Los pueblos originarios a pesar de sus tradiciones ancestrales que pregonan la defensa de la Madre Tierra y de un Buen Vivir en consonancia con la preservación de aquella no son inmunes al moderno desafuero consumista que golpea sus culturas mientras como agravamiento de las cosas la proliferación de los Tratados de Libre Comercio (TLC) que firman muchos gobiernos hace extremadamente difícil, en esos países, asegurar para las naciones indígenas el manejo de sus conocimientos científicos usurpados por compañías transnacionales, especialmente laboratorios.
El kuna es un pueblo de pescadores que habita unas 360 islas en el actual territorio panameño aunque también hay una minoría en Colombia. Sus luchas le permitieron obtener un importante sistema autonómico tras un levantamiento en 1925 como consecuencia del cual se revirtió el proceso de progresivo abandono de sus viejas tradiciones como consecuencia de las presiones gubernamentales que se generaron tras la separación del actual Panamá de Colombia en 1903 manipulada por el gobierno de los Estados Unidos de América.
Dicha etnia, de la familia lingüística chibcha, que batalló sin descanso contra el colonialismo español por lo que en 1787 Carlos III dio la orden de su exterminio, es actualmente una de las más organizadas en la defensa de sus derechos que implican la defensa de sus saberes y por ello tienen un rol importante en el marco del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Una de sus principales exponentes es Florina López Mirò, de profesión contadora pero actualmente dedicada en forma exclusiva a su tarea de presidenta de la Red de Mujeres Indígenas sobre Biodiversidad (RMIB).
Florina visitó la vecina Argentina para participar en un taller que se desarrolló durante tres días en la Facultad de Derecho (FD) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) organizado por la Secretaría del CDB, con sede en Montreal, Canadá; con la colaboración de la cátedra de Derecho de los Pueblos Indígenas de la FD-UBA a cargo de Dominga Teodora Zamudio; de la Juventud Indígena, y de la propia RMID. Mujer inteligente y culta, éste es parte del diálogo mantenido con ella.
– ¿Cuáles fueron los propósitos de este taller que la tuvo como a una de sus principales exponentes?
– Los objetivos centrales de estos talleres que comenzaron acá pero seguirán en otros países del continente son los de fortalecer la difusión del CDB, el desarrollo de capacitadores y la participación plena y efectiva de los pueblos indígenas, especialmente de las mujeres, en todos los espacios de discusión.
– ¿Considera que esos objetivos se han cumplido en este arranque de los talleres?
– Los objetivos se han cumplido porque las mujeres participantes han demostrado capacidad y han adquirido información. Si bien no les hemos transmitido toda la información les hemos dado herramientas centrales como, particularmente, el Artículo 8J del CDB, clave para la defensa de nuestros derechos en la materia. Ahora seguiremos con los talleres de las otras subregiones, ya que éste fue solo para el Cono Sur (Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay). Algunas metodologías podrán ser reformuladas en los próximos pero la idea, en general, será la misma. En una próxima, en Cali, Colombia, se podrán encarar otras cuestiones ya que irán hermanos que ya han participado previamente en otros encuentros.
-Fue llamativa la participación mayoritaria de las mujeres en Argentina.
– Quizá se deba a que originalmente estaba previsto sólo para mujeres indígenas, por su mayor debilidad en cuanto a falta de información, pero luego se entendió que había que abrir la participación a los hombres, pero en menor cantidad porque siempre pasa al revés. Con similares criterios a éste del Cono Sur seguirán los otros. El segundo, para Mesoamérica, se hará en Guatemala entre el 3 y el 5 de marzo, y luego seguirán en abril Guyana, para los tres países de la zona, en junio en Brasilia para la Amazonía y en julio en Bogotá, Colombia para toda la zona andina. Por último habrá un taller en agosto, en Panamá, para toda la región.
– Muchos de los temas que se plantean parecen que más allá de lo jurídico son muy apropiados para su profesión de contable.
– Hace mucho que no me ocupo de eso, pero sí, la comercialización de los conocimientos indígenas por la industria genera beneficios y hay que establecer cómo se van a dividir. Está vinculado con el reconocimiento de los recursos genéticos y ambientales. Los pueblos indígenas tenemos que ir avanzando con el mundo; los estados toman las decisiones aunque hagamos cabildeos y a la hora de las decisiones por ahora somos sólo observadores. Por eso está claro que cuando vamos a reuniones vamos a proteger nuestros derechos, nuestros conocimientos, no a avalar. En cuanto al reparto de beneficios se trata de cómo defender nuestros derechos y no solo hablar de negocios. Lo mismo que en los organismos internacionales sucede a nivel nacional. Es un lento proceso de negociación, de cabildeos y es por eso que enfatizamos el rol de las mujeres para lo que la información nos da poder. El que tiene información tiene poder así que tenemos que empoderarnos de esos saberes de información.
– Parece interesante el planteo de los indígenas del Paraguay en cuanto a establecer alianzas con otros sectores con menor peso político, social y económico, como las comunidades afro y el campesinado pobre.
– La participación en este proceso no debe ser sólo de los pueblos indígenas sino en alianza con otros sectores y además se debe buscar, hasta donde sea posible, el relacionamiento con los gobiernos. ¿De qué vale hablar entre nosotros mismos si nadie nos escucha? Claro que hay representantes que se dejan llevar por los estados. Es importante llegar a los espacios de decisión. Es de mi convicción saber por qué hablo, a quién represento en ese espacio.
– Sin embargo da la sensación de que la participación política de los pueblos originarios aún no es significativa en la región.
