Opinión de Mauricio Becerra Rebolledo / @kalidoscop
Sebastián Piñera ha decretado Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe por 90 días para enfrentar la pandemia del Covid-19. La principal medida, vigente a partir de este jueves, es sacar los militares a la calle y prohibir las concentraciones públicas. Todo durante tres meses. El anuncio de la Presidencia, para dar más sustento a la medida, añade que también se podría ordenar la formación de reservas de alimentos para asegurar la subsistencia de la población, alterar el derecho a la propiedad, establecer cuarentenas, toques de queda y limitar el tránsito de las personas.
Desde que se inició el primer brote del Covid-19, en la ciudad de Wuhan, las autoridades de los países han implementado como primera medida la cuarentena. La policía y los militares en las calles son para apoyar dicha medida. En Chile, en cambio, no se ha decretado cuarentena para proteger al empresariado. El decreto de Piñera no dice nada respecto de cierre de centros comerciales, medidas contra el acaparamiento de productos, cierre de ciudades, cese de viajes en aviones o buses. Mucho menos hay referencia a la prohibición de despidos, desalojos de vivienda, cobranzas bancarias o congelamiento del cobro de tarifas de servicios básicos. Es decir, se cierran los parques, se limita juntarse a las personas con los militares en las calles, pero con los malls funcionando y el transporte público atiborrado.
La medida de Piñera, más que evitar la expansión de la pandemia, está destinada a aplastar el movimiento social que despertó en octubre de 2019. Es el recurso a la estrategia del shock para poder retomar el timón del país, arrebatado por la ola de protestas contra el neoliberalismo y la Constitución de Pinochet.
Tras cinco meses de movilizaciones y con la entrada de los secundarios en el escenario durante la última semana, la pandemia del Covid-19 resultó ser un respiro para el Gobierno. Las primeras medidas de Sebastián Piñera fueron prohibir concentraciones de más de 500 personas (como si cuando se juntan 20 no hay riesgo de contagio) y los medios masivos han llenado la parrilla programática inoculando miedo sobre la pandemia con el objetivo de desmovilizar al movimiento social chileno.
La formación empresarial de Piñera con el Coronavirus ha dado cuenta más bien de su falta de preparación absoluta para asuntos de Estado. La minimización de la gravedad de la pandemia en las primeras horas, la improvisación en las decisiones sobre la suspensión de clases en colegios y el cuadrarse con los dueños de los centros comerciales y mantener dichos espacios abiertos, entre otras torpezas propias del mandatario, evidencian que el país está siendo gobernado no solo por quienes no están preparados para enfrentar la enfermedad, sino que explotarán la enfermedad para abultar sus ganancias a costa del dinero del aparato público y la salud de los habitantes.
Se trata de un gobierno de ortodoxia neoliberal y dirigido por un empresario. Su preocupación desde el estallido no ha sido el bien del país y la economía, sino que cuidar su fortuna. Las medidas ante el Covid-19 tomadas en Chile no son de salud pública y de protección a la población ante una emergencia, sino que tienen como límite no afectar los negocios de los más ricos y aprovechar la crisis como una oportunidad para hacer nuevos negocios. ¿Podríamos esperar el cierre de fronteras y el cuidado con los turistas al Presidente que se hizo rico con una línea aérea? O ¿se puede esperar que el ministro de Salud, Jaime Mañalich, no quiera beneficiar a la industria privada de salud cuando su expertise principal fue ganada como gerente general de la Clínica Las Condes?
Habiendo gran cantidad de recintos públicos disponibles, el reciente arriendo de Espacio Riesco para instalar un lugar para la convalecencia evidencia que la crisis del Coronavirus será explotado por Piñera y sus secuaces como una rica oportunidad para desangrar aún más los escasos recursos del sistema de salud público.
En ese sentido, Naomi Klein advierte de que nos enfrentamos a los mismos grupos que se han valido de la doctrina del shock en grandes tragedias para destruir más los bienes comunes. En EE.UU. quien se hará cargo de la gestión de la enfermedad es el vicepresidente Mike Pence, quien además de tomar como política rezos colectivos en sus despacho para enfrentar el Coronavirus, carga en su currículum la implementación de ‘soluciones pro mercado’ después del huracán Katrina a través de la Fundación Heritage. Klein destaca que las alternativas en la mentalidad neoliberal son “’yo me ocuparé de mí y de los míos, podemos conseguir el mejor seguro privado de salud que haya, y si no lo tienes es probablemente tu culpa, no es mi problema’: Esto es lo que este tipo de economía de ganadores pone en nuestros cerebros”.
