Entrevista realizada a Fabiola Campillai durante el periodo de pandemia en julio de 2021, publicada en la edición N° 251 de octubre del mismo año de El Ciudadano.
Una tarde de lluvia de julio, la ahora candidata a senadora nos recibió en su casa en la población Cinco Pinos de San Bernardo. Al calor de la estufa y de una limonada caliente, abre las puertas de su hogar, y aunque manifestó que a veces se cansa de las entrevistas, no descansará hasta encontrar reparación y justicia.
Por Camila Sierra
Solsticio de invierno y la lluvia se dejó caer sobre Santiago de Chile. No sé si la llegada de la nueva estación se quiso hacer presente con fuerza, o el cielo y la tierra pedían a gritos que pasara algo. Lo que fuera. La pasividad de la pandemia y las ganas de quebrar con la realidad impuesta fue lo que nos movió hasta San Bernardo un día de aguacero casi torrencial.
Nos perdimos, pero dimos rápidamente con la casa. Población Cinco Pinos y Fabiola Campillai y su compañero Marcos nos esperaban con la estufa encendida. Varios meses han pasado desde entonces, una candidatura senatorial, malos entendidos, conglomerados políticos que se pelean a una de las figuras icónicas de la revuelta social ocurrida en este territorio y la vulneración de los Derechos Humanos perpetrada por agentes del estado en su máxima expresión.
Hasta ese momento, la justicia había sido lenta, y tanto la víctima como su familia esperaban con ansias la tan anhelada reparación. “Hay que atacar todos los frentes”, nos dijo Mariana San Martín, quien trabaja en el equipo de campaña de Fabiola Campillai. ¿Será un intento desesperado por hacer justicia entrar en el juego de la política?
Mientras tanto, el uniformado que le disparó se encuentra con escueto arresto domiciliario. Fabiola por su parte se reunió con innumerables autoridades antes de decidir ser candidata a senadora, ha dado cuenta entrevista ha podido, todo por encontrar justicia. Ella ni su esposo descansarán hasta hallarla, aquí o fuera de Chile. Así lo manifestó esa tarde de viernes en su casa, cerca de la estación de metrotren en donde un disparo intencionado estuvo a punto de quitarle la vida.
Comenzamos la conversa entre covid y protestas, sin sacarnos jamás la mascarilla. Dice que nunca fue a Plaza de la Dignidad, y que en el barrio o la comuna tampoco participaba de las manifestaciones, que miraba desde la ventana de su casa, asustada. «Los jóvenes hacían protestas, pero nosotros entendemos porqué, si están todos reclamando lo mismo», dice.
Su marido, Marcos, dice que empatiza con ellos, pero se reconoce como un hombre miedoso, que si le pasaba algo no podría seguir alimentando a su familia. «Yo a los jóvenes los encuentro valientes, para mí son héroes. No cualquiera va a plaza de la dignidad sabiendo que estos tipos están disparándole a la cara o los están tratando de matar, porque claramente ellos disparan a matar y no cualquiera está dispuesto a perder la vida».
«La vida y la libertad, porque todos los jóvenes que están presos…» advierte Fabiola, que no pierde oportunidad de dar su opinión y contar desde ella cómo ha visto pasar esta historia. En el momento de la entrevista, aun funcionaba la olla común de su barrio con almuerzo y once de lunes a viernes, en la misma Junta de Vecinos en la que ella participaba hasta antes del ataque.
Vive con su marido, sus dos hijas y su hijo, «todos juntitos», dice. «Yo he vivido toda la vida en esta población. Antes un poco más arriba con mi mamá, y después nos compramos esta casa con el subsidio».
Pretenciosa, dice que nunca subía de peso, no como algo malo sino como una remota realidad. Se nota en las fotos repartidas por las paredes de la casa, en las que se puede ver delgada, pelo largo liso y zapatos con taco. “Estoy muy gordita, yo nunca había sido así. Yo era pechugoncita, potoncita, un pelo largo liso, me lo alisaba con keratina, era súper pretenciosa”.
¿Cómo ha ido recuperando eso?, le pregunto, haciendo alusión a su interés por mantenerse bonita para ella.
De a poquito. Yo jugaba a la pelota, participaba en las brigadas internas de bomberos en Carozzi, andaba para allá y para acá con el tema de los bingos en la población, no paraba. Más lo principal, mi casa, mis hijos. Entonces no tenía tiempo para engordar y siempre fui buena para comer. Pero no tenía tiempo ni siquiera para estar sentada y hoy en día sí, y me aburro, estoy engordando. Y cada vez más. Así que queremos que pase luego esta pandemia para salir a hacer ejercicios en los que yo no tenga que hacer fuerza, puras cosas suaves.
