Revolución: un sustantivo que, aplicado al pensamiento político, religioso o científico, connota la idea de una aceleración en la cadencia de los cambios que conduce a un nuevo orden de cosas. Y en ese nuevo orden, algunos factores sufren redistribuciones significativas de factores tales como el poder. Por ejemplo, cuando una revolución toca a una sociedad donde los pocos y pulcros consideran razonable esperar, mientras caminan por la acera, que los muchos y desaseados se bajen de la acera ante los limpios. Y que si no lo hacen, el ciudadano limpio y emperifollado pueda exigir policía más cercano: «¡Bájeme de ahí a este igualado!»
Revolución: cierto nivel en el giro de una rueda; o tal vez, la simple decisión de moverse, cuando se precisa, con mayor rapidez, aunque eso signifique abandonar los cuadros y empezar a montar los carros sobre ruedas. Pero una vez sobre los carros, recordar que en algunos rincones de la jurisdicción -por ejemplo, nacional- que nos relaciona, solo existen huaraches para desplazarse. Y que esos huaraches son también parte de nosotros, y no solo de un «nosotros» ancestral y arqueológico, sino de un «nosotros» vigente y presente. Un nosotros diverso, acrisolado, combativo y multiétnico. Un nosotros que no siempre cabe en las pantallas ni en las narrativas centralistas ni occidentalizantes. Un nosotros, pues, revolucionado, donde la oposición de»nosotros» contra «ustedes» comienza a ponerse en entredicho. La revolución del Yo en la acreditación del Otro como Yo posible.
Revolución: el ingreso de los rostros largamente suprimidos a las luchas por el futuro; las luchas por otros pueblos que también buscan afirmarse contra los poderes que buscan mantenerlos suprimidos. Revolución: un movimiento hacia el siguiente ciclo y hacia el próximo horizonte. Un patrón de movimiento que nunca se consuma, pero que provee de un significado y una dirección la idea que de una vida alberga el oprimido.
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