La sociedad globalizada se enfrenta a una pandemia que a diferencia de brotes anteriores de otras enfermedades, sorprende por la rapidez en la expansión del contagio. Si en Chile la semana pasada se reportaba apenas una decena de casos, las cifras de hoy superan los 200 confirmados. El Covid-19 está demostrando, como dice Mike Davis, que “la globalización capitalista es biológicamente insostenible en ausencia de una infraestructura sanitaria pública internacional. Pero nunca existirá hasta que se acabe con el poder de las farmacéuticas y la sanidad con ánimo de lucro”.
Pese a los costos económicos, China decretó la cuarentena primero en la ciudad de Wuhan con 11 millones de habitantes y después la extendió a la provincia de Hubei con 56 millones. Italia hizo lo mismo hace algunas semanas, declarando la cuarentena en todo el territorio. En España el cierre de centros comerciales y restorantes comenzó el viernes 13 y se ha restringido el comercio abierto a supermercados y farmacias. Los policías y militares están en la calle para hacer cumplir la cuarentena en dichos países. En Chile, en cambio, en vez de cerrar los centros comerciales y fortalecer el sistema de salud público, la primera medida es sacar los militares a la calle y el arriendo del Espacio Riesco para recluir a quienes estén enfermos.
EL GIRO EN LA ESTRATEGIA DEL MOVIMIENTO SOCIAL
Como el gobierno de Piñera persigue antes que nada la ganancia del empresariado, al movimiento social afianzado desde octubre de 2019 le corresponde preparar las medidas urgentes para detener la epidemia. Hoy más que nunca se requiere la capacidad de organización del movimiento social y una primera estrategia es convocar a un Paro Nacional indefinido. La sociedad asumirá que solo los sectores estratégicos permanezcan funcionando, manteniendo las cadenas de alimentación, los servicios sanitarios y de aseo públicos.
La tardanza de la CUT y las organizaciones de trabajadores en hacer este llamado demuestra su incapacidad para leer lo que está pasando. Los trabajadores de los centros comerciales le llevan la delantera haciendo protestas para exigir el cierre de los locales. Los conductores de Subus también han realizado paralizaciones y en los campamentos mineros se anuncian grandes paralizaciones. Falta sumar el apoyo de los estudiantes secundarios. Recordemos que su llamado a principios de octubre y la acción directa de evasión masiva pusieron en crisis terminal el sistema neoliberal. De seguro, en esta oportunidad los gremios estudiantiles llamarán antes que los gremios organizados al Paro Nacional. Nadie va a clase. Los padres tampoco al trabajo.
La única forma comprobada de parar el brote de la epidemia es que las sociedades entren en servicios mínimos. El movimiento #yomequedoencasa es tremendamente altruista y necesario, pero es fácil para quienes tienen casa, pueden teletrabajar o no tienen la amenaza del despido. Durante esta tarde se dio a conocer ya el caso de una joven despedida de la tienda Hush Puppies en Chillán por organizar la protesta para el cierre del mall.
En la actualidad, la mayor parte de los trabajadores en Chile viven de empleos precarios, su salario depende de los días trabajados y el comercio informal -verdadero colchón de la precarización del neoliberalismo- depende de las calles para costear el día a día. Por ello una demanda inmediata es un salario universal mínimo a todos quienes no tengan trabajo y a los trabajadores informales. Es una medida urgente que no se resolverá con subsidios mezquinos, la estrategia clásica de los gobernantes neoliberales de las últimas décadas.
Es posible restringirse a lo esencial: el abastecimiento de alimentos, las farmacias, los servicios de salud pública y el aseo de las ciudades. Los centros comerciales, tiendas de ropa y restaurantes debieran estar cerrados.
La crisis está demostrando que los trabajos son capitales para que las sociedades funcionen. En España e Italia, con la crisis desatada desde hace unas semanas, se valora más que nunca el sistema de salud pública, a los profesionales sanitarios y el trabajo de cajeras y cajeros de supermercado, aseadores de la ciudad y los choferes del transporte público. Valoremos a quienes cumplen estas funciones. Todos estos trabajadores son nuestra «primera línea». La comunidad debe ser capaz de darles la fuerza y el apoyo que se le da a la Primera Línea que disuade los abusos de la policía. También debemos prepararnos para los cuidados y repartir las tareas, ya que en la cultura patriarcal chilena la carga del cuidado de los familiares enfermos recae principalmente en las mujeres.
En caso de que las organizaciones empresariales no quieran parar la producción, los trabajadores deben expresar su fuerza organizativa. En Italia, cuando la patronal de la fábrica FCA de Pomigliano d’Arco quiso seguir la producción, sus trabajadores y trabajadoras cruzaron los brazos y se declararon en huelga. Ocurrió lo mismo a comienzos de esta semana en Vitoria, País Vasco, cuando al detectarse un caso de positivo del Covid-19 los operarios se plantaron y pararon la línea de producción de la fábrica Mercedez Benz. En las horas siguientes pararon la producción 11 mil trabajadores de las plantas de Airbus en Getafe; otros 2 mil 400 de la fábrica IVECO en Barajas y cuatro plantas de Renault que concentran 13 mil operarios.
