Académico; historiador del arte; experto en estética, filosofía oriental y cultura mapuche; musicólogo y compositor formado en Francia y uno de los grandes integradores de la música popular chilena en el ámbito docto, gracias a su decisivo encuentro con Violeta Parra, Gastón Soublette es un compendio de múltiples saberes, que transmite a sus alumnos-discípulos, bajo una cosmovisión que apunta a recomponer «el sentido trascendente de la vida».
Un maestro que, sin abandonar jamás su cruzada por el rescate de las raíces y los valores culturales, no oculta su desolación ante el materialismo y la pobreza espiritual del Chile actual. El gran problema, afirma, es que «no hay alguien, como Vicuña Mackenna, que tenga clara la verdadera función de la cultura, que es la de crear personas con discernimiento». Algo que, por cierto, «no le interesa a ningún poder».
Vi por primera vez a Gastón Soublette una tarde en los años ochenta, con su largo pelo oscuro vistiendo una manta mapuche y tocando la trutruca en uno de los antiguos patios del Campus Oriente de la Universidad Católica.
La figura alta y delgada, los jeans y la casaca, la melena y la barba completamente emblanquecidas, conservan y proyectan el aura chamánica del profesor. Y no es un puro asunto de imagen. Soublette es efectivamente, un sabio de la tribu en tiempos modernos.
– ¿Cómo se articulan en su persona las áreas tan diversas en las que se desempeña?
-Es una pregunta que se responde a posteriori y que yo me he demorado mucho tiempo en responder. Y creo que el hilo conductor es la Fe. En todo lo que he hecho he intentado buscar el sentido trascendente de la vida y de la cultura. Por ejemplo, si estudio la simbología del cine, busco en ella una temática que tenga que ver con la espiritualidad del hombre, recién terminé un estudio sobre las sinfonías de Mahller, y también busqué ahí la mística y su relación con la tradición bíblica.
– ¿La dialéctica, que en la filosofía oriental se expresa en el el yin y el yang, cree que se da constantemente en la historia? ¿Qué ejemplos puede señalar en la historia de Chile?
-Tal vez es más fácil partir por la historia universal. La primera Edad Media, la época Carolingia, fue tremendamente machista, hubo un abuso del yang, la cultura se corrompió por la dominación excesiva del hombre sobre la mujer. La mujer estaba reducida a nada. Entonces la iglesia hizo una maniobra maravillosa. Levantó a la Virgen María, introduciendo lo femenino y materno, lo que produjo un cambio social increible. Vino la época caballeresca, en la segunda mitad del siglo doce y todo el trece, en donde la mujer es la reina de la sociedad, a la cual se le rinde pleitesía. Viene una especie de primavera, las catedrales góticas son consagradas a María, Nuestra Señora; aparecen las grandes damas; se desarrolla la figura femenina y se equilibria la balanza del yin y el yang.
Otro ejemplo se da con Napoleón en el siglo XIX. El domina Europa durante veinticinco años imponiendo el ideal guerrero y ahogando el desarrollo cultural, suprime la cátedra de filosofía en la Universidad de París para eliminar el sentido crítico, a los escritores los echa del país, los manda a Alemania, Inglaterra. Al morir Napoleón surge el romanticismo, que viene impregnado de yin, de lo dulce, del ensueño. Aparece Chopin, Lizt, ese mundo de los salones. En Chile, la época de Pinochet fue una época abusiva de lo machista, de la fuerza, del yang. Pero con la llegada de la democracia aún no se vé el complemento romántico, la reacción de la sociedad chilena.
–¿Cómo se vincula con la música popular chilena?
-Por Violeta Parra. Ella apareció en la Radio Chilena cuando yo era director de programas y nos hicimos amigos y ella me enseñó el valor de la tradición popular poética y musical y lo encontré muy atrayente. Yo no sabía que había canto a lo divino, canto a lo humano, el uso de la décima para comentar la vida cotidiana, ella me abrió a ese mundo…
– ¿Y qué lo motiva a llevar esta música popular al ámbito llamado «docto» a través de la composición?
