Kurt Sonnenfeld fue el documentalista oficial y camarógrafo designado por el gobierno norteamericano para filmar en el Ground Zero, Torres Gemelas, después del atentao del 11 de septiembre de 2001. Luego de negarse a entregar el material resgitrado que contradice la versión oficial de lo sucedido, debió exiliarse en Argentina y estaría siendo perseguido por el gobierno de su país.
Debido a la persecución política sufrida por Sonnenfeld, no entregó la imágenes a su gobierno y las preservó a resguardado. Sonnenfeld plasmó todas sus experiencias en el libro El Perseguido y vive hoy refugiado en Argentina junto a su esposa y sus dos pequeñas hijas.
«Estados Unidos continua amenazando la integridad de mi familia y pretende burlar la soberanía argentina. Incrementaron su acoso y su agresividad, hackearon nuestro sitio web, nos contactan supuestas personas cuyos e-mails provienen en realidad del Departamento de Defensa e al día de hoy tomamos conocimiento de que han introducido documentación fraudulenta para engañar y presionar a las autoridades argentinas», aseguró Sonnenfeld.
Paula Sonnenfeld, la esposa argentina del camarógrafo y periodista, relata: «Interpol Washington envió un oficio a la justicia argentina cargado de información ’incorrecta’ donde intentan encausar y dirigir el proceso de extradición y ruegan se les informe ’si se puede tomar medidas’ sobre mi esposo.
Cabe destacar que según el propio Estatuto y Disposiciones Generales de Interpol, está rigurosamente prohibida su intervención en procesos judiciales y políticos.»Estados Unidos ya intentó deshumanizar a silenciar a Kurt definitivamente; fue torturado y falsamente encarcelado en su país,» explicó Paula Sonnenfeld.
«Tan solo con una firma, estarían colaborando para salvar la integridad de nuestra familia y mi propia vida. Es agobiante la incertidumbre y la intranquilidad que afecta nuestras vidas y lo que esto significa para nuestras pequeñas hijas», cerró Sonnenfeld, quien ha recibido a lo largo de estos años el apoyo y la adhesión de las más importantes organizaciones sociales y de derechos humanos a nivel mundial.
Sonnenfeld expuso su caso en el Senado argentino.
Red Voltaire publicó recientemente una entreista a Sonnenfeld donde relata más detalles de su situación y sobre los registros que obtuvo, los cuales compormeterían la versión que el gobierno de EE.UU. sostien sobre los hechos acaecidos hace 9 años.
– Su libro autobiográfico «El Perseguido» fue recientemente publicado en Argentina, donde usted vive como exilado desde el año 2003. ¿Quién lo persigue?
– Aunque es una autobiografía, no se trata de la historia de mi vida. Como me convertí en un testigo incómodo después de mi trabajo en Ground Zero, (el libro) es más bien el recuento de los extraordinarios sucesos por los que hemos tenido que pasar, mi familia y yo, por causa de las autoridades estadounidenses, durante más de 7 años y en ambos hemisferios.
– Usted ha explicado que su pedido de que se le conceda el estatuto de refugiado político, conforme a lo estipulado en la Convención de Ginebra, se encuentra todavía en estudio por parte del Senado argentino, cuando en 2005 a usted se le garantizaba el asilo político, aunque de forma provisional. ¡Usted es probablemente el primer ciudadano estadounidense en esa situación! ¿Ser sin dudas el primer funcionario del gobierno directamente vinculado a los sucesos del 11 de septiembre de 2001 en convertirse un «whistle-blower», una fuente pública (de información sobre esos hechos])es lo que le ha llevado a usted al exilio?
– Un refugiado es una persona que se ha visto forzada a salir de su país (o que no puede volver a él) por algún tipo de persecución. Es indudable que muchas personas han sido injustamente perseguidas por causa de leyes prácticamente fascistas y de políticas vinculadas al choque del 11 de septiembre de 2001 y (esas personas) tienen derecho al estatuto de refugiado.
