El potasio es un reconocido fertilizante que, añadido a la planta en su proceso de crecimiento, favorece la asimilación de nutrientes y estimula el crecimiento tanto del follaje como de las raíces. Sus aplicaciones en la agricultura intensificaron la revolución agraria iniciada a fines del siglo XVIII, permitiendo la producción masiva de alimentos. Hasta esa época las fuentes de potasio eran a partir de la ceniza vegetal, lo que contribuyó con el proceso de deforestación europeo. En Chile, según comentó el abogado Juan E. Mackenna en un prospecto dedicado a promover la industria de la potasa escrito en 1911, ésta era obtenido de la quema de bosques y de plantaciones de remolacha, así como también de la suarda de la lana de oveja.
La búsqueda de nuevas fuentes de potasa e incremento de su producción motivan el reconocimiento del valor del salitre como fertilizante, nitrato de soda cuyos más grandes depósitos conocidos en la época estaban en el desierto de Atacama. Ya en un temprano 1811, el buque de guerra español Estandarte en una de las últimas operaciones de saqueo colonial llevó a España una gran cantidad de nitrato de potasa extraído desde Tarapacá.
Con el descubrimiento en 1851 de grandes depósitos de potasa junto a las minas de sal de Sajonia, en Alemania, fue posible producir potasa en el centro de Europa a escala industrial, lo que empujó su puesta en valor en los mercados mundiales. Para fines del siglo XIX, era tanta la importancia del potasio en la agricultura, que países como Inglaterra y Estados Unidos, no tasaban la importación del fertilizante al ingresar a sus territorios.
Con ocasión de la Exposición Universal de París, realizada en 1878, el naturalista y geólogo de origen italiano, Antonio Raimondi, preparó ‘Minerales del Perú’, un pormenorizado informe dedicado a los recursos naturales del país andino, dando cuenta de la existencia de grandes depósitos de sales de potasa en la Provincia de Tarapacá, desde donde le fueron enviadas varias muestras, las que analizó buscando las proporciones de sales contenidas en su laboratorio montado en Lima (1).
«Habiendo estudiado un gran número de muestras de Caliche o nitrato de soda natural, tuve ocasión de ver que muchas de ellas contienen una notable proporción de potasa en el estado de cloruro, y también pude observar, que la cantidad de potasa varía según la localidad de donde proviene el salitre, resultando del gran número de muestras ensayadas, que los caliches del Distrito salitrero llamado Laguna -localizado al interior de Iquique– son los que contienen la mayor proporción de este álcali; habiendo algunas muestras, en que la proporción del cloruro de potasio domina sobre todas las demás sales, y de consiguiente, dicho caliche se puede considerar como un mineral de potasa mezclado con otras sales»- escribió el naturalista.
Gran promotor de la mineralogía, Raimondi tenía más de cuatro mil muestras minerales atesoradas para la conformación de un museo en el Jardín Botánico de Lima. El naturalista envió 652 de éstas a la exposición realizada en la capital francesa, entre las cuales había 11 “nuevas especies” minerales por él mismo descritas y 42 provenientes de la Provincia de Tarapacá. Entre estas figuraba la Tarapacaita, un sulfato que describió como cromato de potasa; entre otras muestras formadas por distintas mezclas de cloruro de potasio, cloruro de sodio y nitratos de soda.
Pese al afán de Raimondi, la predominancia de la explotación del guano en la economía de Perú generaba que fueran desatendidas las sureñas provincias productoras de nitrato. De igual modo el presidente Manuel Pardo estableció un estanco del salitre que provocó molestia entre los productores de salitre afincados en Tarapacá y que desde la década de 1860 venían levantando la industria. En 1878, el mismo año de la presentación en París de la riqueza mineral peruana hecha por Raimondi, Pardo fue asesinado por un disparo en la espalda a manos de un guardia presidencial. Luego vendría la Guerra del Pacífico, en la que, tras invadir y saquear la ciudad de Lima, Chile acabó anexando la provincia peruana de Tarapacá y la boliviana de Antofagasta.
LOS PRIMEROS EXPLORADORES Y EL ORIGEN DE UNA TEORÍA GEOLÓGICA
En Chile desde la década de 1860 que había interés por los minerales posibles de explotar en el desierto de Atacama. Esa fue la tarea encomendada al naturalista Rudolf Philippi, comisionado a explorar que tipo de yacimientos había. Si bien el viaje de Philippi abarcó desde Taltal al interior, llegando al Salar de Atacama, volviendo después a Copiapó, un compatriota suyo, el geólogo alemán Carl Ochsenius se abocó a ir más allá, alcanzando salares en Tarapacá.
