Como no podían traer consigo el Stoowals, un órgano gigantesco de casi 200 tubos al que llaman ‘la máquina de vapor’, el grupo holandés Flairck incluyó un ejército de zampoñas en sus recientes presentaciones en Santiago y Viña del Mar. El casting lo hicieron con músicos ambulantes, exiliados por estos días de las calles del centro por el alcalde Alcaíno.
Liderados por Erik Visser, guitarrista y compositor, Flairck se ha abocado a conocer instrumentos y ritmos del folklore de los países que visitan para crear el particular estilo que los caracteriza. El grupo lo componen el guitarrista Pablo Ortiz, la violinista Elaina Cook y el flautista Jeroen Goossens. En Chile, además de los zampoñeros, se presentaron junto al grupo Tribu y el intérprete y guitarrista, Manuel García. El Ciudadano conversó con Pablo Ortiz, bajista y guitarrista mexicano que desde casi dos años es parte del grupo de música acústica, en un intermedio de su ensayo antes del recital que dieron en Viña del Mar.
Flairck se caracteriza por recolectar instrumentos de los países que visitan ¿Qué instrumentos trajiste bajo el brazo desde que llegaste al grupo?
– Me hago cargo del bajo, también toco guitarras, entre ellas algunas versiones mexicanas de este instrumento. Hoy voy a tocar una guitarra de la zona de Veracruz que se llama Jarana. Que acá creo que significa otra cosa… Bueno, también junto a Erik me hago cargo de algunas composiciones.
¿Cómo llegaste a trabajar con Flairck?
– En otoño del año pasado empezamos a trabajar juntos, aunque antes ya había trabajado con Erik, colaborando como arreglista y en una gira que hicimos el 2005 por México, junto a otros artistas mexicanos. Esa cercanía nos dio la oportunidad para que poco a poco el trabajo se fuera estrechando.
¿Siempre trabajan con músicos de los lugares en donde se presentan?
– Es una constante del grupo. Nos hemos caracterizado por hacer una fusión a nivel de distintas sonoridades, con instrumentos recopilados durante los viajes. En Chile quisimos tener el concurso de músicos chilenos en el espectáculo y en el intento resultan interesantes algunas cosas.
En Europa presentan esta temporada el Vals de la Máquina de Vapor.
– Sí. Lo empezamos a mostrar en Holanda este año y lo que mostramos en Santiago y Viña del Mar. Es una variación de Stoowals, que es el nombre que le dimos al espectáculo original. En las presentaciones en Europa contábamos con un gran órgano de madera, el orchestriom, un instrumento muy grande inspirado en los órganos callejeros de Holanda. Claro que el orchestriom es más grande y era imposible traerlo a Chile porque pesa casi una tonelada.
Y así fue como recurrieron a los zampoñeros locales.
– Tratando de convertir la dificultad en posibilidad se nos ocurrió esta idea de hacer este órgano con un ejército de zampoñas. Si al principio la idea fue sustituir el orchestriom, al final resultó realmente más sugestivo el experimento. Fue una colaboración con muchos músicos y gente muy interesante, muchos de ellos callejeros. Resultó curioso que a partir de la necesidad de reemplazar un órgano inspirado en los músicos callejeros, al otro lado del mundo también terminamos trabajando con músicos de la calle.
¿Con la llegada tuya a Flairck hay algún cambio en las orientaciones del grupo?
– La búsqueda de sonoridades en instrumentos del folklore de los países es una característica que está desde el principio del grupo. Si en un principio Flairck buscó esto en la música irlandesa, de donde salió la idea de la sonoridad original, a la vuelta de algunos años la idea de Erik fue refundar el grupo. Se realizó el año pasado una gira de reunión con los miembros originales del grupo, con músicos que ahora tienen proyectos aparte. Fue una gira que marcó el final de una etapa y luego se llamó a gente más joven para refrescar la banda.
¿Qué grupos similares en su búsqueda recomiendas?
– Hay un gran movimiento en Europa, sobre todo de músicos jóvenes, que se inspiraron en el rescate que hizo Flairck de la música irlandesa. Si bien, hay cosas muy clichés y otras muy comerciales, hay cosas interesantes. En Suecia también hay un movimiento importante de músicos jóvenes interesados por el folk, como Ranarim, quienes hacen un trabajo de investigación interesante sobre la música tradicional.
¿El trabajo de rescate de sonoridades e instrumentos qué les permite?
– No nos interesa el trabajo arqueológico en sí. Recurrimos a las tradiciones como inspiración para crear nuevas cosas, a las sonoridades de los instrumentos no para copiarlas o reconstruirlas, sino que para hacer algo nuevo.
Si en la presentación de 1997 obsequiaron al público chileno la canción Los Momentos, de Eduardo Gatti, esta vez interpretaron Luchín, de Víctor Jara.
– Es un pequeño detalle que tenemos para el espectáculo. Franco Cabello, el productor de nuestra visita, nos sugirió interpretar Luchín. Claro que en otros países habíamos tocado Te Recuerdo Amanda, de Víctor Jara. No conocíamos la pieza Luchín y nos gustó mucho. La idea es hacer un regalo para la gente, hacer alguna pieza que les resulte significativa.
También cierran la presentación con un grupo de Chinchineros.
– El uso de tambor es algo muy popular entre los músicos callejeros del mundo, pero lo que a mi me sorprendió es el tipo de música y el estilo de los chinchineros chilenos, también los elementos acrobáticos que incluyen en cada presentación. Los incorporamos en la presentación al final por lo circense que tienen, por lo visual.
¿Alguna sorpresa se llevan de esta visita?
– La gran sorpresa fueron los músicos chilenos con que tocamos.
Mauricio Becerra R.