Chile es en la actualidad el noveno productor de potasio en el mundo. En 2023 los principales países productores de potasio fueron Canadá, Rusia, China, Bielorrusia, Alemania, Israel, Jordania, Laos, Chile y Estados Unidos, según reporta el Geological Survey (1).
El principal productor de potasio en Chile es SQM, empresa que comercializa Cloruro de Potasio y Sulfato de Potasio, usados principalmente como fertilizantes (95%) y, en mucho menor medida, por la industria química y alimenticia (5%). Durante el primer semestre de 2024, ambos productos reportaron a SQM ventas por 136 millones de dólares.
La comercialización del potasio es un muy buen negocio, sin embargo, en el actual acuerdo entre SQM y Codelco para compartir la explotación del Salar de Atacama hasta el año 2060, la estatal está obligada a vender a costo de producción el potasio producido en conjunto a SQM, la que se llevará las ganancias de su comercialización. Si el énfasis del actual gobierno ha sido acceder a la explotación del litio, el potasio ha permanecido en la penumbra.
Recientemente entró en el debate público el precio que los agricultores chilenos están pagando por el potasio. Si los productores de potasio exportan a 353 dólares la tonelada del fertilizante, el precio pagado al ser importado sube a US$ 610 por ton. La distorsión en los precios gatilló una solicitud de investigación ante la Fiscalía Nacional Económica en los meses recientes.
“UNA NUEVA Y GRAN INDUSTRIA Y TAL VEZ UNA DE LAS MÁS PODEROSAS Y PERMANENTES”
Los dividendos que genera la explotación de potasio fueron vislumbrado a comienzos del siglo XX por el abogado liberal Juan E. Mackenna, quien en 1911 luego de promover ante accionistas la explotación de potasa en el Salar de Pintados concluyó que habían “fundados motivos para decir que nace en Chile una nueva y gran industria y tal vez una de las más poderosas y permanentes”.
Para esa época el país acabó consolidando la minería como la principal base de sus ingresos. Si en el período colonial la explotación de oro y plata fueron el principal interés de la corona española, ya en el siglo XIX, Chile se convierte en el principal productor de cobre en el mundo y, luego de anexionarse la Provincia de Tarapacá, pasó a ser el mayor exportador de salitre.
Se calcula que entre 1820 y 1900, Chile entregó al mercado mundial dos millones de toneladas de cobre, fabricándose sólo en el decenio 1871-1880 más de 600 mil toneladas, lo que representaba el 50 por ciento de la producción global de cobre (2). En tanto el salitre, cuya explotación comenzó en 1860, intensificándose dos décadas después, para 1910 representaba el 58 por ciento de los ingresos fiscales del gobierno chileno, llegando a estar operativas 170 oficinas salitreras en su periodo de mayor esplendor (3).
En medio del optimismo producido por los dividendos de la explotación de los nitratos se comenzó a valorizar la potasa, también presente en las salitreras y salares en torno de Antofagasta e Iquique. Hasta ese momento Alemania mantenía el monopolio en la producción mundial de dicho fertilizante con sus grandes depósitos en la Alta Sajonia, el que era mezclado con el nitrato proveniente de Chile, que era desembarcado en Hamburgo y mezclado para su venta final en las fábricas de Colonia. En Chile, las primeras exploraciones buscando fuentes de potasa fueron realizadas en la segunda mitad del siglo XIX en el Salar de Pintados, localizado en la Región de Tarapacá, al sur de Pozo Almonte y La Tirana.
LA POTASA DEL SALAR DE PINTADOS
Cuando en 1898 comenzó la exportación de potasio de forma autónoma, se transaron 14.208 kilógramos, los que significaron un ingreso de $1.421 en moneda de la época. Un año después, la cifra se duplicó, alcanzando los 30.254 kg exportados ($4.538). Para 1900 se exportaban 88.180 kg ($13.221), decayendo la producción en 1901, cuando apenas se comercializaron fuera del país 106 kg ($12).
De igual forma, en Chile se estaba generando un mercado propio de potasio. A partir de 1910, la Compañía Salitrera de Tarapacá y Antofagasta sacó al mercado un cloruro de potasio con el nombre comercial de Taranto, obteniendo la materia prima del mismo Salar de Pintados y con un contenido de óxido de potasio (KO) de 46%.
