Piñera, pionero de los empresarios zombis

Durante más de una década varios de los grandes grupos económicos chilenos se dedicaron a comprar empresas quebradas para que absorbieran las ganancias de sus compañías prósperas y así poder eludir impuestos. Son las empresas zombis, investigadas por los periodistas Juan Andrés Guzmán y Jorge Rojas. Una oscura trama en la que participaron la familia Luksic, el grupo Penta de Carlos Alberto Délano, Falabella y hasta el candidato presidencial Sebastián Piñera.

Piñera, pionero de los empresarios zombis

Autor: Daniel Labbé Yáñez

Era la época de oro de la economía chilena. Eran los años noventa. Recién se había salido de la dictadura y el Producto Interno Bruto (PIB) se expandía. El promedio de crecimiento entre 1990 y 1998 era de un 7,1% anual, alcanzando algunos años sobre el diez por ciento. Había bonanza y las grandes empresas ganaban a manos llenas. Pero la prosperidad en las ganancias no se reflejaba al momento de tributar. Empresas muy prósperas como Falabella, Johnson’s o las del grupo Luksic aparecían al final de año con números rojos.

Una estrategia contable muy bien urdida estaba operando. Se trataba de lo que los periodistas Jorge Rojas y Juan Andrés Guzmán llaman las ‘empresas zombis’: La elite empresarial compraba empresas quebradas de la crisis económica de 1982, con grandes deudas, sin sede física ni trabajadores ni sueldos por pagar, es decir, sólo papeles y a través de complejas manipulaciones tributarias las fusionaban a sus empresas que sí funcionaban para que absorbieran las ganancias de éstas. Sebastián Piñera, el grupo Luksic, Carlos Alberto Délano y otros empresarios aprovecharon esta farsa tributaria para eludir grandes sumas de impuestos. Hasta el momento se sabe que 72 empresas abusaron de este tipo de prácticas, lo que significaría, a juicio de los autores, “la mayor elusión tributaria de la historia”.

La investigación originó el libro Empresarios Zombis, editado por Catalonia y cuya primera edición se agotó en pocas semanas.

No hay certeza de cuánto dinero dejaron de pagar todos quienes abusaron de la estrategia zombi.

Un recuento realizado por el Servicio de Impuestos Internos en 2007, que consideró apenas a 47 grandes firmas, consiguió calcular un monto de 1 billón y 36 mil millones de pesos que intentaron eludir. La cifra en números es de $1.036.070.209.607.

Para hacerse una idea de la cifra: equivale a más de dos tercios del presupuesto del Minvu para política habitacional entre los años 2007 y 2010 (1 billón 694 mil millones de pesos); o casi la mitad del costo para el fisco de la gratuidad universal en educación (2 billones 326 mil); o lo que cuesta la renovación y construcción de 14 hospitales en 2015 (1 billón 623 mil millones de pesos).

Jorge Rojas

Conversamos con el periodista Jorge Rojas, quien además fue ganador del Premio Periodismo de Excelencia en 2013, quien nos cuenta cómo funcionó esta estrategia de elusión y la complicidad de una verdadera industria de defensa de la riqueza.

¿Cómo surgió esta investigación?

Es una historia anterior a la publicación del libro. Es tributario de dos investigaciones periodísticas, una mía que hice en 2012 y la otra del periodista Juan Andrés Guzmán, de Ciper. La idea era un libro más amplio, pero que acotamos a estas estrategias elusivas. Comenzamos con una serie de artículos, publicados a partir de marzo de 2012. El tema fue del empresario Javier Vial, que en la década de los ochenta poseía una de las grandes fortunas del país.

¿Cuál es el origen de las empresas zombis?

Ocurre con la crisis de 1982, cuando quiebran varias empresas y bancos. Se prestaban plata entre ellas y formaban parte de una bicicleta financiera, como las del grupo Cruzat-Larraín (BHC). A fines de ese año esas empresas quebradas comienzan a liquidarse. Como estas empresas no tenían ni bienes ni trabajadores quedan con una contabilidad stand by.

