Politólogo Jaime Pastor: «Debemos salir de la crisis económica y social junto al colapso sanitario producido por las políticas desarrolladas por el PP»

El académico español hace un análisis en torno a la reforma laboral propuesta por el PSOE y lo difícil que se ha hecho llevarla a cabo en un escenario de pandemia y problemas de gobernabilidad para Pedro Sánchez en España

Politólogo Jaime Pastor: «Debemos salir de la crisis económica y social junto al colapso sanitario producido por las políticas desarrolladas por el PP»

Autor: Sofia Belandria

En España, baja la presión sanitaria y sube la tensión política. Mientras el Gobierno ha tenido que buscar alianzas con diversos grupos parlamentarios para extender el estado de alarma y garantizar la protección social, Vox y el Partido Popular recuperan terreno en las calles.

Poco a poco España retorna a la normalidad, esa «normalidad» marcada por el alto voltaje en el debate político.

El Gobierno no solo se enfrenta a la crisis económica y social que ha dejado el coronavirus, sino que también debe garantizar la estabilidad política con un parlamento compuesto por 16 partidos (el más diverso de la historia democrática), donde no es mayoría y donde cada decisión que se somete a debate va acompañada de maratónicas negociaciones y fuertes tensiones, un escenario complejo en donde también juegan su papel los empresarios y grandes sindicatos.    

Jaime Pastor, politólogo, profesor de Ciencias políticas de la UNED y editor de la revista Viento Sur conversa sobre la actual coyuntura política en España

Pablo Casado ha dicho que el presidente Pedro Sánchez anda como «pollo sin cabeza cambiando de socios y de estrategia». Desde el Gobierno dicen que el PP y otros partidos de izquierda los han dejado solos en la protección de la población en medio de la pandemia. ¿Cómo ve usted la situación?

—Veo la situación como en una relativa crisis de gobernabilidad por parte de Pedro Sánchez.

Él que sabe que sus apoyos son muy frágiles y, por lo tanto, se ve obligado a iniciar lo que se llama una geometría variable, es decir, que ha tenido que atraer al partido Ciudadanos y, por otro lado, tratar de atraer otras fuerzas soberanistas, teniendo en cuenta que Esquerra Republicana de Catalunya les ha fallado esta vez. En todo caso, refleja eso, que la prolongación del estado de alarma y la misma presión que sufre el Partido Popular por parte de Vox o la que sufre Esquerra Republicana por parte de Junts per Catalunya y la CUP, hace que cada vez le sea más difícil garantizarse una mayoría parlamentaria para poder prorrogar el estado de alarma. Esto es un anuncio de la mayor crisis de gobernabilidad que habrá a partir de septiembre, otoño, cuando se debatan los nuevos Presupuestos Generales del Estado. Es muy incierto el futuro del Gobierno.

¿Es un buen o mal síntoma que el PSOE esté dispuesto a negociar con cualquiera para sacar adelante cada decisión y garantizar la gobernabilidad?

—Depende de con quién quiera negociar. Lo lógico sería que negociara con las fuerzas de izquierda que le ayudaron a formar el Gobierno y eso significaría negociar unos presupuestos y unas políticas que cumplan esa promesa de que nadie se quede atrás.

Por lo tanto, tiene que ser un programa, unas políticas y unos presupuestos que realmente sean de emergencia social, que respondan a la situación de mayor pauperización y desigualdad que se va a dar porque va a haber una crisis económica muy grave y los efectos sociales pueden ser bastante altos y preocupantes. Entonces, el Ingreso Mínimo Vital puede ser una medida caritativa a corto plazo, pero luego vamos a ver que no solo tienen que negociar con las fuerzas de izquierda, sino a nivel europeo. Es decir, va a estar muy condicionado a lo que se logre en la eurozona, teniendo en cuenta que hay división entre los países del norte, que por un lado está el acuerdo Macron-Merkel, pero por otro lado están los países del norte que, muchos de ellos, están en contra de una política de ayuda sin condiciones. Va a ser un reto muy gordo: si se cede a las políticas de ajustes estructurales que le pueden venir de la Unión Europea a cambio de las ayudas o, por el contrario, dice que no se va a repetir la historia de 2008. 

Esta previsto que esta semana se apruebe el Ingreso Mínimo Vital. La oposición lo ha criticado calificándolo de «paguita». La gente que lo necesita lo ve como un respiro ¿qué opina usted de esta medida?

