Muchas veces —por distintos motivos, y entre ellos la distancia—, los periodistas tenemos que recurrir a medios alternativos para hacer una entrevista. Tal es el caso. Contactamos a Nicolás Menza, el gran pintor argentino de la actualidad, a través de emails. Puede llegar a ser un poco desestimulante hacer una entrevista así, pero también hay que aceptar que tiene sus pro. Y después, de tripas, corazón.
Como es sabido, cualquier buen entrevistador tiene que ser buen observador y buen oyente. En las instituciones de formación, siempre recomiendan ir al encuentro de lo imprevisible, con un esquema flexible, pero más o menos sólido. En el momento de la presentación, se suelen hacer las preguntas que sirven para definir el perfil del entrevistado y entonces, de a poco, se van viendo los puntos clave del cuestionario.
Sin embargo, cuando la comunicación se hace a la distancia, lo que se suele hacer es mandar preguntas intercaladas, algunas un poco tontas, con la intención de recuperar lo que el entrevistado responda para hacer una presentación coqueta. Así nos portamos con Menza.
Mas ahora, sucede que nos revelamos ante el hecho de tener que recortar lo que este artista nos brindó de forma desinteresada. Y sobre todo, nos resistimos, porque cada una de sus respuestas es informativa. Así que presentamos esta entrevista en crudo. Dejamos que se vea la cocina, porque vale la pena. Y aprovechamos para no tener que desdibujar la estructura escrita, para emular la oralidad, de un texto que surgió por escrito.
Nicolás Menza
por Lucio V. Pinedo
- ¿Cómo te formaste?
Mi formación la realicé en la Escuela de Bellas Artes «Prilidiano Pueyrredón», en la especialidad Pintura, y luego, en la Escuela Superior de Bellas Artes «Ernesto De La Cárcova» también en la especialidad Pintura. Allí, además de tener muchos profesores, encontré a mis maestros, que me formaron en la vida y en el arte, Terecio Fara y Rubén Rey.
- ¿Quiénes te inspiran?
Indudablemente, como estímulo y guía, las obras de los grandes maestros argentinos y del arte universal: Alonso, Berni, Fara, Spilimbergo, Bacon, Freud, Balthus, Rembrandt, Daumier, Gorriarena, Ensor, Nolde, entre tantos otros.
- ¿Qué artistas de otras disciplinas tenés como referentes?
Borges, Mallea, Cortázar, Nietzsche, Sartre, Ataúd, Pizarnic, Fellini, Woody Allen, González Iñaturri, Breccia, Miguel Hernández, Mozart, Pink Floyd, Piazzola, Aníbal Troilo, Charly García, Spineta.
- ¿Cuándo empezaste a ser «pintor»? ¿Cuándo fue la primera vez que dijiste «soy artista»?
En realidad, artista es un rótulo muy particular, como una etiqueta, pero orientándome hacia dónde va la pregunta, cuando tenía 13 o 14 años, le dije a mi padre que no sería médico como se rumoreaba en la familia para mi futuro, sino artista, quería escribir, pintar. De hecho, en la adolescencia, el arte fue mi refugio, desde donde construí mi identidad. Escribía poemas y cuentos y dibujaba y pintaba, todo el día.
- ¿Qué estás haciendo hoy en día?
Hoy, como en los últimos 20 años, me levanto temprano a la mañana y, después de unos mates, subo al taller. Y allí trascurren las horas, sumergido en distintos caminos de una misma búsqueda. Generalmente, trabajo muchos proyectos simultáneos, así durante jornadas de 8 o 10 hs. Voy de una pintura a un dibujo, o a trabajar en un objeto, o avanzo en el desarrollo de una litografía. Suelo tener 15 o 20 obras en distintos formatos y técnicas para ir trabajando… además de proyectos, seminarios o muestras. Solo interrumpo el trabajo solitario del taller cuando voy a trabajar con mis discípulos, que es otra forma de seguir pintando.
- Analizando tu obra, retrospectivamente, ¿qué éxitos podrías señalar y qué creés que todavía te falta?
