Claudia Huaiquimilla es la directora de Mala Junta (2016), su ópera prima, que además fue producida y rodada al seno de su propia comunidad, en San José de la Mariquina.
La cinta, que aborda la historia de dos jóvenes marginados por la sociedad -quienes conviven con la discriminación hacia la identidad indígena y los prejuicios del mundo adulto- se estrenó durante la realización del último Festival Internacional de Cine de Valdivia (FICValdivia) y obtuvo el galardón en la categoría Mejor Largometraje Chileno, derrotando a una competitiva lista de realizadores locales.
Además de recibir el Pudú y tres millones de pesos, la producción de Lanza Verde y Pinda Producciones posiciona a Huaiquimilla entre las figuras destacadas de presente y futuro del cine chileno, de la mano de su particular perspectiva del mundo mapuche, de donde proviene. De esto, «Mala Junta» y más, habló la realizadora en entrevista con El Ciudadano, en cobertura desde Valdivia.
¿De dónde nace esta idea de problematizar la infancia y sus dolores y experiencias en contraste con el mundo adulto?
Yo veo muchas noticias y medios alternativos, porque si uno viera sólo la prensa oficial es como vivir en otro país, entonces miro y me pasa que cuando salen casos de niños que han muerto en el Sename, como los que murieron quemados haciendo un motín, por ejemplo, o cuando estaba un joven delincuente que lo agarran y la gente hace justicia ciudadana y se avala eso, o cuando murió un mapuche en democracia que a nadie le importó y la gente dice bueno, en algo andará metido. Me parece que algunas vidas en Chile son más valiosas que otras y eso me conmueve, me remece y no me puedo quedar quieta. Mi forma de expresión para hablar de esta incomodidad que siento es el cine.
Me llama la atención los juicios sociales que hay respecto a estos personajes, que siendo tan pequeños les cortan las alas, como que nacieron sentenciados, se dice que son malos y ellos todavía en esa edad ni pueden tomar decisiones. Es muy frustrante eso de la infancia. Ellos eran malos, dicen, pero uno es fruto nada más de un montón de situaciones que no eligió. Del déficit educacional, médico y social y que la gente, los padres y la sociedad se desentiendan refleja que hay toda una cosa mal hecha en nuestro país.
¿Cómo te enfrentas a la identidad de ser un joven o adolescente mapuche? En otras entrevistas has dicho que hoy hay formas distintas de identificarse entre las nuevas generaciones.
Yo me aproximo a ese tema a partir de mi propia experiencia. Habemos muchos champurria (mestizos) en Chile y depende de cada quién cómo se identifique. La identidad es una cosa uno que se construye, pero por mi apellido paterno yo ya estaba marcada y a mí ese hecho, ser mapuche, me dio cosas muy bellas y enseñanzas muy bonitas, pero también hizo que me molestaran mucho en el colegio o me discriminaran en la universidad, y en algunos trabajos tampoco ha favorecido. Por ejemplo, para la búsqueda de financiamiento en el cine sí me he sentido en desventaja a un Larrea o a un Matte. Sí me he sentido mirada en menos y creo que desde ahí me aproximo.
Yo hice una investigación, fui a ver a otras comunidades, y al preguntarle a los niños si efectivamente esto les pasaba todavía, me impactó mucho porque sigue siendo muy actual, a pesar de que está un poco más expuesto el tema. La discriminación es muy actual. Tomé relatos de muchos de ellos, en especial de mi primo, que actúa en la película, y fusionamos los testimonios de todos nosotros con las frustraciones que todos hemos vivido, y eso es lo que está plasmado en la película. No es un discurso tan político sobre la causa mapuche, sino más bien cómo lo vive uno al ser, qué es lo que aspira, qué es lo que quiere. Qué es lo que te duele y te frustra.
¿Cuál es tu mirada como realizadora, que proviene del pueblo mapuche, que se plasma en la película? Has dicho que no te interesa tanto rescatar una visión preciosística, sino que abordar sus problemas concretos, como los conflictos con las grandes empresas.
Sí, de hecho estos días también me preguntaron cómo creía que me iba a diferenciar de cómo ya se ha tratado el tema mapuche. A mí me pasa mucho que la gente olvida el sincretismo que vivimos constantemente. Yo lo veo en la casa de mis familiares: obviamente está el kultrún, pero al lado está la tele y más allá unos stickers, todo se mezcla. Esta película busca justamente salirse del estereotipo del mundo del campo, porque se ha retratado en el cine chileno y hay un estereotipo de la vida rural, de los niños, de la gente del campo y del mapuche.
La película fue grabada en San José de la Mariquina, donde está tu comunidad. ¿Cómo fue la experiencia de filmar entre tu gente y qué te pareció su participación?
Yo tuve el apoyo total de la comunidad, hubo alguno que otro malentendido, pero por desconocimiento más que nada. Tuve el apoyo completo porque ya habíamos realizado un trabajo anterior, yo hice mi proyecto de título ahí con un equipo más chico y ese cortometraje se mostró mucho en estos sectores y ganó en Valdivia. Eso fue una cosa muy potente para quienes participaron y creo que les cambió la vida a todos los que aparecieron.
En cuanto a la reflexión, se vieron plasmados con sus problemas y es distinto a mirarlos con distancia. Les mostramos el trabajo y se empoderaron, todos querían ser parte de un nuevo trabajo audiovisual y cuando supieron de qué se trataba se sintieron muy comprometidos con la causa. Yo siento que me costó vender la película para que pudiera ser financiada a las empresas o productoras, pero me siento millonaria en el capital humano con el que conté. No podría haber grabado esta película sin mis vecinos y familia.
