Expresidente José Mujica: «América Latina se tiene que avivar, sino seguimos con las venas abiertas»

Tras su reciente salida como parlamentario Pepe relata el por qué de su decisión pero asegura que se dedicará a la política mientras tenga aliento

Expresidente José Mujica: «América Latina se tiene que avivar, sino seguimos con las venas abiertas»

Autor: Sofia Belandria

Los pobres serán los que asumirán el costo de la pandemia del COVID-19, dijo el expresidente uruguayo José ‘Pepe’ Mujica (2010-2015).

«Vamos a salir más pobres. ¿Qué pasa en las economías de mercado? Que los que más sufren son los más pobres. El golpe y el costo de la pandemia se trasladan a los más débiles. Los problemas que ya teníamos van a aumentar», dijo Mujica en entrevista, dos días después de haber abandonado la política activa.

Mujica, el político más votado de Uruguay e idolatrado en el exterior por su sencillo modo de vida, reflexionó que la pandemia muestra una «impotencia peligrosa», en la que el capitalismo colocó al individualismo como el motor de la sociedad.

«A mí me sorprende los pueblos asiáticos; han enfrentado la pandemia y la han superado, y tienen más condiciones para contaminarse que América Latina, pero ellos tienen un matriz colmenar en sus pueblos, una tendencia a respetar las decisiones que se toman, no por miedo, sino por costumbre. Mira lo que pasa en Argentina, estuvieron quemando los barbijos, hay gente que no respeta», agregó.

Mujica fue diputado, senador y ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca antes de llegar a la presidencia de Uruguay en las elecciones de 2009, como el segundo mandatario consecutivo de izquierda en acceder al poder.

Idolatrado a nivel internacional por su vida sencilla en una chacra en las afueras de Montevideo, por sus discursos contra el consumismo excesivo y los avances en materia de aborto, legalización de la marihuana y matrimonio igualitario, ha sido llamado «el presidente más pobre del mundo».

¿Cómo se está sintiendo y cómo cree que se va a sentir en las próximas semanas tras dejar el Senado?

Para mí no hay ningún cambio trascendente. En la legislatura pasada, me había ido un año antes de las elecciones. Volví a la campaña electoral para ayudar a mi sector, pero tenía el compromiso de quedarme, porque habíamos perdido el Gobierno y me parecía que yo podía ser útil. Pero saltó este asunto de la pandemia y me tiró para afuera, porque la tarea del senador no se hace en el escritorio, hay que visitar, hay que comunicarse con los sectores sociales y en la situación personal, no solo por edad, por padecimiento de una enfermedad inmunológica, ni siquiera si hubiera vacuna me puedo vacunar, entonces no me queda otra que el aislamiento.

¿Qué tanto cree que va a seguir participando de la política?

Si no me ataca algún problema propio de la vejez, como un Alzheimer, mientras tenga aliento, voy a seguir haciendo política. Si pertenezco a un sector que hace 20 años es el más votado del Frente Amplio y tengo compañeros nuevos y nuevas generaciones, alguna cosa tengo para volcarle a ellos para que se hagan cargo. Pertenezco a una categoría antropológica: el consejo de ancianos.

¿Cuáles son sus proyectos de aquí en más?

Siempre luchar en el campo de las ideas. Los cambios de piel no alcanzan, la piel puede ser joven, pero el esquema mental puede ser rutinariamente el mismo y creo que lo único que existe en la realidad concreta es el cambio. Ante nuevos problemas, hay que plantearse nuevas opciones.

Estamos en un proceso creciente de transnacionalización de toda la economía. Al principio aparecían empresas atacando problemas técnicos muy sofisticados. Pero ahora son los almacenes, las farmacias, los que van cayendo en una expresión multinacional, eso es otra manera de abrir las venas. Antes dependíamos de la exportación, pero ahora vienen empresas que no nos traen una tecnología nueva o una solución a problemas que nosotros no podíamos resolver, sino que sustituyen las iniciativas que ya están funcionando en el país. En realidad, lo que vienen a hacer es explotar nuestro mercado, el margen de las ganancias se la llevan para afuera.

No es que estemos contra la inversión extranjera directa, es que tenemos que ser más selectivos. El Estado tiene que hacerse socio del capital nacional. Dejarlos gestionar, pero cobrar dividendos, ¿por qué? porque si al Estado se le achaca que se burocratiza, hay un margen de razón. Pero el Estado necesita recursos para solucionar las cosas que el mercado no arregla. No estoy planteando ninguna novedad. Es lo que hace China, Vietnam, y algunos países europeos también. Entiendo que nuestra débil burguesía necesita un poco de espalda, tener un socio como el Estado es interesante para enfrentar la competencia que viene de afuera.

