Jorge Moraga, antropólogo: «Las redes de apoyo y solidaridad explican el gran éxito de los chinos fuera de su país»

El libro Chinos en Asturias

Jorge Moraga, antropólogo: «Las redes de apoyo y solidaridad explican el gran éxito de los chinos fuera de su país»

Autor: Wari

El libro Chinos en Asturias. La reciprocidad en el imperio del cálculo, del antropólogo chileno Jorge Moraga Reyes, es un profundo estudio sobre la comunidad inmigrante en el Principado, compuesta por algo más de mil personas, la mayoría con residencia en Gijón. Se trata de un trabajo realizado en colaboración entre el museo asturiano y el departamento de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid. En una entrevista con La Nueva España, Moraga repasa las características de este colectivo inmigrante.

-¿Por qué eligió la comunidad china en Asturias cuando solo existen poco más de mil censados?

-La importancia la da el impacto social y no el número de personas. En pocos años el espíritu emprendedor de las nuevas migraciones desde China ha cambiado el rostro en varias calles, especialmente de Gijón. Y sus inversiones siguen en ascenso. Revisando la prensa vi que la presencia china provocaba un mayor malestar en Asturias que el resto de los colectivos inmigrantes. Había denuncias de asociaciones de comerciantes, titulares sobre mafias que operaban con tráfico de personas, que eran presentadas incluso como «las mayores de Europa». Me interesó este fenómeno, descubrir a los chinos «reales», que nada tienen que ver con el estigma que se ha construido.

-¿Qué tipo de población es: joven, madura, mayor?

-En general es gente joven, en torno a los 30 años e incluso menores. La mayoría son parejas que comienzan su vida conyugal y mantienen el sueño de ser empresarios, ser «getihu», como dirían ellos. Para lograrlo viven un tiempo de ahorro y trabajo muy duro: si pueden lo ahorran todo. Si tienen hijos prefieren enviarlos a China, donde son socializados por los abuelos y, de paso, el niño aprende chino, lo que aumenta sus posibilidades de éxito en el mundo actual. Llevan una vida muy ascética. Hasta que tienen el dinero suficiente para instalar su tienda independiente. Luego, si tienen el capital necesario, comienzan a expandirse y traen a sus familias a trabajar con ellos.

-¿Por qué vienen a Asturias?

-Han llegado desde otras partes de España o en otros casos directamente desde Italia o los Países Bajos. Son familias transnacionales que por diversas situaciones han visto buenas oportunidades para dedicarse al comercio en Asturias. La red de apoyo de Qingtian se ha consolidado mejor en Gijón, lo que explica su mayor presencia allí.

-Uno de los aspectos más interesantes de su estudio es el análisis de las estructuras sociales del colectivo y su peculiar modo de establecer relaciones. ¿Cómo lo hacen compatible con la tradición legislativa democrática de Occidente?

-Las principales obligaciones sociales en el mundo chino, hasta hoy, consisten en establecer unas relaciones (guanxi), y construir una «cara» (mianzi), un prestigio. La posición simbólica, el «peso» de cada persona dentro del colectivo se mide a partir de esos parámetros. Nadie escapa de esto. Todos los chinos están preocupados por tener «cara», quieren lucirla, ser reconocidos por sus valores, su rectitud, pero también por su dinero. Si no tienes dinero, no tienes «mianzi». Y si no tienes buenas relaciones, tampoco lo obtendrás. El ingreso en la modernidad occidental está provocando una tendencia a establecer relaciones de tipo utilitario. Pese a esto, se mantienen con fuerza las redes de apoyo y solidaridad que explican en gran parte el éxito del colectivo. Eso puede generar algún tipo de fricción con la llamada ley abstracta, que obliga a un trato «igualitario» entre todas las personas, pero no implica, en ningún caso, que se viole la ley local. Al contrario, el mundo chino se esmera en cumplirla.

-Explique ese concepto de la reciprocidad, la obligación de «dar-recibir-devolver» que caracteriza sus relaciones.

-Las sociedades tradicionales tienden a basar sus relaciones en la llamada «lógica del don». Quien tiene algo está obligado a dar, a compartir. Y el que recibe está obligado a devolver: un regalo, una ayuda, un favor. En esa lógica, quien más da es quien tiene más poder y prestigio. Es una lógica previa a las relaciones de mercado, basada en las confianzas, no en el contrato. En la vida moderna estas relaciones tienden a ser «invisibles», pero siguen existiendo, formando grandes cadenas de relaciones, de amistades, deudas y favores, las que no necesariamente operan fuera de la ley y del mercado. Al contrario, hay aspectos en que se potencian mutuamente, lo que explica en gran medida el éxito del mundo chino en la racionalidad del mercado. Es lo que he tratado de analizar en este libro: los puntos de comunicación entre estos mundos aparentemente opuestos, la «solidaridad del don», la «competencia del mercado» y el «imperio de la ley».

-Qingtian y Wenzhou son las regiones chinas de procedencia de la mayoría. ¿Qué distingue a unos de otros?