– Hay diferencias entre unos países y otros. Bolivia es el caso de mayor desarrollo político con un aymara al frente del estado. En Ecuador se dieron pasos. En Panamá hay, ahora mismo, seis diputados indígenas, pero estos personajes al llegar a las cámaras toman posiciones por sus partidos, no como indígenas. Sólo llegan a las comunidades para las elecciones a buscar votos. Si se aprovechara la participación política sería una buena oportunidad para presentar nuestras propuestas, porque aunque algunos lo han hecho, la mayor parte responde a los partidos.
– Hablando de Bolivia, ¿cómo ve la gestión de Evo Morales?
– Hizo cosas positivas por los pueblos indígenas aunque recibe muchas presiones por las políticas de estado. Hay quejas pero se debe entender que él no es sólo presidente de los indígenas sino de toda Bolivia. Él ya sancionó las normas internacionales sobre los derechos indígenas. Evo es un símbolo. Por ejemplo sería un ideal que en Panamá hubiera un presidente indígenas. En Panamá somos el diez por ciento de toda la población. En Bolivia, en cambio, como en Guatemala, la población indígena constituye una abrumadora mayoría. Los espacios políticos son algo que no se han podido ganar en otros países. Hay que saber ganar esos espacios. En el caso de Panamá esos diputados no son elegidos sólo por los indígenas. Sería muy importante que se formara un partido de los pueblos indígenas porque los partidos no han sido muy confiables ya que la corrupción no se corresponde con los intereses del pueblo lo que genera dudas en el sistema.
– En el parlamento del Brasil existe un bloque rural que defiende los intereses de los productores más allá de los partidos por los que fue electo cada uno. Es un bloque vinculado a la derecha económica. ¿No pueden llegar los pueblos originarios a tener bancadas multipartidarias para los temas de su incumbencia?
– Los indígenas panameños tenemos incidencia porque los partidos llegan a las comunidades a ofrecer de todo. Por eso en sus nóminas aparece siempre un indígena para atraer votos. Es algo que sucede en las últimas décadas. Hasta hubo alguno que llegó a la Presidencia de la Asamblea Legislativa. Ese mismo es ahora el cónsul panameño en La Paz, Bolivia.
– ¿Qué pasa en África donde los gobiernos no reconocen el carácter indígena de sus pueblos o en Japón, que niega el carácter de tales de los pobladores de las islas del norte?
– Es extraño. Apoyan los reclamos de indígenas de otros continentes pero no se reconocen como tales. Hay muchos pueblos que dicen serlo, pero los estados lo rechazan y dicen que no hay. Japón tampoco reconoce a los ainu, como el pueblo originario de las islas. Hay otros casos contrarios a analizar como los de Alaska, Groenlandia y los países nórdicos. En Groenlandia y Escandinavia los samis (lapones) buscan conformar estados independientes pero aún no lo han logrado.
– ¿Y como es la situación en la región Kuna Yala, de la que usted proviene tras los logros autonómicos tras la rebelión de Nele Kantule y Olonkitipipilele en 1925?
– Existe una gran autonomía política pero no autonomía económica. Sí se pide consentimiento previo ya que cuando hay proyectos que involucran a la región hay que sentarse a conversar con los representantes de la comunidad. Hay tres reuniones dos veces al año como consecuencia de la Revolución Kuna de 1925, la Revolución Dule (de la gente). Nosotros tenemos nuestra “anmar igar”, nuestra ley escrita, que no está oficialmente reconocida pero a la que se respeta en la que se establece la espiritualidad del conocimiento.
– Vayamos ahora, para concluir, a un tema delicado para los pueblos originarios, pero también de carácter ecuménico como es el consumismo capitalista. ¿Qué incidencia tiene sobre las poblaciones indígenas? ¿Y que hay de los TLC como señala la doctora Zamudio?
– Uno de los problemas es el turismo que trae esa cultura. Por lo tanto hay que tratar de entender que no sólo se debe pensar en el turismo como forma de vender lo folklórico. Hay que plantearle que somos este pueblo, somos así y se nos debe respetar, que debe tratar de amoldarse. Hay un mal que es impulsar el turismo abierto a todo, sin respetar las cosas ecológicas, sin tratar de fijar un ordenamiento. El consumismo ha hecho mucho daño con sus celulares, su televisión. Ahora ha aparecido la droga que no se conocía en territorio indígena. Entra más dinero y se quieren más cosas generando crisis en todo el territorio como con la difusión del alcoholismo. Un tema delicado en Kuna Yala tiene que ver con la pesca en un pueblo de comedores de mariscos. Hasta no hace mucho no existía el cáncer, a lo sumo casos aislados. Las mujeres se morían de viejas y ahora el cáncer, el sida, la diabetes y la tuberculosis hacen que muchos hombres mueran entre los 30 y los 40 años. Es que ahora es más negocio vender los mariscos y comprar comida enlatada con todas sus consecuencias. Es otra de las razones para hacer más necesario el fortalecimiento de la gobernanza de los pueblos indígenas. En cuanto a los TLC efectivamente, los países que los firman, son los más renuentes a aceptar acuerdos sobre diversidad biológica porque si se abren las puertas a los laboratorios por un lado no se las pueden cerrar por otro.
Por Fernando Del Corro (*)
El Ciudadano
(*) Periodista, historiador graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (FyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA en «Historia Económica Argentina» y subdirector de la carrera de «Periodismo económico» y colaborador de la cátedra de grado y de la maestría en «Deuda Externa», de la Facultad de Derecho de la UBA. Asesor de la Comisión Bicameral del Congreso Nacional para la Conmemoración del Bicentenario 1810-2010. De la redacción de Mercosur Noticias.