-Romper el mito de la jerarquía, de que la cultura de la burguesía es superior a la cultura del pueblo. Y hay mucho compositores como Beethoven, que ya lo han hecho. Mahler prácticamente incorporó la música popular vienesa en la sinfonía. Estas personas hicieron este trabajo, se dieron cuenta del valor de lo popular…
– ¿Considera que la cultura popular ha sido despreciada en Chile?
-Absolutamente. El estamento culto de principios del siglo XX consideraba que lo popular no tenía ningún valor. Son escasas las personas que se interesaron por conocerlo. Vicuña Mackenna, Julio Vicuña Cifuentes, que hizo la primera recopilación de romances españoles vigentes en la tradición popular. La crítica de El Mercurio decía que perdía el tiempo ocupándose de la cultura del vulgo. Lo que hizo fue un aporte maravilloso.
– ¿Cree que se está dando una mayor valorización de la cultura popular hoy en día?
-Hay gente que ha hecho mucho. Como Fidel Sepúlveda. A sus «Semanas del Folclor» que organiza en el mes de enero vienen profesores de todas las provincias y él enseña a ver el valor de la cultura popular.
Identidad: masonería y tradición mapuche
-Hay una parte importante de su trabajo que tiene que ver con la iconografía, la simbología patria, con los emblemas. Cuando los familiares de detenidos desparecidos devolvieron recientemente al museo histórico la bandera chilena sobre la cual O’Higgins juró la independencia, la que había sido sacada por militantes del MIR, usted hizo algunas declaraciones. ¿Qué representa simbólicamente para usted este hecho?
-La dictadura le mató el alma a Chile y esto debió graficarse en un acto que fue la sutracción de esta bandera sobre la que se selló la independencia del país. Con la vuelta a la democracia, aunque sea nominal, la bandera se devuelve, en un gesto de esperanza de recuperar lo perdido. De que la identidad de Chile reaparezca de alguna forma. El Centenario de Neruda o el Bicentenario, pueden ser buenos pretextos. La devolución simboliza un proceso de recuperación del alma de Chile.
-Retomando lo simbólico, hay otro aspecto en esta bandera de la jura de O’Higgins. Su estrella tiene en el centro un asterisco de ocho puntas…
-O’Higgins dijo que la estrella era la estrella de Arauco, pero sabemos que ésta tiene 8 puntas y no cinco. Esta estrella es en realidad el pentágono de Pitágoras y el asterisco es la simplificación de la estrella de Arauco. Entonces, lo que hizo O’Higgins fue sintetizar la tradición mapuche y la tradición hermética europea de la masonería, representada en la estrella de cinco puntas. Y esto es muy importante, porque él encarna esta síntesis. El padre de la patria se educó en un colegio mapuche, en donde iban los hijos de los caciques, y aprendió el mapudungún antes que el castellano y el primer deporte que practicó fue la chueca y no el football inglés y las primeras historias de héroes que escuchó fueron las de los grandes caciques mapuches.
-Y en cuanto a la masonería, ¿cuáles cree que han sido los pro y los contra de su influencia a través de los héroes de la independencia en América?
-Bueno, la masonería está en la base de la revolución Francesa y esta es la matriz de las revoluciones en América. Lo positivo es la concepción libertaria del hombre, la invención de la democracia. Los padres de la patria siguieron por un lado esta tradición masónica, hermética, laica y por otro lado la escuela estratégica de Napoleón. Y estos señores que no estaban de acuerdo con la tradición católica fueron los que concibieron una sociedad libertaria.
-Usted es uno de quienes más ha estudiado los simbolismos mapuches. Usted ha estudiado, por ejemplo, el significado de los dibujos del Kultrún y sorprende que en ellos esté presente la swástica. ¿De dónde viene?
