Mantener ecosistemas saludables y sostenibles es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria de la Unión Europea (UE), en un contexto climático muy adverso, agravado por las olas de calor, y por las dificultades de abastecimiento provocadas por la guerra de Ucrania, asegura el comisario de Medio Ambiente del bloque, Virginijus Sinkevičius.
En una entrevista exclusiva con la red europea EURACTIV, Sinkevičius explicó la postura de Bruselas en temas especialmente sensibles como la nueva legislación europea para protección de la naturaleza, y se pronunció acerca de cómo influirá esa norma en la futura seguridad alimentaria en Europa, ahora amenazada por el conflicto en Ucrania.
La Comisión Europea presentó en junio pasado su paquete de medidas de restauración de la naturaleza, ¿cuáles son los elementos clave?
En primer lugar, creo que es muy importante destacar la idea de la restauración de la naturaleza, porque le hemos dedicado muchos esfuerzos. Teníamos una legislación sobre la protección de la naturaleza, que no es lo mismo que la restauración de la naturaleza, y ahora, por fin, tras un paréntesis de 30 años, contamos con una nueva legislación sobre el medio ambiente y la naturaleza en la UE.
Nuestro objetivo es redoblar esfuerzos para alcanzar un objetivo de restauración del 20% en toda la UE. Además, hemos establecido diferentes metas, de acuerdo con cada ecosistema, porque queríamos centrarnos en los que están más amenazados: constatamos que el 81% de los hábitats (naturales) de la UE están en mal estado. Por ello fijamos diferentes objetivos por cada ecosistema.
Tenemos un objetivo para los polinizadores, y objetivos urbanos. (…) intentamos que la naturaleza vuelva a las ciudades, queremos cambiar la tendencia y garantizar una tendencia positiva en los espacios verdes urbanos, lograr que no se produzca una pérdida neta para 2030, y (conseguir) un aumento del 5% de los espacios verdes y un mínimo del 10% de dosel arbóreo en las ciudades para 2050.
Es una tendencia muy positiva para devolverle la naturaleza a la gente. Sin embargo, ello no significa (que vayamos) a convertir la naturaleza en nuevas «áreas protegidas», no habrá una legislación tan estricta (…), por eso, las actividades económicas se podrán realizar al tiempo que se llevan a cabo tareas de restauración de la naturaleza.
El paquete legislativo de restauración de la naturaleza persigue frenar e invertir el declive medioambiental en Europa. Pero la UE ya lo ha intentado antes y no ha tenido éxito. ¿Qué es diferente esta vez y cómo se puede garantizar que se lograrán los objetivos?
La clave es siempre la implementación. Se puede tener una legislación perfectamente redactada, pero si no se aplica sobre el terreno no vale nada.
Por supuesto todavía tenemos que finalizar el procedimiento interno: la legislación tiene que pasar por el Consejo y el Parlamento Europeo. Agradezco sus reacciones iniciales tan positivas.
En cuanto a la aplicación, los protagonistas son los Estados miembros. Al redactar esta norma hemos tenido muy en cuenta el principio de subsidiariedad. Los Estados miembros tendrán dos años para elaborar sus planes. La Comisión les proporcionará asistencia para ayudarles a redactarlos y garantizar que se mantenga (el nivel) de ambición. Luego, por supuesto, trabajaremos muy estrechamente con los Estados miembros para garantizar que la norma y los planes se aplican.
Estoy seguro de que habrá roces. Tendremos que comunicar y trabajar estrechamente con los Estados miembros, pero prefiero ver el vaso medio lleno. Los Estados miembros serán responsables de preparar esos planes. Diseñarán y definirán las áreas (naturales) que quieren restaurar y el tipo de esfuerzo de restauración que quieren implementar, porque (en la UE) hay diferentes tipos de geografía y ecosistemas diversos.
No es un plan que tenga que aplicar la Comisión Europea. Es, sobre todo, un plan para que lo aplique la gente que vive en esa (determinada) zona, las personas que viven en ese Estado miembro. El plan será redactado por el gobierno en estrecha coordinación con los gobiernos locales, los científicos y la sociedad civil.
