La desaparición de los flamencos del Salar de Atacama

Si hace quince años atrás se contaban unos 500 flamencos en la Laguna Chaxa del salar de Atacama, hoy apenas hay unos 50. Su partida coincide con el auge de la explotación de cobre y litio en la zona. Los guanacos también se han ido y las faenas mineras están dejando sin refugio a las lagartijas. Investigadores advierten que hay desconocimiento de minería en salar y que hay un error en considerar al acuífero como un yacimiento minero.

La desaparición de los flamencos del Salar de Atacama

Autor: Mauricio Becerra

Cuenta el naturalista alemán Rudulfo Philippi que en 1854, bajando del monte de Pingo-pingo, al sur del Salar de Atacama, pese a que «estaba miu lejos de sospechar, que en estos terrenos tan áridos encontraría una especie nueva de ave acuática», al llegar al «gran panatano salado» quedó absorto cuando se encontró con una docena de flamencos que se alimentaban en el acuífero. Los atacameños, habitantes del lugar, les llamaban parinas.

El alemán apuntó parrinas.

Hasta ese entonces los naturalistas conocían cuatro especies de flamencos.

Philippi, formado en la década de 1830 en Berlín, llevaba apenas dos años en el país y ya era director del Museo Histórico Nacional y fue encomendado por el gobierno a realizar una expedición científica al desierto de Atacama, cuando Chile llegaba un poco más allá que Copiapó y el desierto era considerado un territorio inhóspito.

El naturalista provenía desde San Pedro e iba camino a Tres Puntas, a 80 kilómetros de la capital de Atacama, a pie y acompañado con guías y mulas, en un viaje que demoró unos veinte días. A sus espaldas el volcán Láscar había entrado hace poco en actividad, según él mismo relató, y en frente tenía a lo lejos el Llullaillaco. Iba bordeando el inmenso salar de Atacama, que describió como un terreno «formada de ripio y de arcilla con costras de yeso y de sal».

Fue la primera y única oportunidad en su vida que tuvo de observar el flamenco andino, una de los tres especies de flamencos de las seis existentes en el mundo, que habitan en la zona del altiplano y los humedales de la Cordillera de los Andes, como el Salar de Atacama. Y como buen naturalista que era quiso obtener algunos ejemplares.

Cuenta el mismo Philippi que cazaron y mataron un ejemplar en la ida y otros dos en la vuelta. Y no sólo con fines museográficos, sino que también se comieron uno. Según cuenta «sirvieron a variar algo nuestra comida mui frugal i monótona, haciendo una cazuela de estas aves”. Si bien no la encontró mala, la tomó con algo de repugnancia debido a que la grasa tenía el color del cinabrio, un mineral rojizo rico en mercurio.

Una vez en Santiago se afanó en reportar que se trataba de una especie nueva, enteramente desconocida de los naturalistas, publicando su hallazgo en los Anales de la Universidad de Chile en 1854. Determinó que las parinas viven exclusivamente en las lagunas en altitud desde la cordillera de Copiapó al norte, en donde pone sus huevos en el mes de diciembre, época en que los indígenas los llevaban para vender en la plaza de Atacama.

Describió al nuevo flamenco como de pescuezo y pechuga carmín, con la punta de las alas negras, las patas amarillo pálido, la cola  más larga que la punta de las alas y el pico de matiz colorado con una punta negra y una base amarilla. Estimó, asimismo, una longitud desde la base del pico hasta el ápice de la cola de 35 pulgadas y media (90,17 cms.). En un escrito posterior agregó que carece de pulgar.

Bautizó a la nueva especie de flamenco como Phoenicopterus andinus.

Sin embargo, alguien había escrito sobre dicho flamenco anteriormente. Era el geógrafo y químico inglés, William Bollaert, quien entre 1827 y 1854 fue encomendado por el gobierno peruano a una misión científica similar a la provincia de Tarapacá, presentando posteriormente su hallazgo en la Real Sociedad Geográfica de Londres. El inglés incluso había cazado un ejemplar de flamenco en la Laguna de Parinacota alrededor de 1850, el que luego de embalsamarlo envió al Museo Británico.