Al momento de la entrevista, Fabiola quería hacer ejercicio, pero debía cuidarse. Tiene una fístula en el líquido encéfalo raquídeo. En palabras simples, es una salida anormal de líquido desde el cráneo hacia afuera como consecuencia de las múltiples fracturas con las que quedó su cara y cabeza completas luego del ataque.
Además, tiene una placa de titanio en la frente. “Los huesitos estaban todos fracturados, se astillaron todos. Entonces ponen placas de titanio para reconstruir. A mí me duele todos los días la dentadura, pero soportable. Te duelen todo el día los dientes, sobre todo la parte de arriba y eso es de por vida”, aclara Fabiola. Una parte de su cara se ha mantenido dormida. La estiraron tanto que ya no tiene arrugas, “es lo único bueno de todo esto”, dice riendo.
Aquella tarde de lluvia estaba como para comer sopaipillas recién sacadas del sartén. Mas, a Fabiola hasta ese entonces le daba miedo acercarse al fuego de la cocina. A pesar de ya no sentir olores ni sabores –solo distingue lo dulce de lo salado y de lo ácido- hoy cocina junto a su hija, hizo empanadas para el 18 de septiembre y está logrando hacer cosas que regularmente hacía siempre. Tampoco necesita ayuda para bañarse o vestirse, se ha dejado crecer el pelo y se lo volvió a alisar con keratina, la coquetería ha vuelto y ya va dejando atrás la mujer violentada de hace algunos meses.
La nueva vida. La nueva familia
Fabiola Campillai pasó de ser una pobladora que se organizaba en la Junta de Vecinos de su sector, a un personaje público. Una especie de ícono de la vulneración a los Derechos Humanos del último tiempo en su máxima expresión.
¿Cómo le ha afectado a usted esto de ser ahora una persona pública? A pesar de que antes igual participaba en la JJVV y esas cosas. Dejó de ser una persona anónima
Bueno, hay veces que una no… a mí la gente me dice tú no te imaginas lo que eres ahora, la mayoría del país te conoce, y yo le digo no, yo vivo mi vida “normal” pero conociéndonos con más gente que ha tenido daños al igual que yo. Sí, de repente cuando viene mucha gente como que me pongo nerviosa, pero no, la mayoría del tiempo tranquila.
Aun así, es amable y acogedora, nos hace sentir cómodos en su hogar en esa fría tarde de invierno en la que nos esperaba con la casa tibia. Así mismo me imagino que hace sentir a las otras víctimas de la violencia del Estado con las que se ha reunido desde que perdió sus ojos.
Mientras ella se encontraba en el hospital apenas recibió el disparo en la frente, la familia de Gustavo Gatica visitó a la suya en San Bernardo. “Muy buenas personas ellos”, dice. Así mismo, la ha visitado la familia de Cristian Valdebenito, Diego Lastra –joven que también sufrió trauma ocular- Oscar Pérez –a quien lo atropelló un carro lanza gases durante las protestas en Plaza Dignidad en febrero del 2020- y la familia de Mario Acuña.
¿Cómo la han hecho sentir a usted estas reuniones que me cuenta?
Bien. Es que es gente humilde como nosotros que le ha ocurrido todo esto. Nos hemos sentido súper. Me siento bien reuniéndome con las demás personas que también han tenido daño como yo, dándoles un poco de fuerza, desde donde estoy trato de darle fuerza a quien sea, o sea, a cualquier persona. Me siento bien querida, con harto apoyo de la gente.
¿Y cuál es su motivación para reunirse con personas que han vivido algo parecido o en una dimensión similar a la que vivió usted?
Hay cosas en las que una dice pucha, ¿me pasarán solo a mí? Y cuando conversas con otra persona que también ha sufrido daños parecidos, ya entiendes que no estás mal, que si un día estás triste no quiere decir que eres una persona débil. Si un día estás triste es porque tienes que sentir estas cosas. No estás siempre feliz con lo que te pasó, aunque quieres serlo. Si despiertas en la noche y lloras, y tienes el apoyo de tu esposo como es mi caso, que me consuela y me da tranquilidad, y mis hijos, es normal, está bien. Hay muchas cosas que tú quieres compartir con las otras personas, conversarlas a ver si ellos también sienten lo mismo, aunque sea un poquito fuerte.