Usted ha mencionado el papel de los Estados miembros y los nuevos objetivos. ¿Qué tipo de flexibilidad tienen los países de la UE para lograrlo?
La mayor flexibilidad supone que los Estados miembros serán responsables de elaborar sus propios planes. Por supuesto, tienen que tener en cuenta los ecosistemas que están deteriorados, los cuales deben abordar en primer lugar.
Esa mayor flexibilidad se traduce en que pueden elegir dónde se desplegará el esfuerzo de restauración y cómo lo abordarán. Ello respeta plenamente el principio de subsidiariedad y permite a los Estados miembros tener suficiente espacio para definir qué áreas quieren elegir para alcanzar los objetivos de 2030.
Uno de los retos clave será lograr que los propietarios y los gestores de las tierras se sumen al proyecto. ¿Cómo piensa la Comisión Europea hacer que el plan sea suficientemente atractivo para ellos?
Respetaremos al máximo a los propietarios. Al fin y al cabo, la forma de gestionar la tierra es decisión última de los propietarios privados. Puedo asegurarle que no he conocido a ningún agricultor que diga que está contento con la erosión y la reducción de la fertilidad del suelo.
Es justo al contrario. En realidad, quieren que esos “servicios del ecosistema” gratuitos les proporcionen el máximo apoyo. Los agricultores saben que dependen mucho de esa red invisible que sostiene la tierra productiva. Alrededor de ella necesitan tener polinización, necesitan contar con un sistema de agua que funcione bien, etc.
Todo el mundo quiere ecosistemas sanos. Da igual si eres propietario de un bosque o de un terreno agrícola, quieres asegurarte de que está sano. Creo que eso va a ser muy útil.
Serán los gobiernos los que decidan y no necesariamente desplegarán los esfuerzos de restauración de la naturaleza en terrenos privados.
Un detalle muy importante que no se puede pasar por alto es que la restauración no es un “rewilding” (reintroducir organismos salvajes o restaurar procesos ecológicos en los ecosistemas). Queremos garantizar que la naturaleza vuelva a un estado positivo, de acuerdo con nuestra Directiva de Aves y Hábitats (…). Pero eso no significa un “rewilding”.
Como usted ha dicho, no existen obligaciones directas para los propietarios de tierras, los silvicultores, los agricultores o los pescadores, por lo cual la obligación recae únicamente en los países de la UE. ¿Cómo se puede garantizar la aplicación? ¿Cree que podría producirse un conflicto entre los terratenientes y los países de la UE al tratar de aplicarlo?
Los gobiernos tendrán que trabajar muy estrechamente con los gobiernos locales, con las partes interesadas locales, ya sea un agricultor o un propietario forestal o una persona que posea la tierra. Inevitablemente, van a participar en esos debates.
Hay que subrayar que es posible llevar a cabo actividades económicas incluso en aquellas zonas donde se ha realizado una restauración de la naturaleza. Habrá normas más estrictas para garantizar que no se vuelva a la situación previa, de un ecosistema en declive, pero incluso es posible realizar actividades forestales, además de determinado tipo de agricultura. Por ejemplo, incluso en las turberas se pueden cultivar con éxito bayas (…).
Se habla cada vez más de seguridad alimentaria, sobre todo desde el estallido de la guerra en Ucrania. ¿Cómo puede la UE conjugar la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria con la creación de ecosistemas sostenibles? ¿Hay alguna contrapartida entre ambas?
No, no hay ninguna contrapartida. Al contrario, cuando hablamos de seguridad alimentaria a largo plazo, los ecosistemas sanos son un componente crucial.
No he conocido a ningún agricultor que diga: «no tengo problemas con la erosión de la tierra, eso no tiene ningún efecto en mis beneficios». La erosión del suelo cuesta a los agricultores europeos 1.200 millones de euros al año. Casi 5.000 millones de euros del total de las actividades agrícolas de la UE van para (restauración de los hábitats) de los insectos polinizadores, cuyo número disminuye rápidamente.