El mayor éxito es pode pintar todos los días, celebrar la vida así, en el templo que es el taller. Ahora, si entendemos por «éxito» reconocimientos o logros… son contingencias del mundo del arte. Yo no las busco ni fundamentan mis propósitos. Son contingencias, insisto. Y como digo siempre, son ciertas caricias, en el camino arduo y solitario del taller, que mis obras estén en museos o en colecciones, como la Colección Fortabat en Argentina o en la Colección Raimon Guggenheim de Suiza o el Premio del Aalón Manuel Belgrano o el Nacional, o en la Colección del Banco Nación… Son situaciones que se dan y gratifican, pero no es el objetivo del trabajo.
Y lo que falta es todo hasta el último día que pueda descubrir un color, un trazo, un destello poético en la hondura del misterio que uno trata de develar en cada encuentro con el lenguaje visual, todo es carencia y todo es por descubrir.
- ¿Qué opinás sobre Kafka y Borges?
Son dos amores que, desde la adolescencia, motivaron y estimularon mi mundo sensible y expresivo, mi imaginación. Los dos, con sus obras, marcaron la construcción de mi pensamiento y mi estructura, desde donde observar el mundo para descifrar el misterio que es uno mismo.
- ¿Qué opinás sobre la obra de Francis Bacon y de Héctor Destéfanis?
Bacon es unos de los referentes del arte que guían mi camino con un pensamiento y una solidez en sus obras magnificas. Y Héctor, además de un gran artista, es un gran amigo, con quien compartimos y disertamos, en armonía, sobre el pensamiento y el compromiso del hacer y desde dónde asumir el desafío del lenguaje visual en la contemporaneidad.
- ¿«Pintás» cuando no estás «pintando»?
Por supuesto, la pintura es más que la acción de pintar, es un modo de ver y sentir la acción misma de vivir.
- ¿Cómo te relacionás con la razón al momento de pintar?
La razón es fundamental a la hora del proceso creativo, que no es lo mismo que el racionalismo. La razón se manifiesta de manera intuitiva con lo que uno fue abonando el pensamiento y el conocimiento del hacer.
- ¿Pintás mientras sentís «grandes» emociones? / ¿Cómo te llevás con la tela en blanco?
Sí, pinto siempre a partir de grandes emociones, lo que no significa que pinte por estados de ánimo. Todo lo que me roza no me rebota, soy una esponja que absorbe lo propio y lo ajeno, quiero decir que lo directo vivencial, como todo lo que sucede a mi alrededor, entra en mi ser y, desde allí, necesito exhumarlo, volcarlo en un hecho poético visual.
Y la tela o el papel en blanco no es el vacío, sino el campo donde uno puede hacer visible todo lo que rodea, desde el adentro mismo de la tela, como de la condición humana, es el espacio puro desde donde me puedo sumergir para indagar en las cuestiones que me conmueven, en los incógnitas que me perturban, en todo lo que tiene que ver con explorar y descubrir.
- ¿El artista debe saber adónde se dirige?
A priori, nunca sé a dónde voy. Justamente por esta razón, la necesidad de pintar. Parto con pasión, compromiso y convicción, con ideas vagas de por dónde es el camino, pero siempre es una incógnita, que te sorprende si uno no es un necio y deja aflorar el inconsciente. El primer espectador es el propio hacedor.
- ¿El artista debe conocer la Historia del Arte?
Decía mi maestro que no puede haber un gran escritor si primero no hay un gran lector. En el mundo visual, comparto esa idea, no puede haber un gran pintor si primero no hay un gran observador de la pintura. El saber libera, la ignorancia esclaviza. Somos seres limitados y el conocimiento es la llave que abre la puerta hacia una libertad creativa y expresiva.
- ¿Qué es fundamental, para vos, al momento de aceptar un alumno? ¿Qué es lo primero que buscás en ellos?
Que tengan pasión y que se comprometan a hacer el sacrificio necesario para ser ellos mismos con el arte y la vida. No enseño a pintar como yo pinto, sino a compartir, desde el oficio y el lenguaje, las pautas conceptuales y filosóficas, desde donde es posible la expresión visual, la pintura en particular en esta contemporaneidad que nos habita.
