Fue uno de los lanzamientos más comentados de la reciente Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Hablamos de “Juan Calfucurá. Correspondencia 1854-1873”, del escritor argentino Omar Lobos. Tres años le llevó a su autor dar con las cartas del mítico jefe mapuche de las pampas. Una larga pesquisa que dio sus frutos; el libro es la más completa recopilación de correspondencia de un líder mapuche del siglo XIX. Son 127 cartas que abarcan desde 1854 hasta 1873, el año de la muerte de Calfucurá, e incluye otra serie de documentos de época que agregan contexto a las misivas; notas de prensa, partes militares y testimonios de cronistas y viajeros. Charles Darwin, uno de ellos.
Pese a nacer en las cercanías del Llaima, actual comuna de Cunco, Calfucurá es mucho más conocido y estudiado en Argentina que en Chile. Sucede lo mismo a nivel del movimiento mapuche. Mientras en el país trasandino la Confederación Mapuche Neuquina reivindica desde los años 90’ su figura, en Temuco poco y nada se escucha de su nombre. “Culpa de los héroes de Ercilla”, opina el historiador Fernando Pairicán, autor del libro “Malón, la rebelión del movimiento mapuche” (Pehuén, 2014). A juicio de Pairicán, se trata de un personaje consular en la historia mapuche. Y de una gravitación insospechada en el proceso de conformación de las repúblicas chileno-argentina.
-¿Dónde radica, a tú juicio, la importancia histórica de Calfucurá?
Calfucurá fue un Ñidol Longko (autoridad principal) de nuestro pueblo, un estado de jerarquía muy vinculado a la transformación que vivió el pueblo mapuche durante el siglo XVIII. Es conocido como el “señor de las pampas” no tan solo por tener un poder en esa amplia zona del Puelmapu, sino también por el poder económico que adquirió en base al ganado y el comercio de la sal, poder fortalecido en el marco de las Reformas Borbónicas que incorporaron la producción mapuche en el marco local, regional y continental.
-La “época de oro” del pueblo mapuche…
No es extraño que para algunos historiadores sea la “época de oro” económica del pueblo mapuche y lo que efectivamente se puede dimensionar en dos aspectos: la irrupción de platería y joyas, lo cual mostraban una opulencia desde los clanes familiares. Un segundo aspecto en el trasfondo de la palabra “kullin” que hoy significa dinero pero que en aquel tiempo era ganado, lo cual hace referencia que el concepto kullin era lo que generaba la riqueza del pueblo mapuche. Y el ganado estaba en las pampas.
-¿Coincides con quienes destacan su capacidad como estratega?
Se dice que tenía varias esposas, lo que entendido en una sociedad tradicional, era alianzas políticas con longkos de distintos puntos de la tierra. En un sistema político que la hegemonía se lograba a través de ese sistema patriarcal de alianzas, se puede observar que Calfucurá había logrado crear un amplio poder político que explica porque este ñidol Longko logró negociar con los líderes políticos de Buenos Aires. Aquella influencia además la expandió hacia Gulumapu donde creó una alianza con Mañil Wenü, quien también había logrado una importante hegemonía desde el río Malleco al Toltén, incluido los pasos cordilleranos tan vitales en ese tiempo para el intercambio económico y geopolítico.
-Cordillera que no era una “frontera” para las parcialidades mapuche.
Por el contrario, la cordillera era vista como parte del Wallmapu, por eso Puelmapu desde la zona del Gulumapu se traduce “donde se acaba la tierra” en algunos lugares. Calfucurá además de ser un dirigente que logró desarrollar una hegemonía en Puelmapu, el actual lado argentino, era un líder mapuche que manejaba la tradición, es decir, las costumbres de nuestro pueblo, particularmente la cosmovisión. Se dice que tenía una piedra la cual le iba descifrando los caminos a seguir. Muchos de esos mensajes eran transmitidos en los sueños, y eso es lo interesante de nuestro pueblo en el siglo XIX, la cosmovisión, costumbres y tradiciones son parte del sistema político mapuche y aquellas se relacionan, conversan y dialogan, para concluir aspectos integrales como mapuches.
-Calfucura dominó un gran territorio y logró unificar en una mítica Confederación a diferentes liderazgos de su tiempo. Una estructura basada en lo tradicional.