También debemos prepararnos para que la crisis no la paguen los más pobres. La cuarentena cortará el ingreso de millones de personas y hoy más que nunca se requiere un Estado solidario y no subsidiario, como el modelado en Chile por la Constitución de Pinochet. En España, Italia, Francia y Alemania se han implementado medidas como la prohibición de los despidos, pago de hipotecas, suspensión de los pagos de luz y agua, de los remates bancarios y de los cobros de multa estatal. En Francia, el también neoliberal Macron, además de destacar la importancia de mantener una sanidad pública, ha decidido paralizar el cobro de cuentas. Por su parte, organizaciones de trabajadores exigen una renta básica universal y suministros básicos.
En Chile, la suspensión de pagos de cuentas de luz y agua no sería ningún problema si fuesen empresas públicas, pero como están en manos del capital, las reglas de la economía globalizada exigen mantenerles su cuota de lucro. Todo protegido por la Constitución de 1980. La iniciativa no vendrá del gobierno de Piñera ni del Parlamento, una fase de la huelga general es dejar de pagar las cuentas y resistir los cortes de luz y agua.
EL RESPIRO PARA EL PLANETA
Un reciente informe de la International Energy Agency (IEA) calculó que el mundo está emitiendo menos de un millón de toneladas de dióxido de carbono (CO2) por día debido a la caída en la producción industrial de amplias regiones de China, el norte de Italia y la caída en el consumo de petróleo producido por la pandemia de Covid-19. Esto implica que en el primer trimestre de este año hubo una baja en las emisiones de CO2 estimada en 9.6 millones de toneladas.
Imágenes satelitales comprueban que efectivamente la paralización de grandes regiones industriales y la correspondiente baja en las emisiones de CO2 determinan el grave impacto de la sociedad capitalista globalizada en la emisión de gases que inciden en el calentamiento global. Se trata del sistema productivo armado en las últimas décadas a escala global cuya producción está deslocalizada y los costos de su circulación los paga el ecosistema. Se puede aprovechar este momento en que la máquina está obligada a parar y repensar si como civilización seguiremos en el camino diseñado por el capitalismo del desastre.
Además de la producción de manufacturas, han parado como nunca en la historia la industria de aerolíneas y de los cruceros, grandes responsables del aumento de la temperatura del planeta. Se estima que 1 de cada 4 aviones en estos instantes está en tierra. La industria aérea es responsable del 2% de las emisiones de CO2 en el mundo. La pandemia tiene así un efecto paradójico. Un amigo filósofo observa con ironía que el capitalismo globalizado ha producido lo que nunca han intentado las burocracias sindicales: la primera huelga general de la historia global. Estamos todos encerrados en las casas.
Como observa Joan Benach, los efectos negativos en la salud, la sociedad y la economía en lo inmediato, acaban siendo beneficiosos para la crisis climática y ecológica. Destaca que “desde el punto de vista ecológico, estrechamente conectado con la economía, el frenazo económico ha reducido el consumo de combustibles fósiles, la emisión de CO2 y la contaminación del aire. Por ejemplo, en China se ha reducido el consumo de petróleo notablemente y las emisiones de gases en un 25%. Lo mismo ocurrirá en otros muchos países”.
La avalancha social que se tomó las calles a partir de octubre de 2019 se enfrenta así a un dilema: dejar las calles como principio de precaución y aceptar el distanciamiento social. Piñera está utilizando la pandemia del Coronavirus para parar su salida de La Moneda y el consecuente fin del Estado neoliberal. La estrategia hasta la semana pasada del Gobierno fue persistir en la represión pública y, pese a la crisis económica, se adquirieron costosos vehículos de represión policial para enfrentar a la ciudadanía. La respuesta podría ser evitar esa confrontación y mostrar la inutilidad de todas esa maquinaria represiva. Un «guanaco» o un «zorrillo» no sirven para obligarte a ir a trabajar.
El Covid-19 exige al movimiento social establecer precauciones, afinar la estrategia y producir otras formas de protesta. Los italianos en cuarentena salen a los balcones para recuperar la vida en comunidad con música y juegos. En España, también en cuarentena, todos los días a las ocho de la noche se aplaude a los profesionales sanitarios, los de supermercados y del aseo que mantienen los servicios mínimos. Tal vez en Chile, junto con repetir el necesario respaldo a esos trabajadores y declarar el Paro Nacional, se pueden aprovechar las ventanas y balcones para decirle a Piñera que la lucha sigue firme. Habrá que cambiar las capuchas por mascarillas. Ollas, sartenes y cucharas de madera pueden producir un contagio sonoro para mantener la dignidad.