganando adeptos.
Sin embargo, el golpe definitivo contra el juancarlismo fue que los casos de corrupción llegaran a los tribunales de Suiza. Más que el tema de Botsuana. Es más, creo que ese tema salió a la luz porque había una intención de que abdicase ya para dejarle el trono a Felipe VI, porque los escándalos empezaban a acumularse.
Al final, todas estas polémicas tenían que aflorar, porque no vivimos en la Edad Media. En España, como tenemos el sistema democrático que tenemos, se pudo ocultar durante décadas. Pero, son tantos que en algún punto se sabía que iban a surgir. Ya fuera dentro del país o en el extranjero.
Escándalos que han provocado su salida de España. ¿Cómo valora este movimiento?
Creo que no va a solucionar mucho. Se ha criticado mucho en la prensa europea esta actuación. Algunos medios incluso la definen como huida. Es más, sería una vergüenza que lo fuera y que no se presentara en Suiza en el caso de que los tribunales lo llamen a declarar. Principalmente, su salida de España la considero una distracción más, que no será la última, para intentar retrasar la caída de la monarquía.
¿La situación actual pone a Felipe VI en una situación complicada?
Como poco. Más bien, imposible. Nada indica objetivamente que Felipe VI no haga lo mismo que Juan Carlos I. Principalmente, porque no hay transparencia sobre lo que hace y tiene los medios para continuar igual. Es una cuestión de fe, confiar en que no repite actitudes y que tampoco sabía como actuaba su padre. Es intentar mantenerse en la partida cargándose al emérito.
Cortesía de Alejandro Cuevas Vidal Sputnik