Desde que ha existido la agricultura ha existido también el consumo de alimentos fermentados, como la cerveza y el vino. Los microorganismos que colaboran en los alimentos fermentados fueron los primeros en ser domesticados, hace milenios. Los arqueólogos creen que los botones de opio y las gomas que producen se han cocinado desde tiempos inmemoriales. Desde hace mucho tiempo los ancestros en Asia ya hervían y trabajaban los extractos y las secreciones de esta planta, que se conoce como una de las primeras medicinas.
Un artículo publicado en Nature describe cómo una bacteria añadida al hongo de la levadura (Saccharomyses cerevisiae) compite con el opio y sus extractos, la heroína y la morfina, entre otros. Esta levadura puede producir alcaloides a partir de glucosa. Los alcaloides como la heroína y sus derivados, son moléculas producidas en las plantas. No obstante, las bacterias estudiadas secretan estos sustratos a partir de su comida favorita: el azúcar. Mantener una planta es mucho más caro y tardado que alimentar a unas bacterias con simple levadura.
Para el mundo de la biología y los avances médicos es una buena alternativa tomar estos alcaloides de la levadura, pues es más fácil que el complejo y tardado proceso de extraerlos de la planta. Que lo produzcan las bacterias es más rápido y se fabrica mayor cantidad.
Sólo se requiere darle azúcar a la bacteria para producir grandes cantidades de alcaloides. Esto va a permitir una producción a bajo costo y con grandes cantidades de sustancias derivadas del opio. Cuando escuchamos ‘morfina’ o ‘heroína’ tendemos a relacionar estos alcaloides con la drogadicción, pero no se usan sólo como eso sino que se emplean también como medicamento para tratar dolores, como el de pacientes de cáncer terminal.
Para producir la familia de opiáceos, la semilla se sujeta a una extensa vía metabólica que ha sido refinada a lo largo de siglos por jardineros expertos también en cocinar y consumir la sustancia. Durante décadas, laboratorios alrededor del mundo han conseguido hacer que el ADN de esta levadura (clasificada como un hongo) transforme el azúcar, su principal alimento, en un precursor de la morfina.
El simple analgésico que el botón de la amapola produce como uno de sus destilados tiene muchas ventajas (menos el precio); uno de sus precursores, un alcaloide llamado (s)reticulina, genera 2 mil 500 compuestos, y algunos de ellos se estudian como anticancerígenos, antiespasmódicos o por sus efectos antibióticos.
El verano pasado, en colaboración con otros dos laboratorios —uno en la Universidad Concordia, en Quebec, liderado por Vincent Martin, y otro en la Universidad de California, en Berkeley, guiado por John Dueber—, una científica de la Universidad Stanford, Christina Smolke, causó revuelo al anunciar que ella y sus colegas habían creado, con ingeniería biológica, una levadura capaz de producir heroína de la nada, mediante sencillos pasos.
La ciencia se mueve a pasos acelerados, lo que antes tardaba años, ahora se hace en cuestión de semanas. “Aunque no nos guste esto está pasando”, aseguró Dueber, “No creo que la gente esté lista para esto”, completó. Y tiene razón, pues los monitores de la DEA tienen los ojos bien puestos sobre las investigaciones de este tipo que se realizan en el territorio estadounidense.