Periodista Yesenia Chapeta: «El MAP es un rebrote del lobby pederasta mundial, cuyo rostro organizacional no es clandestino»

La reportera de investigación ha seguido de cerca el fenómeno en rrss en relación a la normalización de la pedofilia y devela la agenda oculta de este movimiento

Periodista Yesenia Chapeta: «El MAP es un rebrote del lobby pederasta mundial, cuyo rostro organizacional no es clandestino»

Autor: Sofia Belandria

Desde hace dos años comenzaron a surgir algunos mensajes en medios y plataformas generadoras de opinión que plantean que la pedofilia es ‘un sentimiento’ o una ‘orientación sexual’ y no un delito.

‘Stand up comedies’, las populares Charlas TED y artículos en renombrados medios como BBC o El País de España, proponen normalizar la pedofilia a través de eufemismos. Una avanzada para la legalización del abuso sexual de niños y niñas. Y no es una simple exageración.

Grupos en todo el mundo ostentan abiertamente este propósito refiriéndose a bajar «la edad de consentimiento» de una relación sexual con un menor a 12 años o menos, en los instrumentos legales que protegen a los menores.

Una periodista venezolana relata lo que ha descubierto en su investigación sobre este caso y el avance de una agenda que pretende legalizar la pederastia en el mundo.

¿Un plan para normalizar la pedofilia?

La periodista de investigación Yesenia Chapeta, le ha hecho seguimiento exhaustivo al aún no muy conocido MAP, y está dispuesta a compartir sus hallazgos.

Afirma que MAP abrevia las siglas de la expresión minor-attracted person, en español, personas atraídas por menores, y es una iniciativa que no debe ser subestimada.

«Estamos errando al reconocer esta aberrante iniciativa como un ‘movimiento’, considerando que ese es un término tradicionalmente asociado a demandas legítimas, al activismo social de los trabajadores, los estudiantes, los ecologistas. De ese modo, ya estamos cayendo en la primera trampa de lenguaje, que es justamente el punto neurálgico de la matriz mediática en torno al MAP. En realidad, [el MAP] es el telón detrás del cual se mueven, desde hace al menos 50 años, los primeros grupos de poder que formalizaron e hicieron públicas sus intenciones de legalizar el abuso sexual de niños y niñas», puntualiza.

Para Chapeta, el MAP no puede sino significar «un rebrote del lobby pederasta mundial, cuyo rostro organizacional no es clandestino», sino que existen medios de todo el planeta «en los que se plantean enfoques identificados con esta agenda de normalización de la pedofilia».

«Ahora mismo puedes ingresar, por ejemplo, a nambla.org, la página de la North American Man/Boy Love Association (Asociación norteamericana de hombres amantes de niños varones). Allí se publica orgullosamente el marco ideológico de esta patología con un distintivo que destaca la celebración de los 42 años transcurridos desde la de fundación de Nambla: Since 1978», señala.

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El mecanismo de invisibilización

Según lo explica la investigadora, la dinámica para potabilizar ante la opinión pública dicho movimiento, parte del hecho de separar a los pedófilos de los pederastas. Se intenta hacer ver que los primeros de ellos, «solo son portadores de un deseo, mientras que los segundos son los hombres perversos que sí abusan de los niños».

«Al separar estas dos patologías, la gente es invitada a compadecerse de los pedófilos, quienes, según esta visión, ‘no tienen la culpa de haber nacido así’, y pasan a ser las víctimas, en lugar de proyectarse como lo que siempre han sido, los principales consumidores y la audiencia que fomenta la industria de la pornografía infantil, y cómo no decirlo, potenciales pederastas», apunta Chapeta.

Estos enfoques son relativamente recientes, prosigue. Sin embargo, no son «ni de broma las primeras expresiones mediáticas orientadas a normalizar la pedofilia». Basta ver la serie Baby Burlesks (1932-1933) «para terminar con el corazón quebrantado frente al abuso indignante al que fueron sometidos niños y niñas de 3 a 5 años», incluyendo a la célebre Shirley Temple, «en las narices del mundo entero», sostiene.

Chapeta hace un recuento de casi seis años de investigación, que la han llevado a hacer un arqueo profundo dentro de la trama de cientos de organizaciones y fundaciones registradas, muchas de ellas, desde los años 70 en países como Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Noruega, Suiza, el Reino Unido y Estados Unidos.

«El caso es que verifiqué los nombres de varias de estas organizaciones, incluso en idiomas como el alemán o el neerlandés (…) Así llegué a la página de Nambla; así supe de la existencia del Partij voor Naastenliefde, Vrijheid en Diversiteit (Partido por amor al prójimo, la libertad y la diversidad) fundado en Países Bajos en 2006, y cuyo marco ideológico incluye legalizar la edad de consentimiento sexual a los 12 años, el ‘uso privado’ de la pornografía infantil, las relaciones sexuales con animales y la prohibición de la escuelas ‘religiosas’, entre otras locuras», lamenta.