¿Pero quedan con deudas?

Quedan con deudas relacionadas porque lo que hacían estas empresas era prestarse plata entre ellas. Fueron a comisiones liquidadoras, se liquidaron los activos y los papeles quedan guardados. Sólo papeles que registraban contabilidades. Pero desde 1992 estas empresas con pérdidas tributarias, que habían quedado con deudas, aparecen siendo compradas por otras más grandes. Desempolvan su contabilidad y se aplicó corrección monetaria. Habían acumulado gran cantidad de pérdidas. Pero no eran más que papeles. No eran más que eso. Al ser absorbidas por las más grandes esa pérdida tributaria sirvió para que esas empresas pudieran descontar impuestos a través de fórmulas elaboradas por abogados tributaristas.

¿Cuándo el SII se da cuenta?

En 2001 el Servicio de Impuestos Internos (SII) comienza a investigar estas prácticas al darse cuenta que hay una merma en la recaudación. Varios grupos económicos empiezan a decir que tienen pérdidas en sus empresas más productivas, lo que alerta a los fiscalizadores de impuestos. Empiezan a investigar qué sucede: ¿Por qué estas empresas reportan pérdidas cuando la economía crece? Hay que comprender el contexto. Era la época de oro de la economía chilena. Uno podría esperar que esos números rojos se correspondan con crisis económicas, pero no era el caso.

¿Es decir que la fórmula había pasado piola los años anteriores?

Ese año los del SII se encuentran así con esta estrategia elusiva. No es que comenzara en 2001, llevaba diez años y recién en 2004 se dan cuenta los agentes de impuestos. Y era que estaba bien diseñada por los abogados tributaristas, apegándose al filo de la ley. Claro que eso significó un gran costo social porque pese a las grandes utilidades que esas empresas tenían, no estaban tributando. La plata que debían pagar en impuestos desaparecía ante los ojos del SII.

¿Habrán sido sólo 73 las empresas que abusaron de esa práctica?

Ese número está dado por las 73 grandes compañías investigadas. De seguro hay varias más que recurrieron a esa estrategia.

¿Por qué denominan a Sebastián Piñera como el rey zombi?

Partimos el libro con Sebastián Piñera porque dentro de sus negocios compró 4 empresas zombis. La más importante es una empresa comprada en 1995 a la Comisión Progresa, que acaba convirtiéndose en Bancard. Era la Compañía de Industrias y Desarrollo de Cruzat Larraín y que absorbió gran parte de las propiedades que Piñera tenía en los noventa. Le permitió eludir 39 mil millones de pesos en utilidades. Además, Piñera y sus hijos hicieron retiros en exceso por 90 mil millones y no hay antecedentes de que hayan pagado impuestos por esos montos. Piñera ocupó otra empresa zombi, Inversiones COIA, que dice que tenía más de cien años y fue rebautizada como Axxion. La ocupa para vender LAN al Grupo Bethia, de la dueña de Falabella.

¿Qué papel desempeña la Comisión Progresa?

Fue una comisión de acreedores bancarios que se formó para recuperar el dinero que se había perdido con la crisis de estas empresas en la crisis de 1982. La comisión actuó como liquidadores: vendían las máquinas, lo que se podía producir, enajenaban los edificios que tenían las empresas hasta dejar sólo el nombre de la empresa en papeles.

¿A qué llaman en el libro la industria de la defensa de la riqueza?

A los abogados tributaristas que diseñan la mayoría de estas estrategias elusivas. Se les ocurrió que estos papeles con pérdidas tenían también algún valor. Así la Comisión Progresa cuando ya no le queda nada más que vender, empieza a vender sociedades que sólo tenían pérdidas.

En el libro mencionan que en 1994 había todo un mercado cimentado sobre las empresas zombis.

Se vendían estas empresas por los diarios, como después pasaba con las universidades privadas. Había un mercado muy pujante de empresas en pérdida porque Chile estaba creciendo mucho. Como había muchas utilidades que debían tributar, encontraron estos subterfugios para no pagar los impuestos que tenían que pagar.

