Santiago: entre el nacional populismo y la arquitectura neoliberal

Las grandes urbes contemporáneas han sido el espacio predilecto para la escenificación del poder de las ideologías dominantes de turno


Autor: Mauricio Becerra



Las grandes urbes contemporáneas han sido el espacio predilecto para la escenificación del poder de las ideologías dominantes de turno. Las  edificaciones monumentales modernas, así como lo fueron las catedrales en otras épocas, se yerguen imponentes como manifestación palpable del progreso y el bienestar contemporáneos. Santiago de Chile, no ha sido la excepción.

VESTIGIOS DE LA UNIDAD POPULAR

Varios son los hitos del Santiago construido bajo el modelo “nacional populista”, de Estado industrial e integración social. Muchos de ellos inconclusos, otros derribados, algunos re-significados. Sobre los primeros, la remodelación San Borja, aparece como un hito significativo, en pleno centro de la ciudad, en un espacio de escala monumental. El proyecto original, iniciado en 1965, incluía 30 torres de 22 pisos  y la articulación de nuevas espacialidades públicas en la zona  central como símbolo de progreso y modernización.  La dictadura suspendió las obras indefinidamente. Las torres fueron allanadas en septiembre de 1973, se creía que en sus subterráneos habían armas. Los días 11 y 12 salieron disparos desde algunas torres. Los militares hicieron fogatas en los patios centrales de la remodelación, con material catalogado de subversivo y quitado a los residentes. Hoy el anhelo del espacio público de la “revolución en libertad” es un singular dormitorio para los indigentes del sector.

Un destino peor fue lo que ocurrió con el Parque San Luis, en las Condes. La idea de los urbanistas de la Unidad Popular era la generación del Centro Cívico Oriente. 150 hectáreas, 61 torres de 20 pisos y 40 edificios de 4 a 5 pisos. El objetivo era democratizar la ciudad, llevar los estratos medios y bajos a la zona donde se concentraba la elite santiaguina. El proyecto se suspendió indefinidamente tras el golpe y los departamentos alcanzados a edificar fueron destruidos, pese a su calidad, por Joaquín Lavín, cuando se desempeñó como alcalde de Las Condes.

Lo que se construyó en 1972 (la ex Villa Carlos Cortés), 1083 departamentos entregados a familias de escasos recursos,  fue desconocido por el régimen militar y los pobladores fueron desalojados entre 1975 y 1978.

Quizás el icono máximo del período es el llamado edificio UNCTAD III: 13 mil metros cuadrados construidos en tiempo record y germen de varias leyendas urbanas; fue símbolo del “allendismo”, pues albergó la tercera asamblea de Naciones  Unidas sobre Comercio y Desarrollo (abril de 1972). Luego pasó a ser el centro cultural Gabriela Mistral y fue alhajado por insignes artistas locales y extranjeros. Pero después del golpe, la dictadura lo usó como sede entre 1973 y 1981, lo que hizo inseparable la imagen de la junta militar con la monumentalidad del rebautizado Diego Portales. Vuelta la democracia, la torre del edificio fue reutilizada por los gobiernos de la Concertación como sede del Ministerio de Defensa. La estructura se incendio en el año 2006, hoy se espera una pronta reinauguración.

ARQUITECTURA NEOLIBERAL

La monumentalidad neoliberal surge a fines de los ’70, una vez consolidada la política de shock impulsada por los Chicago Boys, y tras la inauguración de la línea uno del metro.

Santiago bulle al ritmo de la economía de mercado: En 1979 circula la primera tarjeta de crédito, los electrodomésticos llenan las vitrinas de la ciudad. Un año después, el entusiasmo de las bondades del modelo queda sedimentado en la construcción del edificio más alto de Santiago: La Torre Santa María, sede, además, de uno de los grandes imperios financieros del momento: el BHC (Banco Hipotecario de Chile, del grupo Vial). 109 metros de altura; 28 pisos de plantas libres, un centro comercial, cafeterías y cuatro subterráneos. En 1981 y como triste presagio de la crisis que se avecinaba, la torre se incendia, perdiendo la vida 11 personas. El grupo financiero que alojaba en este  icono arquitectónico es uno de los primeros en quebrar, tras el colapso económico que gatilló las jornadas de protestas que terminarían con la dictadura.

El neoliberalismo globalizado de los gobiernos democráticos está representado en la construcción del edificio corporativo de la Compañía de Telecomunicaciones de Chile, CTC. Tiene 143 metros de altura en un emplazamiento simbólico, la Plaza Italia, el punto cero de la ciudad, el nodo que invisiblemente demarca las clases sociales en el Santiago de los ’90.

La obra de la empresa trasnacional es, además, un gigantesco celular, símbolo de la sociedad “aspiracional” que se consolida con la apertura democrática y global. Recuérdese la apología, hecha por Eugenio Tironi, del personaje publicitario Faundez, trabajador informal dueño de un moderno teléfono inalámbrico, y símbolo del “exitoso” modelo chileno. Fue el edificio más grande del país, hasta la construcción del hotel Marriot.

La cercanía del Bicentenario ha sido terreno fértil para ciertas ideas megalomaniacas de cepa neoliberal: La torre de Lavín , la más alta de América Latina, ¿recuerdan?, el Mapocho Navegable y, por cierto, el puente más largo de América Latina, en Chiloé .

Sin embargo, el poder de los nuevos conglomerados económicos, del retail específicamente, es quien ha estado más cerca de clavar la bandera del Éverest bicentenario. El Mega proyecto de Cencosud, Costanera Center. Una torre de 270 metros de altura (la más alta de América latina se anunciaba majaderamente), más tres torres menores de oficinas y viviendas para la elite. Hace unos pocos días nos enteramos que se paralizan las obras. La razón: las obras de mitigación que exige el Estado han aumentado los costos y ya no es viable su construcción. ¿Una  nueva medición de fuerzas entre los débiles instrumentos públicos de planeación urbana y la prepotencia inmobiliaria? o mas bien ¿El gesto inequívoco de la manifestación de la crisis financiera en el sector construcción?. En las ruinas de Costanera Center se juega, en cierta medida, el campo semántico en que se debate la crisis: ¿Cómo actuarán el Estado y los grandes capitales frente a la catástrofe.?

¿Es Costanera Center el signo del fracaso de nuestra globalización neoliberal?,  ¿Un equivalente  del Hospital de Ochagavía, símbolo de la utopía de integración social de la vía chilena al socialismo?.

Es pronto para responder. Sin embargo, como corolario una anécdota. Recuerdo que hace unos años mientras viajaba por la autopista que une Punta del Este y la ciudad de Maldonado, en Uruguay, notamos que había un sinnúmero de construcciones en obra gruesa abandonadas, esparcidas en uno y otro lado de la carretera. Preguntamos a los uruguayos a que se debían. Son las ruinas que quedaron de la crisis argentina, nos dijeron.

Marco A. Valencia P.
Doctor en Arquitectura y Patrimonio / Investigador Universidad Central.


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