La imprecisión de las estadísticas del coronavirus

Pese a que las estadísticas de contagios y muertes por Covid-19 intentan reducir la incertidumbre, en la práctica cada país aplica sus propios criterios de detección. En varias naciones europeas solo entran en la contabilidad quienes han fallecido en hospitales y nuevos datos sobre defunciones elevan estas cifras por sobre las consignadas en las oficiales. En Chile está a cargo del control de la epidemia un médico que en la anterior gestión de Piñera redujo por secretaría listas de espera para maquillar los datos.

La imprecisión de las estadísticas del coronavirus

Autor: Mauricio Becerra

Por Mauricio Becerra Rebolledo

Las narrativas de los medios masivos sobre la pandemia de coronavirus actualizan día a día los nuevos casos reportados sobre contagios y muertes provocadas por la enfermedad. En varios portales de noticias se puede ver la información refrescada según el país y, como si se tratara de una cruzada, se convoca a la población a redoblar los esfuerzos para revertir la ‘curva de contagios’. Si bien es importante en la actual crisis sanitaria la necesidad de información actualizada y veraz, dicho fetichismo por el dato estadístico esconde que la producción de esas cifras utiliza criterios diferenciados en cada país, e incluso en cada región al interior de estos.

La Universidad John Hopkins desarrolló un gráfico en el que integra día a día la información proporcionada por los servicios sanitarios de los países a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se trata de los casos contabilizados, a quienes se alcanzó a hacer el test y dieron positivo. Sobre esos datos se construyen las cifras epidemiológicas.

Si bien los números presentados y su interpretación estadística ayudan a dimensionar el peligro y los efectos de la pandemia, los medios confunden la representación matemática de la enfermedad, que es producida a partir de los datos posibles de recolectar, con una verdad absoluta respecto del fenómeno representado.

En la contabilidad lisa de los casos no se explica que cada país tiene diferentes formas de producir dichas estadísticas, las que acaban influyendo en la percepción de sus electores y a nivel internacional para la sanción, si es que los gobiernos tomaron las medidas adecuadas. El enfermo que quedó en casa, quien tuvo unas defensas inmunitarias suficientes y no alcanzó a sentir los síntomas descritos, o quien se escondió de la vigilancia sanitaria, no llegan a las estadísticas. Sus casos jamás abultarán la contabilidad.

Cada país considera diferentes criterios para llegar a una contabilidad, que después pasa a la OMS. En Francia, Alemania, Reino Unido y China solo entraron en las estadísticas quienes murieron por Covid-19 en los hospitales. En dichas naciones los ancianos que murieron en residencias no figuran en las muertes por el coronavirus. EE.UU. acusa a China de ocultar cifras de muertes y este ha respondido que el gobierno de Trump ni siquiera contó casos de coronavirus que fueron diagnosticados como gripes antes del brote en Wuhan.

LAS ESTADÍSTICAS QUE NO CUADRAN EN EUROPA

En Alemania, si bien se ha demostrado un buen control del coronavirus a través de la detección temprana de casos positivos y su aislamiento, sus estadísticas solo incluyen a quienes mueren en los hospitales con exámenes positivos de Covid-19. Según Der Spiegel, una investigación de la consultora Risklayer y el Centers for Disaster Management and Risk Reduction Technology (CEDIM), realizada a fines de marzo de 2020, demostró un desfase en la cifra oficial del Instituto Robert Koch (RKI) que el martes 24 de marzo contaba 27 mil casos positivos de Covid-19, en circunstancias que las cifras de Risklayer y CEDIM alcanzaban los 32 mil.

En Gran Bretaña tampoco se cuentan las muertes por coronavirus que ocurren en los geriátricos, integrando la lista solo las ocurridas en hospitales con diagnóstico efectivo de Covid-19 a personas que muestran síntomas avanzados de la enfermedad. Esto ha significado que el número de muertes en UK, estimado en 12,868 (15 de abril), sea mucho mayor.

Así lo confirma un informe reciente de la Office for National Statistics (ONS), según el cual las muertes por coronavirus han sido un 50 por ciento más altas de lo que anunció el Gobierno. La reciente semana ha sido la más mortal desde que comenzaron los registros del Reino Unido, según detalló The Telegraph.

Si bien España ha sido uno de los países que ha hecho una de las gestiones más transparentes de las cifras de coronavirus, cuando se cotejan los números de fallecidos con un informe periódico elaborado por el Instituto de Salud Carlos III -y que trabaja con estadísticas comparativas de las dos últimas décadas-, se evidencia que en abril las cifras de muertes en el reino aumentaron un 43,3 por ciento. El Informe del Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MOMO), calculó las defunciones en España entre el 17 marzo y el 1 de abril de 2020, concluyendo que si se esperaba un aproximado de 18.072 defunciones, ocurrieron 25.898, es decir, murieron 7.826 más. Las muertes de hombres fueron un 51% más que las esperadas y de mujeres un 32,2%.

LA NEBULOSA DEL SUBDIAGNÓSTICO

Cuando el virus comenzó a provocar sus primeras víctimas, al ser desconocido los médicos fueron incapaces de detectarlo, de darle un diagnóstico diferente de una neumonía convencional u otros cuadros clínicos parecidos. La detección solo fue posible cuando se desarrolló el test por PCR y, posteriormente, en muchos países ante la carencia de test se ha validado la detección por escáner de pecho. Esto ha significado un gran porcentaje de subdiagnóstico del coronavirus.