Hay un vínculo indisociable entre ambos, ya que uno no puede existir sin el otro. Si queremos tener actividades agrícolas que funcionen y sean eficaces, y garantizar la seguridad alimentaria a largo plazo, necesitamos tener ecosistemas sanos. Aunque no es necesario que cada metro cuadrado de tierra produzca directamente cultivos o rendimientos.
La preocupación por la seguridad alimentaria adquirió mayor relieve tras la invasión rusa de Ucrania (24 de febrero pasado), y el bloqueo del puerto de Odesa.
Si nos fijamos en el precio del grano, que era el mayor problema y sigue siéndolo, en los últimos tres meses ha ido disminuyendo de forma constante. (…) Hay que seguir atentos, pero este año creo que la mayor amenaza para la producción agrícola europea es el calor y la sequía.
Nos preocupa la situación en Portugal, España y Grecia, donde los incendios forestales comenzaron muy pronto esta temporada debido a las tempranas olas de calor.
Está claro que si no somos capaces de garantizar la resiliencia de nuestros ecosistemas -y la resiliencia sólo es posible teniendo ecosistemas sanos-, ésa será la mayor amenaza para nuestra seguridad alimentaria y el bienestar económico-social de nuestros agricultores.
El objetivo de recuperar al menos el 10% de las zonas agrícolas de la UE con características paisajísticas de gran diversidad se planteó como un punto de referencia y no como una meta. ¿Ha influido en ello el actual debate sobre la seguridad alimentaria?
Ese 10% es, efectivamente, un compromiso político, pero eso no significa que no sea importante. La Comisión lo utilizará para evaluar los avances en toda la UE cuando analice los planes nacionales de restauración.
Contamos con varios estudios que demuestran los beneficios del paisaje para la seguridad alimentaria. La biodiversidad es clave para la seguridad alimentaria (…) en la Comisión estamos analizando a fondo los retos de la seguridad alimentaria, con ayuda de varios expertos, en especial del Centro Común de Investigación.
¿Hay ejemplos de buenas prácticas que los países de la UE puedan compartir entre sí? ¿Puede haber una cooperación fluida cuando los socios europeos tienen ecosistemas tan diferentes?
Hay regiones muy diversas que comparten fronteras. Por ejemplo, nuestros bosques más preciados están en la región de los Cárpatos. En los países escandinavos tenemos ecosistemas muy similares. Suecia y Finlandia cuentan con una larga tradición de buena gestión forestal. Y también contamos con ecosistemas completamente diferentes que comparten España, Portugal y Grecia.
El intercambio de información sobre cómo tratar esos ecosistemas es muy importante. Si nos fijamos en los países del norte -Irlanda, la región del Báltico, Suecia y Finlandia- allí hay un ecosistema de turberas único, cuya restauración será prioritaria en comparación con los Estados miembros del sur.
Creo que se pueden compartir las mejores prácticas. Ya hay muchos proyectos LIFE que se aplican en esos países. Podemos aprovechar los buenos ejemplos.
¿Cuáles son las sanciones si los planes de restauración de la naturaleza se retrasan, son insuficientes o directamente no se aplican?
La Comisión no fija ninguna sanción. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) define la sanción por incumplimiento de la legislación (del derecho de la UE), así que no puedo prejuzgar decisiones (futuras) del Tribunal de Justicia, y sería muy prematuro hacerlo.
Confío en que los Estados miembros estarán orgullosos de sus planes y podrán dar a sus ciudadanos un alegría en ese sentido (…) si miramos la (reciente) Conferencia sobre el Futuro de Europa, lo primero que pidieron los europeos (en esos debates ciudadanos) fue seguridad alimentaria y una producción sostenible, respetando (…) el medio ambiente. Es lo que quieren los ciudadanos de toda Europa. (…) es nuestro deber como políticos cumplirlo.
Fuente EFEverde