Ochsenius llegó a Chile en 1851 como asistente de Philippi. A partir de 1858 y durante diez años, trabajó en las minas de carbón de la familia Cousiño en Lota, a la par que desarrollaba pesquisas geológicas. Luego de explorar valles y montañas, fue uno de los pioneros investigadores abocados al salitre de las regiones nortinas. Se interesó así por el Salar de Pintados, llegando a calcular la cantidad de potasa existente en dicho acuífero, localizado en la Región de Tarapacá al sur de Pozo Almonte y La Tirana, estimándolas en 1.736.209 toneladas para la revista alemana Zeitung Industries. La cifra representaba casi un cuarto de la producción anual alemana de sales potásicas.
En 1888, Ochsenius, publicó un pormenorizado informe sobre los yacimientos de nitrato de sodio localizados tierra adentro desde Taltal al norte en la Provincia de Atacama, en la revista Zeitschrift der Deutschen Geologischen Gesellschaft, en el que detalló sus hallazgos realizando expediciones geológicas en la zona.
Desde 1865 Ochsenius había trabajado como consultor para la incipiente industria minera. Así viajó a zonas petrolíferas en Estados Unidos, visitó minas en Túnez, depósitos de azufre en Sicilia, reservas de guano y carbón en Bolivia y se le encargaron estudios sobre minerales en Utah y Nevada.
El periplo por diversas reservas mineras alrededor del mundo, investigaciones iniciadas en las minas de carbón de Lota y en las salitreras de Tarapacá, motivaron a Ochsenius a formular su teoría de las barreras (Barrentheorie), dada a conocer en 1878 y que explica la conformación de grandes depósitos salinos, tanto en las costas de Chile como al norte de Alemania, a partir de barreras que se formaban separando grandes mares, lo que impedía el desagüe y la posterior evaporación de las cuencas. Dicha teoría dominó la explicación sobre la formación de depósitos de sal hasta comienzos del siglo XX (2).
La idea de evaporación de igual forma impregnó el conocimiento sobre los depósitos salinos, cuya costra salina comenzó a ser llamada evaporitos del Cenozóico, ya que su origen es datado en la era geológica que abarca desde el fin del Mesozoico, hace unos 65 millones de años, hasta la aparición de los mamíferos. Se considera así que los salares son el resultado de una intensa evaporación del agua de mar, atrapada en una zanja de colapso, lo que acabó provocando la cristalización de las sales que fueron quedando.
Así, en un proceso de milenios, las rocas evaporíticas (también llamadas evaporitas) fueron siendo producidas luego de la cristalización de las sales contenidas en lo que eran extensos o medianos lagos. En este proceso el sulfato de calcio es el primero que comienza a depositarse, seguido del cloruro de sodio cuando la evaporación ha superado el 91%. Cuando ésta alcanza el 98% de la masa acuífera, recién comienzan a depositarse las sales de cloruro de potasio y magnesio. Eso explica que son más frecuentes los depósitos de cloruro de sodio que los de potasa.
Las investigaciones en el Salar de Pintados fueron continuadas a fines del siglo XIX por geólogos e ingenieros. Un informe presentado por el ingeniero John Woodgate en octubre de 1900, comentó que el contenido de cloruro de potasa presente en el Salar de Pintados era similar al contenido en los depósitos alemanes de Sajonia, fluctuando entre el 10 al 14%. Como en Alemania para la época las sales potásicas se concentraban hasta obtener un 80% de cloruro de potasa, concentración estandarizada en el comercio, la menor ley de la potasa producida en el yacimiento de Pintados sólo permitía comercializar un producto más barato, observó el ingeniero. De igual modo, según el cálculo de Woodgate, si en las minas alemanas de Staßfurt el costo de producir una tonelada métrica con ley de 80% era de 12 libras, en el salar de Pintados este costo descendía a 10 libras por tonelada.
EL RECLAMO QUE ESTIMULÓ EL INTERÉS POR EL POTASIO
Un inesperado reclamo en 1889 significó que las autoridades aduaneras chilenas comenzaran a valorizar con mayor ahínco la potasa que iba adherida al salitre. Las casas exportadoras afincadas en Iquique reclamaron por la presencia de Nitrato de Potasa contenido en algunos cargamentos de salitre despachados a Europa, los que según alegaban llegaban en algunos casos a una proporción de 30 a 36 por ciento.
