Resulta casi un lugar común hablar de la crisis del periodismo. Por la crisis de las empresas tradicionales, el impacto de las nuevas tecnologías o la precariedad laboral, entre otros factores. Pero se da además hoy, según la periodista brasileña Laura Daudén, una notable confusión de roles. Periodistas que llevan una doble vida (trabajan en medios convencionales y “alternativos” a un tiempo), o buscan “grietas” en aquéllos para ofrecer al público una información crítica, o bien se embarcan, cansados de la información oficial, en proyectos de comunicación “alternativa”.
Laura Daudén forma parte del Consejo de Redacción de la revista Pueblos y ha sido investigadora y asesora de comunicación en la asociación Paz con Dignidad. En Brasil ha trabajado como reportera. Durante tres años en la revista Istoé, donde ha tratado asuntos de educación, derechos humanos, economía y política internacional. También es coautora del libro “Ni paz ni guerra: Tres décadas de conflicto en el Sáhara Occidental” (Tinta Negra, 2011).
-La red Globo es el conglomerado mediático más importante de Brasil. ¿Cuál es su influencia real?
-Controla más del 50% de la audiencia. Cuenta con portales de Internet, periódicos impresos, editoriales, revistas semanales de actualidad o canales de Televisión por cable. La red globo llega a cualquier rincón del territorio nacional. Detrás de este conglomerado mediático está Roberto Marinho, el gran barón de los medios en Brasil. En su momento fue asociándose a los grupos políticos, y especialmente tuvo un papel muy relevante durante la dictadura brasileña.
-Se dice que un candidato no gana las elecciones sin el apoyo de la red Globo…
-En el inicio de los años 90 se inició el periodo democrático, tras 21 años de dictadura. Teníamos dos candidatos, Fernando Collor de Mello y, por otro lado, Lula da Silva. Globo empezó a crear y apoyar la candidatura de Fernando Collor, cuyo gobierno destacaría por la apertura del mercado brasileño a las transnacionales. Comenzaron a “venderlo” como un hombre joven, que hace deporte, que tiene su finca… Como un “superhéroe” que va a sacar al país adelante. Fernando Collor se convirtió en presidente de Brasil pero, unos años después, sufriría un “impeachment” al descubrirse un esquema terrible de corrupción. En las últimas elecciones el periódico O Globo apoyó a Aécio Neves, del PSDB. Pero no sólo por el candidato en sí. Las ideas que generalmente defiende O Globo son muy retrógradas y conservadoras.
-Medios hegemónicos, como la Red Globo, y medios de comunicación alternativos. ¿En qué contexto actúan?
-Aunque haya crecido mucho en Brasil el acceso a Internet y a las computadoras, Brasil es una sociedad muy marcada por la desigualdad. A pesar de que las políticas sociales de los últimos 12 años hayan cambiado bastante este escenario. La posibilidad de acceder a Internet y a las redes sociales, aunque sobrepase el 40%, presenta una desigualdad muy grande por clases o entre el medio urbano y rural. En mi opinión, los movimientos sociales tienen que valerse de las estrategias tradicionales. Por ejemplo, el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) tiene presencia en Internet, perfil en Facebook y twitter. También su líder, Guillerme Boulos, escribe en el periódico Folha de Sao Paulo. Es decir, se valen de los grandes medios y de las redes sociales, pero su fuerza también reside en la comunicación y el contacto verbal, la distribución de materiales impresos, etcétera.
-¿En qué marco jurídico se inserta la comunicación en Brasil y cómo lo afrontan los movimientos sociales?
-Uno de los objetivos es la regulación de determinados artículos de la constitución. Los relacionados con la libertad de expresión, el derecho a la información y a la comunicación, la concentración de medios y la diversidad de acceso. Al no haber una regulación, es muy difícil convertir esos principios en práctica. Por eso hay una propuesta de los movimientos sociales, construida a lo largo de muchos años en los foros. En el ámbito del Foro Nacional por la Democratización de la Comunicación (FNDC) se ha realizado una propuesta legislativa para llevarla al Congreso, que lleva recogidas más de un millón de firmas. Ahora bien, como el proceso legislativo va a tardar mucho, tenemos ya una batalla en el poder judicial para, entre otras cosas, prohibir que los políticos posean directa o indirectamente medios de comunicación. Es lo que ocurre, por ejemplo, con Aécio Neves y sus intereses en la Radio Arco Iris.