El problema era que para poder competir con la producción alemana el porcentaje de cloruro de potasa debía ser por sobre el 14%. Si bien las primeras muestras extraídas de diversos salares en investigaciones realizadas a partir de 1860, mostraban un bajo índice del mineral fertilizante, ya entrado el siglo XX se confirmaron altas cuotas de cloruro potásico en el Salar de Pintados. El ingeniero John Woodgate, en octubre de 1900, comentó que el contenido de cloruro de potasa presente en dicho yacimiento era similar al contenido en los depósitos alemanes de Sajonia. Como en Alemania, para la época las sales potásicas se concentraban hasta obtener un 80% de cloruro de potasa, concentración estandarizada en el comercio, la menor ley de la potasa producida en el yacimiento de Pintados sólo permitía comercializar un producto más barato, observó el ingeniero. De igual modo, según el cálculo de Woodgate, si en las minas alemanas el costo de producir una tonelada métrica con ley de 80% era de 12 libras por tonelada, en el salar de Pintados este costo descendía a 10 libras (4).
Una comparación de las leyes de potasio presentes en la potasa del Salar de Pintados realizado en 1915 por la Asociación Salitrera de Propaganda concluyó que la carnalita producida en Alemania tenía un índice de cloruro de potasio de 15,5%, en tanto que la del Salar Pintados de un 14,5%.
En la década siguiente, el porcentaje de potasio presente en los nitratos comercializados comenzó a ser verificada a través de certificaciones emitidas por laboratorios. En abril de 1923, los laboratorios Químico de Valparaíso y Fraser & Southward determinaban que el nitrato de potasio entregado por la Sociedad Chilena Explotadora de Potasa contenía un 99,75% de nitrato de potasio y apenas un 0,01% de cloruro de sodio. Un año después, un análisis efectuado por el Departamento Técnico Químico de la Dirección de Minas y Geología certificaron un 99,45% de nitrato de potasio y un 0,33% de cloruro de sodio.
Los nitratos también permitieron el florecimiento de publicaciones en torno del salitre, adelantándose a la publicación de medios de nichos temáticos asociados a una industria. En 1919 comienza a ser editada la revista Caliche por el Instituto Científico e Industrial del Salitre, dependiente de las compañías explotadoras de nitratos. Editada mensualmente hasta 1930, en sus páginas se aprecian las innovaciones tecnológicas en la extracción de los nitratos, así como también gran cantidad de empresas productoras de insumos relacionadas con la industria. También se evidencia que el potasio era un producto más de la industria salitrera. En 1925 publicaron un artículo dedicado a una técnica para extraer sulfato de potasio entre los nitratos y otro dedicado al equilibrio entre el agua, el nitrato de potasio y el sulfato de potasio (5).
LOS PRIMEROS INFORMES GEOLÓGICOS
Un estudio realizado en 1918 por el geólogo de origen alemán Johannes Brüggen, destacó la ausencia de cloruro de magnesio en las sales de Pintados como una gran ventaja ante su símil alemán, ya que su presencia aumenta el costo de depuración. Además, resaltó que las sales en dicha cuenca estaban esparcidas por la superficie del salar, no requiriéndose la construcción de piques (6).
Considerado el padre de la geología chilena, Johannes Brüggen, desde las primeras décadas del siglo XX encabezó expediciones mineras en el desierto de Atacama. En 1950 publicó ‘Fundamentos de Geología de Chile’, en los que da cuenta de 40 años de investigaciones. Fue además protagonista en la creación del Instituto de Geología en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas a partir de 1957. En una revisión bibliográfica que realizó sobre las investigaciones efectuadas hasta 1919 en minería y geología en territorio chileno, enlistó más de 1.350 publicaciones, siendo 600 de ellas en castellano; 390 en alemán; 180 en inglés y 170 en francés (7).