Pero lo cierto es que pedir el estatuto de refugiado es un trámite arriesgado y peligroso. Estados Unidos es la única «superpotencia» que queda en el mundo, y la disidencia ha sido allí reprimida de hecho. Todo el que pide el estatuto de refugiado por razones políticas está cometiendo así un acto de disidencia extrema. Y si el pedido es rechazado, ¿qué hace usted? Después de presentar el pedido, es imposible echarse atrás.
Personalmente, yo no estaba obligado a salir de Estados Unidos, ciertamente no tuve que escaparme. En aquel entonces, yo simplemente no estaba conciente de lo que se estaba tramando contra mí. Todavía no había relacionado las cosas entre sí. Así que cuando me fui, en 2003, lo hice con la intención de regresar. Vine a Argentina a tomarme un pequeño respiro, para tratar de recuperarme después de todo lo que me había pasado. Vine aquí libremente, con mi propio pasaporte, utilizando mis propias tarjetas de crédito.
Pero, como consecuencia de una increíble serie de acontecimientos, me vi posteriormente obligado a exilarme, y no regresé.
– ¿A qué tipo de acontecimientos se refiere usted?
– Fui injustamente acusado de «crímenes» que, por supuesto, nunca se produjeron, fui objeto de encarcelamiento abusivo y de torturas, como consecuencia de aquellas acusaciones, y además de escandalosas calumnias contra mi reputación, de amenazas de muerte, de intentos de secuestro y otras violaciones de los derechos y los derechos humanos condenadas en numerosos acuerdos internacionales.
Mi regreso a Estados Unidos sería no sólo una prolongación de esas violaciones sino que me separaría –quizás de forma permanente– de mi esposa y de nuestras gemelas de tres años, la única razón de ser que me queda. Además, debido a la imposibilidad de obtener un juicio justo por un crimen que nunca tuvo lugar, me vería incluso expuesto a la pena de muerte.
– En 2005, el gobierno estadounidense presentó contra usted un pedido de extradición, que fue rechazada por un juez federal (argentino). Más tarde, en 2007, la Corte Suprema argentina –en una demostración de integridad y de independencia– rechazó la apelación estadounidense. Pero su gobierno «el de Estados Unidos» insistió. ¿Puede usted aclararnos la situación?
– En 2008, y sin tener absolutamente ninguna base legal, el gobierno estadounidense presentó una nueva apelación ante la Corte Suprema argentina, que seguramente mantendrá las dos decisiones inatacables ya adoptadas por el juez federal.
Una de esas decisiones señalaba que había demasiadas sombras (En español en el texto, Nota del Traductor), o puntos oscuros, en mi caso. Había muchas mentiras en el pedido de extradición de las autoridades estadounidenses y, felizmente, nosotros logramos probarlo.
El hecho de que hubiera tantas mentiras sirvió para apoyar mi pedido de asilo. Pudimos demostrar que hemos sido víctimas de una larga campaña de hostigamiento y de intimidación por parte de los servicios de inteligencia estadounidenses.
Como consecuencia de ello, mi familia se encuentra desde entonces bajo protección policial permanente. Como señaló un senador al referirse a mi caso: el «comportamiento (de los servicios de inteligencia estadounidenses) denota sus verdaderas motivaciones».
En la foto se descubre a un agente vigilando a Sonnenfeld.
– Están tratando de atribuirle un crimen imaginario. ¿Cómo justifica usted tanto rencor? Como funcionario de la FEMA, el gobierno tendría que haberle creído a usted. ¿En qué momento cambió la situación?
– Retrospectivamente, me doy cuenta de que la situación cambió poco antes de que yo me diera cuenta de ello. Inicialmente, la falsa acusación de la que fui objeto era totalmente irracional. Me destruyó completamente. Resulta increíblemente difícil sufrir la pérdida de alguien a quien uno ama y que se suicida. Pero que lo acusen a uno de esa pérdida, resulta insoportable.
