En esta entrevista hablamos con el Premio Nacional de Historia 2006 Gabriel Salazar (1936), posiblemente el más importante historiador chileno. Poseedor de una obra voluminosa con decenas de libros y artículos sobre la historia social contemporánea, ha sido también un protagonista de los sucesos políticos y sociales en Chile acaecidos a partir de los años 60 y un observador directo de los procesos latinoamericanos y mundiales de esa época. En esta conversación el profesor Salazar hace un análisis detallado desde las circunstancias que condujeron a los acontecimientos de 1968 y su efecto, principalmente, en el denominado Tercer Mundo. Un período de liberación, de protagonismo juvenil, de utopías, que generó una brutal reacción conservadora presente hasta el día de hoy.
¿Cuáles son los factores que llevaron a este momento, a esta explosión revolucionaria, que fusionó las fuerzas de los estudiantes, los trabajadores y los intelectuales?
Para una perspectiva histórica, a los historiadores nos interesan los procesos de mediano y largo plazo, no tanto el acontecimiento día a día, del evento, sino los procesos históricos más profundos que tienden a desenvolverse en lapsos mayores de tiempo. 20 años, 30, 40 años, lo que el economista Nikolai Kondratiev (1892-1938) llamó los ciclos de largo plazo. Si miramos la historia así, dirigiéndonos al evento de mayo de 1968, lo que salta a la vista inmediatamente es que Europa y el mundo occidental vivió entre 1914 y 1945 un infierno. Dos guerras mundiales, una enorme crisis económica mundial en 1930, guerras que en total dejaron como 90 millones de muertos, varias generaciones arruinadas.
Con tantos muertos, con tanta guerra y destrucción, se generó una conciencia de esa generación, de los 30 y 40, pesimista de la vida. Hay una sensación de que la humanidad perdió la acción sobre sí misma, es la irracionalidad de la acción histórica. Eso hay que tenerlo en cuenta porque la generación adulta es la que metió el mundo en ese embrollo. Los viejos metieron al mundo en aquello, por eso después del 45 la tendencia mundial fue pensar en la posibilidad de construir una racionalidad, una razón política para eliminar la irracionalidad que se había metido en la historia. Una razón política capaz de ordenar al mundo para construir a futuro un mundo mejor.
Una razón política en base a la ciencia. ¿Sobre la base de un Estado racional? ¿Cómo se expresa?
Cómo reforzar el Estado, la racionalidad del Estado, que hace política en base a la ciencia. Antes lo hacía en base a las ideas que los hombres creían necesario hacer, emocionalidad, nacionalismo, expansionismo, imperialismo, racismo. Por eso en los años 30 y 40 aparece la economía política con Keynes, la idea de que en lugar de dejar al libre mercado hacer lo que se le antoje y que arriesga caer en estas explosiones de irracionalidad humana, el Estado tiene que controlar el mercado. Una razón política que tienda a construir un mundo mejor. Esto es muy importante. Pero mientras más se construye un Estado que conduce la historia, desde el punto de vista de la ciencia, de la verdad científica, es que el péndulo de tiempo histórico comienza a cambiar. La guerra fue la explosión del presente, la generación del 30, 40 y comienzos del 50, miraban hacia atrás, hacia el pasado de destrucción, pero la razón política mueve el péndulo hacia el futuro y ése es el problema de fondo que nos interesa acá. Los años 50 y 60 son el momento en que la conciencia de los actores sociales deja el pasado y empieza a bambolear hacia el futuro. El futuro es el tiempo que interesa, sobre todo después del 60. Hasta el 50 el ambiente es sombrío, y la guerra fría continuó ensombreciéndolo. Se puede hacer el siguiente cálculo: quienes provocaron la explosión irracional de la Primera Guerra Mundial, la crisis del 30 y la Segunda Guerra Mundial, fueron los adultos y estos viejos siguen peleándose ahora en la Guerra Fría. En tanto, en el sentir juvenil se produce espontáneamente la percepción del futuro como el único camino para escapar al infierno del pasado y el infierno que podría traer la Guerra Fría.
La década de los 60 es fundamental en los cambios del Tercer Mundo y América Latina. ¿Es también en este caso la culminación de un proceso?