-Tal vez uno de los hitos pueda situarse en el movimiento de los “indignados” brasileños (junio de 2013). ¿Qué importancia atribuyes a los medios de comunicación?
-En junio de 2013 las protestas se intensificaron por el tema del transporte público. En un inicio, la cobertura de los medios tradicionales fue, exclusivamente, de condena frontal a los movimientos sociales. Con términos como “violencia”, “caos”, “vándalos”… Un gran periódico, Folha de Sao Paulo, pide claramente en un editorial más represión para las protestas. La policía de Sao Paulo se vio entonces muy fortalecida y legitimada para actuar con violencia, porque los medios le apoyaban. Pero llega el 13 de junio, y hay una marcha que se convierte en una masacre. Incluso a una periodista de Folha de Sao Paulo le disparan una bala de goma en el ojo y casi le dejan ciega. Hay un montón de violencia y palizas por todas partes, documentadas a través de celulares. Al día siguiente se dio un claro cambio de posición en los medios tradicionales. Empiezan a criticar la violencia policial y, unos más que otros, a defender lo que se estaba haciendo en la calle.
-¿Cómo se explica esta aparente contradicción?
-Desde el inicio es un movimiento muy heterogéneo. Hubo movimientos muy de base, como el Movimiento Pase Libre, que defendía la tarifa cero en el transporte público. Pero también hay una disputa por el sentido de las protestas. Hay grupos de derechas que están contra el gobierno central, del PT, que aprovechan la contestación para decir: “Estamos todos descontentos con Dilma”. Se da, por tanto, un intento de apropiación e instrumentalización del movimiento por las derechas. Y por parte de las izquierdas, también. Los diferentes grupos empiezan a “tirar” todos por su parte para ver quién tiene más fuerza. Una semana después de la marcha del 13 de junio hay una protesta en la avenida paulista, con una pelea dentro de la misma marcha entre lo que podríamos calificar como “izquierda”, muy ligada a partidos y movimientos sociales, y por otro lado movimientos que se decían “apartidarios”, pero que eran muy de derechas. O gente que pedía a otras personas que retiraran las banderas. Allí empezó a verse una fuerte diferencia de visiones dentro de las protestas.
-Describes un escenario de gran fragmentación…
-Además, en una segunda fase aparecen grupos “Black Bloc” que actúan en las marchas. Pero hay sectores de la izquierda que están en contra de estas tácticas. Entonces hay como una fractura del movimiento. Y claro, en todos los colectivos y movimientos de información que están surgiendo se reproducen esas tensiones y diferencias. Por ejemplo el colectivo Midia Ninja, que surge unos meses antes de las protestas, asume un protagonismo gigantesco con las transmisiones “en vivo”. Hay mucha diversidad entre los medios que surgen en esos momentos. La misma fragmentación se observa en las protestas con motivo del mundial de fútbol, en junio y julio de 2014.
-En el mes de septiembre se produce el desalojo de un edificio en el centro de Sao Paulo. ¿Cómo lo abordan los medios de comunicación?
-Después del desahucio del edificio ocupado, donde vivían 300 familias, se produce una situación de caos y conflicto después que la policía interviniera. Medios como Folha de Sao Paulo, Estado de Sao Paulo o Globo hablaron de “caos” y “vandalismo”. Es un lenguaje que se ha venido utilizando con mucha frecuencia desde las protestas. Los grandes medios tuvieron ese momento de ponderación cuando fueron atacados por la violencia policial el 13 de junio de 2013, pero luego retomaron el discurso contra los movimientos sociales. En lugar de ver los conflictos con un poco más de profundidad, tratando de entender los contextos, lo pusieron todo en la “caja” del “vandalismo”.
-¿Qué importancia tiene este desahucio en cuanto al rol de los periodistas?