El caso fue sobreseído ya que había un montón de pruebas que me absolvían totalmente (Nancy, mi esposa, había dejado una carta y varios escritos en los que hablaba de suicidio en su diario, había otros antecedentes de suicidios en su familia, etc.). La parte acusadora estaba segura de mi inocencia al 100% antes de pedir el sobreseimiento del caso.
Pero la prisión preventiva se prolongó, incluso después que ya se había dicho que había que liberarme, lo cual me demostró que algo se estaba tramando.
Estuve preso durante cuatro meses después de que se informara a mis abogados que se había pedido el sobreseimiento. Finalmente me liberaron en junio de 2002. Una increíble serie de acontecimientos se produjo en ese tiempo.
Mientras yo estaba detenido aún, tuve una conversación telefónica con funcionarios de la Agencia Nacional de Manejo de Emergencias de Estados Unidos (FEMA) para tratar de resolver el problema. Pero me di cuenta de que me consideraban «comprometido», que yo representaba un peligro.
Me dijeron que lo convenido era que «había que proteger a la Agencia», sobre todo a la luz del cambio que iba a producirse con la aplicación de la Patriot Act y el esperado intrusismo que vendría con el nuevo Departamento de Seguridad de la Patria (Department of Homeland Security).
Después de todos los peligros que yo había enfrentado, de todas las pruebas y dificultades que había sufrido durante casi 10 años, me sentí traicionado. La decepción fue terrible.
Como me estaban abandonando, les dije que yo no tenía las grabaciones, que las había entregado a un burócrata de Nueva York y que iban a tener que esperar que me pusieran en libertad para recuperar cualquier otro documento que estuviera en mi poder.
Poco después de aquella conversación, mi casa fue «registrada», cambiaron las cerraduras y varios vecinos vieron hombres entrando a mi domicilio, aunque no hay en la Corte ningún informe que mencione eso, como debiera ser.
Cuando al fin me liberaron, descubrí que mi oficina había sido saqueada, mi computadora también había desaparecido y varios videos ya no estaban en mi videoteca del sótano.
Constantemente había hombres apostados en la calle cerca de mi casa, mi sistema de vigilancia fue pirateado varias veces, las lámparas exteriores de seguridad eran desconectadas, etc., a tal punto que me instalé en casa de unos amigos, en su casa en la montaña, que también fue saqueada posteriormente.
Cualquiera que trate de descubrir la verdad reconoce que hubo una serie de extraordinarias irregularidades en este caso y que yo y la gente que yo amo fuimos objeto de una escandalosa injusticia. Esta intensa campaña tendiente a obligarme a volver a Estados Unidos es un pretexto falso que esconde motivaciones más oscuras.
Sonnenfeld en la Zona Cero(Ground Zero)
-Usted ha sugerido que vio cosas en Ground Zero que no concuerdan con el informe oficial. ¿Dijo usted algo o hizo algo que pudiera levantar sospechas en ese sentido?
– En aquella misma llamada telefónica dije que iba a revelar al público no sólo mis sospechas sobre los acontecimientos que rodearon el 11 de septiembre de 2001 sino también sobre diversos contratos para los cuales había trabajado anteriormente.
– ¿En qué se basan sus sospechas?
– Retrospectivamente, había muchas cosas raras en Ground Zero. Me pareció extraño que me enviaran a Nueva York antes de que el segundo avión se estrellara contra la torre sur, en momentos en que los medios estaban reportando solamente que un «pequeño avión» había chocado con la torre norte –una catástrofe de tan poca importancia que no merecía la intervención de la FEMA.
La FEMA fue movilizada en pocos minutos, ¡cuando se necesitaron diez días para desplegarla en Nueva Orleáns, en respuesta al huracán Katrina, a pesar de las numerosas advertencias previas!
Me pareció raro que las cámaras se prohibieran de forma tan estricta dentro del perímetro de seguridad de Ground Zero, que se declarara toda la zona como escena del crimen, mientras que las pruebas materiales eran retiradas de allí y destruidas tan rápidamente.