Brüggen también realizó investigaciones a partir de 1934 en el Salar Grande, localizado en la Región de Tarapacá próximo a la desembocadura del río Loa, cuyos hallazgos los publicó en el ‘Informe geológico sobre posibles depósitos de sales de potasa en el Salar Grande de Tarapacá’ (1940), detallando la presencia de sedimentos salinos similares a agua salada en dicho yacimiento, los que estaban bajo una capa de cloruro de sodio que estimó en 25 metros. Recomendó así que los sondajes debían superar esa profundidad si querían dar cuenta de los depósitos subterráneos (8).
Al igual que su compatriota Carl Ochsenius, Brüggen aprovechó sus investigaciones para cimentar una teoría sobre el origen de estos grandes salares al interior del continente. La presencia de potasio en el Salar Grande, lo llevó a sustentar la hipótesis de la existencia en el periodo cuaternario de un gran lago que llamó ‘Soledad’, que se extendía desde el Cerro Gordo hasta Quillagua, alcanzando de este a oeste los pies de la cordillera de los Andes y el sector de Calate en la cordillera de la Costa, respectivamente.
La potasa así no sólo otorgó un nuevo producto a las exportaciones chilenas, sino que también las exploraciones en torno del mineral contribuyeron en la construcción de teorías geológicas.
Brüggen se explayó en su teoría en el libro ‘Geología y morfología de la Puna de Atacama’, publicado en 1947.
Por la misma época, el geólogo Tomás Vila también hizo mención a los depósitos de potasa contenidos en los salares y calicheras nortinas en su libro ‘Recursos minerales no metálicos de Chile’, editado en 1936. El geólogo chileno comentó que la potasa provenía de la explotación de los caliches (salitreras) y de los salares de las provincias de Tarapacá y Antofagasta. En la edición de 1953 del mismo libro, dijo que sondajes realizados en el Salar Grande dieron cuenta de la existencia de algunos mantos con leyes que varían desde simples indicios hasta 4,47% de potasio, aunque la ley media no sobrepasaría de 1,47% (9).
Ya en la década de 1940 se extraía potasa en la Oficina Alianza, localizada en la actual comuna de Pozo Almonte, donde se produjo nitrato de potasio de alta calidad y cloruro de potasio, a partir del tratamiento de las sales extraídas del Salar de Bellavista. Dicha oficina es de las más antiguas en Tarapacá, siendo construida por los británicos bajo el dominio peruano de la región. En 1872, la instalación de procesos de lixiviación a vapor la convirtió en una de las más importantes de la zona. En su época de mayor esplendor, en la década del veinte, dicha oficina llegó a tener 1.500 habitantes. Según George E. Ericksen, en un informe sobre la minería chilena para el Servicio Geológico de Estados Unidos, hasta los años cuarenta la oficina Alianza fue la única planta que trataba sales potásicas de los salares del norte chileno (3).
Los mecanismos de extracción de las distintas sales de la salmuera eran bastante similares a los usados en la actualidad. Vila detalla, para mediados del siglo XX, sistemas de evaporación solar y de lixiviación en frío. El primer método fue implementado a escala industrial en terrenos vecinos de la Oficina María Elena y tenía como objetivo fundamental extraer a través de un sistema de lavados sucesivos las sales potásicas. “Este procese tiene por objeto el aprovechamiento integral de las sales que se encuentran potencialmente en los caliches, particularmente las de potasio, después de que aquéllas han sido despojadas del nitrato de sodio y de parte del yodo que contenían”- explicó Vila (9).
La crisis de la industria del salitre, empujada por el crash financiero de 1929, provocó que el remanente de plantas de nitratos que quedaban funcionando se unificaran en la Compañía Salitrera Tarapacá y Antofagasta. Por fuera del grupo quedaron las dos grandes plantas Guggenheim en María Elena y Pedro de Valdivia y media decena de plantas Shanks. Sin embargo, en 1961 la Compañía Salitrera había ya cerrado todas sus plantas, excepto la Oficina Victoria, la que fue transferida a la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo).
Para 1962, las únicas oficinas salitreras en operación eran las tres plantas que utilizaban el proceso Guggenheim y tres plantas Shanks en la región de Taltal, según detalló por la misma época el informe de Erickson para el Servicio Geológico de Estados Unidos (3).
