Era un día de fines de otoño de 1985 cuando Pedro Marinello fue a tomar fotos a su primera protesta. Su hermano Juan Domingo participaba activamente en la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI), quienes estaban acostumbrados a recibir a cambio lumazos y el chorro del guanaco de la policía por capturar las imágenes que daban la vuelta al mundo para dar testimonio de la dictadura chilena. Una buena posición, un buen cuadro, enfocar y apretar el disparador te consagraba sin mayores aspavientos como un foto-reportero.
La marcha culminaba en Plaza de Armas. “Vi una escena que me dejó perplejo. Con esa imagen hubiese ganado un Pulitzer, con esa secuencia. Un carabinero iba persiguiendo con una luma a un tipo que llevaba un abrigo. Y no lo podía pescar, no lo podía pescar. Yo me acuerdo de esa imagen como en cámara lenta, hasta que el policía agarra una punta del abrigo, lo tira al suelo y le empieza a pegar lumazos al abrigo”.
“Hay que tener pasta para tomar fotos en esas condiciones. Hay que ser frío. Esta hubiese sido una tremenda secuencia fotográfica, ahí vi que no tengo pasta, de repente te das cuenta de que la realidad te supera, no tendría esa frialdad porque hay gente que, puede estar sucediendo cualquier cosa en una cámara, y lo va registrando. Yo no tuve esa frialdad, esto no es lo mío. No tengo esa frialdad de acercarme a las personas y tomar la foto. Siempre pido permiso”.
– ¿Siempre pides permiso?
– Sí.
– Difícil hacerlo cuando haces foto de prensa.
– La foto de prensa también es fría. Recuerdo cuando una persona se quemó a lo bonzo frente a La Moneda años atrás. Los fotógrafos corrieron para registrar ese momento, pero ningún fotógrafo hizo algo para detenerlo, tirarle algo, una chaqueta, algo para apagarlo. Te das cuenta de que es fría esa realidad. De no entrometerse con lo que está pasando. No pude lidiar con eso. Entonces dije que puede ser lo mío: el trabajo en estudio. Aunque de igual forma, yo hago fotos de calle, me gustan movimientos sociales. Hice las primeras marchas del orgullo gay, cuando iban 200 a 300 personas. No iban más. Tengo esos primeros registros. Porque ahí es una cámara que no molesta a la gente, la gente va y posa frente a la cámara.
– De hecho, muchas asistentes de la marcha del orgullo van para ser fotografiadas.
– Sí, aunque encuentras cosas mucho más mágicas en sus bordes, porque ya la marcha es una actitud. Las marchas son las marchas, hay gente, los trajes son glamorosos, pero es más interesante lo que está pasando alrededor. Además de los colectivos llegan muchos outsider, que se visten para la ocasión. Tengo fotos de las primeras marchas gay. Eran más jugadas, porque había mucho compadre desnudo que eran trans, que marchaban desnudos por el Paseo Ahumada, época en que hacer eso era más provocador. Hace muchos años que no va gente en pelota arriba de los camiones, ya que hay colectivos más organizados que controlan más las imágenes.
– ¿Qué otros eventos colectivos has ido a hacer fotos?
– Las fiestas religiosas. Con mi señora fuimos a bastantes fiestas religiosas, a Valparaíso, a Argentina una fiesta preciosa que se llama la Virgen del Rosario. En una iglesia que está en pleno desierto, en donde llegan los huarpes. De hecho, ellos fueron alguna vez parte de Chile porque San Juan y Mendoza eran parte de Chile y los trajeron para construir la Casa de Moneda. Hoy Laguna del Rosario es un desierto ¿Por qué se llama Laguna del Rosario? Una persona que hace clase allá que me invitó a un café. En su casa había un botecito de pesca, con sus remos, sus pescados disecados como parte del adorno del exterior. Yo le pregunté por el bote y me dijeron que estas eran unas lagunas. Pero los ríos fueron desviados por la minera Barrick Gold y las viñas de Mendoza. Al final quedó todo eso desértico. Se secó el agua. Ellos vivían de la pesca y les secaron los ríos. El gobierno les regaló ovejas y cabras para que pudieran compensar, pero se morían de sed porque no tenían cómo darle agua. Son dueños de varias hectáreas que ahora son desierto. Sigo esas cosas, que tienes tiempo para trabajar, conversar, ver que pasa.