Después, me pareció muy extraño enterarme de que la FEMA y otras agencias federales ya estaban en posición en su puesto de mando, en el Pier (muelle) 92, desde el 10 de septiembre, un día antes de los atentados.
Nos piden que creamos que las 4 cajas negras «indestructibles» de los dos aviones que se estrellaron contra las torres nunca fueron halladas porque fueron completamente pulverizadas, pero yo tengo imágenes de ruedas provenientes del tren de aterrizaje (que se ven) poco dañadas, y también de asientos, de pedazos de fuselaje, de una turbina de avión que no están desintegrados en lo absoluto.
Dicho esto, me parece más bien extraño que esos objetos, prácticamente intactos, hayan podido resistir al tipo de destrucción que redujo a polvo la mayor parte de las Torres Gemelas. Y tengo también mis dudas en cuanto a la autenticidad de la turbina del «avión».Lo sucedido con el Edificio 7 es extremadamente sospechoso.
Yo tengo un video que muestra hasta qué punto la pila de escombros era curiosamente pequeña y se ve que los edificios colindantes no fueron afectados por el derrumbe del Edificio 7. (Ese edificio) no fue golpeado por un avión, sólo sufrió algunos daños menores al derrumbarse las Torres Gemelas, sólo había incendios menores en algunos pisos.
Sin una demolición controlada, es imposible que ese edificio fuese objeto de una implosión como la que se produjo. A pesar de ello, el derrumbe del Edificio 7 apenas se mencionó en los medios dominantes y la Comisión sobre el 11/9 lo ignoró de forma sospechosa.
– Según ciertas informaciones, en los sótanos del WTC7 había archivos sensibles y seguramente comprometedores. ¿Encontró usted algo sobre eso?
– El Servicio Secreto, el Departamento de Defensa, el FBI, el fisco (IRS), la Comisión de Reglamentación y Control de Mercados Financieros (SEC, siglas en inglés) así como el Puesto de Mando de Crisis (de la ciudad de Nueva York. NdlR.) para situaciones de urgencia (OEM, siglas en inglés) ocupaban muchísimo espacio en varios pisos de ese edificio.
Otras agencias federales también tenían oficinas allí. Después del 11 de septiembre, se descubrió que allí estaba, escondido en el edificio 7, el mayor centro clandestino de la CIA dentro del país, exceptuando el de Washington DC; una base operativa desde donde se espiaba a los diplomáticos de las Naciones Unidas y se realizaban las operaciones de contraterrorismo y de contraespionaje (así como la Inteligencia Económica. NdlR.).
Ese edificio (el World Trade Center 7) no tenía parqueo subterráneo. No tenía almacenes subterráneos. En vez de eso, las agencias federales del Edificio 7 guardaban sus vehículos, documentos y pruebas materiales en el edificio de sus asociados, del otro lado de la calle. Debajo de la plaza del Buró de Aduanas US (Edificio 6) había un gran parqueo subterráneo separado del resto de la zona subterránea del complejo y altamente vigilado.
Aproximación a niveles inferioires del edificio.
Diferentes servicios del gobierno guardaban allí sus autos capaces de resistir explosiones de bombas, sus limusinas blindadas, los taxis falsos y los camiones de la compañía de teléfonos que se usan en las acciones de vigilancia secreta y en otras operaciones secretas, camionetas especializadas y otros vehículos.
En esa zona del parqueo de seguridad había también un acceso a la cámara blindada inferior del Edificio 6.
Al derrumbarse la torre norte, el Buró de Aduanas US (Edificio 6) quedó aplastado y completamente devastado por el fuego. La mayoría de sus pisos subterráneos también fueron destruidos. Pero había cavidades. Y fue a través de una de esas cavidades, recientemente descubierta, que yo bajé para investigar con la Fuerza Especial de Intervención.
Fue allí que vimos la antecámara de seguridad del almacén subterráneo severamente dañada. Al final de la oficina de seguridad estaba la gran puerta de acero de la cámara blindada y, al otro lado, el teclado codificado en la pared.