¿Cree que América Latina tiene que copiar el modelo del Estado chino?

Sí. América Latina se tiene que avivar, sino seguimos con las venas abiertas, no queda nada acá. Estaba recordando el otro día la historia de Bolivia. Es el pedazo de territorio más saqueado de América Latina. Primero se llevaron la plata que se transformó en la moneda que hizo posible la expansión del capitalismo hace 350 años. Potosí fue la ciudad más importante del hemisferio occidental. En Bolivia no quedó nada, solo el dolor de los indios sometidos. Ahora está el litio, que es el combustible del futuro, que fue una de las causas por las que sacaron a Evo (Morales).

¿Cree que el golpe de estado fue por el litio?

Sí. ¿Cómo iban a dejar que un indio administre eso? Porque además tenía la pretensión de exportar baterías, no litio. Bolivia es la primera reserva mundial de litio. El mundo va a entrar en la masificación de los vehículos eléctricos, pasa a ser un material de importancia estratégica.

El próximo cambio va a ser Chile con el plebiscito. Pienso que las fuerzas progresistas en Chile, si encuentran un margen de unidad, pueden tener las condiciones para ganar las elecciones. El problema va a depender de la posibilidad de unificarse.

Usted dijo que lo que pasó en Bolivia fue un golpe de Estado. Luis Almagro y la Organización de Estados Americanos tuvieron un rol importante en ese momento.

Sí, horrible, lamentable.

¿Cree que Almagro debería dejar su cargo en la OEA?

Por supuesto. Pero está prendido y es funcional a la administración norteamericana.

¿Qué sucedió con él?

Se ve cara pero no se ve corazón. Qué se yo.

¿Nunca más habló con él?

Una vez lo saludé en Lima, pero no hablé con él.

¿Qué piensa sobre Brasil?

Yo no puedo creer que en un pueblo de las dimensiones de Brasil, las mayorías se hayan transformado en fascistas. Tampoco puedo creer que los mexicanos de golpe se transformaron de izquierda. Votaron una alternativa que estaba en contra, no son votos convencidos, son de reacción. Pasó en Francia, con los chalecos amarillos. Hay que preguntarles a los psicólogos de masas qué está pasando.

¿Cree que en Uruguay podría emerger una figura parecida a Bolsonaro?

No. Pienso que por tradición en Uruguay hay ciertas cosas que no parecen fiables. Uruguay es una penillanura y siempre apuntala cambios, pero no demasiado. No se va ninguna punta demasiado. Es más bien la discusión es centroizquierda o centroderecha.

¿Qué implicancias puede tener que gane Joe Biden o Donald Trump para América Latina?

Parecería ser que cualquiera es mejor que Trump pero uno por viejo sabe que siempre se puede estar peor. El señor Trump no solo es conservador, es profundamente errático, lo que complica más la cosa. Es muy importante para el mundo lo que pasa en EE.UU. Es un gran imperio que siente que se le están moviendo el piso. Los grandes imperios cuando le vienen épocas de ceder, no son mansos, son peligrosos. ¿Cómo se va a manejar esta transición? Va a marcar una época. Yo pienso que esta disputa va a seguir con Trump o sin él. Creo que se va a mantener la rivalidad, que es peligrosa. No hay que pensar que va a ser un mundo de colaboración.

Por otro lado, la política de Europa es errática. No puedo entender la política con Rusia. Es estúpida para Europa. Porque cuánto más la aísla, más la empuja para otro lado. No sé lo que va a pasar. Esa Europa que tiene ese tapón, tendría que tener mejor relación con América Latina y no puede por las contradicciones internas. Eso nos hace correr el peligro de quedar absolutamente dependientes de la presencia asiática cada vez mayor en nuestros mercados. Por equidad, nos convendría tener salidas alternativas. Pero en la medida que hay sanciones con Rusia, que Europa no se despierta, la presencia china, que es muy dependiente de las materias primas, es cada vez más fuerte en América Latina. Eso nos va a crear conflicto con EE.UU., porque se pone celoso.

¿Qué piensa sobre el rol de Rusia en América Latina, teniendo en cuenta que ha tratado de ser un contrapeso con respecto a EE.UU.?

Rusia es un país importantísimo, con esta región tuvo una época de enorme vinculación, la política de granos, cuero, lana. Para nosotros siempre fue una alternativa. Nos interesaba mucho. Ahora no sé cómo se va a acoplar, la geopolítica internacional parece que inequívocamente la va a ir arrimando a China, no porque Rusia sea asiática, sino porque Europa le da portazos, algo tiene que hacer. Yo lo comprendo perfectamente.