-Los periodistas que no conseguían hacer su labor de manera que les satisficiera, empezaron a salirse de los medios. Hay profesionales que antes trabajaban en los grandes medios y que dijeron: “Yo no cubro más los hechos de esa manera”. Y se pusieron dentro del edificio, justo en el momento del desalojo… Incluso se están haciendo cosas, también, desde dentro de esos grandes medios. Te mencionaría la cobertura que hizo la TV Folha de Sao Paulo durante el mundial. Hizo unos videorreportajes muy buenos. Dentro de los mismos medios, la gente está encontrando “brechas” para comunicar.
-¿Destacarías alguna experiencia comunicativa, en la que hayas participado directamente?
-El movimiento indígena en Brasil es bastante diverso. He trabajado, por ejemplo, con los Mundurukú. Ellos han promovido la ocupación más importante en el Belo Monte, uno de los proyectos desarrollistas más importantes de Brasil. Consiste en una gran represa para el suministro de energía eléctrica que impactará de una manera enorme en las comunidades indígenas de la Amazonía. Además, fue una de las banderas de Dilma como ministra de Energía y Minas con Lula. Los Mundurukú invadieron las obras de Belo Monte y permanecieron allí muchos días. Sacaban una carta con sus reivindicaciones en los medios, que luego colgaban en Internet y en las redes sociales. También accionaban con los periodistas que cubrían las causas indígenas. Fue toda una estrategia mediática de ocupación, con el fin de generar un evento. Se dio la circunstancia que el gobierno mandó unos aviones oficiales a la Amazonía para recoger a los representantes indígenas y así negociar en Brasilia. Luego estos encuentros no se celebraron, por lo que los indígenas ocuparon la sede de la Fundación Nacional del Indio, en la capital.
-Una de las principales iniciativas es la Agencia Pública. ¿En qué consistió?
-Nació sobre todo gracias al trabajo de una periodista, Natalia Viana, que estuvo en contacto con Julián Assange en la época de WikiLeaks. Esta periodista trabajaba sobre todo en el periodismo de “datos”, y trajo esa experiencia a Brasil. Se inspiró también en otras agencias de investigación, como la ProPública de Estados Unidos. En 2012 constituyó, con un formato ONG, la Agencia Pública, que tuvo un papel muy importante a la hora de hacer reportajes e investigaciones con datos. Ello coincide con la aprobación en Brasil de la ley de acceso a la información pública, una antigua demanda de la sociedad civil para que los ciudadanos puedan preguntar a cualquier autoridad informaciones de interés público. Los periodistas comienzan a tener acceso, a partir de entonces, a un universo de información. La Agencia Pública tiene un papel muy singular en ese momento, porque empieza a elaborar reportajes de datos e informaciones que antes estaban ocultas. -¿Por ejemplo?
Durante el mundial hicieron muchos reportajes sobre los gastos. Trabajaron también en información sobre derechos humanos. También sobre el modelo de automóvil Chevrolet, con un problema estructural que le hacía explotar y provocó la muerte de varias personas. La justicia no procesaba a la empresa. Elaboraron asimismo muchos reportajes sobre la relación entre la justicia y las empresas. Los ejemplos son infinitos. Hicieron un reportaje sobre la violencia obstétrica, es decir, la violencia contra las mujeres en el momento de tener hijos, tanto en el sistema de salud público como en el privado. En los hospitales hubo agresiones verbales, físicas o, por ejemplo, se aplicaron medicamentos para acelerar el proceso de parto. Sin que las mujeres quisieran o lo supieran. Y la inducción de cesáreas. En las últimas elecciones la Agencia Pública ha tenido un papel muy interesante, porque todo lo que decían los políticos en las campañas electorales, la agencia lo verificaba.
-¿Destacarías algún otro ejemplo de periodismo “alternativo”?