LAS YEGUAS DEL APOCALIPSIS Y LAS DOS FRIDAS
– ¿Cómo conociste a Pedro Lemebel?
– A Pedro y Pancho los conocí en casa de la poetisa Malú Urriola. Estaba viviendo con un amigo y me dijo un día que iba a invitar a dos amigos a una reunión en la casa y “te van a caer geniales”. Eran el Pancho y el Pedro. Nos conocimos así por carrete, juntarnos a conversar.
– ¿Enyuntaron?
– Sobre todo con Pedro. Era más claro de mente. Me hablaba de sus proyectos. En esa época ya tenían cierta fama. Habían hecho una acción de arte en el Pedagógico cuando entraron a caballo con la Carmen Berenguer. Ahí ellos me la presentaron y ella dijo que iba a hacer un libro que se llama A media asta, en el Museo de Arte Contemporáneo. ¿Quieres hacer unas fotos? – me preguntaron, porque Pedro y Pancho van a hacer una acción de arte. Ya po, le dije.
– ¿Esa fue tu primera sesión con las Yeguas del Apocalipsis?
– El primer registro de esa sesión de arte la hice yo. De hecho no me gustaron tanto las fotos, tengo los negativos por ahí. Les pasé unas copias a Pedro y Pancho, que son las imágenes que han circulado. Unas pocas en blanco y negro que ellos vestían una bandera chilena en duelo por los detenidos desaparecidos. Esa fue su primera acción de arte en que los fotografié. A Pedro le gustaron harto las fotos y me dijo que querían hacer una foto de la Frida Kahlo. Yo no la conocía y Pedro me mostró en un libro la imagen de ‘Las dos Fridas’. Me la mostró y ahí le dije mira esta foto es complicada. Es una producción cara, se necesitaban unas luces de colores, un cielo pintado atrás. El me mostró la foto de un libro y la imaginaba. Por qué no hacemos otra cosa, dije yo: esto hagámoslo como si fuera un negativo. Son dos hombres y las dos Fridas eran dos mujeres. Yo tenía un cholguán que un amigo había pintado como un cielo, coloquemos este cielo en el piso y un fondo negro. Que fuera como un contacto de un negativo. El Pedro encontró genial la idea, le gustó.
Y lo hicimos. De hecho, fue la única foto en mi vida que la quedé mirando dos o tres horas en el laboratorio cuando estaba hecha. Empecé a verla y pensé que esta foto es genial. De repente te ha pasado eso, pero una foto que has hecho que te gusta no la ves más de 15 o 20 minutos. Es otro tiempo más. La dejé secando en una mesa de centro que tenía en mi casa y me daba vueltas a mirarla. La miraba, iba a tomar un café, después volvía a mirarla.

– Usabas película que después tenías que revelar y positivar. ¿Cómo fue esa sensación cuando va apareciendo esa imagen en el proceso de revelado?
– Fue mágico. La foto apareció tal como la vez ahora, pero en blanco y negro. La que se hizo famosa fue su versión color sepia. Creo que quedó sin necesidad de ningún arreglo. Yo en esa época era un fotógrafo de escasos recursos, estaba recién empezando. La hicimos en un estudio de Antonia López de Bello que compartía con un amigo, Claudio Pino, un estudio no más grande que esto. Ellos estaban al fondo. Tenía dos focos Osram de 1.000 watts que reboté porque tenía unas murallas blancas. El corazón que aparece estaba en papel, él mismo lo dibujó y se lo pegó en el pecho. El de Pancho lo dibujó el mismo Pedro. La pintura se empezó a correr, porque el calor era mucho; dos mil watts de calor. Les dije que no se movieran porque tengo cinco fotos de una cámara de 120 mm, porque ya había ocupado el rollo en otras fotos.