¿Qué cree que la pandemia muestra de la sociedad?

Muestra una impotencia peligrosa. La evolución de esta etapa del capitalismo, consumista, ha colocado al individualismo como el gran factor al tope. A mí me sorprende los pueblos asiáticos han enfrentado la pandemia y la han superado, y tienen más condiciones para contaminarse que nosotros, pero ellos tienen un matriz colmenar en esos pueblos, una tendencia a respetar las decisiones que se toman, no por miedo, sino por costumbre. Habría que estudiarlo el asunto. Son pueblos muy viejos, que han aprendido a moverse en conjunto, siendo distintos y teniendo sus propias identidades. Mira lo que pasa en Argentina, estuvieron quemando los barbijos, hay gente que no respeta. Esto es muy importante. El tiempo que viene es el cambio climático, van a haber cataclismos cada vez más crecientes, eso va a requerir pueblos disciplinados, sociedades que sean solidarias, que se muevan colectivamente, porque no tienen soluciones individuales esos problemas.

Lo otro es que vamos a salir más pobres. ¿Qué pasa en las economías de mercado? Que los que más sufren son los más pobres. El golpe se traslada a los más débiles. Los problemas que ya teníamos se van a ausentar.

Otro tema relacionado con la pandemia es la lucha por las vacunas. Desde que Rusia anunció su vacuna, Sputnik V. ¿Qué piensa sobre este tema?

Yo no voy a experimentar ninguna vacuna, porque no me puedo vacunar. Primero, no me sorprende que Rusia tenga un avance en la materia, porque el que descubrió los virus fue un ruso. No me sorprende nada que pueda resolver este problema con rapidez. Pero hay una fantástica lucha de mercado. Así que no sé, está muy sucio ese terreno, estamos lejos de aplicar un criterio científico. Creo que hay enormes intereses que se están moviendo y ensucian toda la cancha. Ojalá que la vacuna rusa u otra que aparezca la pueda masificar si es que da resultados.

Volviendo a América Latina, ¿por qué usted cree que la izquierda no ha podido, al mismo tiempo de defender los logros del chavismo, señalar las cosas que no están bien en Venezuela?

La bandera que tenemos que levantar es respetar la autodeterminación y la no intervención. Después le gustará a la gente o no. Cuanto más aíslan a una sociedad, más reacciones negativas va generando, porque se tiene que defender. Hay una responsabilidad internacional en la calamidad de Venezuela. Esto tiene antecedentes. Los que somos viejos recordamos que en España no fue Francisco Franco el que pasó hambre, pasó el pueblo español. Las sanciones económicas a un país son una inmoralidad. No afectan a los gobiernos, sino a los más humildes. Por afectar a un Gobierno, se castiga a los más débiles.

Se puso de moda las sanciones económicas. Trump se levanta y le pone sanciones a cualquiera. Me parece que es una inmoralidad.

Viniendo para Uruguay, ¿cómo evalúa la gestión del Gobierno de Luis Lacalle Pou?

Es un proyecto conservador, ultra liberal, que quiere sacar la presencia del Estado en todos lados y que apuesta a darle ventajas, seguridad y estabilidad al capital con la mayor libertad posible y la menor regulación por parte del Estado.

Usted le dijo al senador y excomandante en jefe del Estado, Guido Manini Ríos, que tiene que decir verdades sobre los desaparecidos. ¿A usted le quedan verdades por decir sobre lo ocurrido en esa época?

No. Lo que sé es que él tiene que saber, porque nosotros somos un pequeño país. La oficialidad militar es muy familiar. Entre los militares hablan. Yo viví diez años dentro de un cuartel, escuchándolos a hablar. Se recoge más en el casino de oficiales que en el juzgado, es imposible que no tenga información. De eso estoy convencido.

En los últimos meses algunos medios y autoridades dijeron que el Frente Amplio también encubrió a los militares. ¿Qué piensa sobre esto?

Se está buscando imponer un nuevo relato. Es una manera de dividir al frente popular y social. Siempre hay gente tan ingenua que es capaz de comerse la pastilla. La derecha tiene gente que piensa también. Hace campaña, mueve los hilos. Se quiere poner toda una teoría conspirativa, Vladímir Lenin hablaba de infantilismo de izquierda en su época, hoy se puede decir idiotez de izquierda, expresan un inconformismo de boliche (bar), pero no se comprometen con la realidad. Siempre es poco e insuficiente, pero usted que lo critica sume fuerza. A esos fenómenos la derecha los explota. Por la izquierda también se le puede hacer el juego a la derecha. La realidad desde luego tiene limitaciones. Es fácil criticar. Pero eso en realidad sirve poco.

Cortesía de Lucía Barrios Sputnik


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