La tardanza en la entrega de resultados es otro problema para tener una estadística clara, disparidad que se profundiza en la mayoría de los países, los que no tenían suficientes pruebas diagnósticas, y la realización también de test fallados. Los investigadores deben hacer frente a tres enormes desafíos, según explica Mike Davis: la escasez constante de kits de prueba que hacen imposible cualquier contención, lo que impide hacer cálculos precisos sobre parámetros claves para poder operar como el índice de reproducción; la cantidad de población infectada o el número de infecciones leves. Para Davis, “el resultado es un caos en las cifras”.

En Brasil el subdiagnóstico de Covid-19 quedó reflejado cuando el Ministerio de Salud reconoció durante la primera semana de abril que una mujer fallecida el 23 de enero murió de coronavirus. Su deceso fue un mes antes que se informara el primer caso confirmado en dicho país y fue posible de detectar después de un análisis retrospectivo de los casos.

El investigador del Núcleo de Epidemiologia e Vigilância em Saúde de Fiocruz Brasilia, Claudio Maierovitch Pessanha, considera que en el caso de Brasil el subdiagnóstico debe ser muy amplio y pone el énfasis, al igual que el estudio de la LSTM, en la necesidad de aplicar test masivos en la población para tener datos fiables respecto de la dimensión del contagio.

Un estudio del Centro de Modelación Matemática de Enfermedades Infecciosas de la London School of Tropical Medicine, publicado en marzo de 2020, estima que hay alta proporción de subnotificación del coronavirus en varios países. Sitúa que el índice de diagnosticados en Italia sería del 4,6% de todos los contagiados con la pandemia. Para España considera que apenas habría un 4,6% del total, para Francia un 5,3% y en Brasil un 11 por ciento. Los países que testearon rápidamente a su población tendrían un buen control de los diagnosticados: Corea del Sur con un 88% y Alemania con un 75%. El cálculo para Chile es de un 89% de notificación, en momentos en que 12 personas habían fallecido.

Hasta mediados de abril la carencia de test diagnósticos fue la tónica en España. En Madrid, para liberar laboratorios se dejó de hacer dicha prueba a pacientes con cuadros clínicos graves típicos como la neumonía bilateral.

Se piensa que las cifras en EE.UU. tampoco son claras y varios casos de Covid-19 fueron consideradas neumonías o gripes. En Nueva York un informe reciente encargado por el alcalde Bill de Blasio calcula que el número de muertes es mucho mayor al recuento oficial, superando los 10 mil casos solo en esa ciudad. La mayor cantidad de muertes, no incluidas en las cifras oficiales, fue tras incorporar 3.778 personas que no se hicieron la prueba de Covid-19, pero se presume que murieron a causa de ella.

LA TRANSPARENCIA DE MAÑALICH EN CHILE

En Chile también se acusa que hay subdiagnóstico de coronavirus, pese al optimismo manifiesto del ministro de Salud, Jaime Mañalich. Según denunció Ciper Chile a fines de marzo, en las regiones de Coquimbo, Antofagasta y Arica y Parinacota no se cumplieron los protocolos del Ministerio de Salud (Minsal) y se aplicaron menos exámenes de detección del Covid-19. Estos fueron restringidos solo a los pacientes con síntomas manifiestos graves que requerían hospitalización. Quienes presentaban síntomas leves fueron enviados a sus casas sin haberles hecho la prueba.

El mismo medio publicó la historia del fallecimiento por coronavirus de la persona más joven ocurrido en Chile. Se trató de una joven de 21 años de Romeral (Región del Maule), tampoco se le realizó el examen cuando recurrió por asistencia médica en Curicó. El 7 de abril la mujer murió en el Hospital de Talca, donde fue tratada por síntomas de leucemia y por una insuficiencia respiratoria aguda. El test le fue tomado apenas después de su deceso, resultando positivo, lo que provocó serios riesgos de contagio en su familia y el personal médico que la atendió.

Un caso similar ocurrió en Temuco, en donde una mujer falleció tras serle denegada atención médica en el hospital regional, pese a haber recurrido en más de una ocasión. Según denunciaron sus parientes a través de TVN, cuando por fin fue ingresada no alcanzó a estar más de media hora y se le envió a morir a su hogar. Su esposo también contrajo la enfermedad y cuando recurrió a la salud pública se le diagnosticó rinitis y laringitis, devolviéndolo a su domicilio. Como aún tenía dudas sobre su cuadro clínico, se hizo el examen en una clínica privada, resultando positivo.

Foto: Ministerio de Salud

Los gobiernos tienen a su disposición morigerar las cifras o ser transparentes. Chile no escapa a esto y las autoridades sanitarias saben muy bien que los datos pueden manipularse si se reducen los test de detección o permitiendo el subdiagnóstico entre quienes ya han fallecido. Se asume que las cifras epidemiológicas y las estadísticas médicas son de una objetividad pura, pero a veces ocurre que inescrupulosos están a cargo de lo público. El actual ministro de Salud, en el primer gobierno de Sebastián Piñera, ya redujo artificialmente las listas de espera AUGE con el objetivo de producir una estadística que certificara un logro del Ejecutivo. Así tenemos que los datos epidemiológicos también pueden ser objeto de controversia política.

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