Yo creo que cada vez más va quedando en constancia que los mapuches tenían un sistema político horizontal en su verticalidad. Habían reglas, costumbres, diálogo, alianzas, jerarquías pero que emergían desde los lof (territorios) con sus respectivos longko. Sobre todos ellos se elevaba el ñidol longko que había logrado crear mayor hegemonía en alianzas políticas, poder militar y económico. Ahora, si bien no terminó en un “Estado indígena”, muestra que no era necesario ese “estado superior” de civilización para lograr mantener un sistema político. En ese sentido, hablamos de un pueblo mapuche que sabía de límites territoriales, que tenía comunicación entre sus zonas y que parecer estaba más coordinado de lo que los vencedores nos han hecho creer a partir de un sistema educativo que habla de nuestro pueblo en pasado y extinto.
-Kilapán, otro gran líder y contemporáneo de Calfucurá en este lado de los Andes, se formó a su lado.
La historia de Kilapán es fascinante: Mañil Wenü, visionario y conocedor de las tradiciones mapuche, envió a su hijo Kilapán a las escuelas en Chillán donde aprendió a leer y escribir en español, pero luego lo mandó a vivir mucho tiempo con Calfucurá a las pampas. Eso podría explicar, entre otras razones, porque Kilapán se erigió como uno de los últimos toqui que encabezaron la resistencia ante el avance del ejército en este lado de la cordillera. Ejércitos que venían fogueados de la guerra del Pacífico, donde muchos de los soldados que terminaron por ocupar el territorio, eran sobrevivientes de la campaña de la sierra en el Perú.
-Esta faceta de Calfucurá, Kilapán y otros líderes lejos pareciera estar de aquella imagen de “bárbaros” y “salvajes” tan extendida en la historiografía de la época.
A diferencia de lo que plantea la historia tradicional que ve a los mapuches como bárbaros con tapa rabos permanentes, Calfucurá como Mañil Wenü veían que fortaleciendo una identidad “regional” podían evitar las ocupaciones de los territorios e incorporar a los mapuches con soberanía al nacimiento de las repúblicas criollas que ya era inevitable. Calfucurá impulsaba la idea de una Confederación indígena y por eso tendieron a apoyar a los liberales tanto en Argentina como Chile. Sin embargo aquel proyecto fracaso, los centralismos y en particular las capitales, crearon un imaginario sobre los indígenas como bárbaros. El fin, era apoderarse de la tierra, ríos, árboles y recursos de las amplias tierras indígenas. Recursos claves en el capitalismo del siglo XIX.
-¿Por qué los héroes “ercillanos” siguen tan presentes en el imaginario en desmedro de estas figuras más contemporáneas?
Alonso de Ercilla desarrolló un imaginario fundante para los chilenos. Los líderes de la Independencia vieron a los mapuches como los primeros luchadores contra la dominación española, ello, a pesar de que los mapuches tenían pactos con los hispanos y que les había hecho desarrollar una autonomía en la práctica y además buenos intercambios económicos, como ya señalé. La sociedad mapuche logró gestar un contrato social con los hispanos, que los chilenos destruyeron a mediados del siglo XIX y que a diferencia de los hispanos, no pudieron crear uno de nuevo tipo. Y si lo crearon, ello quedó reducido a la subalternización como pueblo.
-Los primeros “luchadores por la libertad”, según el nacionalismo chileno.
Así es, en ese imaginario de los primeros luchadores contra la opresión hispana, la izquierda chilena a partir del siglo XX retomó a los mapuches como los primeros próceres contra la dominación. Aquello queda absolutamente ratificado en el Canto General de Pablo Neruda, o en la mirada que el PS tiene sobre los mapuches o araucanos, en sus revistas o símbolos políticos. Ambos partidos ven a los mapuches desde los ojos de Ercilla: guerreros incansables, fortaleza física y otros. Bueno, aquello quedará simbolizado cuando desde el Mapu emerja el grupo Lautaro. Lo que también es posible observarlo en la música popular de izquierda: “Lonconao”, “Arauco tiene una pena”, “Arauco de pie”, etc.
-Algo similar sucede al interior de las Fuerzas Armadas.
Las Fuerzas Armadas chilenas tienen una percepción positiva con los guerreros de la guerra de Arauco. Piensa que “raza militar”, “Lautaro Joven libertado de Arauco”, “el Toqui Pelantaru”, son libros escritos por militares. Por lo tanto, lo que vemos a lo largo de la historia de Chile es que los mismos chilenos han impulsado el imaginario de los mapuches ercillanos, con el fin de sustentarse ellos mismos como una nación de larga data, “que siempre ha estado en el territorio” y crear una identidad de un mestizaje de luchadores que explicaría el triunfo de ellos frente a sus vecinos. Tal vez, lo más horriblemente simbólico de eso sea que la DINA le colocó a sus aparatos de exterminio nombres mapuches. Estos tipos admiran a los mapuches. Seguramente Ercilla se remueve en su cripta en España.