-Este año ha nacido la agencia de comunicación Ponte. Está formada también por periodistas que no estaban satisfechos con el ambiente de los grandes medios, y se salieron de ellos. Su foco es el de la seguridad pública, especialmente la violencia policial y las cárceles. Son periodistas que trabajaban en esas áreas de los grandes medios, que estaban muy especializados, y que ahora trabajan de manera independiente. Te hablo de periodistas con mucha experiencia y que fueron referencia de buen periodismo en Brasil. Y que son muy conocidos. Incluso algunos trabajaban en medios conservadores. Por ejemplo, Bruno Paes Manso, de Estado de Sao Paulo, o André Caramante, de Folha de Sao Paulo. Otro ejemplo es Midia Ninja. En este caso mucha de la gente no es periodista, pero sacaba el celular y aportaba contenidos.
-¿Cómo valoras la acción de los gobiernos del PT respecto a los medios de comunicación públicos?
-Durante el gobierno de Lula, en 2007, se creó la Empresa Brasileña de Comunicación (EBC). Ése fue sin duda un paso importante. La EBC tiene muy poca audiencia, pero se está estructurando y ampliando. Todavía no ha alcanzado todo su potencial. Tiene televisión, radio, agencia de noticias…Me parece una iniciativa muy positiva, y espero que se amplíe y diversifique. Sobre todo, que llegue a más gente, porque hoy su audiencia –sobre todo en televisión- es muy baja. Me parece esto fundamental porque el 98% de los hogares en Brasil posee televisión, medio que supone la primera plataforma informativa para la gente. El día que la empresa brasileña de televisión pueda tener la misma importancia que Globo, tendremos un ambiente más diversificado. Pero todavía hay una “brecha” muy grande. La Agencia Brasil es hoy un medio importante, sobre todo en Internet. La información que saca esta agencia se reproduce en los grandes portales de noticias.
-¿Alguna observación crítica respecto a los gobiernos de Lula y Dilma?
-En cuanto a los gobiernos del PT, me parece muy importante preguntarse por qué no se ha avanzado en la regulación de los medios. Es muy relevante la creación de la EBC, pero ¿por qué no se ha sacado el proyecto de regulación y democratización de medios? No lo puedo entender como ciudadana. Es un proyecto que está en el cajón. Han tenido 12 años para aprobarlo y no lo han hecho. ¿Por qué? Tengo muy claro que se debe a todas las alianzas que el PT tuvo que construir a lo largo de 12 años para poder gobernar. Justamente por eso los movimientos sociales decidieron lanzar su propio proyecto.
-Te referías a periodistas de medios convencionales que se salen y colaboran con medios críticos. O que aprovechan las “grietas” que ofrecen los medios conservadores. O de nuevos proyectos de comunicación “alternativa”. ¿Puede que haya una confusión de roles? ¿Es posible que sea ésta una característica de la época?
-Los roles están totalmente difusos. Hay una crisis del periodismo y estamos intentando lanzar alternativas. Lo que ocurre es que no se pasa inmediatamente de un estado a otro. Los periodistas de Ponte todavía están pensando en cómo se van a mantener. También los periodistas buscan “brechas” dentro de sus propios medios o llevan una doble vida. Eso es muy común. Y tiene mucho que ver con la crisis del periodismo y qué queremos hacer con la información. Hoy la mayor parte de los periodistas trabajan de una manera totalmente informal. Pero dentro de los grandes medios, hay también reportajes muy buenos. Por eso no me gusta simplificar.
-¿Apuestas, para concluir, por una coexistencia pacífica?
-Pienso que los medios alternativos que han surgido pueden convivir con los tradicionales. Tengo compañeros en estos medios y en todos se hace algunas veces una buena labor. Siempre pueden construirse puentes y que la comunicación sea más diversa. Para mí, que surja un nuevo medio es una buena noticia, sea de izquierdas, de derechas o de centro. Lo importante es que la comunicación sea diversa, y que podamos encontrar reportajes muy buenos en cualquier medio. Bruno Paes trabajaba en el periódico Estado de Sao Paulo, un periódico siempre aliado del PSDB, el partido de la derecha, y del gobierno de Sao Paulo, que controla la policía militar, una de las más violentas del mundo. Bruno era un reportero que, dentro de este periódico, hacía una cobertura que contestaba la violencia policial. Algo que uno nunca se imagina. Porque era muy bueno y hacía una labor increíble.
Por Enric Llopis
Fuente: Rebelión