El uso que le han dado los artistas a las ruinas tiene un período de origen y un recorrido histórico cuyo desarrollo desemboca en una apreciación contemporánea de las mismas. Este periodo histórico se suele situar en el Renacimiento, momento en que la ruina surge como una categoría simbólica y motivo artístico primordial, así como un contraste temporal con culturas del pasado.
En el siglo XVI los pintores manieristas van a transformar la representación unitaria y coherente del escenario espacial; la lógica renacentista de las relaciones espaciales se descompone en un espacio intrincado. Son representaciones de un dinamismo ilusorio, que provoca en el espectador un efecto desestabilizante. El más famoso, considerado un paradigma de esta concepción espacial, es el fresco con “La caída de los gigantes”, realizado en 1530-35 por Giulio Romano en el Palazzo de Te, de Mantua. En la Sala de los Gigantes se muestran frescos con la caída del edificio clásico de arquitectura, en donde se representa a los Titanes siendo aplastados por el desmoronamiento de las columnas, liquidando la arquitectura de la habitación que lo contiene, que pareciera colapsar.
Estos símbolos del poder representados por la arquitectura encuentran en esta poética del derrumbe una contrapartida que pareciera despertar la ruina, erigiéndose como evidencia de la vacuidad devastadora del tiempo que reduce a la nada las construcciones humanas y sus pretensiones de eternidad.
En siglo XVIII comenzaron a aparecer obras precursoras de lo que hoy se conoce como el género de la ruina anticipada. Un ejemplo es el artista francés Hubert Robert (1733-1808), quien dedicó gran parte de su obra a imaginar su ciudad natal en ruinas. Otro ejemplo, comenzando el siglo XIX, lo encontramos en el encargo que hace el arquitecto John Soane al pintor Joseph Michael Gandy, una vez terminada su obra más monumental: nada menos que el Banco de Inglaterra. Soane propone a Gandy realizar una representación del edificio recién construido como si estuviera reducido a ruinas, tal como lo podría estudiar un viajero de las ruinas del futuro. Se trata, pues, de ruinas que no se vinculan con el pasado como las renacentistas, sino más bien que portan una visión distópica del futuro.
En el siglo XX, dos de los artistas más relevantes en el tema de la ruina (ambos norteamericanos y pertenecientes al bloque de los últimos sesenta) son Robert Smithson y Gordon Matta-Clark.
En 1967 Smithson emprende un viaje con su cámara fotográfica automática por su ciudad natal, convertida entonces en un suburbio conformado por las ruinas de una zona industrial. A partir de ello articula un pequeño e ilustre ensayo-fotográfico, que consiste en un tour por los “monumentos de Passaic”, que no son sino los restos industriales experimentados como una des-realización del territorio, mostrando en el suburbio el espacio escénico de una subversión de la memoria, en donde el futuro se encuentra perdido en algún lugar del pasado no histórico. En un extracto de dicho artículo leemos: “Este panorama cero parecía contener ruinas al revés, es decir, toda la construcción que finalmente se construiría. Esto es lo contrario de la ruina romántica, porque los edificios no caen en ruinas después de haberse construido, sino que alcanzan el estado de ruina antes de construirse. Esta puesta en escena antirromántica sugiere la idea desacreditada del tiempo y muchas otras cosas desfasadas”.
En el caso de Matta-Clark, esta predisposición suburbana de Smithson se concentra incisivamente en el espacio urbano. Como él mismo explica a propósito de sus intervenciones: “Aquí, como en muchos centros urbanos, la disponibilidad de estructuras vacías y abandonadas era un recordatorio importante de la reiterada falacia de la renovación a través de la modernización”. De esta manera, su enfoque opera desde la perspectiva crítica propia de su práctica de la anarquitectura, caracterizada por los gestos deconstructivos en sus obras sobre edificios abandonados. O como nos propone la escritora Adriana Valdés: “Una manera posible de mirar el trabajo de Matta-Clark podría ser mirarlo desde la arquitectura y su sombra, desde lo que la tarea arquitectónica como tal no puede afirmar, desde lo que rechaza, desde el reverso mismo del poder de la arquitectura, desde las zonas de vulnerabilidad de la arquitectura”.
Carlos Cerutti
Artista plástico