– ¿Hiciste las cinco fotos?
– Las cinco fotos son exactamente iguales. Ellos no se movieron. Si las veo sin saber el número me cuesta saber cuál es la que se copió. Fue en blanco y negro.
– ¿Cómo había circulado esa foto hasta ese momento?
– En el underground. La foto fue hecha a finales de 1989. Les había pasado una copia a Pedro y Pancho y después hicieron una postal con un lanzamiento en la Galería Bucci -evento al que no fui- el año 1990. En ese tiempo nadie conocía a Las Yeguas, Pedro no escribía, era Pedro Mardones en esa época.
– ¿Cómo se hizo famosa la foto?
– Pedro me la pidió para un intercambio de artistas chilenos con mexicanos que lo invitaron a participar en el Museo de Arte Contemporáneo de México. Él quería esa fotografía, pero le pedían una copia de un metro 20 por un metro 20. Pero lo máximo que se podía hacer en blanco y negro era una copia de 60 por 60, el papel más grande que había. Averigüé en el Laboratorio Moretto y Mauricio Moretto me dijo que se podía hacer la foto, pero en impresión color. Podía ser en azul, sepia, rojo o un verde, pero imposible en blanco y negro, como el original. Con Pedro nos quedamos mirando y dijimos: bueno, en sepia, parece antiguo. Y quedó en sepia. Esa fue la foto que se hizo famosa. Todos la conocen en sepia, pero la foto es mucho más hermosa en blanco y negro. Pero, bueno, es la foto que después se fue conociendo.
– Esa foto entonces partió su estrellato en México.
– Fue su primer movimiento cultural. Después en 1996 salió la revista Nacla, hecha en Estados Unidos, dedicada a los movimientos políticos y sexuales de Latinoamérica y Norteamérica en todos los kioskos de Nueva York. Esa foto fue la portada de esa revista y en un artículo sobre Chile se hablaba de Las Yeguas del Apocalipsis.
– ¿Qué sensación tuviste cuando comenzaste a ver que esa foto adquirió un estatuto propio? Lo digo porque la gente rara vez se acuerda del fotógrafo.
– En un momento me sentí, guardando las diferencias, como Alberto Korda, el fotógrafo del Che Guevara. Que todos conocen esa imagen, pero pocos saben del fotógrafo. Entonces, de repente, si hay que hacer un libro hay que mostrar fotos que no se conocían hasta entonces. Tuve que sacar un libro para explicar que muchas fotos que estaban dando vuelta eran mías. El Fondart me dio un apoyo económico para sacar ese libro, que fue con distribución gratuita, porque pasa que nadie conoce al autor de la fotografía. Y yo no tengo problemas que la publique.

– Otra foto que hiciste con Las Yeguas fue Pájaros Raros.
– Se llama ‘Instalamos dos pajaritos, como palomas con alambritos’. Esa foto ya fue con más equipo. Ellos estaban ya separándose. Ellos vestidos de luto, de negro y los pajaritos son como los muertos de sida que se van al cielo. Lo hicimos en el mismo estudio, hicimos 12 fotografías. El fondo negro te ayuda a aislar las imágenes, los pájaros así resaltan más. Esa fue la última juntos.
Esa foto fue la primera que vimos pirateada de un libro de Pedro Lemebel. Estábamos fuera de la Biblioteca Nacional y vimos el libro en el piso. Y nos miramos con Pedro y oye nos están pirateando la foto. Pedro le iba a decir algo, pero me quedó mirando y me dijo: Marinello, somos famosos. Ya cuando te ves en el piso pirateado es que vale la pena. Eso me cambió un poco la idea porque la fotografía tiene que ser un poco libre. Porque la gente que hace sus camisetas, sus platos, no se van a hacer millonarios con la foto. Sí me molestaría que una gran editorial usufructúe, pero qué le vas a cobrar a una persona. Esa pelea de los derechos de autor en ciertos aspectos es un poco indigna. Yo feliz que esté dando vueltas esa imagen en poblaciones.
– ¿Y la reciente con Geraldine Mardones?