Piñera se defendió diciendo que eran empresas compradas al fisco.

Cuando Sebastián Piñera fue abordado en Tolerancia Cero dijo que estas empresas eran legítimamente comprables porque estaba detrás el fisco vendiendo estas empresas. Eso es falso: el fisco no vendía estas empresas, sino que los acreedores bancarios. El fisco intervino los bancos, pero no era plata que iba al fisco. Es una ficción que se inventa para normalizar estas ventas. Son negocios entre privados. Y se venden como se venden las cosas en Chile.

Hoy en Chile el 1% más rico concentra el 35% de la riqueza del país. ¿Qué vínculos se pueden establecer entre esta elusión tributaria y la desigualdad?

Nosotros hacemos hincapié en que esto no sólo es una elusión tributaria. No es que los empresarios no dejaron de pagar impuestos al SII. Hacemos hincapié en que el problema de esto es que concentra la riqueza y aumenta la desigualdad. Al dejar de pagar esos impuestos muchos programas sociales no pudieron financiarse, así como la construcción de escuelas y hospitales.

¿Y dónde se fue esa plata?

Hicimos dos seguimientos sobre qué hicieron con esa plata. El grupo Penta compró una empresa zombi en 2000, Río Teno S.A., que sólo acarreaba pérdidas, pocos días antes de vender sus acciones del Banco de Chile a la familia Luksic. Equivalía al 16% de la propiedad del banco. A Penta le entra mucho dinero. Así de un día para otro hace desaparecer la plata de la ganancia a los ojos del SII. Esto despertó sospechas y el SII logró recuperar alrededor de 5.778 millones de pesos. Es de los que más terminan pagando.

¿Y la familia Luksic?

Piñera es pionero en empresas zombies, entró en los 90. Luksic es tardío. En 2000 compran la Sociedad de Inversiones San Francisco, del empresario Javier Vial. Quiñenco compra San Francisco al grupo Vial y la mantiene por un año sin ningún movimiento. Cuando deciden comprar las acciones del Banco de Chile fusionan su empresa zombie con Hidrosur, a través de la que manejaban Entel para hacer desaparecer los impuestos que debían pagar por la venta del 12,5% de dicha compañía telefónica. La operación les permitió tener mayor liquidez para pagar la deuda por la compra del Banco de Chile.

Esto lo descubre el SII, pero ¿cuántos impuestos terminan pagando los Luksic?

El SII calculó en 2004 en 9 mil millones de pesos la elusión de Quiñenco, pero la prescripción permitió que terminaran pagando apenas 163 millones. Se ahorraron el 98% de lo que debían pagar.

Un tema no menor es el de los abogados tributaristas que idean y sondean estas artimañas para eludir impuestos.

Nosotros creemos importante dar luz a estos personajes, por eso hablamos de una industria de defensa de la riqueza. Constantemente escanean la ley para encontrar vacíos. Si bien es algo legal, demuestra un profundo problema ético y social. La plata que no llega al fisco, termina en los bolsillos de unos pocos y concentra la riqueza. Estos abogados tributaristas están creando máquinas para evadir la ley. No es encontrarse un forado en la ley, sino que equipos profesionales que se dedican a hallar estos agujeros. No pagar impuestos genera un costo social muy grande. Y esto lo debiera tener muy claro alguien que es candidato a presidente de la República.

Lo que relatan en el libro es de debate público, sobre todo considerando que uno de los principales implicados es quien obtuvo más votos en la reciente elección presidencial. Respecto de la cobertura de esta investigación, ¿te ha entrevistado LUN?

No.

¿Y La Tercera?

No.

¿El Mercurio?

No. La Segunda publicó algo tras el debate presidencial.

¿Canal 13?

No.

¿Ahora Noticias de Mega?

No.

¿Censura o invisibilización?

… No sé qué motivaciones hay detrás. Lo desconozco. Tal vez no les interese ponerlo en pauta.

Por Mauricio Becerra Rebolledo / Foto: Alejandro Olivares

*Entrevista publicada en la edición 219 de la revista El Ciudadano.


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