-Es un símbolo universal, lo tienen los vascos, los hindúes, los germanos, los celtas. Es una cruz con aspas curvas o cuadrangulares que giran, a veces a la derecha y a veces a la izquierda. Hitler las hizo a la izquierda, porque él usó el camino de la mano izquierda, el camino demoníaco. Es un camino contrario a la virtud. El que es capaz de las peores aberraciones llega a la misma meta que el santo, a la purificación. Para los nazis el holocausto es una obra de arte.
La swástica de los mapuches tiene aspas curvas, que van hacia la derecha y representa al sol y se alterna con la luna y con el planeta venus. Está presente en dos de los cuadrantes en los que se divide la membrana del kultrún y en los otros dos están la luna y la estrella de la mañana. O a veces está en los cuatro cuadrantes, representando a las cuatro estaciones, las que están determinadas por la inclinación del sol.
Culturas originarias: lejos de la integración
– ¿Siente que se está avanzando en la comprensión de las culturas originarias y en su integración o sólo hay discursos de tolerancia y diversidad políticamente correctos?
-En Chile aún se cree que la condición indígena es una carencia, estamos lejos de valorar la cultura de las minorias étnicas, como ocurre en países más desarrollados, como Francia.
– ¿Cree que es posible un futuro en donde se valore la medicina autóctona, su religiosidad, su concepto ecológico como respuestas a los problemas que hoy nos aquejan?
-Ese camino existe y la juventud es muy sensible a él. Cuando uno dice que la medicina y los rituales mapuches pueden ser más efectivos que la medicina oficial halópata, no encuentra ningún obstáculo en los alumnos, que están abiertos a aceptar algo así. Pero de allí a que exista una real apertura a nivel oficial lo veo difícil. Pero tiene que llegar, lentamente, con mucho esfuerzo y sufrimiento, pero tiene que llegar.
– Usted es un gran conocedor de la cultura mapuche, ¿Cuáles cree que son los principales mitos que existen en torno a ellos?
-Que son atrasados, que hay que civilizarla, que tienen una lengua pobre, que no saben escribir, que no saben multiplicar. Se cree que es un atraso el hecho de que no tengan escritura y se desconoce la importancia de las culturas orales, que ejercieron universalmente una influencia enorme antes de la invención de la escritura; la lengua latina, germánica, por ejemplo. Eso lo tienen claro en Europa.
El Mapudungún tiene 4.000 palabras frente a las 30.000 del castellano. Entonces se cree que por eso es una lengua inferior. Entonces el chileno aún no ha superado esa limitación de su propia cultura, es muy rasca como darse cuenta del valor de la cultura oral y del mapudungún. En cambio quienes estudiaron a fondo la lengua mapuche, como Félix de Augusta o el padre Havestaat consideraron que era una de las lenguas conceptualmente más ricas del mundo. Por ejemplo, cuando ellos dicen «una muchacha virgen», que así lo traducimos nosotros, lo que ellos expresan es «la que debe ser teñida por un gran hombre». Es notable. Por ejemplo, Wen Tru, que quiere decir «hombre» es «el que fue lanzado al cielo», es un hijo de la materia con una misión espiritual, porque el idioma mapuche es espiritualista. Quienes lo han estudiado han quedado tremendamente impresionados por estos significados ocultos.
– ¿Y en cuanto al origen?
-Es un origen asiático, como el de toda la población americana, del cual conservan una muy vaga memoria. Pero hay vestigios. Por ejemplo la divinidad está compuesta de una madre cósmica que es Cushe y un padre creador, Fücha. Y esto es igual en chino. Yo no digo que venga del chino, sino que ambas lenguas, al igual que las demás lenguas nativas americanas tienen una raíz prehistórica común, una lengua madre de toda la familia lingüística de la raza mongólica, equivalente al sánscrito de la raza blanca.
Extracto y re-edición de la entrevista titulada «El Sabio de la Tribu».
Fuente: Nuestro.cl