Hace no mucho terminó la filmación de los exteriores de la nueva película de Miguel Littin, “Isla Dawson”, donde interpreta al Sargento Malacuea, “un personaje bien interesante que retrata a nuestro ejército metido en esa parte de la historia”. Además, rodó hace poco con Fernando Trueba, cineasta español que vino a Chile a realizar “El baile de La Victoria”, una adaptación de la obra de Skármeta. Pero no se trata de hablar de cine ni televisión, sino de su trabajo como director de “La gallina de los huevos de oro” con la compañía Trifulkka Teatro. Obra que nace de una reflexión grupal.
La gallina es interpretada por tres actores: Quevedo, Prieto y Arévalo, los hermanos Wilson; además participa el músico Leo Yánez, de tradición folclórica, y cuentan con la visita del dj Víctor Gruño, quien inventó la “máquina del tercer mundo” donde guarda los sonidos y los mezcla. Más que un dj es un inventor, señala Dubó. La obra guarda así gran cantidad de información. Es como un taller que no termina nunca. “Estamos interesados en un espectáculo que se instala en los lugares y participa con la gente. Constituye un suceso de crecimiento, tanto para el público como para nosotros. Tampoco es que vayamos a rescatar al universo, no hay ninguno de esos mensajes grandilocuentes”.
Sobre la compañía cuenta que son “un grupo de personas que compartimos un profundo conocimiento mutuo; somos como un clan familiar, hemos vivido mucho tiempo juntos. No tenemos un repertorio amplio, nos cuesta concretar proyectos, pero cuando los hacemos vienen de nuestra experiencia vital de los viajes, de estar en lugares donde la gente no ha visto teatro; de hacer teatro itinerante con maletas. Tenemos otra obra itinerante que es Juan Lillo, “La abrupta y dolorosa muerte del canalla Juan Lillo”, que cabe en dos maletas. De ellas nos pegamos el salto a una carpa de circo. Todo se resume en que somos un colectivo bastante inquieto. Existe un trifulkka, un lugar donde se pelea, se discute, se ama, se grita pero se hace, siempre se hace”.
EZQUISOFRÉNICA BUSCA DE LA RIQUEZA
– La gallina trata sobre la desigualdad en la distribución del ingreso, lo injusto de la sociedad en que vivimos.
Es una obra que resume mi experiencia por el lado del circo y la experiencia conjunta que tenemos en Trifulkka Teatro sobre el rescate de la poesía popular, las décimas y la tradición oral. Es un conocimiento del que no hay archivo, pertenece a la tradición oral que ha sido bastante castigada, como muchas áreas de nuestra identidad. Por lo tanto este es un trabajo de rescate de nuestra memoria y una mezcla de chilenidad, donde dos mundos, el del circo y del payaso chileno, se reúnen con la fábula, con el mundo del teatro y la interpretación de la realidad. Estos dos mundos dan por resultado un espectáculo especial.
– ¿Cómo se cuenta esta fábula?
Se trata de un engaño en torno al cual toda la granja se convence que la gallina Josefina, que está clueca y a punto de que nazcan sus 12 polluelos, pone huevos de oro. La gallina se ve forzada a huir, porque sabe que sus huevos son semilla de vida y van a nacer sus polluelos; no son de oro. Pero está la cofradía de la ambición, que organiza una especie de golpe de estado donde se unen los animales de la noche para atrapar a la inocente gallina. Se desata una esquizofrenia, se rompen los esquemas, los afectos, se cometen aberraciones. Se desata una locura en torno a la búsqueda y obtención de riqueza material. Casi al final de la fábula los actores se revelan y se provoca un quiebre. Es como una caja de pandora donde hay una realidad sobrepuesta a otra. La obra invita a reflexionar en torno a dos grandes temas, uno es esta esquizofrénica locura de conseguir la riqueza material y el otro es la misión de cada persona en la vida. Los actores se cuestionan sobre la tarea que tienen los artistas en esta época, donde también caen en la trampa de la máquina de moler carne.
– ¿Cómo ves estos tiempos para los artistas y los actores en particular?
Son muy difíciles y sin embargo históricamente en los tiempos difíciles es donde el arte ha tenido mayor preponderancia. Pero, al parecer, estos tiempos guardan en su interior también una semilla de cansancio, de polarización, que hace que el mundo del arte y específicamente el de la representación, dure y se difunda poco. Es más, que esté orientado a un público que puede cancelar las entradas que son tan caras. En este sentido queremos liberar esa tensión y por ello estamos empeñados en seguir acercando el teatro a los lugares donde definitivamente no llegan los espectáculos teatrales, sin desmedro de poder estar en otro lugar.
– ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?
