«Historia secreta del Transantiago», de Editorial Momentum, el nuevo libro del periodista de investigación chileno Benedicto Castillo, no sólo destapa las intrigas de los empresarios nacionales y extranjeros que participaron en las licitaciones del transporte público iniciadas en el gobierno de Ricardo Lagos, y las negligencias y errores de los funcionarios que estuvieron a cargo de su puesta en marcha.
También ofrece, por primera vez, una mirada hacia los desconocidos manejos de lobistas que aseguraron a los hermanos colombianos Ríos Velilla, de la empresa Inversiones Alsacia S.A., la adjudicación del proyecto que prometía revolucionar Santiago de Chile; entre ellos, un personaje que habló con el autor, y cuya identidad fue protegida para «evitar su asesinato en Bogotá». La delicada información que aportó vincula a un sobrino del presidente Lagos con el oscuro negocio.
«Este proyecto, el presidente Lagos no lo llevó (al Congreso), por tanto se equivocó. Y se equivocó tanto que no tenía financiamiento», señaló Castillo en el programa «Entrevista Ciudadana», donde habló en exclusiva de sus hallazgos.
Según el autor, poco después de echar a andar la iniciativa, dos personas que integraban su cuerpo técnico «van a trabajar directamente con — y esta es una cosa tremendamente irregular… un equipo que forma una familia colombiana, los hermanos Ríos Velilla», dueños del transporte público de Bogotá (Transmilenio), relacionados con las mafias de extracciónde basura en ese país.
«Ahí hay dos personajes importantes. Uno es Marcelo Farah, que hasta hace poco fue director del Transantiago, y el otro es Ricardo Escobar Calderón, sobrino del presidente Ricardo Lagos (a quien Bachelet nombraría posteriormente como director del Servicio de Impuestos)… Estos colombianos toman a estos personajes, que son funcionarios públicos del aparato del Estado chileno, y los suman a su equipo, para ellos llegar a Chile y ganarse la licitación del Transantiago», aseguró el periodista.
Además reveló que el gobierno chileno hizo bases de licitación «a la medida de las empresas extranjeras… y de las empresas que proveyeron los buses que se necesitaron», como Volvo, adquiriéndose a bajo costo buses que no cumplían con las características necesarias para los chilenos: inclinados, sin asientos y con manillas en altura.
El investigador agregó que el diseño laguista «concentró el transporte público en cinco empresas…. ahí él traiciona estos principios que uno tanto leyó, del Lagos progresista, y transforma este modelo en un negocio para cinco empresas, de las cuales tres eran extranjeras. O sea, aquí estamos hablando de una concentración de la propiedad, y eso no le hizo bien a Chile».
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