—Es una medida de asistencia social en una situación de emergencia a los sectores más pobres.

Pienso que la cantidad sigue siendo baja en relación con lo que necesitarían, pero es una medida caritativa, asistencial justificada. Lo que habría que hacer es pedir más. La derecha lo que hace es cuestionar que se de esa ayuda y al mismo tiempo está cuestionando y rechazando cualquier subida de impuestos a las grandes fortunas porque, claro, el gran reto que tiene este Gobierno es que no se puede aumentar el gasto social en la cantidad que se necesita sin un aumento de los ingresos y, claro, los ingresos necesitan una reforma fiscal progresiva. 

Desde que se conformó el Gobierno de coalición se señalan dos fuerzas internas: la de ministra de Economía Nadia Calviño vs la de Unidas Podemos. El presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Antonio Garamendi, dice que Calviño es «una cabeza sensata», a la vez que ha dicho que en el Gobierno «no son conscientes de lo que están hablando porque, en muchos casos, algunos no han visto una empresa en su vida» ¿Qué peso tiene la CEOE en el Gobierno?

—El peso fundamental lo tiene Nadia Calviño más que la CEOE porque Nadia Calviño viene de la tecnocracia de la Unión Europea, es, de alguna manera, como le ha llamado un periodista: la dama de negro.

Es decir, no hace falta que la eurozona envíe hombres de negro como pasó en 2008 y como pasó con Grecia, porque ya hay dentro del Gobierno una persona tan representativa como Nadia Calviño que, de alguna manera, es la portavoz de esa tecnocracia de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo.

Obviamente la CEOE está con ellos. Entonces, se ha visto con la crisis de la reforma laboral que finalmente Pedro Sánchez ha cedido ante la presión de Nadia Calviño más que a la presión de la CEOE porque, de alguna manera, eso ha sido una pataleta un poco excesiva, pero hemos visto que desgraciadamente ha salido reforzado ese sector más obediente de las directrices que vienen del mundo empresarial.    

Como usted señala, la semana pasada la ministra Calviño forzó una rectificación del Gobierno, que a cambio de la abstención de EH Bildu aceptó derogar de forma íntegra la reforma laboral heredada de Rajoy. ¿Cree que con este equilibrio de fuerzas se podrá avanzar en otras cuestiones de mayor calado como el impuesto a las grandes fortunas que Podemos ha puesto sobre la mesa?

—Salvo que haya una mayor presión social desde los movimientos sociales y sindicatos para una política fiscal progresiva para ese impuesto a las grandes fortunas, lo que se ha llamado Tasa Covid.

Si no hay una presión social en los próximos meses, me temo que a la presión a la que va a ceder el Gobierno de Pedro Sánchez será a la de la tecnocracia europea y de la CEOE, por lo tanto, no soy optimista en ese sentido porque incluso los sindicatos mayoritarios, desde mi punto de vista, han reaccionado de una forma un poco corporativa diciendo que no se les había consultado a ellos, cuando por encima de eso estaba la voluntad de bajar una reforma laboral, que claro, una vez pasado el estado de alarma puede ser la coartada para una enorme cantidad de despidos con una indemnización muy baja. Si no hay presión social van a ganar los sectores empresariales y de la Unión Europea.

Mientras el Gobierno intenta salir de esta crisis y mantener a los socios de investidura, Vox y el PP toman terreno, al menos en las calles. Este 23 de mayo se les vio protestar, no solo pidiendo la dimisión del Gobierno, sino ondeando banderas del franquismo, gritar Viva Franco, muerte a los comunistas. ¿Hay algún riesgo detrás de estas manifestaciones o son simplemente una expresión normal en una democracia?

—Es peligroso porque es una extrema derecha que practica un discurso de odio contra los más vulnerables de la sociedad, con un discurso que evidentemente tiene poca racionalidad detrás porque el Gobierno actual, desde luego, no está tomando ninguna política comunista.

Es peligroso porque pueden provocar la confrontación en las calles y la violencia. Por lo tanto, hace falta una respuesta, como se está dando, de apoyo a los sectores más vulnerables y poner, por encima de todo, la cuestión sanitaria. Estamos viendo que, afortunadamente, hay una respuesta que pone en el centro las cuestiones sanitarias, materiales y no un discurso individualista, insolidario como el que promueve Vox, que incluso está en contra de cualquier impuesto a las grandes fortunas. Ni siquiera su presunto discurso populista tiene que ver con asumir una política fiscal necesaria para salir del desastre social en el que se pueden encontrar millones de personas.

