Explorar la vida a través de nuestra realidad objetiva es apreciar sólo una estela de los múltiples estados en que podemos verla. Los ojos son capaces de encontrar muchas más cosas que aparentemente están alejadas de nuestra realidad visible. Es por eso que a través de los años distintas religiones han establecido rituales, por medio de los cuales hacen más cercano su encuentro con los dioses, quienes también parecen encontrarse alejados de lo que vemos y sabemos.
Estos rituales muchas veces alteran la conciencia y producen efectos en el cerebro que generan visiones y sonidos que no se encuentran en nuestro campo perceptible. Muchas veces ello es debido al consumo de distintos elementos naturales cuyas propiedades psicotrópicas permiten estas visiones. En México, una de las plantas más famosas para lograr estos estados de conciencia alterada es el peyote.
Desde hace siglos, la comunidad wixárika ha llevado a cabo sus rituales religiosos con ayuda de la Lophophora williamsii, comúnmente llamada peyote. Esta planta es endémica de México y más específico del centro de la nación. Los efectos que el peyote provocan a causa de la mescalina son alucinaciones fuertes que distorsionan nuestra percepción de la realidad. Incluso se dice que durante el viaje, a pesar de tener los ojos cerrados, uno comienza a experimentar diferentes tipos de visiones.
Los lugares cercanos al pueblo Real de Catorce, ubicado en San Luis Potosí, son los mejores para probar el peyote, pues esta zona es una de las más habituales para el consumo, no sólo por su localización geográfica sino porque ahí mucha gente puede instruirte en el proceso, mismo que no se debe tomar a la ligera. Llegar a Real de Catorce no es difícil, incluso puede hacerse en camión, basta con llegar a Matehuala en el Estado de San Luis y ahí tomar un camión que se dirija a Real de Catorce.
En México, el consumo del peyote es ilegal para toda persona que no pertenezca al pueblo wixárika y sólo tienen permitida la extracción y consumo del peyote. Por eso se recomienda encontrar un lugar seguro para comerlo, e incluso consumirlo en el desierto. Lo mejor es hablar con alguien del pueblo wixárika, pagar la cuota por la que te llevan a los puntos de extracción del peyote (el viaje ronda entre los 400 y 900 pesos) e ir con ellos a consumirlo para evitar problemas con las autoridades.
Algo importante, el peyote es una planta sagrada para los wixárika y se debe respetar al máximo su tradición, es por eso que las plantas deben ser tratadas con sumo cuidado y sólo se deben obtener de ellas los botones del peyote. El consumo siempre se ha visto como parte de un ritual y es indispensable respetar a quienes tienen al peyote como parte de su vida espiritual.
Una vez que se tiene un lugar seguro, se recomienda tener el estómago vacío para evitar sentir nauseas. También se sugiere tener un vaso de jugo de naranja para acompañar el consumo debido al sabor amargo de los botones. El mejor momento para consumirlos es cuando la noche comienza (el clima en San Luis es extremo por lo que hay que llevar ropa para el calor tanto como para el frío) para estar más cómodos y evitar el incesante calor.
El peyote tarda cerca de una hora en comenzar a causar efectos, pero poco a poco nos va atrapando en una atmósfera diferente, algo nunca antes visto en el que nuestros ojos comienzan a ver una realidad fragmentada, expuesta ante un nuevo visor de realidad que permite explorar lo que somos pero simbolizado a partir de visiones alucinógenas. Hay quienes tienen grandes visiones de animales y otras personas pueden tener una especie de catarsis, es por eso que si es tu primer viaje con peyote no consumas más de tres botones, pues la experiencia puede llegar a ser abrumadora. Ten en mente que el viaje no es corto, en realidad tendrá una duración aproximada de ocho horas. El punto es disfrutar lo que vemos, aprender quiénes somos y lo que buscamos en nuestra vida. Ocho horas de reflexión meditativa en la que nos encontramos con un yo más natural y extraño que nosotros, ocho horas que pueden cambiar nuestra vida para siempre.
Al final del viaje la sensación de bienestar nos invade, es como flotar de un sueño, pero la realidad también nos regresa rápidamente. Quizá notemos un gran apetito, por lo que es recomendable tener preparadas algunas cosas que podamos consumir tras la experiencia. Nos encontraremos en un nuevo día, con el estómago satisfecho y la mente abierta a posibilidades que ahora son infinitas. La experiencia del peyote no se entiende sin el respeto hacia el pueblo wixárika.