Pero la pared estaba rajada y se había derrumbado parcialmente, y la puerta estaba entreabierta. A la luz de nuestras linternas, pudimos ver lo que había dentro (de la cámara blindada). Aparte de varias hileras de estantes vacíos, la cámara blindada no contenía otra cosa que escombros y polvo. ¿Por qué? ¿Cuándo la vaciaron?
¿Eso despertó en usted la sospecha?
– Sí, pero no inmediatamente. Resulta difícil reflexionar ante un caos tan grande. Fue solamente después de digerir todo aquello que empecé a sospechar.
El Edificio 6 fue evacuado 12 minutos después del choque del primer avión contra la torre norte. Inmediatamente, las calles quedaron bloqueadas por carros de bomberos, autos de la policía y embotellamientos, y la cámara blindada era lo suficientemente grande –yo diría que tenía 15 metros de ancho y 15 de largo– como para que se necesitara por lo menos un camión grande para evacuar su contenido.
Después de la caída de las torres, destruyendo el nivel del parqueo, la realización de una misión para recuperar el contenido de la antecámara hubiese sido imposible. Así que la cámara blindada tuvo que ser vaciada antes del ataque.
Todo esto lo describo en mi libro de forma detallada y parecía como si las cosas importantes hubieran sido llevadas a un lugar seguro antes de los atentados. Por ejemplo, la CIA no pareció inquietarse demasiado por sus pérdidas.
Después de que se descubriera la existencia de su oficina secreta en el Edificio 7, un vocero de la agencia dijo a los periódicos que se había enviado un equipo especial para que inspeccionara los escombros en busca de documentos secretos y de informes de los servicios de inteligencia, cuando había millones, si no eran miles de millones, de páginas volando por las calles.
Pero el vocero estaba muy confiado. «No debe haber demasiados papeles regados», declaró. Y las aduanas anunciaron desde el principio que todo había sido destruido, que el calor había sido tan intenso que todas las pruebas materiales de la cámara blindada habían sido reducidas a cenizas.
Pero varios meses más tarde anunciaron que habían puesto fin a las actividades de una importante red de tráfico de narcóticos y de lavado de dinero colombiano, después de haber recuperado pruebas esenciales de la cámara blindada, entre ellas fotos de vigilancia y grabaciones de escuchas telefónicas muy sensibles.
Y cuando se mudaron a su nuevo edificio, en el número 1 de Penn Plaz, en Manhattan, colgaron orgullosamente en la pared de la entrada la placa honorífica y el gran cartel redondo de las Aduanas US, también milagrosamente encontrado, inmaculado, en sus antiguas oficinas del World Trade Center, a pesar del derrumbe y de los incendios.
– Usted no era el único que estaba en misión en Ground Zero. ¿Notaron los demás las mismas anomalías? ¿Sabe usted si también fueron hostigados?
– En efecto, yo oí hablar a algunos, en dos salidas diferentes. Algunos de nosotros incluso llegamos a conversar sobre ello posteriormente. Ellos saben de quiénes se trata y yo espero que van a hablar, pero también estoy seguro de que están bajo fuertes presiones sobre lo que pudiera sucederles si hablan. Yo dejo la decisión entre sus manos, pero en la unión está la fuerza.
Sonnenfeld con rescatista no identificado.
– Con la publicación de su libro, usted se ha convertido en un «whistleblower» [Término aplicado en Estados Unidos a los que han alertado sobre las incongruencias del informe oficial sobre el 11 de septiembre. NdT.], ¡pero usted lo hizo alcanzando un punto en que no tiene vuelta atrás! Tiene que haber mucha gente que sabe lo que realmente sucedió o no en aquel fatídico día. Pero nadie ha emprendido una batalla personal, cosa que han evitado sobre todo aquellos que estaban directamente implicados de forma oficial. Es eso lo que hace que su caso personal sea tan convincente. Viendo lo que ha sucedido con usted, no resulta difícil imaginar por qué esas personas no quieren hablar.