Las manifestaciones de Vox son protagonizadas, en su mayoría, por las clases más adineradas y poderosas del país, pero también se ve a gente clase media e incluso pobres, que hoy mantienen su vivienda y cubren sus necesidades básicas gracias al llamado Escudo Social que ha desplegado el Gobierno. ¿Cómo se entiende eso? ¿Por qué sucede?

—Eso es comprensible. No son el sector mayoritario, pero sí es cierto que hay sectores que, desgraciadamente, ante las limitaciones de la política social que puede haber en el Gobierno o por esa percepción que difunden los medios de comunicación próximos a la extrema derecha o que se difunde por las redes sociales, pues creen que hay un verdadero riesgo de régimen totalitario, dictatorial, que busca la ruptura de España, entonces, ellos ponen por delante otras ideas-fuerza por encima de su propia diferencias respecto a esos sectores que protagonizan la protesta.

Los dirigentes de Vox proceden de las familias más ricas de sectores que se enriquecieron bajo el franquismo. Entonces claro, no ven esto o no quieren ver esto y en cambio si ven en primer plano otras amenazas como el pacto de Bildu y esa amenaza con la ruptura de España con las banderas en los balcones y en las calles, cuando no se trata de esto, de lo que se trata es de salir de la crisis económica y social y del enorme colapso sanitario que se ha producido precisamente por las políticas que ha desarrollado el PP y que Vox no ha cuestionado en ningún momento porque proceden de ese mismo partido.

¿Qué papel está jugando el Partido Popular?

—Creo que lo que hay es una preocupación fundamental por parte del PP por recuperar votantes de Vox, exvotantes del PP que se pasaron a Vox. Entonces miran más a su derecha que a su centro.

Dependiendo de cuál sea la evolución de Ciudadanos, que también puede ser una competencia y arrastrar a votantes del PP, quizás más adelante Pablo Casado se tendrá que replantear la estrategia y ahora mismo priorizan la táctica beligerante frente al Gobierno para recuperar votantes de Vox. Aquí estamos ante dirigentes, como Pedro Sánchez, que no tienen convicciones, sino que se mueven por la lógica de la competencia electoral. Entonces, la lógica de la competencia electoral del PP está ahora a la derecha, pero en el futuro puede equilibrarse en función de lo que le digan los sondeos y de la posible recuperación que pueda tener Ciudadanos y también, obviamente, qué política vaya a desarrollar Pedro Sánchez si logra estabilizar su alianza con Ciudadanos y se aleja de Esquerra Republicana de Catalunya, aunque eso también puede generar tensiones dentro del propio Gobierno de coalición. Yo creo que en caso del PP hay que hablar más de táctica que de estrategia de derechización progresiva.

En España el bipartidismo se acabó y esta legislación tiene el Congreso de los Diputados con mayor pluralidad política. Es una victoria de la democracia, pero cada mínima decisión es una batalla que conlleva negociaciones y grandes tensiones. ¿Es sostenible la gobernabilidad así? ¿Qué futuro le ve al Gobierno?

—No, no es sostenible. Si ya tenemos un contexto de crisis entrecruzada: sanitaria, económica, ecológica, social, pues evidentemente a eso se va a sumar una crisis política. Es decir, hay una crisis de régimen, hay una crisis de estabilidad parlamentaria y al mismo tiempo hay una imposibilidad de reforma constitucional dentro de esa fragmentación del Parlamento e intereses contrapuestos.

Por lo tanto, habrá que acostumbrarse que la presunta nueva normalidad no va a ser una mayor estabilidad política ni una mayor gobernabilidad, sino al contrario, la continuación de una crisis de régimen y con un bloqueo a medio plazo para superarla, por lo tanto, vamos a vivir en ese contexto, que no es particular de España. Se manifiesta más claramente acá, pero quitando Portugal, en Francia Macron acaba de perder la mayoría dentro del Parlamento, en Alemania está el ascenso de la extrema derecha, en fin, yo creo que esto es un fenómeno general, pero es verdad que en el caso español por la pérdida creciente de centralidad de los dos grandes partidos y por esas particularidades nacionales-regionales, pues se manifiesta con mayor gravedad.

Cortesía de Sputnik

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