- El 2 de agosto se cumplieron 3 años del lesbicidio de Anna Cook, dj chilena violada y asesinada a los 26, violentada en la casa que arrendaba. A pesar del tiempo transcurrido, aún no hay respuestas ni culpables. Su familia, sus amigxs y la calle exigen justicia. Crímenes como éste no pueden seguir quedando impunes. #JusticiaParaAnnaCook
Antes de Covid-19, la cuarentena y las aglomeraciones afuera del metro post término del absurdo toque de queda nocturno; antes de la victoria del 10%, el plan de desconfinamiento y el alzamiento del huescufe conquistador moderno, Plaza Dignidad albergaba afuera del edificio Telefónica las Pichangas de Lesbianas y Disidencias. Todos los viernes, cuando la ineptitud de los gobernadores de Chile era el principal virus reconocible del que resguardarse.
“Nosotras como mujeres, como lesbianas y como feministas, hemos vivido toda la vida en primera línea” decía la seleccionada de la Universidad de Chile, Catalina Carrillo, el 14 de febrero, cuando entre chiflidos un Rappi en moto se cruzaba por la cancha improvisada. Regresando de Copa Libertadores fue a la marcha del Millón, y junto a la comediante Paola Molina tuvieron la idea de tomarse la calle. Fue una autoconvocatoria, sin camisetas. Llegó harta gente y semana a semana se fueron sumando más.
“Ser mujer futbolista en Chile implica estar constantemente en resistencia. Hay muchas compañeras que llegaron a jugar a la pelota acá después de una vida de no haber podido, por comentarios y por prejuicios. Y por eso éste es un espacio reparador; es una zona de confort que nos permite unirnos y articularnos para algo aún más grande. Necesitamos una pelota y que las cabras y cabres vengan. -No soy buena- y esas cosas dan lo mismo. Si tienes ganas, bacán”.
Para marzo de 2020 la activista y madre Claudia Amigo, que se paseaba con un rodillo y pintura blanca, esperaba que se se discutiera nuevamente en el Senado el proyecto de ley Derecho de Filiación para hijas e hijos de parejas del mismo sexo, que ingresó a tabla en abril del 2016 y aún sigue en la espera.
“Encuentro insólito que senadores en enero hayan votado en general que sí al matrimonio igualitario, considerando que nuestro proyecto ingresó un año antes. Los encontramos hipócritas; ninguna pareja de mujeres se va a casar después de estar separadas para reconocer a sus hijes, y hay mamás gestantes que han muerto. El reconocimiento voluntario, uno de los tres tipos de filiación, no está en ese proyecto, pero sí en el nuestro. Y pensamos también en niños y niñas en el Sename, que sufren abusos inaceptables. Con la agrupación lésbica Visibles, Rompiendo el Silencio y Corporación Humanas seguiremos adelante por el reconocimiento de familias emsambladas como las nuestras”.
Los partidos en la “vulva cancha” duraban cinco minutos por lado y podía entrar quien quisiera a cualquiera de los equipos, que se formaban de 5 o 6 personas. Se rotaba. Si una se cansaba, se turnaban. Ese viernes, como el resto de las jornadas desde el 3 de enero, se buscaba concientizar sobre la situación de presxs políticxs y las discriminaciones y violencias hacia mujeres, lesbianas, bisexuales, transexuales y no binaries, consignas plasmadas en lienzos y rayados sobre la calzada. Resonaba el nombre de Higui, tortillera argentina encarcelada por defenderse de una patota de hombres que la querían violar correctivamente. Desde el 2016 espera un juicio que la absuelva.
Mirando la pichanga con buzo azul, sentada en la vereda de Plaza Dignidad, estaba Carolina Torres, que justo un año antes, en la madrugada del 14 de febrero de 2019, fue brutalmente atacada por dos hombres, que con un palo y a golpes le fracturaron el cráneo y la nariz, dejándola con una hemorragia interna que la tuvo hospitalizada 30 días, uniéndose a una lista de crímenes lesbofóbicos que en Chile se remonta al 9 de julio de 1984, día en que atacaron a la artista Mónica Briones, quien vivió libremente como lesbiana en medio de la protesta antidictatorial.
Su caso se cerró en 1993 y sigue impune, sin culpables, inconcluso.
“Este espacio se levantó entre todas y todes, quienes nos sentimos pasadas a llevar. Nos da pena que nos maten. Luchamos por algo tan simple como el hecho de ser, de existir. Nos movilizamos por el derecho de vivir. Sé que suena cliché, pero no lo es. Resistimos por el derecho a salir a la calle tranquilas. Nadie y ninguna persona de la fuerza pública nos puede disparar ni abusar sexualmente por ser camiona. Piñera apoya incondicionalmente a los pacos, que nos tratan como basura, y que si ven a mi hija de 15 años marchando son capaces de tirarle una lacrimógena en la pierna, a corta distancia…”, compartía Amigo, recordando más casos, “Nadie de las que estamos en esta cancha queremos destruir el país. Queremos reconstruirlo”.
Ese viernes la pichanga resistía por todes. Por Ignacio Cayumán, por Geraldine Alvarado, Ana Cook, Karen Ulloa. Por María Pía Castro, Nicole Saavedra y Susana Sanhueza. El gol de media cancha, el pelotazo y el pase corto eran discurso anti cisheteropatriacado, amplificado con megáfono.
por Valentina Peña Caroca
Fotos: Valentina Bird @valentinabird