¿Por qué es tan importante hablar de la discriminación y la violencia que existe en al infancia hacia los niños mapuche? Creo que no se ha problematizado a ese nivel antes en el cine.
Hablar de lo mapcuhe implica que la gente inmediatamente tenga un resquemor y piense que será un tema político. Para mí la gracia que tiene el cine es su potencial de emoción. Para mí lo más importante del conflicto mapuche en este momento, lo que más me mueve y veo urgente, es lo que ocurre con el conflicto humano y el conflicto ambiental. El conflicto humano es el que vivimos a diario todos los mapuche y todas las personas por tener rasgos indígenas y los sentí urgente y sentí que esta era la vía para hablar de cómo un joven mapuche lo vive en su cotidianidad. Cuando uno crece se da cuenta de la importancia de la infancia y cómo las pequeñas ausencias emocionales te pueden afectar toda la vida. Esos daños emocionales del colegio te pueden marcar el resto del futuro, uno es una esponja.
Para mí se hizo urgente esta película, yo podría haber seguido trabajado en otro tipo de cosas en el cine, pero dejar eso, que es cómodo, en donde puedo subsistir, no fue fácil. Si no sintiera que no es necesario, no lo haría. Es muy necesario hacerlo en Chile y desde quienes los hemos vivido, siento que es muy distinto el relato.
El tema medioambiental también se ve reflejado en la película, ¿cómo se aborda y con qué se puede encontrar el espectador?
Yo trato de no decir mucho que se trata del conflicto mapuche esta película porque yo creo que no se trata de eso. Se trata de muchas cosas, pero por sobre todo de un desarraigo. El conflicto mapuche es muy amplio y yo lo tomé según lo que afecta a mi zona. Donde nosotros grabamos específicamente se llama Lawal, la comunidad, y eso significa alerce en mapudungun. Mi comunidad está intentado recuperar el árbol nativo, pero es muy difícil por lo que hacen las forestales. El eucaliptus y el pino acidiza el suelo y de ahí no crece nada más y chupan una cantidad impresionante de agua, como diez veces lo que consume un árbol nativo, entonces se va secando nuestros caudales y yo lo he visto. Yo voy al estero donde se bañaba mi agua y no queda nada de agua. Nosotros tampoco podemos plantar, yo siento que la comunidad es un oasis y es terrible cómo van avanzando estas empresas, engañando a los vecinos. En la película se ve plasmado lo que ocurre en este sector, pero siempre desde el punto de vista de estos dos personajes.
¿Cuál es la responsabilidad de ser una directora mapuche y mujer en un momento como el que se vive en Chile?
Me lo tomo con mucha responsabilidad, justamente esta película habla de personajes que constantemente son invisibilizados en nuestra sociedad y como mujer mapuche he sentido muchas veces una doble discriminación. Es un tema de identidad, yo soy mestiza igual que el 99% de nuestro país, el tema es que yo sí me identifico con el ser mapuche. Estoy intentando aportar al debate y lo bonito del cine, para mí, es que uno no impone una verdad, sino un punto de vista. Una reflexión. La gente me preguntaba qué esperaba con la peli, y yo sólo espero que al final de la película la gente converse de esto. Que no pase como se vio el tema de los niños del Sename, que a la semana siguiente ya no está. Es importante sacar el polvo que se deja encima de estos temas y conversarlo.
Ha recibido premios ya en el extranjero, ¿cuál es tu expectativa de la recepción del público chileno y mapuche?
La gente piensa que uno se preocupa de la competencia, pero es una cosa tan subjetiva y distinta, es una película que me sorprendió a mí misma, porque jamás esperé ser premiada en el extranjero en etapa de desarrollo. Llegando a Chile estoy muy expectante de que a la gente le pasen cosas con la película, no que les guste o no, que no queden indiferentes, eso para mí sería muy terrible. El motivo por el que llegué al cine y hago películas está ahí.
¿Y sigues por esa línea en tus próximos proyectos?
Sí, yo creo que sí porque cuando uno tiene el corazón de contrapunto no se puede silenciar. Seguiré con la ficción y el nuevo proyecto se centra en el último día dentro del Sename de unos chicos que murieron realizando un motín. Me interesa mucho ese caso, no por hacer una denuncia de la institución, sino por la deshumanización, por el hecho de que la gente olvide que eran niños que estaban ahí. Se les olvidan los sueños y las frustraciones. Para mí es importante volver a eso y buscar la humanidad de esos personajes. En eso empezaré a trabajar ahora. Lo miro y no me puedo quedar inmóvil. Esta es mi forma de lucha.
¿Qué invitación hace para quiénes verán Mala Junta próximamente?
Nosotros terminamos la película una semana antes de llegar a Valdivia, fue justo justo. Fue una decisión política el no estrenarla internacionalmente, sino estrenarla acá en vivo. Eso de utilizar el territorio, grabar y después no mostrar nunca el trabajo a la comunidad no nos parece. Nosotros nos comprometimos y este era el lugar donde tenía que hacer su estreno. Aún no hay estreno confirmado, pero sabemos que en salas va a estar a inicios del próximo año. Para eso es muy importante que la gente haga boca a boca, porque no vamos a salir en medios oficiales claramente. En esta película no creo que la pasen mal, tiene mucho del humor negro de nosotros los mapuche, también estos contrastes que construyen la vida. La gente va a tener acceso a una mirada que no muchas veces se tiene de este mundo.