– Efectivamente, también hay gente muy honesta y digna de crédito que ha lanzado alertas. Y están siendo desacreditadas e ignoradas. Algunas de esas personas están siendo perseguidas y hostigadas como yo.
El miedo frena a la gente. Todo el mundo sabe que si usted contradice a las autoridades estadounidenses, usted va a tener problemas, de una u otra forma. Como mínimo, lo van a desacreditar, a deshumanizar.
Lo más seguro es que le acusen de cualquier cosa que no tenga nada que ver, como un fraude fiscal o algo peor, como en mi caso. Mire lo que le pasó a Abraham Bolden, por ejemplo, o al gran jugador de ajedrez Bobby Fischer después que expresó su desprecio hacia Estados Unidos.
Hay muchos ejemplos. Yo le había pedido a mis amigos y asociados que hablaran en mi lugar para que contaran (la verdad sobre) todas las mentiras divulgadas en los medios de prensa, pero todos tenían miedo de las consecuencias para ellos mismos y sus familias.
– ¿Hasta qué punto los descubrimientos que hizo usted en Ground Zero pudieran implicar al gobierno en esos hechos? ¿Está usted al corriente de las investigaciones que científicos y profesionales calificados han llevado a cabo y que no sólo corroboran los descubrimientos que usted hizo sino que, en ciertos casos, los sobrepasan ampliamente? ¿Considera usted a esas personas como «adeptos de la teoría de la conspiración» (“conspiracy nuts”)?
-Al más alto nivel en Washington DC alguien sabía lo que iba a pasar. Estaban tan deseosos de tener una guerra que, por lo menos, dejaron que sucediera aquello, y lo más probable es que incluso hayan contribuido a que aquellos acontecimientos se produjeran.
A veces me parece que los «locos» [los «adeptos de la teoría de la conspiración». NdlR.] son aquellos que se aferran con un fervor casi religioso a lo que les dicen a pesar de todas las pruebas de lo contrario, los que se niegan a considerar el hecho de que hubo una conspiración interna.
Hay tantas anomalías en la investigación «oficial» que no es posible atribuirlas a errores o incompetencia. Yo conozco a los científicos y profesionales calificados a los que usted se refiere. Sus descubrimientos, convincentes, creíbles y presentados según el protocolo científico, están en total oposición con los de la investigación «oficial».
Además, numerosos agentes de los servicios secretos y funcionarios del gobierno expresan opiniones muy bien informadas (señalando) que la Comisión sobre el 11/9 era, en el mejor de los casos, una farsa, y en el peor, una pantalla. Mi experiencia en Ground Zero no es otra cosa que una pieza más del rompecabezas.
– Esos hechos sucedieron hace casi 9 años. ¿Cree usted que descubrir la verdad sobre el 11 de septiembre sigue siendo un objetivo importante? ¿Por qué?
– Es importantísimo. Y lo seguirá siendo dentro de 10 o incluso dentro de 15 años, si la verdad no ha salido a la luz en todo ese tiempo. Es un objetivo importante porque, en este momento de la historia, hay mucha gente demasiado crédula ante lo que le cuentan las autoridades y con demasiada tendencia a seguirlas.
En una situación traumática, la gente busca que la guíen. La gente que tiene miedo es manipulable. Saber manipular a las masas implica beneficios inimaginables para muchas personas muy ricas y muy poderosas. La guerra es increíblemente cara, pero ese dinero se va a algún lugar. La guerra es siempre muy beneficiosa para unos cuantos.
De una u otra manera, sus hilos siempre acaban en Washington DC, ellos toman las decisiones, determinan los presupuestos, mientras que los hijos de los pobres y de los que no tienen influencias siempre acaban en el frente, recibiendo las órdenes y peleando en las guerras de los anteriormente mencionados.
Las enormes reservas secretas del Departamento de Defensa estadounidense representan una máquina de financiamiento ilimitado para el complejo militar-industrial, (financiamiento) cifrado en varios miles de millones de dólares. Y así seguirá siendo mientras las masas no despierten, mientras no se vuelvan escépticas y no pidan cuentas.