En un momento determinado se planteó la posibilidad de hacer un nuevo trabajo que nos otorgara una retribución económica, entonces pensamos en una fábula y reflexionamos en torno a conseguir esa retribución. Esta obra la escribí hace dos años, cuando estudié algunos símbolos que tienen que ver con el huevo, el nido, la vida, el sol, la luna y los ciclos. Creo que actualmente el valor de un producto artístico está por el lado de la identidad, lo auténtico que pueda ser. Desde esa perspectiva comencé a meterle mano a La gallina de los huevos de oro.
– Y se estrena justamente en momento de “crisis”…
Claro, justo ahora que cae el capital y el sueño del mercado como regulador del ser humano, con lo que nunca estuve de acuerdo. Estrenamos en esta situación donde se derrumba este monstruo y Chile trata de colgarse de esto que ya venía cayendo desde el otro lado del mundo; me parece una desinteligencia soberana. Claro, uno entiende las maquinarias políticas y todo lo que hay detrás, pero los imperios no se caen así como así, cuando ocurre es porque hay grandes errores y grandes culpables. En ese sentido La gallina es una obra optimista, ya que frente a la crisis, nosotros, como compañía, hemos vivido 12 años de crisis. Yo he vivido 44 años de crisis, desde que nací. Es muy rara esta situación donde el capital especula frente a un suceso que es generado por ellos mismos y a los que más les duele es evidentemente a los pobres, pero también a ellos.
– ¿Qué opinas de las riquezas de Chile y la distribución del ingreso?
Nos han hecho creer que es un país gigante, pero somos un país pequeño con grandes riquezas, con una provincia maravillosa. Nos han vendido una pomá que no es real. Somos un país que no debiera tener estas condiciones de vida, con la fuerza de trabajo y las materias primas y la cantidad de dinero que tienen unos pocos. La distribución del ingreso vergonzosa que tenemos habla de políticas económicas abusivas. Debían haber sido más cautos porque habrían seguido robando igual, pero se fueron al chancho y eso genera caos, desorden. Es muy raro que se sientan tan atraídos por el dinero, cuando es gente que siempre lo ha tenido. Son los políticos de siempre. Han generado una imagen para el mundo de un país ganador cuando no es así; las cifras en educación y salud son vergonzosas. Las carreteras concesionadas son un robo a mano armada; toda la expropiación de terrenos mineros no tiene ninguna legislación que haga que las empresas extranjeras paguen algún porcentaje decente, ya que se están llevando toda la riqueza. Por lo demás, con todo el sistema tecnológico actual, el trabajo que otorgan es muy poco; no se comprende como permiten que ocurra todo esto. Seguramente debe haber un chanchullo y algunos se están llenando los bolsillos con grandes cantidades de dinero. Eso tiene que detenerse porque no es justo, no puede ser.
– ¿El Estado o el empresariado?
El Estado está totalmente jibarizado y eso no puede ser, entendiendo también que el empresariado no es culto. Carecen de cultura humanitaria, al parecer no tienen lecturas de libros interesantes en su cerebro o alguna sensación más profunda o filosófica de la existencia. Dan pena y tienen grandes responsabilidades y grandes atribuciones. El rol del Estado es mínimo. Yo creo que el electorado debiera transformarse en un consumidor exigente, porque esta se ha transformado en una sociedad de consumo de alto rango, pero nuestras leyes de defensa del consumidor son de año de la pera. Es toda una sucesión de contradicciones que impiden convivir con la felicidad. El paisaje no es optimista, pero creo que con los jóvenes y la creatividad se vislumbra una salida.
IDENTIDAD CHILENA CIRQUERA
– La obra reflexiona sobre el rol del actor en estos tiempos, ¿cuál es el rol que deben desempeñar?
La mecánica de la imagen y la información viaja tan rápido que lo que más se posiciona en un consumidor de cualquier imagen o artefacto artístico es la identidad. Actualmente todos estamos en línea; por contraste, lo que interesa es saber como eres. De hecho, gran parte del cine, el documental y los programas con mayor audiencia son los que develan particularidades. En ese sentido creo que hay una misión en el arte para competir en esta aldea global que tiene que ver con la identidad, con el Chile verdadero. Ese viejo Chile que quisieron tapar con las grandes carreteras, que venden por televisión. Ese Chile que hace tratados de libre comercio. Ese Chile de exportación, ya no sirve, siempre va a ser menor al “desarrollo” de Europa o Estados Unidos. El artista metido en ese concierto de confusiones, mientras más claro y más hable de sí mismo y otros, tendrá más alcance. No cabe duda que es la tendencia y está demostrado por mercados tan duros como el de la publicidad.