Según comentaron posteriormente los ingenieros en minas alemanes Erwin Semper y E. Michels, enviados por el Ministerio de Agricultura alemán para hacer un informe sobre la industria salitrera chilena (3), “en algunos distritos salitreros, principalmente en la región del caliche, contiene gran cantidad de perclorato de potasio”, el que, al no estar dosificado, al estar mezclado con el abono producía “muchos daños por sus efectos venenosos para las plantas”.
Las exportaciones de nitratos se habían duplicado tras la adopción del método Shanks en el proceso de lixiviación del caliche, en el que se separa el nitrato del resto de material. Introducido de forma experimental por James Thomas Humberstone a partir de 1876 en la salitrera San Antonio de Zapiga, se propagó por el resto de las oficinas. Según comenta el historiador y sociólogo Sergio González Miranda, la exportación de nitratos pasó de 224 mil toneladas exportadas en 1880 a superar el millón diez años después (4).
El auge de la industria del salitre convirtió a Iquique en el puerto con mayor tráfico de Chile, superando incluso a Valparaíso. En 1899 en el puerto nortino se cobró el 43,75% de los derechos de exportación a nivel nacional, en tanto que en el puerto principal la cifra llegaba al 10,67% (5).
También se exportaba salitre desde Pisagua, hasta donde era llevado en sacos y transportado en balsas de diseño chango hacia los barcos estacionados en la bahía. Aparece así en un grabado realizado por el dibujante inglés Melton Prior, quien ilustró el libro del periodista William Howard Russel. ‘A visit to Chile and the Nitrate Fields of Tarapacá’, editado en Londres en 1890 y financiado por John Thomas North, reconocido como ‘el rey del salitre’ y principal propietario de The Liverpool Nitrate Company Limited, sociedad a través de la cual llegó a controlar más del 50 por ciento de la producción de salitre en el mundo.
Para fines del siglo XIX, los exportadores de salitre debieron enfrentar la recomendación dada por la Asociación General de Sociedades Alemanas de Agricultura, reunida en Dresden en 1898, de no comprar salitre antes de comprobarse la ausencia de perclorato de potasio, imponiéndose posteriormente en Alemania un límite de tolerancia al potasio contenido en los nitratos que no superase el 0,8 por ciento.
En Chile, el reclamo motivó que el porcentaje de potasio comenzara a ser calibrado en los envíos. En tanto, el Ministerio de Hacienda había consultado entre 1897 y 1899 entre los productores si era plausible levantar una prohibición de exportar salitre con más de 0,75% de Perclorato de Potasa, según comenta una carta firmada por J. F. Campaña, de la Delegación Fiscal de Salitreras y Guaneras en Iquique, fechada en septiembre de 1899.
Preocupados del futuro de la industria, tanto los empresarios como los diplomáticos chilenos supieron detectar la ausencia de un método estandarizado para determinar la ley del perclorato en el salitre, ya que el método usado en la época daba resultados diferentes. Para dar algo de certeza al asunto, el secretario de la delegación chilena en Alemania, M. Weitz, se encargó de contactar y financiar al doctor Gilbert de la Universidad de Tübingen para que desarrollara un método de determinación de la cantidad de potasio en el salitre y su efecto en los cultivos.
Los análisis efectuados acabaron concluyendo que el potasio en bajas dosis junto al nitrato beneficiaba en conjunto el crecimiento de las plantas. “Ensayos más recientes han demostrado el hecho curioso de que una pequeña cantidad de perclorato de potasio es provechosa para las plantas”- comentaron en su informe de 1908 los ingenieros en minas alemanes Erwin Semper, y E. Michels.
LA INCIPIENTE INDUSTRIA DE LA POTASA CHILENA
La exportación de potasio como mineral autónomo comenzó en 1898, cuando se vendieron fuera de las fronteras 14.208 kg., que significaron un ingreso de $ 1.421 en moneda de la época. Un año después la cifra se duplicó, alcanzando los 30.254 kilos exportados y generando un dividendo de $ 4.538. Para 1900 se exportaban 88.180 kilos a cambio de $ 13.221. Sin embargo, ya en 1901 decayó completamente la exportación de productos de potasio, alcanzando la magra cifra de 106 kilos ($ 12).
Para aumentar la producción, un informe del ingeniero Ramón Correas Rivera, realizado en 1900, recomendó la explotación de los salares Buena Ventura y Bellavista, localizados también en la Provincia de Tarapacá, y la evaporación del agua en estanques de mil metros de largo por 200 de ancho colocados junto a la línea del ferrocarril.