– Fue un poco por el título ‘Las viudas odiosas de Lemebel’. O sea, la Geraldine dio una lucha en tribunales por los derechos porque era la hija que no quiso reconocer su padre, que era el hermano de Pedro. Pensé qué hubiera hecho Pedro ahora. Creo que hubiese defendido los derechos de la huacha de la familia, porque esas eran las luchas del Pedro. Sin hacer juicios de valores, la familia de Lemebel la conozco por correos, no sé, pero a ella si la conocí personalmente y es la única que está moviendo la obra de Pedro, escribe en páginas, si hay una conmemoración sube fotos. Le dije al Che de los Gays que me gustaría hacer una foto con él y con Geraldine, porque también se trata de la sangre. Hay una conexión de sangre, uno dice la Geraldine es la sangre de Pedro y acompaña la lucha de Víctor Hugo, quien está dando la lucha hoy.
Mandé a hacer unos faldones parecidos, quise hacerlo en color. El camafeo que va en la foto contiene el rostro de Pedro. El camafeo que estaba en el cuadro original no lo teníamos. Ocupamos una sombra de maquillaje Pamela Grand en esa ocasión. Y teníamos dos sillas de mimbre en el estudio.

LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y EL FOTÓGRAFO
– ¿Cómo te enfrentas a la Inteligencia Artificial que muda completamente el territorio del fotógrafo?
– Estamos viendo la punta del iceberg. Todavía te das cuenta cuando algo hoy está hecho con inteligencia artificial, pero en cinco o veinte años más no nos daremos cuenta. ¿Qué estoy haciendo yo? Volver a recorrer el camino que ya recorrí. Volver a la cámara análoga. Te permite mostrar el negativo y decir esto es lo real. Todo el mundo va a poder hacer imágenes con Inteligencia Artificial.
– El testimonio de lo que es real va a ser el negativo…
– Trabajé la iluminación, hice bien esto. La gente ya no sabe fotografiar porque trabajan más la edición. Así pueden lograr una buena fotografía, pero es distinto lograr una buena fotografía en un negativo porque no tienes una segunda opción para hacer ese disparo. Tú sabes que en 6 X 6 tienes 12 disparos, en 35 mm tienes 36 disparos y ahora no hay límite. Es genial eso porque hago sesiones que saco 400 fotos para ocupar 10 imágenes y después te ves apresado en esa vorágine de hacer muchos disparos. Después te baja la duda si guardas tantas fotos, pero cuando tienes el negativo tienes su sobrecito con 12 fotos y ahí están.
– ¿Cuánto espacio te ocupan tus archivos con negativos?
– Lo tengo en la casa, un mueble de este tamaño, con varios. Fui aprendiendo en el Museo de Conservación de la Fotografía que hay que usar papeles libres de ácido para guardarlos. No he vuelto a ver esos trabajos de años, están ahí guardados. Tal vez algún día voy a retomarlos, digitalizarlos.
– ¿No tienes ánimo de publicar?
– Siempre trato de ser de bajo perfil. Ser muy reconocido hace que dejes de hacer otros trabajos. Todos me dicen que soy fotógrafo por mi hermano. Sí, soy fotógrafo gracias a él. Aprendí muchas cosas. Pero ¿qué me enseñó a ser fotógrafo? Lo acompañé donde una persona que tenía fotos en placa Agfa. Entramos a un altillo de una señora que se la había muerto el marido, abrimos un baúl y había puras fotos de placa antiguas. Abrir el baúl y que alguien encuentre tan entretenida tu vida, que le sacaste fotos a calles, a personas y todo eso. Y alguien descubre ese trabajo 30 años después de que te moriste. Lo encontré genial. Esto es lo que quiero yo. Que alguien me descubra 30 años después de no estar.
Por Mauricio Becerra R.
Las viudas odiosas de Lemebel editado por Víctor Hugo Robles, el Che de los Gays será presentado este Martes 8 de Abril de 2025 a las 19 horas en el Centro Cultural El Cucurucho.
García Reyes 259, Barrio Yungay, Santiago