Philippi aprovechó la estadía del geógrafo inglés en Santiago y lo invitó al Museo de Historia Natural para mostrarle el ejemplar que allí tenían, confirmando que era del mismo tipo que había avistado en Parinacota.

Eso hace más de de ciento cincuenta años.

Hoy, según una estimación hecha en 2015, el flamenco andino es de las seis que existen el con menos población, rondando los 56 mil ejemplares, lo que  produjo su clasificación como ‘vulnerables’ por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). Dicha ave, que es reconocida por reproducirse poco, comparte hábitat en las lagunas Chaxa y Puilar, que integran el Salar de Atacama, con el flamenco de James, también llamado parina chica (Phoenicoparrus jamesi), con patas rojo ladrillo y pico amarillo brillante; y el flamenco austral (Phoenicopterus chilensis), de llamativo color rosado.

Sin embargo, cada vez son menos.

En su desaparición ha contribuido la actividad minera realizada en el salar, representada por cuatro compañías que en la actualidad explotan litio y cobre. En 1981 inició sus operaciones Foote Mineral Company, hoy Albemarle, en la parte sur del salar, en las proximidades de Peine. A fines de esa década se sumaría SQM, que comenzó a explotar yodo y potasio, para concentrarse en el litio a partir de 1997; en tanto que al sur del acuífero se instalaron compañías cupríferas, como Minera Escondida, en 1990; y minera Zaldívar cuatro años después.

Una comunera de Talabre, quien trabajó en la Laguna Chaxa pero prefiere guardar su nombre, relata que “antiguamente la mayor parte del salar era un lago y en la actualidad hay pequeñas lagunas, afectando principalmente la flora y la fauna. Hace 15 años había 400 flamencos, yo los contaba incluso, ahora hay como 50. Ha bajado el nivel de las aguas y tampoco han vuelto a laguna Salada Saladita, que está cerca de Peine, en donde acostumbraban anidar. La gente de allá dice que las lagunas se habrían secado”.

LOS HABITANTES DEL SALAR 

La superficie del salar es una arracimada corteza de salmuera que va formando terrones compactos con bordes filudos, conocidos como halita del salar, los que se van superponiendo y albergando bolsones de agua, siendo el hábitat de microorganismos que son claves para el funcionamiento de todo el ecosistema.

Cristina Dorador, bióloga y Doctora en Ciencias de la Universidad de Antofagasta, cuenta que estas “relaciones tróficas están dominadas por quimiolitótrofos, osea, son metabolismos inorgánicos que son claves para la cadena nutritiva de organismos más complejos, ya sean protistas, hongos o microcrustáceos, los que a su vez son alimentos de otros animales más grandes, como los flamencos, aves o reptiles”.

Sus investigaciones acaban dando cuenta de que “todo está íntimamente relacionado y cualquier modificación en la base trófica tiene efectos”.

También la halita del salar alberga reptiles, como la lagartija de Fabián, una de las cinco especies de lagartos avistadas en el acuífero. Yery Marambio Alfaro, investigador del Laboratorio de Sedimentología y Paleoambientes de la Universidad de Antofagasta, comenta que “hay un proceso que adaptativo que se ha ido produciendo en estas especies durante cientos de miles de años y los lagartos que se adaptan a la altura, en general son vivíparos, no ovíparos, como los que habitan en las zonas más bajas. De esta forma tienen crías vivas, lo que se corresponde con un proceso adaptativo y evolutivo”. 

La presencia de los reptiles en la cadena trófica es clave para un nicho ecológico. “Son muy importantes porque como mantienen a raya a otros invertebrados e insectos, evitan su masificación, como nubes de moscas. Esta cualidad insectívora, los hace claves en el manejo de los sistemas”, detalla el herpetólogo.