- En tus cuadros, los objetos y los cuerpos tienen una materialidad rotunda; sin embargo, siempre hay un aura metafísica. Surge una especie de contradicción enigmática, como un oximoron, una luminosidad sombría: ¿una realidad trascendente? Una suerte de espacio sugerido, en donde es más importante el clima, lo que se oculta que lo que se muestra… ¿En qué consistiría, para vos, esa trascendentalidad (si es tal)?
Entre la contundencia de las formas, siempre hay un aura metafísica, correcto, que sale así y es la cuerda que tensa mi sentir, mi propósito poético sale así, naturalmente. Por eso, siempre me gusta aclarar que hay tanto de figurativo como de abstracto conviviendo simultáneamente en mis composiciones (y que no se confunda con realismo o naturalismo, nada que ver). Tanto las luces como el dialogo de las formas y sus espacios con el color son totalmente arbitrarios y cumplen una función plástica; es como una puesta en escena, por eso hay mucha teatralidad, donde siempre me interesa de manera esencial el clima. Soy un pintor de climas, que conllevan varias lecturas. Tus palabras son las mías, o sea, en mis trabajos, en general, aparecen una temporalidad neutra, en tensión, ya que hay más de lo que ocultan las apariencias. La trascendatalidad es, tal vez, que todo pasa por el conflicto existencial de la condición humana, más allá de lo que la obra, en apariencia, muestra.
- Hay flechas en tus cuadros, muchas veces. ¿Conducen a alguna parte o están ahí, precisamente, para señalar la falta de referencia (más allá del valor pictórico / composicional)?
En tú pregunta resolviste la respuesta. En algunas composiciones, están allí porque sirven para conducir hacia algún lugar; en otras, marcan la ausencia o el contra sentido; en otras, es un guiño solo plástico de composición; y en muchas otras, casi todas, es un enigma incluso para mi.
- ¿Podrías justificar, conceptualmente, la luz cenital que aparece «fuera de escena» en tus trabajos?
La luz cenital, después de muchos años y mirando en retrospectiva, la puedo fundamentar, pero no fue algo premeditado, solo se dio y después se transformó en algo consiente. Generalmente, en mi composición con figura humana o en casos de ausencia de ella, la luz cenital, que proviene como fuera del cuadro y que no responde a lógicas realistas, es un acento metafísico que, tal vez, simboliza lo puro y único que puede estar en esa luz, y desde donde marca un contrapunto metafísico con la sombra, que es una forma, en sí misma, otro personaje.
- ¿Qué valor le das a la desnudez del cuerpo en tus cuadros? ¿Y al uso del color?
También descubrí, además, los desnudos femeninos, que son la forma más armónica y bella para indagar, pero también, porque, en la desnudez, no hay clase social, todos somos iguales. En la mayoría de mis trabajos, no hay referencia a lugar ni tiempo. El nudo existencial y poético de la obra, en ese sentido, es democrático.
Y el color, desde lo plástico, desde lo visual, tiene un carácter psicológico, sensual y perceptivo. En esa dirección, hay sí una elección a la hora de comenzar y ver desde lo sensible en qué parte del diapasón de notas me paro para desarrollar las composiciones. Las que tienen poco color, las más acromáticas, no corresponden a una etapa en particular, sino que son simultáneas con las obras de mucha materia y un diapasón de color más exuberante. Son elecciones que tampoco se corresponden con mis estados de ánimo, sino desde donde comienza la búsqueda y desde donde me asomo al misterio que pretendo penetrar.
- ¿Para quién pintás?
Pinto por y para mi… después sí, aparece el otro. El observador, el espectador justifica el sentido social del arte, el milagro del arte y su comunicación.
- ¿Pintás para morir?
Hace un tiempo, en otra entrevista, descubrí una respuesta que no tenía presente y brotaron de un pensamiento espontáneo mis palabras… Pienso que tiene que ver con las etapas de la vida, ahora, a los 54 años, las reflexiones, la percepción del tiempo tienen otro matiz. Siempre, desde chico hasta no hace poco, pensaba que pintaba para darle un sentido a mi vida. Ahora, creo descubrir que es para darle un sentido a mi muerte. Como decía Cezanne, ¡que la muerte me encuentre pintando!