En ocasiones, las preguntas más fáciles de formular son las más difíciles de responder. Hasta parece que son pedazos de infinito que se resisten a ser reducidos a fragmentos concretos. Pertenecen a esta categoría las preguntas filosóficas y aquellas que buscan dar significado a nuestra vida, por ejemplo: ¿quién soy yo? No obstante que su naturaleza sea infinita, no quiere decir que sea una empresa inútil, y que debamos abandonar la búsqueda de dichas respuestas, sino que éstas últimas se construyen a partir de nuestra relación con el mundo y los demás. Por lo tanto, mediante el acto de vivir es que cada persona puede encontrar su Ikigai: aquello que lo motiva a levantarse cada mañana.
De acuerdo a la filosofía japonesa, el Ikigai es la razón de ser de cada persona. Es una palabra que te invita a vivir al máximo, a “iluminarte de inmenso”, a ser virtuoso y ser persona, a comprenderte a través de los ojos del mundo como si éste fuese un espejo. Desafortunadamente, aunque se trata de un concepto fácil de entender, quizá no es sencillo de encontrar, debido a la complejidad emocional e intelectual de nuestras vidas. Sin embargo, en ningúun momento la búsqueda del Ikigai se trata de “vivir a medias”, justificándose bajo la creencia de que existe una vida mejor en el más allá, pues a pesar de que existan religiones que en su filosofía incluya a la vida después de la muerte como una forma de redención, la naturaleza del Ikigai se encuentra en el presente, así que apresurémonos a conocerlo.
El Ikigai nace de la cosmovisión japonesa que, a su vez, incluye la jerarquía de una sociedad vertical (tate shakai), la dependencia permisiva (amae), la grupalidad (uchi/soto), la dicotomía del deseo interior y lo que uno puede expresar (honne/tatemae), entre otros conceptos. Es a partir de esta estructura de valores que el japonés se moldea y actúa para mantener viva la idea de que merece la pena vivir en este mundo, sea real o imaginario. Cabe mencionar que aunque se trate de un concepto japonés basado en su visión del mundo, el poder transformador del Ikigai puede ser extrapolado a nuestra sociedad en todos sus aspectos.
A continuación se muestra una imagen que ejemplifica la aplicación del Ikigai a la vida moderna a partir de la intersección de cuatro componentes fundamentales: pasión, vocación, profesión y misión.
Es probable que conozcas a personas con vocación o pasión por lo que hacen, pero actualmente es complicado hayar a alguien que reúna los cuatro componentes fundamentales. Esto no se debe a que la búsqueda del Ikigai esté reservada para algunos o sea cuestión de suerte, sino a la actitud con la que cada persona enfrenta la vida. Siempre es más sencillo quedarse en la zona de confort, con un trabajo estable que tal vez no es el que te apasiona pero “ahí está tranquilo”, que arriesgarse por lo que realmente quieres. Recuerda que también puedes cambiar tu mentalidad acerca de la vida, no es necesario que hagas un gran cambio material porque la mayor transformación parte de tu interior, no de lo externo.
En el seno de la cultura japonesa yace un impulso por hacer primero lo que les corresponde y después lo que se quiere, es decir que el Ikigai tiende a ser una estructura mediante la cual los japoneses se moldean para adaptarse, y no necesariamente un entorno “libre”. Sin embargo, después de las distintas catástrofes naturales, como el Tsunami de 2011, el mundo japones se encuentra replanteando su postura ante el Ikigai, redefiniéndolo como un poder transformador capaz de integrar eventos psicológicamente estresantes. De acuerdo a esto, el Ikigai nos da a todos la oportunidad de replantear nuestra vida ante una catástrofe.
Por último, es importante mencionar que la motivación y el significado de la vida, a la vez reunidos en el Ikigai, son factores determinantes en la productividad de las personas, puesto que comprenden un estado creativo y activo que relaciona emociones. A partir de esto se puede inferir que aquellos que viven plenamente a través de la intersección de todos los componentes del Ikagai, tienen una esperanza de vida mayor sin ser esto un producto directo de la industria farmaceutica. Así que es momento de replantearnos la pregunta de si es que viviremos más sólo porque tenemos más tecnología, o porque también hemos construido relaciones significativas con nuestra persona y con el mundo.