En los alrededores del salar también hay manadas de guanacos. Marcos Cortés, uno de los guardaparques de Conaf y del Programa de Monitoreo de Camélidos, comenta que han registrado la disminución del uso territorial que hace esta especie, no así su población. Nos cuenta que han disminuido en las áreas de concentración histórica del Salar de Atacama desplazándose hacia San Pedro y la zona de Río Grande. “Buscan áreas nuevas de reproducción -nos detalla el guardaparque, afectados por el impacto humano, ya sea minería o hasta el turismo, pero también se mueven porque amplían su territorio. Hay muchos factores”.

LOS FLAMENCOS COMO INDICADORES ECOLÓGICOS

El conteo de flamencos de la Laguna Chaxa es compartido en la actualidad por las comunidades atacameñas lickanantay y la Conaf. Así, en 2010, se contaron 300 nidos de colonias con 600 flamencos. En 2012, similar cantidad de flamencos fue avistada por personal de la Conaf. En la actualidad no se divisan más de cincuenta.

Desde 2018 la comunidad de Toconao comenzó a realizar un levantamiento técnico de las condiciones del salar. Uno de los geógrafos a cargo del informe, Camilo Sanzana, cuenta que en Laguna Puilar existían colonias de nidificación con hasta 300 nidos. Sin embargo, pese a que el proceso de nidificación es entre septiembre u octubre, en los últimos años no se han vuelto a ver de nuevo.

Patricia Marconi, bióloga e integrante del Grupo de Conservación de Flamencos Altoandinos, cuenta que “la parina chica  y el flamenco andino tienen su espacio natural en el Altiplano, compartiendo un punto tripartito entre Argentina, Bolivia y Chile, que es donde se encuentra la mayor cantidad, manteniendo en las alturas su sitio de reproducción. Así los puedes encontrar en humedales, lagos salinos, salares, vegas y bofedales que van desde los 2.500 metros, como el Salar de Atacama».

Tras años de observar flamencos nos cuenta que se desplazan cada día para alimentarse, pudiendo llegar a cubrir unos 80 kilómetros en dichos viajes entre los humedales del altiplano, lo que hacen principalmente de noche aprovechando la oscuridad.

Los flamencos buscan en el salar aguas minerales ricas en plancton, algas y pequeños crustáceos, que son su base alimenticia. Estos son posibles de capturar con el pico del ave que tiene lamelas que filtran el agua a medida que van recogiendo estos microcrustáceos, actuando así como un filtro.

Este paso por las distintas lagunas y salares de la cordillera no es un fenómeno migratorio como lo hacen otras especies, distingue Marconi, sino es más bien una itinerancia.

“Esto implica un compromiso importante respecto de las estrategias de conservación -sostiene la bióloga-,  ya que implica que todos los humedales altiplánicos son humedales complementarios para los flamencos alto andinos, los que también comparten su área de distribución con el flamenco chileno”.

La investigadora añade que las condiciones de altitud (entre 2.400 a 2.500 ms.) dan al Salar de Atacama “una singularidad absoluta dentro de los humedales andinos, determinando así condiciones muy favorables en invierno, ya que a esta altura los humedales no se congelan. Así encontraremos en invierno a las tres especies de flamencos compartiendo el salar. Si no me equivoco, en el caso particular del salar la más abundante es el flamenco andino, la que a su vez es la menos abundante globalmente. Las tres especies que mencionamos sólo se encuentran en Sudamérica y eso hace del salar un espacio muy importante para su conservación”.

También el acuífero es un sitio de reproducción para las parinas. Según detalla Marconi, “dentro de la cuenca existen y se han registrado varios sitios puntuales de reproducción exitosa. Y esto es importante, porque los flamencos no se reproducen en todos los humedales, sino que todo lo contrario, en apenas un 10 por ciento. Los sitios de reproducción reúnen características muy especiales y el Salar de Atacama las contiene. Eso lo transforma en uno de los sitios prioritarios para la conservación de los flamencos altoandinos y, en particular, del flamenco andino”.

