Un presidente que no gobierna

Por Rodrigo Gangas Magíster en Ciencia Política, licenciado en Historia

Un presidente que no gobierna

Autor: Camila Sierra

Por Rodrigo Gangas

Magíster en Ciencia Política, licenciado en Historia.
Director de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales UAHC

La última intervención del presidente, el martes 12 de noviembre, en medio de una de las jornadas más violentas de movilización social, luego de ya tres semanas del estallido de octubre, ha dejado más dudas que certezas, muchas inseguridades, pero también algunas angustias.

El análisis del “discurso”, si así pudiese llamársele, tiene dos miradas, una de forma y otra de fondo.  En la forma, la expectación que se generó frente al pronunciamiento del presidente colmó de especulaciones sobre el proceder del ejecutivo.  Es cierto que no se esperaba mucho en términos de mayores transformaciones, mal que mal hoy gobierna la derecha y la ultra derecha, y ellos nunca han sido proclives a los cambios, a menos que se realicen en un contexto de dictadura –al menos eso indica la historia-, pero sí rondaba en el aire la posibilidad de nuevamente decretar estado de excepción, pero esta vez de sitio, e incluso que el presidente pudiese dejar vacante la presidencia y así operar lo que indica la constitución.

Nada de lo anterior ocurrió, y cuando comenzaron las palabras, a la expectación original se dio paso a la frustración de observar a un gobernante con muy baja capacidad de tomar decisiones en tiempos de crisis. En definitiva gobernar es eso, tomar decisiones, conducir en situaciones no solo de paz sino que también de conflicto, y en eso el presidente ha sido profundamente errático. Solo y desencajado, la presencia de dos de sus ministros del equipo político no alcanzan para dar soporte a un discurso vacío y solo sustentado en su mirada en torno a la violencia, pero que nuevamente no nos asombró con lo que la ciudadanía espera, es decir tomar las decisiones sobre la crisis.

Pero además se presentó una forma errática, con una medida que solo permitió incrementar la burla al gobernante, como cuando llama a todos los funcionarios de carabineros y PDI en retiro a hacer frente a la crisis.  Para un sistema que es altamente presidencialista, y donde se espera mucho de la toma de decisiones de un gobernante, esa medida no solo alimenta el humor nacional sino también indica que al parecer no quedan muchas opciones.  Por lo cual es necesario pasar al fondo del mensaje.

Es cierto que el mensaje del presidente fue básico, con muy poco contenido, sin decisiones y solo con grandilocuencias.  La táctica común es la del gatopardismo, hacer creer que se toman decisiones para no cambiar absolutamente nada.  No fue mucho lo que indicó el presidente como medidas concretas, la reintegración como apoyo de los retirados y un mensaje que parece más de un comunicador de TV que llama a la unidad nacional a través de tres grandes acuerdos:  Uno social pero sin contenido, se supone que es el de la agenda social que infructuosamente quiere impulsar; un acuerdo político, el llamado a pensar una nueva constitución vía congreso constituyente, que no presenta ninguna novedad, este ya se había dicho, y no es lo que espera la ciudadanía;  y un acuerdo en torno a la paz y la seguridad.  ¿Qué significa hacer un llamado a un pacto sobre la paz y la seguridad, en circunstancias en que el conflicto por el cual los dos pactos anteriores no dan respuestas a las demandas?  ¿Cómo es posible volver a la paz y la seguridad cuando el gobierno precisamente no es eso lo que promueve, avalando constantemente el accionar de FFEE frente a las movilizaciones y donde los datos sobre el uso de perdigones y otros implementos o acciones no solo han cegado a más de 200 manifestantes, sino que se han cometido flagrantes violaciones a los DDHH?

El mensaje contiene muy sutilmente algo más, en primer lugar el presidente se encuentra acorralado y con muy poco margen de acción, lo que le impide tomar decisiones, por ende no está gobernando.  El hecho de marcar un discurso solo sobre grandes acuerdos, indica que no tiene capacidad de tomar decisiones, cuestión compleja en los sistemas presidencialistas.  Pero por otra parte, si el presidente no tiene margen de acción, es porque existen otros actores que presionan y en eso incluso hasta la democracia como régimen político puede quedar en entredicho.  Si fueron los militares quienes solicitaron mayores garantías para poder intervenir, eso aún no lo sabemos, lo que sí es que no ha sido ni será la última vez que la estabilidad económica y social de la oligarquía será más importante que la democracia, más aún cuando en el discurso se plantea que la democracia ya está siendo socavada por los actos de violencia, así como lo expresó “esta grave situación de violencia y de delincuencia atenta gravemente contra la democracia”

Por otra parte, el discurso del presidente indicó algo aún peor, y lo expondré en forma textual para no errar: “Por esa razón, le he solicitado al ministerio del Interior que mañana presente querellas por la Ley de Seguridad Interior del Estado contra aquellas personas que han promovido o fomentado”.  Entonces, ¿qué significa “promover o fomentar”?  En ese sentido el margen de acción de las policías se va ampliando, ahora no solamente se colocará el énfasis en aquellos que si realizan actos de violencias en las manifestaciones, sino también en todos quienes –e incluso me puedo sumar- por distintas vías hemos promovido o hemos fomentado una movilización social que ha incluido la violencia en distintos grados y visiones. 

Al parecer, el argumento es el mismo siempre.  La doctrina del shock indica que para poder realizar transformaciones estructurales en una sociedad se deben dar tales condiciones que permitan generar un shock de grandes proporciones para que a su vez se soliciten y validen esas transformaciones,  en este caso lo que busca el gobierno es utilizar dicha doctrina y ampliar el marco de la estrategia sobre la seguridad y la violencia estatal.  Con ello, la vieja teoría de que el exceso de democracia mató la democracia buscará nuevamente –como hace ya décadas- imponerse en el debate, garantizando que la única solución a la crisis es un gran acuerdo por la paz y la seguridad, pero que no precisamente será una solución política que implique la mantención o profundización de la democracia. 


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