De igual modo, las reservas de potasa en las salitreras y la falta de inversión no daban abasto para fabricar todo el nitrato de potasa que era producido en Chile, debiendo ser importado. Para fines de la década de 1960 la producción anual de nitrato de potasa en Chile era de unas 200 mil toneladas, para las cuales era necesario importar unas 20 mil toneladas de sales de potasa por año desde Alemania y Francia.
LOS USOS DEL POTASIO EN EL CHILE DEL SIGLO XX
El folleto promocional ‘La Potasa’, editado por el Consorcio Franco-Alemán en 1930, difundió un gráfico que mostraba que entre 1927 y 1930 hubo un sostenido aumento del consumo del fertilizante en Chile, pasando en 1927 de 113 toneladas de óxido de potasio a 667 ton. en 1930 (10).
También en el folleto se aseguraba que los terrenos de Chile son pobres en dicho fertilizante y que su añadido estimulaba la elaboración de los hidratos de carbono en las plantas alimenticias, estimulando así el azúcar en las remolachas, cañas, uvas y frutas en general; el almidón en los granos; la fécula en las papas; la celulosa en los tallos y sarmientos; en los cereales tallos fuertes, y en las plantas textiles fibras largas y sólidas. También se promovía el sulfato de potasio para el tabaco, ya que producía hojas más combustibles.
Si bien el potasio proveniente de Europa era mayor que el originado en Chile, de igual modo tras la crisis del salitre quedó un remanente de producción local. Según cuenta Vila, entre las décadas de 1930 y 1950, se elaboraba en el país salitre potásico, cloruro, nitrato y perclorato de potasio. También el autor detalló innumerables usos de la potasa en los procesos químicos industriales, lo que daba cuenta de que eran varios además de como fertilizante. Así detalló que era comprado en el país para la fabricación de productos químicos y medicinales, antisépticos, curtido de cueros y pieles, en la industria del caucho, teñido de productos textiles, en la fabricación de colorantes negros para lana y algodón, para crear anilinas, como agente decolorante y oxidante, en jabones y para la depuración de aguas.
En actividades de la vida cotidiana de esos años, Vila detalló que el potasio era usado en los reactivos fotográficos para frenar la acción del revelador; en galvanoplastía, proceso que recurre a la electrólisis para aumentar la resistencia a la corrosión; en la confección de espejos y del vidrio; baterías eléctricas de la época, y como ingrediente de la pólvora negra para hacer explosivos y pirotecnia; además de la fabricación de tartratos, polvos para hornear y aguas minerales.
La cantidad de usos descritos por Vila daban cuenta de que para mediados del siglo XX había industria en Chile.
Por Mauricio Becerra R.
NOTAS
- U.S. Geological Survey. Mineral Commodity Summaries (2024)
https://pubs.usgs.gov/publication/mcs2024 ↩︎ - Una angosta faja mineral. En revista Hechos Mundiales: Cobre. La Recuperación de las riquezas básicas inicia la segunda independencia de América Latina. Nº 50, Editorial Quimantú, 1971. pp. 8-11. ↩︎
- George E. Ericksen. Geology of the salt deposits and the salt industry of Northern Chile, U.S. Geological Survey, 1963. ↩︎
- Carta Informe presentada por el Ingeniero Mr. John Woodgate á los señores Taneett Preston Code, Liverpool, en octubre del año 1900. ↩︎
- Revista Caliche, Año 7, números 5 y 7, 1925. ↩︎
- Brüggen, Johannes. El Salar de Pintados i sus yacimientos de Potasa. Sociedad Imprenta y Litografía Universo, Santiago, 1918. ↩︎
- Brüggen, Johannes. Bibliografía Minera i Jeolójica de Chile. Publicaciones del Servicio Jeolójico, Ministerio de Industria i Obras Públicas, Imprenta Universo, Santiago, 1919. ↩︎
- Brüggen, Johannes. Informe geológico sobre posibles depósitos de sales de potasa en el Salar Grande de Tarapacá. Santiago, 1940. ↩︎
- Vila, Tomás. Recursos minerales no metálicos de Chile. Editorial Universitaria, Santiago, 1953 (3a edición). ↩︎
- La Potasa del Consorcio Franco-Alemán, 1930. ↩︎