– Sin embargo te planteas optimista…
El mundo está en una situación de caos, pero ocurren fenómenos que hacen que uno diga, ¡vaya! el ser humano todavía es hermoso, es interesante. Hay una cuota de optimismo. El ser humano común tiene cada vez más formas de expresarse y el artista que revaloriza esa situación tiene que estar muy bien colocado en su identidad. Creo que el caos era esperable, puesto que no se puede tener esa conducta, esa incapacidad de comprender al otro. Las cajas comerciales viven del interés que le cobran al consumidor de todos los sistemas de dinero plástico que inventaron. Han generado la situación de un consumidor asustado. Visitar los pasillos de un mall es terrible, una histeria colectiva para perseguir algo que no es, no era la gallina de los huevos de oro el sistema económico implantado. Lo que había que hacer era empollar y dejar que la vida se manifestara. En ese sentido, la obra plantea un caos, un choque, pero es una gran fiesta para reírse de uno mismo que es lo más interesante del humor.
– ¿Qué espacio ocupa la carpa de circo en tu identidad?
Allí aprendí con el Tony Caluga, Abraham Lillo Machuca, y con Caluga Jr. trabajé haciendo rutinas de payasos del viejo circo chileno. La carpa es importantísima en la identidad del Chile al que me refiero. Por eso hemos instalado una para la Gallina de los Huevos de Oro, es la carpa de la familia Lillo. Ellos son nuestros guías en cuanto al oficio del payaso, que es muy complejo, nos han apoyado siempre.
– ¿Tu relación con el circo viene desde tu formación como actor?
Viene desde que trabajé con un grupo donde hicimos un rescate de tradición oral, que siempre nos interesó. Buscamos cuentos y mitos que nos ayudaron a armar un tipo de dramaturgia. Desde allí encontramos que la tradición oral en el circo era el sustento, todo se traspasa oralmente, nadie hace libretos de las rutinas, se va transmitiendo de persona en persona. Me di cuenta que tenía que irme con ellos para aprender y eso hice, el Payaso Alambrito. Fui contratado por el circo y trabajé con ellos como payaso. Desde esa perspectiva me seguí desarrollando en el teatro.
– ¿Cómo ves la nueva generación que sin provenir del circo popular ha abrazado las disciplinas circenses y ha hecho de ello su trabajo?
Creo que es muy interesante que suceda eso, es como descubrir una nueva partitura, un nuevo ritmo. Eso habla de que la madre de todas las artes es el circo y el payaso. Por eso tiene este abanico de posibilidades que se abren y se manifiestan en las calles y, más aún, sirve como fuente de trabajo porque da de comer a familias. Yo diría que hay una fuerte influencia acá en Chile por sobre otros países, porque en Europa hay bastante, pero en Santiago e incluso en provincias se ve gente realizando distintas actividades de circo para ganarse un dinero en las calles.
– Ello conlleva un estilo de vida -si bien no están en los circos, se reconocen como artistas circenses- una postura frente a la vida
Eso es muy bueno. Habla de una cantidad de expresiones artísticas por grupos que son muy jóvenes, que nos dan lecciones de vida. Creo que los jóvenes están dando un golpe a la cátedra poderoso en cuanto a sus contenidos, valores y lo tolerantes que son. Tengo gran cariño por la masa juvenil chilena y respeto por sus luchas.
– ¿Cómo crees que se podría ser más felices como país?
Chile debiera construirse como un país culto, que valore sus vinos y el ocio. Que revalorice todas sus fiestas religiosas, las vendimias, la cantidad de misterios que hay en nuestra literatura; que revalorice a nuestros cultores del arte: Tendríamos seguramente un país mucho más feliz y que no esté ostentando ser la punta de un sistema que ya caducó. No se puede ser socio de un gigante que está muerto. El olor a muerto es más gigante aún.
– Y la gente, ¿está realmente dormida como muchos dicen?
No creo que el pueblo esté dormido. De lo contrario no funcionaría la ciudad. La perseverancia que ha tenido la masa laboral con un sistema que no funciona como el Transantiago, habla de un ciudadano comprometido con sus quehaceres y aunque está cansado, entiende que tiene que trabajar. En ese sentido, el sistema opera salvajemente, pero encuentra un receptor que podría haber quemado todas las micros y bloqueado todas las carreteras. Si la gente no está organizada es peligroso, porque puede explotar simplemente la rabia y eso es grave. Ahora, si la gente trabaja y viaja 2 horas y llega a las 9 a su casa y tiene que preparar el otro día y levantarse a las 5 y media, no veo a que hora se puede organizar con alguien. Pero creo que vamos por buen camino.
-¿Qué opinas del concurso televisivo donde competían grandes chilenos de la historia?
Hacer concursar a Manuel Rodríguez con Arturo Prat, o a la Violeta con la Gabriela es una aberración filosófica, a nadie se le puede ocurrir algo así. Conociendo la televisión por dentro, sé que ahí hay manos negras que hacen las gueas, no me vienen con grupos, a´onde la vieron. Igual que el negro de Estados Unidos. A ese gueón lo pusieron ahí, pa’ que vienen con historias. Es todo un sistema pa’ decir que hay algo nuevo, cuando es la misma mierda con otras moscas, no les creo nada.
por Sebastián Larraín
El Ciudadano