También conoció de esta forma la existencia de profesionales de la Psicología y la Psiquiatría, «muy siniestros», que se han valido de su autoridad científica para posicionar enfoques favorables a la legalización del abuso sexual infantil, como Frits Bernard, fundador del Enclave Kring, destaca.

La agenda MAP

La eficacia del movimiento MAP, a juicio de Chapeta, es que se trata de redes que hermanan a grupos de poder y que poseen una agenda de presión común. Las exigencias de estos grupos, dentro de las que Nambla funciona como punta de lanza, pueden resumirse de la siguiente forma:

  • Que la pedofilia sea excluida de la lista de parafilias en la OMD y las asociaciones de psiquiatría más influyentes en del mundo, es decir, que dejen de ser considerados como aberrados sexuales.
  • Que sean reconocidos como parte de la comunidad LGBT, y a su vez, que, dentro de esta plataforma consolidada e influyente, se comience a denominar la violación de niños como una «orientación sexual».
  • La derogación de leyes que determinan límites de edad para el consentimiento de relaciones sexuales, precisamente para dejar de considerar el abuso sexual de niños como tal, y para que eso deje de tipificarse como un delito.

Para avanzar en su agenda, utilizan los medios de comunicación sobre tres plataformas claramente definidas. Quizá la más obvia es la del enfoque periodístico, compuesta por artículos bien escritos, publicados en blogs influyentes, en medios de sólida reputación. No obstante, Chapeta advierte de dos enfoques mucho más borrosos:

«Emplean el enfoque científico; a través de conferencias patrocinadas por organizaciones de trayectoria, como el grupo TED, y con profesionales de la psicología y de la criminología. Es decir, voces autorizadas, que fomentan igualmente la victimización de los pedófilos; citan estudios fantasmas, ejemplo, ‘estudios científicos demuestran que…’; aseguran que no hay tratamiento contra la pedofilia; y plantean que esta parafilia debe ser considerada como un ‘sentimiento’ y una ‘orientación sexual'».

El otro enfoque que ha identificado es el humorístico. A través de la función sexual del humor, que, tal y como apunta Chapeta, se usa para «abordar temas incómodos y tabú, que difícilmente serían aceptados en contextos más formales» según el psicólogo estudioso del tema Avner Ziv, «nos hacen chistes en eventos de stand up comedy, en películas de comedia o en programas de televisión». Esta herramienta de normalización, denucia, es muy efectiva y peligrosa porque «nos toma desprevenidos si no entendemos de qué va esta maquiavélica estrategia».

Evitar la normalización y las trampas del lenguaje

Como toda batalla cultural, es el terreno de la mente el campo de batalla a conquistar. Para Chapeta desean colonizar las conciencias con su agenda y de esta forma poner la balanza a su favor.

Las principales iniciativas se encuentran en las trampas del lenguaje, donde como indica la socióloga estadounidense Mary de Young, se halla el núcleo fuerte de estas organizaciones pro-pedofilia.

«Por eso, en lugar de decir ‘niño’ o ‘niña’, nos hablan de ‘púberes’ (adolescentes), ‘prepúberes’ (niños) o ‘neonatos’ (bebés); en lugar de escribir ‘violación’ o ‘abuso sexual’, hablan de ‘contacto sexual adulto-infante’ o  ‘sexo intergeneracional’; en lugar del término ‘manosear’, usan ‘caricia sexual’; en lugar de ‘pedófilos’, nos invitan a llamarles pedoexualboylovergirlloverchildlover, es decir, ‘amante de niños varones’, o ‘amante de niñas'».

También pretenden inocular, prosigue, orientaciones como lo trans-age o edad trans, bajo el argumento de que ellos no son adultos, sino que hay «un niño o niña atrapada en sus cuerpos de adultos y tienen derecho a ser considerados como tal por la sociedad».

Del mismo modo, refiere Chapeta, ocurre con la palabra consenso para promover la idea de que si un niño o niña accede a los deseos sexuales de un adulto, esto puede ser considerado como un acto «consensuado» y por tanto, desprovisto de ilegalidad.

Por tanto, es necesario que los Estados «blinden el sistema jurídico de normativas orientadas a proteger la infancia».

«En un país como Venezuela, es más sencillo tomar la delantera, porque no hay iniciativas abiertamente manifiestas, entonces eso implica que tenemos la oportunidad de asumir una posición preventiva-ofensiva, en lugar de defensiva”, reflexiona.

Por último, la investigadora apunta a que la mejor manera de luchar contra esta clase de movimientos es «mantenerse despierto» y «desmenuzar el mensaje» que transmiten a través de los medios con el fin de modelar a la opinión pública y establecer la normalización de su agenda.

«Ahí es donde nosotros debemos ser contraparte inteligente y donde el periodismo debe asumir un papel radical y desmarcarse de versiones edulcoradas. Llamando las cosas por su nombre podemos aportar la gran herramienta que la sociedad, y sobre todo los padres y madres angustiados frente al tema, esperan de nosotros: nitidez», concluye.

Cortesía de Sputnik

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