Como el Estado no tiene modelos hidrogeológicos desarrollados sobre los mismos salares, sino estos son hechos parcialmente por las compañías mineras, para quienes investigan las mudanzas en las condiciones ecológicas del acuífero de Atacama, los flamencos acabaron siendo indicadores biológicos. El geógrafo Sanzana comenta que “a falta de información sobre las profundidades del salar y sus conexiones con las napas subterráneas cordilleranas, además de la vegetación, los flamencos se han transformado en el principal indicador biológico que da cuenta de una merma del agua”.

LOS EFECTOS DE LA MINERÍA

Los más graves impactos de la minería del litio en el Salar de Atacama es la disminución de la escasa agua disponible de la cuenca y las externalidades ambientales producidas por las faenas mineras, principalmente la contaminación ambiental y acústica.

A juicio de Ingrid Garcés en el país “hay desconocimiento de minería en salar. Se considera el acuífero como un yacimiento minero y no es eso. Se ven sólo las rocas de sal, pero ahí tienes flora y fauna desde un nivel microscópico, la biota. También hay que considerar que las rocas no son estériles, existen procesos mineralógicos propios del salar desarrollados durante millones de años, como los estromatolitos de carbonato de calcio, que tienen una data similar, lo que permite dar cuenta de la edad geológica del salar”.

El Salar de Atacama está localizado en una zona de grave crisis hídrica. Pese a ello, la tecnología usada por SQM para extraer el litio es sacar la salmuera, transportarla a las piscinas y   secar el agua por evaporación, pudiendo extraer posteriormente potasio, litio y otras sales. Investigadores de la Universidad Nacional de Jujuy calcularon en 2018 que este método, también utilizado en Argentina, implica la evaporación de en promedio medio millón de litros de salmuera por tonelada de carbonato de litio.

Marconi considera que “todo tipo de operaciones mineras afectan las áreas de nidificación de los flamencos. Ya existe evidencia de la disminución de los espejos de agua, de vegas y bofedales, lo que se relaciona con la disminución de las dos especies de flamencos alto andinos”.

Entre la laguna Chaxa y las faenas de SQM, atravesando el salar en línea recta en dirección suroeste, hay apenas 25 kilómetros.

Un informe reciente del Observatorio Plurinacional de Salares Andinos (OPSAL), consideró entre los efectos ambientales los cerros de sal que van quedando luego del proceso de extracción de litio y nitratos, los que contaminan el aire con químicos tóxicos. Lograron identificar diésel, magnesio, hidróxido de calcio, compuestos de organoestaño y cloruro de polivinilo (PVC), usado en las tuberías de los estanques.

Una publicación reciente de investigadores la School of Geographical Sciences and Urban Planning, de la Arizona State University (EE.UU.), a partir de imágenes satelitales y espectroradiometría del Salar de Atacama entre los años 1997 y 2017, constataron un gran aumento de la cobertura espacial de las pozas de evaporación de litio, lo que está afectando la cuenca completa del acuífero, expresado en la disminución de la cobertura vegetacional, aumento de la temperatura y descenso en la humedad del suelo.

“La explotación del litio tal como se desarrolla actualmente afecta toda la dinámica hídrica y, en consecuencia, los ecosistemas de los humedales de la cuenca -agrega Marconi- Se aplican métodos de evaporación que consisten en extraer grandes volúmenes de salmuera, es decir agua salada que contiene entre otras cosas litio, para luego evaporar el agua en piletas poco profundas. Es un método pasivo, debido a la alta insolación y fuertes vientos que caracterizan este ambiente andino”.

En caso de concretarse el pre-acuerdo de explotación conjunta del salar entre Codelco y SQM, se aumentaría de 160 mil a 300 mil la cuota de toneladas anuales explotables. Para esta operación, tome una calculadora y multiplique cuántos litros de agua se irán al cielo.

Mauricio Becerra Rebolledo

El Ciudadano


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