Esto es muy importante. Porque la conciencia del tiempo histórico cambia notoriamente, también en los países del Tercer Mundo, en tanto en Europa la política es la reconstrucción. En América Latina la política es desarrollo del país, con proyección a futuro. Vamos a progresar hasta alcanzar el despegue de la economía hasta alcanzar el desarrollo. Junto a ello, el desarrollo promueve la liberación de todos; es esa la razón política. Entonces las clases explotadas qué piensan. Justicia social. Por eso los años 60 es la etapa más linda de la historia de la Humanidad. Todas las clases sociales comienzan a apuntar hacia el futuro, al desarrollo, justicia social, liberación, revolución, hombre y mujer nueva. Y quiénes podían percibir mejor eso en su sensibilidad fina fueron los jóvenes. Por eso los años 60 es el tiempo histórico en que el futuro comienza a adquirir la preeminencia, un futuro mejor percibido por los jóvenes.
Al tener en cuenta la importancia de la razón política, ¿qué pasa con el marxismo como razón política? ¿Cómo encaja el marxismo en cuanto el movimiento juvenil tiene también un componente utópico?
El marxismo encajó maravillosamente después del 45. Después del 45, no sólo se produce la división entre la Unión Soviética y Estados Unidos, la Guerra Fría, sino el volcamiento de la Humanidad hacia el futuro que requería de una ciencia, no sólo política, sino movilizar a la sociedad hacia el futuro. Y ahí el marxismo es la única disciplina teórica que tenía esas características. Eso implica el auge del marxismo teórico de ese tiempo en las universidades. Antes del año 45 el marxismo era de dirigentes supuestamente proletarios, pero después del 45 el marxismo entra a la universidad porque encaja bien. La dialéctica es una lógica del tiempo en movimiento, en tanto toda la lógica aristotélica es con tiempo detenido. Entonces el marxismo calzó perfectamente con este afán de la Humanidad por conquistar el futuro, pero no como una cruzada mística, sino mediante la ciencia. Ninguna teoría, ni económica ni social, encajaba como el marxismo. Eso explica su auge y su ingreso a la universidad.
Ciencia, pero también utopías, principalmente en el pensamiento y sentir de los jóvenes
Si tú tenías un sentimiento de futuro más una mística y una utopía, a eso le ponías ciencia. Y los mismos jóvenes y los teóricos de ese tiempo procuran ampliar el marxismo y rellenar lo que no traía. Porque era fuerte en lucha ideológica política, era fuerte en la teoría económica del capital, pero débil en la sociología de la revolución. Ahí entra la Escuela de Frankfurt, de ahí deriva el impacto del marxismo después del 45 en Europa. Eso explica por qué la década es un periodo en que concurren utopías, marxismo, ciencia, razón política, pero sobre todo una mirada, un ansia de conquistar el futuro a través de la acción en el presente. Eso es lo que caracteriza los años 60.
Y desde ahí, ¿en qué deriva el proceso político?
De ahí derivan muchas cosas. Toda la situación se centraliza en el actor social juvenil. Los viejos comienzan a salir de la escena.
¿Cómo se manifiesta la centralización histórica de los jóvenes?
Uno, se apoderan de la música. Hasta los años 60 la música era cosa de viejos y las orquestas y las bandas eran formales, vestidos de frac, con corbatas, pero especialmente, de viejos. Los tangos, los boleros, por ejemplo, en América Latina. Ahí está la gracia de los Beatles: le dan una frescura distinta; o el blue jean, que representa el abandono de la vestimenta formal. Los jóvenes, además, tienen la suerte de encontrarse con la píldora, que permite la liberación sexual. Por tanto, la juventud no sólo se convierte en el actor central por juventud, sino que hay también otros elementos que contribuyen a que la juventud viva con una intensidad que nunca se había visto antes: el futuro significa liberación, desarrollo, revolución, socialismo, utopía, hombre nuevo, mujer nuevo. Hay que conseguir eso y entrego mi vida por eso. Uno sentía todo esto en la piel. Por eso los chiquillos del 60 pusieron como norma de conducta la entrega total a la causa.
