La ley que habilita el marco de la propuesta de Paz Total del presidente Petro avanza en el Congreso, pero hay regiones de Colombia en las cuales la violencia no ha parado, incluso se ha recrudecido. Sputnik habló con un habitante del departamento limítrofe con Venezuela para conocer más a fondo la situación.
En Arauca (oriente colombiano), departamento limítrofe con Venezuela, la situación de órden público no ha cambiado, al menos como la población esperaba.
La llegada de Gustavo Petro a la presidencia generó expectativa en sus habitantes, sobre todo por la llamada Paz Total, con la que se espera que grupos al margen de la ley, de diferente naturaleza, se acojan a la justicia para poner fin a la violencia a lo largo del país.
Sin embargo, en esta región las cosas no han cambiado por más de que 10 estructuras criminales le hicieran saber al Estado, el pasado 28 de septiembre, que se sumaban a un cese al fuego bilateral.
«Ese cese bilateral se ha entendido como una no agresión a la Fuerza Pública, también a la infraestructura, pero no está funcionando entre los grupos al margen de la ley. Y por eso es que en Arauca no para la violencia». Las palabras son de Older Cáceres, líder social de ese departamento que habló con Sputnik para contar la sensación de la población civil que sigue quedando en medio del fuego cruzado.
De hecho, el pasado 22 de octubre las autoridades reportaron el asesinato de un líder social cuando se trasladaba entre dos municipios del departamento.
Familias de las zonas rurales de las principales poblaciones han tenido que resguardarse en sus fincas debido a los fuertes enfrentamientos entre las disidencias de las FARC y la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional), grupos que pelean por el control de las rutas de microtráfico en la zona.
«Es una sensación de miedo e incertidumbre. Nadie quiere recorrer las vías intermunicipales, tampoco levantar la voz de protesta porque las balas llaman al silencio. Hablo constantemente con campesinos del departamento y están confinados en sus casa, sin poder salir a comprar víveres por miedo a quedar en medio de una confrontación entre las disidencias de las FARC y el ELN», añade.
Cáceres, que es meticuloso con sus cifras, pues no cree en las que recolectan quienes no recorren el territorio como él, asegura que a la fecha Arauca reporta 291 muertes en lo corrido del año y 47 personas retenidas, de las cuales solo tres siguen en poder de los violentos.
«Somos un departamento que no supera los 300.000 habitantes, es decir, han matado una persona por cada 1.000. Es una cifra escandalosa. Arauca también es Colombia y por eso vine a Bogotá, para reunirme con congresistas y hacerles saber que lo que estamos viviendo allá no es sencillo, que necesitamos que el Gobierno Nacional se apropie del tema».
Cáceres pidió más atención de las autoridades en lo que él denomina como un triángulo clave para las guerrillas entre los municipios de Puerto Rondón, Tame y Arauquita, donde, según él, se presentan los mayores enfrentamientos. «Hace unos días, en la vereda El Lipa, 200 jóvenes no pudieron entrar a su colegio por la balacera que se presentó entre las disidencias y el Eln. Ahora ir a estudiar es poner la vida en riesgo».
Cáceres reitera que la gran mayoría de campesinos ya no quieren sembrar, bien sea por miedo a que los maten o porque resulta una pérdida económica, pues los trabajadores de la tierra prefieren quedarse en los cascos urbanos. «Hablé con otro líder social que tenía cultivos de plátanos y tuvo que parar. No consigue gente para la recolección, no puede hacerlo solo y tampoco quiere. Tiene miedo, miedo de que lo maten sin razón alguna».
Un confidente para la comunidad
Older nació en Saravena, el segundo municipio más poblado de Arauca —47.200 personas, aproximadamente— y desde joven quiso ordenarse como sacerdote. De hecho, estudió nueve años para hacerlo. Sin embargo, en 1991, con la nueva Constitución, incursionó en la política como lo hicieron otros sacerdotes. «Había un espíritu colectivo de trabajar por las comunidades. Pero el tiempo me hizo entender que no era lo mismo defender y debatir con ideas en las urbes y en el campo».
Cuando tenía 27 años y hacía campaña para hacer parte del Concejo de Saravena (año 2000), dos milicianos de las extintas FARC le dispararon varias veces. Mientras se intentaba resguardar, Older contó cinco balazos. Por fortuna, estaba cerca de una estación de la Policía y pudo resguardarse.
En otra oportunidad, el ELN, para él la guerrilla que más ha afectado a Arauca, lo amenazó por su trabajo social y le dio un ultimátum. «Un amigo se me acercó en el pueblo y me dijo que me fuera cuanto antes para Bogotá porque me iban a matar». Older se trasladó a la capital y durante unos meses se dedicó a hacer repartos a domicilio.
Volvió para ser maestro, pero de nuevo las amenazas, la zozobra, la incertidumbre. «Me invitaron a una fiesta y en medio del baile alguien se me acercó para advertirme que venían hombres armados a asesinarme. Como pude salí de esa fina». Así ha pasado su vida, siendo confidente de la gente, escuchando los miedos de los campesinos y pobladores, y llevando sus reclamos al Estado, a todas las instancias, haciendo eco para que algo por fin cambie en Arauca.
«Siento que la llamada Paz Total todavía no da un golpe de opinión en nuestra región, la gente la ve como algo ajeno y no le cree. No basta con que el presidente Petro venga, dé unas declaraciones y al final del día se vaya. Necesitamos que empiece el desescalamiento del conflicto armado y salir del olvido de un Estado centralista que no mira más allá».
Fuente Sputnik