Continúa diciendo que “la motivación es también dar a conocer el relato. Bueno, en primer lugar, es para que la gente que tiene miedo y que ha sido dañada también salga a la luz, porque hay muchas personas que aún no hablan, no se sabe de ellos y tienen daños como los de nosotros. O simplemente la familia no se atreven a hablar por miedo. También informarles a las personas lo que está ocurriendo, porque la televisión nos desinforma, de esto no sale nada, entonces también buscamos que la gente sepa lo que realmente pasa y que esto no es un sueño, que nos apoyen porque lo necesitamos para que podamos salir adelante con nuestros juicios y haya justicia y reparación al final”.
En cuanto a cómo le cambió la vida a ella y a su familia desde lo cotidiano, dice que “les ha costado. Hay veces que se les olvida que la mamá está ciega y ponen una silla en la cual yo me puedo tropezar o dejan un escobillón por ahí mal parado. Se les olvida igual, les ha costado harto adaptarse a la mamá que ya no ve. Me ayudan harto sí, se van a acostar conmigo a regalonear, eso sí que no fallan”, y se ríe. “Le digo que les debe costar mucho a ellos adaptarse a esta nueva mamá”.
La rabia. El juicio injusto
Fabiola y su familia han recurrido a todos los medios que tienen a su haber para encontrar justicia. Al menos así lo manifestaron esa tarde en que comenzaba el invierno y lo mantuvieron al seguir las conversaciones. La idea de buscar patrocinios y ser parte del Senado es una estrategia más para obtener su objetivo.
En ese camino fue que a fines de junio se reunió con el Director General de Carabineros, el 7 de julio se reunió con el Presidente de la Corte Suprema. El 13 de julio con el Fiscal Nacional. El 23 de julio el agresor de Fabiola, Patricio Maturana pide el fin del arresto domiciliario. El 30 de julio fue la audiencia de apelación de la defensa del carabinero que disparó a Fabiola para revocar la prisión preventiva. Como familia, sienten que lo que menos ha existido ha sido justicia.
¿La querella va contra Mario Rosas o solo en contra de la persona que disparó?
“La querella va en contra de Mario Rosas y quienes resulten responsables”, dice.
Por su parte Marcos, el esposo de Fabiola, menciona que el uniformado que perpetró el disparo sigue recibiendo su sueldo, “está como de vacaciones, esa es la rabia que nos da”, dice. Continúa mencionando que “puede tener hasta veinte años de condena. Ponte tú que en el peor de los casos le den cinco años y ya lleva casi dos años con arresto domiciliario, que se los van a descontar. Y además lamentablemente si haz hecho la mitad de la pena puedes optar a beneficios, entonces él ya va a tener dos años cumplidos, va a pedir beneficios y va a salir afuera”. “Esa es la impotencia que una tiene”, declara Campillai.
¿Ha sentido rabia?
Mucha. Mucha rabia, y yo creo que es normal. Rabia, porque no hay todavía un juicio, porque seguimos sufriendo, porque tenemos que estar prácticamente mendigando justicia, pidiéndola nosotros cuando ya debiera estar todo esto listo. Si tú me dices esto pasa para arriba, no, si esto le hubiese pasado a una persona con dinero, téngalo por seguro que este paco ya hubiese estado condenado. Pero lamentablemente cuando se es una persona humilde, de trabajo, se les falta el respeto de esta manera.
¿Qué le diría si lo tuviera en frente?
No sé, la verdad. Le diría que, bueno, que es casi un asesino, porque yo casi pierdo mi vida con su disparo, que en este país sí va a haber justicia y que si no hay justicia aquí yo la voy a buscar en donde sea.
¿Usted quisiera decirle algo a las personas responsables de que a usted le cambiara la vida?
Yo creo que aquí hay muchas personas que hicieron que me cambiara la vida, desde el Presidente hasta el hombre que me dispara. Esto estaba ocurriendo desde antes y ocurre hasta ahora. No ha dejado de ocurrir, siguen disparándonos, siguen dejando personas con daños oculares, y nada, decirles que en algún momento va a haber justicia, que en algún momento ellos van a tener que pagar lo que hicieron, empezando por el presidente, el señor Blumel que fue el que estaba en ese entonces cuando a mí me disparan, el señor Rosas y todos los carabineros que no prestaron auxilio cuando vieron que yo estaba en el suelo. Yo sé que va a haber justicia aquí o fuera de Chile, va a haber justicia, así que decirles que en algún momento todos tienen que pagar por lo que ha ocurrido hasta ahora y no tan solo a mí, sino que a todas las personas que hoy están dañadas y las personas que ya no están con nosotros, que son muchas.
¿Qué espera usted con reparación?