-Están en la misma provincia, Zhejiang, pero son mundos diferentes. El cantón de Qingtian es una zona montañosa hasta hace poco tiempo bastante incomunicada del resto del país. Es un conjunto de aldeas rurales y pequeños pueblos. En el imaginario de China tenían fama de buscavidas que recorrían el país vendiendo mercancías, figuras y sellos de piedra. Durante el siglo XX muchos se lanzaron a la aventura transnacional. Hoy simbolizan al huaqiao o emigrante internacional. Algunas de estas aldeas tienen la mitad de su población viviendo en el extranjero. En las últimas décadas la zona ha tenido un gran crecimiento económico y urbanístico, en especial su capital, Hecheng. Por su parte, Wenzhou es un gran centro económico, cultural y de transportes. Son siete millones y medio de habitantes, con un núcleo metropolitano de un millón y medio de personas. Es un foco empresarial que controla el mercado mundial de las gafas, los zapatos y los mecheros. Tiene una enorme industria de textiles, sanitarios y griferías. Sus habitantes dicen provenir de la «ciudad más capitalista de China». En el resto del país son vistos como los nuevos ricos, una burguesía emergente y abierta al mundo. Entre los de Wenzhou y los Qingtian mantienen buenas relaciones, pero son mundos diferentes. Incluso hablan idiomas incomprensibles entre sí. Utilizan el mandarín como lengua franca.

-¿Cuál es la clave de su prosperidad empresarial?

-Se explica por dos aspectos: una variable ética tradicional que estimula el ahorro ascético, el trabajo y la búsqueda de prestigio, y una variable coyuntural, que tiene relación con el reconocimiento y el impulso dado por el Estado chino al ideal de ser empresario. El discurso actual del Gobierno chino, en su ingreso al sistema capitalista, permite y alienta esta figura del emprendedor. Pero un emprendedor con valores confucianos, el llamado empresario-ru, o rushang, con una ética intramundana basada en la familia y el respeto a las jerarquías.

-El informe Pisa de la CEOE sitúa a los alumnos chinos entre los mejores del mundo. ¿Tiene que ver con esa ética confuciana?

-Tiene que ver con el rigor y la disciplina en general que se aplica en los colegios chinos y con el auge empresarial y de libertad individual. Todos saben que para ser alguien y ascender socialmente tienen que tener estudios.

-China y sus ciudadanos se asocian con frecuencia a tráfico ilegal de personas, talleres clandestinos, mafias…

-En Asturias no conocí personalmente nada de eso. Al contrario, sólo vi gente muy esforzada, tratando de cumplir su sueño de ser empresarios exitosos y de reproducir su ética familiar. Un caso muy mentado en la prensa, la «operación Dragón», que desmanteló una red de tráfico ilegal de personas, terminó con la liberación de todos los chinos inculpados. Se tiende a olvidar además que de los 35 detenidos en primera instancia, 15 eran españoles. La inmigración ilegal china en general no sobrepasa el 12%, según estimaciones oficiales. Hay colectivos que casi duplican esta cifra.

-También existen abundantes «leyendas urbanas»: que nunca entierran a sus mayores, que en sus restaurantes dan de comer gato y otros animales, que no pagan impuestos…

-Esto siempre causa un poco de risa y también indignación entre los chinos. En España casi no se registran defunciones chinas pues se trata de una inmigración muy joven, con sólo un 1,7% de mayores de 65 años. Y cuando llegan a viejos, casi siempre optan por regresar a China. Todas las denuncias públicas sobre «irregularidades» en sus comercios han sido sistemáticamente desmentidas por el propio Ayuntamiento y por la Cámara de Comercio de Gijón. Este tipo de actitudes ha provocado básicamente dos actitudes entre ellos: por una parte, quienes tienden a ser desconfiados y a clausurarse en su vida interna y, por otra, quienes optan por lo contrario, abrirse ante la comunidad local, tratar de organizarse para mostrar con transparencia su cultura, sus vidas y problemas reales.

-¿Cómo son sus relaciones sociales con los asturianos u otros colectivos?

-Eso depende de cada persona. Casi siempre viven con rigor el ingreso en la nueva lengua y dedican grandes esfuerzos para aprenderla. Quienes mejor la manejan, tienen mejores posibilidades comerciales, lo cual constituye un aliciente dentro del grupo. Las generaciones de niños y jóvenes se desenvuelven mejor, por su socialización en colegios asturianos. No deja de ser sorprendente el interés de muchos padres en que sus hijos estudien español, chino e inglés en paralelo. Es bastante común.

-¿Qué opinión tienen de los asturianos?

-En general les llama la atención su predisposición a vivir el momento. Consideran que el asturiano no es muy dado al esfuerzo, al trabajo ni al ahorro. Cuando llega un chino adolescente a un colegio, por ejemplo, le cuesta adaptarse a la absoluta falta de disciplina y el escaso rigor en los estudios.

Por Pilar Rubiera Oviedo

Fotografía: Mara Villamuza

Origen del artículo: www.lne.es


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