El ingeniero además comentó que, tras realizar cateos del mineral, precipitó la potasa al estado de hiposulfito doble de potasa y bismuto, dando estos ensayos casi el doble de precipitado que la que era extraída del Salar de Pintados. Recomendó así su aplicación como abono para terrenos de Chile, debido a que “siendo los terrenos de Chile muy pobres en potasa, cualquier abono que la suministre es de suma importancia”.
En 1903, una guía de la producción de los más importantes minerales en Chile realizada por Alberto Hermann consideraba entre el oro, plata y cobre, a otros productos como el manganeso, el cobalto, el salitre y el perclorato de potasa. Al referirse a dicho elemento comentó que desde 1898 comenzó a ser usado en Europa para pirotecnia.
DISPUTANDO EL MONOPOLIO A ALEMANIA
Eran variados los productos que se producían a partir de la potasa en la primera década del siglo XX. El principal fue el cloruro de potasio (KC1), cuya ley variaba entre 16 a 20 por ciento. Dichos parámetros definieron que para ser explotables los depósitos de potasa descubiertos debían tener una ley de al menos 12% de KC1. Sin embargo, un informe del geólogo Johannes Brüggen, fechado en 1918, comentaba que no se explotaban yacimientos con ley inferior al 14 por ciento.
Según una comparación hecha por el abogado liberal Juan E. Mackenna, en un estudio presentado ante los accionistas de la Compañía Minera Pintados en 1911, si en Alemania se producían en 1904 unos 50 millones de quintales métricos (100 kg) de potasa; en Chile la producción de salitre en 1903 fue de 32.547.317 quintales. Según el abogado, la producción y consumo de sales de potasa en Alemania era tres veces superior a la producción de salitre de Chile, lo que daba un margen de mercado a la potasa nacional.
Mackenna además detalló que en el Salar de Pintados era posible encontrar carnalita, kieserita, silvinita, harsaltz y kainita. Destacando los beneficios de explotar dicho yacimiento, comentó que el salitre puede ser reemplazado por otras sustancias azoadas, pero la potasa sólo con ceniza vegetal.
El doctor en Química, Juan Camus, quien trabajó en el Laboratorio de Metales Nobles de la Fundición Ventanas, nos explica que en las salmueras ricas en litio aparece también carnalita de potasio, que es cloruro de potasio, sulfato de litio y cloruro de magnesio, también llamada sales de carnalita.
La kainita -según detalla Camus- es, en cambio, sulfato de magnesio con cloruro de potasio y un 2,5% de humedad.
De igual modo, Camus señala que se trata de mezclas de sales íntimamente ligadas, aunque si tomas una muestra de carnalita y kainita hay diferencias de composición geológica de la sal.
Alemania era el único país proveedor de potasa para todo el mundo en la época, por lo que generar una producción paralela junto a la industria del salitre era un negocio promisorio. Del mismo modo, en el país europeo ⅔ partes de la producción eran para hacer cloruro de potasio, que era mezclado en fábricas de Colonia con salitre chileno desembarcado en Hamburgo. Mackenna comentaba que el Nitrato de Potasa extraído desde los salares chilenos se vendía a 20 libras la tonelada, un precio que era el doble del valor del Cloruro de Potasa (10 libras la ton.).
A juicio de Mackenna, habría “fundados motivos para decir que nace en Chile una nueva y gran industria y tal vez una de las más poderosas y permanentes”.
Por Mauricio Becerra R.
NOTAS
- Antonio Raimondi. Minerales Del Perú: Ó Catálogo Razonado De Una Colección Que Representa los principales tipos minerales de la República con muestras de huano y restos de aves que lo han producido. Imprenta Calle del Estado, Lima, 1878. ↩︎
- Carl Ochsenius. Beiträge zur Erklärung der Bildung von Steinsalzlagern und ihrer Mutterlaugensalze. E. Blochmann und Sohn, Leipzig, 1878. ↩︎
- E. Semper, y E. Michels, La industria del salitre en Chile (Santiago: Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, 1908). ↩︎
- Sergio González Miranda. Auge y crisis del nitrato chileno: la importancia de los viajeros, empresarios y científicos, 1830-1919. Tiempo Histórico. N°2, 2011. pp. 159-178. ↩︎
- George E. Ericksen. Geology of the salt deposits and the salt industry of Northern Chile. U.S. Geological Survey, 1963. ↩︎