Este sentir tiene una expresión de forma intensa en los grupos revolucionarios en América Latina
Por eso el Che Guevara es un ejemplo de nivel de entrega a un nivel heroico. Más que Fidel Castro. Por otro lado está la lucha del pueblo vietnamita contra Estados Unidos. Por eso es un periodo que buscando una razón política para liberar al presente de la irracionalidad del pasado, es que al final se comenzó a actuar, sobre todo en la juventud, con una especie de raigambre valórica más que racional. Eso explica por qué la existencia de una racionalidad superior se fue convirtiendo en los jóvenes en una exigencia valórica. Esta exigencia valórica es absolutista y en mayo del 68 se planteaba ‘Seamos realistas, pidamos lo imposible’. Se superaban todos los límites y el nivel de entrega era de tu ser mismo, de tu conducta. Dejas tiradas todas las instituciones burguesas. Cambió todo porque era una liberación total de todo. Esa es mi opinión. Una transformación de la exigencia de una razón política histórica para eliminar la irracionalidad en la historia se convirtió en una exigencia valórica que absolutizó muchas actitudes. Y eso complicó todo. Por eso que a la larga la fuerza del movimiento juvenil de los 60 se agotó un poco en actitudes valóricas más que en resultados eficientes de un proyecto político de liberación. De ahí que Mayo del 68 es una hoguera en todo el mundo, pero qué resultados políticos concretos hubo, qué liberación social concreta hubo, qué reforma universitaria hubo. Apenas, casi nula. Ese es el gran problema que pena en torno a lo que fue Mayo del 68. Pero eso no indica que es una década en que se movilizaron las mejores virtudes y capacidades del ser humano.
No todo está perdido…
La solidaridad, eso se sentía en la piel. Ser solidario para ayudar a los pobladores. Alumnos míos del Colegio San Ignacio de El Bosque, de clase alta, dejaban todo botado para irse a vivir a las poblaciones para dar el ejemplo y testimonio de vida comunitaria con los pobres. Varios alumnos míos dejaron todo botado por este afán de solidaridad, que es lo mismo que se vivió de manera negativa en los centros de tortura. Por un lado el enemigo te mata, te destruye, te niega. La inhumanidad pura, pero al mismo tiempo entre compañeros sientes, con mayor razón, el cariño, la fraternidad, la esencia de lo que querías para tu vida. Ese contraste fue muy notorio en ese periodo. Por eso que las fuerzas del cambio social eran muy éticas, valóricas, fraternales, profundamente humanas. El enemigo ante eso se asustó mucho más de lo que correspondía. De ahí la reacción inhumana con que atacó ese movimiento y sobre todo en Chile. Por eso yo diría que el período del 68 fue un período excepcional donde las cualidades humanas se mostraron en su mejor forma, con un nivel perdido de entrega increíble en todos los procesos de liberación por los que se jugaron. Tal vez (risas) menos en París. La gran experiencia fue en América Latina, África, Vietnam, con proyectos revolucionarios de vida o muerte. París no. Berlín, tampoco. Pero allí fue donde el fenómeno dejó más huella, cultural, como memoria, pero la cosa se vivió de verdad no en Europa, sino en América Latina.
El balance final es un contraste a lo que vivimos hoy en día. ¿Cuál es el tiempo histórico que nos rige hoy día? ¿El futuro?
No. En todas las marchas nadie grita ‘el presente es de lucha y el futuro es nuestro’, que es lo que gritábamos nosotros en los años 60. Hoy en día nadie tiene asegurado el futuro, ni siquiera el Frente Amplio. Cuál es el tiempo que nos rige. Tampoco es el pasado. No queremos reproducir nada del pasado ni condenar nada, tal vez solo a Pinochet. Es un presente muy confuso el que vivimos hoy.
¿Cuáles son las principales líneas que surgen de los años 60 y se proyectan hacia hoy?
Hay unas tres cosas que se desprenden de allí, que encuentran su origen en esa etapa. Uno es que los jóvenes desde entonces se sienten como un actor social de vanguardia. No han abandonado esa creencia, esa autopercepción. Desde entonces los jóvenes tienen esa sensación: la vanguardia, el área más sensitiva de la sociedad. Está bien, mantienen ese sentido de crítica, de ruptura. Pero ¿qué han logrado? En la concreta, qué han logrado. Los jóvenes aprendieron a ser vanguardia, pero una vanguardia que denuncia, irrumpe, crea situaciones pero no concreta porque no conduce a la masa social.
