El lenguaje y la comunicación en general son parte de procesos de reproducción de relaciones de poder que refuerzan desigualdades sociales, comentó Willy Pedroso, profesor de la facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Habana con respecto al uso del lenguaje inclusivo.
«Creo que el principal avance ha sido comprender que el lenguaje y la comunicación en general son parte de procesos de reproducción de relaciones de poder que refuerzan desigualdades sociales, y en muchos de los procesos que vive el país, sobre todo de reorganización económica, están evidenciando y profundizando más estas diferencias», destacó.
Según el educador cubano, esta forma de lenguaje es parte de algo más grande dirigido a lograr una comunicación que promueva la equidad social, lo que impone entender diferentes claves, incluso más allá de los medios tradicionales de comunicación, pues el lenguaje inclusivo «debe caracterizar toda comunicación pública, interpersonal, comunitaria, publicitaria o propagandística, y empresarial».
«Tenemos claro que el lenguaje inclusivo apunta a eliminar toda forma discriminatoria, no solo el androcentrismo, estoy hablando de las formas de referirse a personas con diferente identidad sexual, capacidad físico-motora e intelectual, y color de la piel», comentó Pedroso.
El experto insistió que el lenguaje no recurre únicamente a palabras, por lo que hay que transversalizar el enfoque de inclusión en imágenes, símbolos, recursos visuales.
«No sirve de nada un reportaje sobre empoderamiento femenino que usa imágenes donde las mujeres reproducen labores tradicionales, o referirse a ‘toda la población cubana’ y en la imagen solo haya personas rubias o mulatas», enfatizó el profesor universitario.
Avances en Cuba
En opinión de Pedroso, en Cuba se ha avanzado en este tema, con una mirada más aguda a la comunicación que se hace a partir del criterio que lo discriminatorio también es ofensivo.
«Ya no se habla en Cuba de ‘discapacitados’ o ‘lisiados’ o ‘personas de color’; se usa correctamente el término ‘persona con discapacidad’ o ‘persona en situación de discapacidad'», comentó.
Explicó que en el caso de la prensa, es difícil encontrar consenso porque es cierto que se puede entorpecer la lectura y la comprensión, pero se ha avanzado en recursos menos radicales como las palabras genéricas «personas» en vez de «hombres y mujeres»; «población cubana», en vez de «cubanas y cubanos»; es el uso más extendido.
Respecto a quienes más emplean el lenguaje inclusivo, Pedroso aclara no tener un criterio basado en investigaciones, pero apunta a quiénes lo promueven más en la isla.
«Puedo referirme a la labor de la Unión de Periodistas de Cuba [UPEC], sobre todo el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, que promueve cursos sobre comunicación inclusiva y con enfoque de género para todos los profesionales de la prensa, donde incluso se han impartido cursos sobre liderazgo y dirección de medios con enfoque de género», precisó.
También se refirió a la Cartilla no sexista, un producto elaborado por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Cuba, para la implementación de proyectos, a tono con una mirada más amplia a la comunicación social.
A su vez mencionó la labor de la Editorial de la Mujer, el proyecto de producción audiovisual Palomas, y la campaña nacional Evoluciona, para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas.
«Todos transversalizan el enfoque inclusivo en su comunicación», enfatizó.
Pedroso mencionó además el trabajo que se realiza en las universidades de Oriente, Camagüey (este), Las Villas (centro), Matanzas y Pinar del Río (oeste), y por supuesto La Habana, respecto al tema.
«Se viene estudiando y criticando el lenguaje sexista en los medios, se promueven procesos y espacios de formación, además de enfoques metodológicos para hacer sostenibles las transformaciones (…) y las facultades [universitarias] incorporan el tema en la formación de pregrado, para que sea parte de los conocimientos básicos de nuestros profesionales», dijo.
En su opinión, la polémica está arraigada a la cultura machista y patriarcal en la sociedad cubana, y agregó «que para algunas personas esto [el uso del lenguaje inclusivo] es innecesario, y no reconocen la reproducción de relaciones de poder detrás del uso de la palabra».
Explicó que otras críticas «alegan que las fórmulas que se proponen obstaculizan la lectura y la comprensión, y van en contra del uso establecido por la Real Academia».
«De modo que el trabajo de formación y sensibilización ha tenido y tiene importantes retos», enfatizó el profesor de Comunicación Social.
Cortesía de Sputnik