A pesar de lo que se puede llegar a pensar, el realismo en la literatura puede derivar en relatos que ponen en juego y corren las barreras de la realidad misma. La literatura sudamericana sabe mucho de eso y uno de los últimos ejemplos puede encontrarse en Siempre empuja todo (Eterna Cadencia, 2018) del autor trasandino Salvador Biedma.
Allí, un pueblo costero chico como Coronel Frías (provincia de Buenos Aires) da lugar a una historia donde todo puede llegar a pasar pese a las limitaciones propias del lugar e incluso de sus personajes. De esta manera, Rubén, un jubilado solitario y viudo, decide volver a la localidad que sirvió de escenario de numerosas vacaciones familiares, dando lugar a una historia donde realidad, deseo y los laberintos de la psiquis se entrecruzan para tratar temas como la violencia de género, la soledad y la vejez.
— ¿Cómo surgió la idea de Siempre empuja todo? Sobre todo teniendo en cuenta que al principio parece una novela costumbrista y dispara para otro lado.
— De donde surge todo es de pensar el lugar, no de otra cosa. Antes había escrito Además el tiempo, que transcurría en una localidad de la provincia de Buenos Aires y la idea era seguir con un balneario también de provincia de Buenos Aires. Fue el lugar el que definió la trama. La editora me dijo algo similar a vos, pero no fue una búsqueda deliberada, aunque me gusta que se haya dado así. Para mí es la historia de alguien que llega al lugar que no es el suyo y es lógico que eso se termine tornando raro, me parece.
— Es interesante que esa transición en la novela se da en medio del texto, sin necesidad de una separación más formal como un capítulo. Ahí también entra esa suerte de psicosis que muestra el protagonista.
— En las novelas, que es el terreno que yo manejo, los personajes tienen su lógica propia y se escapan a lo que vos decidas. Como soy un poco lerdo para escribir, me olvido de momentos del proceso de escritura. Sí estaba claro la importancia de la música en la historia y la presencia de una adolescente para que haya algún acercamiento con Rubén. Después, que aparezca una fantasía de violación, no estaba claro al principio.
— ¿Qué desafíos te planteó a vos narrar a un personaje como Rubén?
— No sé si sería “psicosis” lo que sufre Rubén, al menos en términos psiquiátricos, sí hay una fantasía. Eso se mezcla con la confusión que se genera con la vejez y el estar solo en un lugar que no es el suyo. Sin el hijo, al ser viudo, no hay una red de contención. Sí te puedo decir que hubo momentos de la escritura en los que terminé temblando, no fue algo fácil de escribir. Es un tema muy complejo y mi intención es aportar algo más que ayude a plantear el tema sobre la mesa.
— En ese sentido, ¿cómo te preparaste para tocar un tema como la violencia de género en el contexto tan delicado que se vive en la actualidad?
— Es un tema de mucha sensibilidad en cualquier momento. Fue difícil porque soy un varón, aunque en un punto eso no debería ser un problema: soy blanco y estoy en contra del racismo, tuve una educación católica -por más que ahora sea ateo- y estoy en contra del nazismo. Sin embargo, hay muchas cosas que están a flor de piel y se están modificando constantemente. Siento que Siempre empuja todo se escapa de ciertos parámetros, como el vínculo que uno a los protagonistas. En la narrativa, en mi opinión, queda todo claro sin la necesidad de bajar línea. Nadie puede leer este libro y pensar que uno esté a favor de algo así. Si yo pudiera, me encantaría escribir sobre un caso como el de Romina Tejerina, de los que hay miles, pero no sé si podría.
— Teniendo en cuenta tu carácter de escritor, pero también de periodista y librero, ¿notás que hay una mayor demanda del público lector hacia libros que traten la problemática de la violencia de género?
—Sí sucede que muchas mujeres jóvenes vienen a buscar bibliografía sobre feminismo, no sé si tanto ficción. O al menos no se plantea así. Pero autoras Judith Butler, Chimamanda Ngozi Adichie, Virginie Despentes o Luciana Peker se piden mucho. En poesía sí sucede que se busca más poetas feministas.
— A la hora de escribir, ¿tenés alguna rutina o mecanismo?
— Para escribir narrativa, sobre todo novela, me parece fundamental escribir con regularidad. Eso te ayuda a tener la historia en la cabeza. Yo siempre escribo a la mañana, después de leer el diario. Yo tengo cierta tendencia a un lenguaje enrevesado, y leer noticias, que están escritas obligatoriamente pare que se entiendan, me ayuda a evitar irme a esos lugares.
— Por último, para alguien que da sus primeros pasos en literatura, ¿podrías darle algún consejo?
— Tengo en claro que no soy nadie para dar consejos, en primer lugar. De todas formas, creo que hay tres cosas fundamentales: leer mucho, escribir todo lo que se pueda y tener paciencia. Eso implica no apurarse para publicar, no hay ninguna carrera contra nadie. Todo es una suerte de ensayo para algo posterior. Está bien que haya cosas que no se publiquen. Por ejemplo, las dos primeras novelas que escribí quedaron en un cajón, por suerte. Uno hace un montón de búsquedas y hay que saber esperar.