¿Por qué?
No tiene claro el proyecto alternativo. Uno puede decir: si uno quiere iniciar un movimiento hacia el futuro, uno tiene que contar con un proyecto claro, de qué se quiere construir. Y cómo lo voy a hacer real. Eso no lo han tenido. Hay un déficit de racionalidad política en lo que los jóvenes han hecho hasta el momento. Eso por un lado. Yo diría que habría que hacer una crítica a ese movimiento. Y es peligroso, porque su reacción es muy potente. Pero habría que hacerlo. Lo que uno ve es que los jóvenes siguen siendo rebeldes, pero han proyectado eso en su ser mismo. Es una actitud, pero el proyecto revolucionario no es cuestión de ser, sino de hacer. Y no yo solo, sino en conjunto. Es un proyecto colectivo. Pero dónde está el proyecto político para cambiar el modelo neoliberal. No aparece. El Frente Amplio, que es hasta el momento un movimiento juvenil, no tiene un proyecto alternativo. Entra al parlamento para hacer lo mismo que la clase política ha estado haciendo en Chile hace 200 años. Siempre han entrado al sistema para cambiarlo por dentro y no lo han cambiado nunca. Al contrario, lo han reforzado.
Hoy, con los neoliberalismos, estamos en el otro extremo del espíritu de los años 60
El otro proceso que surge de allí es la reacción del sistema justamente contra la explosión social y cultural de los 60 y lo que trajo consigo, como las luchas guerrilleras y luchas de liberación en el Tercer Mundo. El sistema de ahí en adelante se protege contra estos movimientos y lo ha hecho con un sentido práctico y racional que nosotros no hemos tenido. Partieron con la famosa lucha antiinsurgente en Estados Unidos, mataron al Che el 67, y derrotaron a todas las guerrillas en América Latina, a los Montoneros, el MIR en Chile. Pero en toda la documentación secreta de EE.UU. te puedo decir que para la CIA y el Departamento de Estado, el Partido Comunista no interesaba, ni lo menciona. El MIR tampoco. Para ellos el peligro real era Allende. Y la razón era clara. El modelo de Allende era que la revolución se podía hacer desde un estado liberal. Una socialdemocracia que se va radicalizando. Si Allende triunfaba, todos los países a América Latina podían adoptar el modelo. Y toda la socialdemocracia europea podría inclinarse en la misma dirección. O sea, a Allende había que destruirlo sí o sí. En fin, podemos decir que son dos los grandes procesos que han salido de los años 60. Uno, el de los jóvenes, pero con ineficacia para concretar políticas, y por otro lado la reacción del sistema que se defiende y lo sigue haciendo.
En este contexto, ¿qué pasa con las izquierdas?
En América Latina la izquierda se ha desarrollado copiando la ideología que hay en otros países, no piensa lo propio. El marxismo vino de fuera, la DC vino de fuera. En Chile, salvo Luis Emilio Recabarren, nadie construye un proyecto político basado en la realidad que ocurre en este país. Un verdadero intelectual orgánico. Los partidos políticos han tenido un doble defecto: son ideológicos, traen teorías de fuera que leen como la Biblia, y operan dentro del parlamento liberal. Pero dentro del parlamento liberal cada petición tienen que negociarla con el centro y la derecha. El resultado final de eso es el consenso absolutamente democrático pero no revolucionario, ni mucho menos. Ni siquiera desarrollista. Por eso que estamos presenciando el día de hoy el desastre de la clase política, corrupta, sin credibilidad alguna. Por otro lado, el colapso de las ideologías, que no significa el colapso del marxismo, sino significa el colapso de un marxismo que quiero utilizarlo como si fuera mi ideología local. Eso no se adapta. Marx pensó su teoría de la revolución en un país industrializado como Inglaterra del siglo XIX. Pero qué pasa con un país sin industria. Chile hoy no tiene industria. Por eso la exigencia mundial para los movimientos sociales es pensarse a sí mismos en su propia realidad. Lo esencial es la reflexión propia.
Entrevista publicada en la edición n° 222 de la revista El Ciudadano.