¿Reparación? Justicia. Reparación es indemnizar a las personas que han sido dañadas, porque hay muchas personas que, por ejemplo, han tenido daño ocular y que hoy les están quitando sus prótesis. O sea, reparación para eso, que ellos tengan salud garantizada y sus prótesis y todo lo que eso lleve, que lo tengan gratis. Que no estén mendigando para que les den reparación. En el caso de las personas que están postradas como Mario Acuña o Miguel Rosas, ellos necesitan día a día sus insumos, dinero para sus pañales, todo lo que ellos necesitan. El gobierno no se hace cargo y sabemos que son carabineros quienes disparan, y el gobierno lo sabe. El Estado ya tendría que estar haciéndose cargo de todo lo que han hecho sus agentes, carabineros y militares ya tendrían que estar haciéndose cargo de lo que ellos han hecho y no lo van a hacer hasta que haya juicios. Pero pensemos que haya juicio para todos, pero reparación total. O sea, reparación, apoyo y justicia.
La siempre alegre. La bien querida
La primera vez que la operaron, recién realizado el brutal ataque, Fabiola estuvo seis meses hospitalizada. Jamás perdió la conciencia, solo cuando recibió el disparo. Pasó navidad y año nuevo en la Mutual de Seguridad, ya que como el ataque fue recibido mientras se trasladaba a su lugar de trabajo, es la empresa la que corre con los gastos –por lo mismo Fabiola no pertenece al Programa Integral de Reparación Ocular (PIRO) que implementó el Estado.
¿Y usted se acuerda de eso? ¿Nunca perdió la conciencia?
“No. La perdí cuando él disparó, ahí yo no supe más hasta que desperté en la UCI de La Mutual de Seguridad. De ahí en adelante me acuerdo de todo lo que ha pasado. También era bien desordenada en el hospital, yo siempre era bien alegre. La última vez cuando me operaron me pelan toda mi cabecita, me cortan todo el pelo, mi hija guardó mi pelo cuando lo tenía hasta la cintura, pero en la última operación me dejaron sin pelito. Entonces ya me habían sacado de la UCI, una habitación solo para mí siempre con un alguien cuidándome”.
Entre risas tiernas y graciosas, nos cuenta una que otra anécdota de aquel entonces, en el que hacía reír a las enfermeras y auxiliares, la tenían regalona y le daban hasta cola-cola a escondidas de los médicos. “Un día uno de los niños que me cuidaba me dijo que si necesitaba algo, le dije que un cepillo de pelo. El niño fue a conseguirse un cepillo y yo muerta de la risa, porque el niño nunca se pudo conseguir uno, cuando volvió le dije pero hijo si yo estoy pelada, para que voy a necesitar un cepillo”, cuenta con la boca llena de risa.
Con esa misma alegría y siempre bien querida, Fabiola siguió organizándose en su población, al menos hasta cuando hicimos esta entrevista. “Me gusta ayudar a la gente. Yo no puedo escuchar que la gente tiene algún problema y menos de alimentación, así que seguimos en eso. Y ahora salimos con mi esposo y con personas por redes sociales que nos han ayudado a conseguir cosas. No solo en la comuna, también en otras”, cuenta.
¿Qué espera que pase cuando esto termine? ¿Cómo se imagina su vida? Pero no es dos años más o en tres, sino cuando tenga 50 o algo así, le pregunto después de pasada la tarde, cuando aún caía agua sobre San Bernardo.
Mira, yo siempre sueño mi vida que mis hijos no se vayan de mi lado. O sea, yo les digo que si tenemos que hacer segundo o tercer piso lo hacemos y ustedes se quedan todos aquí. Yo sé que a lo mejor eso no va a ser posible, pero en la medida que se pueda lo quiero lograr. Y si no son mis hijas me traeré a mis nietos. Pero mi vida que yo sueño es estar siempre con mis hijos, con mis nietos, y el volver a trabajar, eso sí, sin dejar atrás lo que ha pasado hasta ahora. O sea si yo puedo ayudar a las personas a tener justicia cuando yo la haya tenido, también lo quiero hacer. No olvidarnos de todos los que han sido dañados, no olvidarnos de ellos. Eso es como lo más importante, la justicia, el apoyar a todos los jóvenes o personas que han sido dañadas pero más que eso, tener una vida ojalá feliz, con mi familia, con mis hijos a mi lado y con mi guatón. Y viejita así arrugadita con mi pelo blanco y siempre aquí, porque es donde yo me siento segura, me siento querida, la gente me saluda, me siento segura porque sé que si tengo alguna emergencia las personas me van a ayudar. Yo quiero estar aquí no más, ser feliz lo que me queda de vida. Trabajar en eso de aquí en adelante.
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