Las guerras (y los falsos pretextos presentados) no se acabarán mientras la gente no tome conciencia de los verdaderos motivos de la guerra y mientras no dejen de creer en las explicaciones “oficiales”.
– Lo que se ha dado en llamar Movimiento por la Verdad sobre el 11 de septiembre (9/11 Truth Movement) ha pedido una nueva investigación independiente sobre aquellos hechos. ¿Cree usted que hay esperanzas en ese sentido con la administración Obama?
– Realmente, espero que así sea. Pero me mantengo escéptico. ¿Qué razón pudiera llevar a los líderes de cualquier gobierno a hacer por voluntad propia algo que comprometería seriamente su propia responsabilidad?
Ellos prefieren mantener el statu quo y dejar las cosas como están. Cambió el que maneja el tren, pero ¿cambió el tren de dirección? Yo lo dudo. El impulso tiene que venir del público, no sólo a escala nacional sino también a escala internacional, como hace la red de ustedes.
Sonnenfeld y Adolfo Pérez Esquivel.
– Numerosas asociaciones de derechos humanos, grupos de activistas y muchas personalidades le están aportando a usted su apoyo en esta difícil situación, y no se trata de gente de poca monta. Entre esas personalidades está, por ejemplo, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. ¿Cómo responden los argentinos en general ante su situación?
– Con una increíble cantidad de expresiones de apoyo. La dictadura militar está fresca aún en la memoria colectiva de la mayoría de la gente en Argentina, y esa gente sabe que la dictadura argentina (al igual que otras dictaduras sudamericanas de aquella época) tuvo el apoyo de la CIA, dirigida en aquel entonces por George Bush padre.
(Los argentinos) se acuerdan muy bien de los centros de tortura, de las prisiones secretas, de los miles de personas «desaparecidas» por sus opiniones y del miedo cotidiano.
Saben que Estados Unidos va a reinstaurar todo aquello si le parece conveniente, que es capaz de invadir un país con tal de concretar sus propios intereses políticos y económicos y de manipular los medios recurriendo a un “casus belli” [Pretexto que justifique una guerra. NdT.] enteramente fabricado para justificar sus conquistas.
Mi familia y yo mismo tenemos el honor de contar entre nuestros amigos más queridos a Adolfo Pérez Esquivel y a sus consejeros del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ). Hemos trabajado juntos a favor de muchas causas, como los derechos de los refugiados, los derechos de las mujeres, de los niños sin familias y de los niños portadores del VIH/SIDA.
Tenemos también el honor de poder contar con el apoyo de las Abuelas de la Plaza de Mayo, de las Madres de la Plaza de Mayo, de la Línea Fundadora, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH), de los Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, de la Asociación de Mujeres, Migrantes y Refugiados Argentina (AMUMRA), de la Comisión de Derechos Humanos de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y del Programa Nacional Anti-Impunidad.
En el plano internacional, la ONG REPRIEVE de Gran Bretaña presentó un «amicus curiae» a favor nuestro y contamos con la colaboración de NIZKOR de España y de Bélgica. Además, mi esposa Paula y yo mismo hemos sido recibidos en el Congreso por la Comisión de Derechos Humanos y Garantías de la Honorable Cámara de Diputados de La Nación.
– Como decíamos al principio, la decisión de escribir su libro y de hacerlo público fue un paso enorme. ¿Qué le llevó a usted a darlo?
– Salvar a mi familia. Y dar a conocer al mundo que las cosas no son lo que parecen.
– Una última pregunta, aunque no se trata de la menos importante: ¿Qué piensa hacer con sus grabaciones?
– Tengo la certeza de que mis grabaciones revelan más cosas de las que yo pueda ser capaz de analizar, ya que mis conocimientos son limitados. Es por ello que voy a cooperar en todo lo que pueda con expertos confiables y serios, en un esfuerzo común para que se sepa la verdad.
Para obtener mayor información solo basta con ingresar al sitio: http://elperseguido.wordpress.com/como-ayudar/ .
Fuente: Red Voltaire