-Pero esto no es exclusivo de los chilenos; el movimiento mapuche también pone el acento en los héroes de la Guerra de Arauco.
Estoy de acuerdo, el mismo movimiento mapuche ha recreado ese imaginario desde el presente. Más allá de la CAM y otras organizaciones, también es posible verlo en las letras de jóvenes músicos mapuches, como los Pukutriñuke o Wechekeche. Inclusive en aquella banda de punk temucana: Pirulonko. Los mapuches del siglo XIX, que tal vez sean igual de importantes, son olvidados porque es el siglo que los mapuches pasan a ser los “bárbaros” en las mentes esquizofrénicas de la élite que treinta años antes de ocupar el territorio mapuche admiraban a esos mismos. Ya no son un modelo a seguir, tampoco para crear identidad.
-Los héroes mapuche que admiraba O’Higgins y Carrera se vuelven impopulares.
Es el tiempo que lo blanco de la mano con el capitalismo y el progreso se toman el mundo y por ende, todo lo que no sea occidental es retraso. Eso explica para mí porque los mapuche van perdiendo legitimidad y estas autoridades son desplazadas. Ello, además, en un contexto que son derrotados y los vencedores jamás reivindican a los vencidos. A excepción de Grau, que es reivindicado porque le entregó el sable y le respondió las cartas a un chileno que fue derrotado pero que vuelven aquello una victoria, ya que contenía otro aspecto más de identidad del chileno: “la valentía”. Obviamente eso son discursos para crear identidad entre los chilenos.
-Qué te parece que Calfucurá sea llamado en Argentina el “Napoleón de las Pampas”.
Yo creo que a Napoleón deberían llamarle el Calfucurá de Europa. Fuera de bromas, las comparaciones siempre son odiosas. Napoleón es un militar jacobino, que expande la revolución francesa por Europa derribando el viejo orden monárquico a partir de su ejército revolucionario. Sin embargo, termina destruyendo sus mismas convicciones cuando se erige como emperador. Calfucurá como Mañil Wenü, por su parte, resistieron militarmente para restaurar el viejo orden colonial. Porque en ese orden había logrado desarrollar una sociedad opulenta, de buen vivir y con un sistema político que mantenía la tradición y las costumbres que nuestros antepasados habían ido desarrollando por siglos.
-Suena sorprendente que la lucha mapuche del siglo XIX fuera para “restaurar” el viejo orden colonial.
Los mapuches se levantaron contra la expansión de los ejércitos de la modernidad en defensa de las costumbres de nuestro pueblo, en mantener la base material de sobrevivencia: el territorio. Calfucurá quería mantener el viejo orden, porque en ese orden habían crecido ellos y nuestros antepasados por centenares de años.
-Ello explica el apoyo de algunas parcialidades mapuche a los españoles en las luchas de Independencia.
Así es, los mapuches apoyaron a los monarquitas en la guerra civil de independencia. Los hispanos se habían adaptado a los mapuches y los mapuches se habían adaptado en resistencia al mundo hispano, lo cual se selló en los distintos pactos coloniales y Parlamento. ‘¿Por qué cambiar si se vivían bien? ¿Por qué cambiar si había un sistema fronterizo que funcionaba? Los liberales argentinos y chileno destruyeron ese viejo orden con sus ejércitos del siglo XIX, desintegraron ese orden pero no ofrecieron nada a cambio. Hasta el día de hoy.
-¿Qué opinas de quienes aún ven retratan a los mapuches de aquel tiempo como “cazadores-recolectores”?
Los que piensa que los mapuches de mediados del siglo XIX vivían como cazadores y recolectores no necesitan un historiador; necesitan a estas alturas un psiquiatra. Los mapuches a diferencia de lo que plantean algunos historiadores chilenos tenían creencias, conocimientos, costumbres. Tenía una ideología inherente que se basaba en un sistema de creencias. Por eso Calfucurá se levantó en armas contra Buenos Aires y Mañil Wenü como Kilapán contra Santiago, cuando vieron que esos ejércitos ya no traían parlamento, sino cañones. En ese momento se desarrolló nuestro Aukañ (guerra), pero no cualquier tipo de guerra: fue un levantamiento restaurador antes que transformador. Fue una guerra en defensa de la tradición y la ideología inherente de sujetos que no querían cambiar, ya que en esa base material se había desarrollado la historia, conocimientos y cultura por siglos. Ello, fortalecido por pactos coloniales -a consecuencia de las relaciones fronterizas-, que habían constituido en la práctica un ‘contrato social’ entre el mundo hispano y el mapuche.