En América Latina y el Caribe hay 45 millones de personas que pasan hambre y esto tiene «una explicación política», dijo el Oficial de Seguridad Alimentaria y Nutricional a nivel regional de la Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO), Ricardo Rapallo.
«Por sus características de recursos naturales, capacidades humanas y técnicas, no se explica que América Latina y el Caribe puedan presentar 45 millones de personas con hambre porque producimos más alimentos que los que necesitamos para todos; este nivel de hambre no tiene una explicación técnica sino una explicación política», manifestó el funcionario.
El 2 de diciembre, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) presentó el «Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de América Latina y el Caribe 2020».
Según el informe, «aproximadamente el 7,4% de los habitantes de la región sufre hambre» y hay «un incremento de más de 13 millones de personas en el total de población subalimentada solo en los últimos cinco años».
Para Rapallo, «si esto ocurre es fundamentalmente por falta de compromiso político» para realizar inversiones e invertir recursos en el desarrollo de políticas adecuadas para alimentar a toda la población.
De mal en peor
Con esta realidad, a la que se suma el impacto de la pandemia de COVID-19, el especialista cree que no será posible lograr la meta de hambre cero planteada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.
«Veníamos mal y ahora estamos peor; América Latina tiene todas las condiciones para lograrlo, pero dada la situación económica que se vislumbra, todo apunta a que no llegaremos», lamentó.
El COVID-19 implica «un fuerte impacto sobre los ingresos de las personas y eso repercute en la seguridad alimentaria: gente comiendo peor, mayor incertidumbre y una realidad que nos lleva desde la desnutrición hasta el sobrepeso, porque la gente come menos frutas, verduras y pescado y consume carbohidratos, pastas refinadas y grasas, que son más baratas», explicó Rapallo.
Asimismo, destacó que en los últimos meses se han multiplicado en el continente las ollas populares, que es «la forma que la gente encuentra de alimentar a la comunidad».
En el caso de Centroamérica, se suman las consecuencias de los daños ocasionados por los huracanes Eta e Iota, que «han hecho que las personas aumenten su inseguridad alimentaria».
Políticas
Desde la FAO se recomienda la aplicación de tres políticas combinadas para combatir el hambre.
La primera es la de mejorar el acceso económico para asegurar una alimentación adecuada para todos, mediante el desarrollo de sistemas de contención social, transferencias condicionadas y entregas de alimentos.
«Se trata, en definitiva, de una política asistencialista, fundamental en una primera instancia, porque cuando una persona no sabe lo que va a comer o lo que les va a dar de comer a sus hijos, no puede pensar en otra cosa», señaló Rapallo.
La segunda política implica mejorar el acceso físico a los alimentos, porque «hay lugares donde no se puede acceder a alimentos saludables incluso teniendo el dinero para adquirirlos; faltan frutas y pescados, pero hay (productos) ultraprocesados», dijo el funcionario.
Para cubrir estas carencias, el especialista enfatizó la importancia de mantener los programas de alimentación escolar a pesar de la pandemia.
El tercer pilar en materia de políticas es establecer una red de fomento de cuidado materno infantil, para «que las madres tengan los alimentos adecuados, porque todo lo que signifique una mala alimentación en el seno de la madre es difícil de recuperar en el futuro», dijo Rapallo.
Niñez con hambre
De manera transversal, un aspecto que preocupa es la falta de agua, lo que impide aprovechar los nutrientes de manera adecuada.
«Son muchos factores a tener en cuenta y sin compromiso político, esto es muy difícil», dijo el funcionario de la FAO.
Si bien lo indicadores de desnutrición infantil en la región se han reducido en los últimos años, el organismo espera que haya un repunte, «precisamente» a causa de la crisis económica derivada del COVID-19.
Por otra parte, hay países que están en una situación muy delicada, como Guatemala, donde la desnutrición infantil alcanza a más de 50% de los niños, un nivel similar a los de Haití, Honduras, Ecuador y Nicaragua.
El informe fue elaborado por la FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, la Organización Panamericana de la Salud, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y el Programa Mundial de Alimentos.
Cortesía de Sputnik