En el sexto episodio de Cadena Áurea de Filosofía nos vestimos de gala (con indumentaria para penetrar el adytum) y jugamos el papel de hermeneutas del texto fundamental de la filosofía hermética: el Poimandres. En este texto legendario, Poimandres (la Mente Universal, la Vasija Divina, el Pastor de Hombres) le revela al adepto Hermes Trismegisto los secretos de la creación en una entrañable narrativa que iguala en profundidad mística y riqueza interpretativa al Génesis o al Timeo de Platón. A diferencia de estos textos cosmogénicos, el Poimandres no sólo expone cómo fue creado el mundo (y las claves del supremo artificio) sino que revela también cómo desandar la creación y expone un esquema para que lo creado pueda regresar a la unidad espiritual con el Creador. Una escalera dorada de siete escalones o planetas, cada uno un guardián de un aspecto del alma humana. En este sentido el texto es un vehículo, como los grandes cuerpos de conocimiento budistas, compuesto para permitir al alma escapar de la ilusión material y alcanzar la iluminación. En esto resuenan también ecos de la tradición escatológica y soteriológica egipcia. Siendo un cruce único de tradiciones, probablemente compilado en Egipto alrededor del siglo II a. C., en el Poimandres se avala la aseveración de Frithjof Schuon, exponente de la escuela perenne de filosofía, quien mantuviera que el esoterismo comprueba “la unidad trascendente de las diferentes religiones”. El Poimandres es, sin lugar a dudas, uno de los lugares privilegiados para empezar la larga aventura a través de los misterios. Un texto que, como señala Manly P. Hall, no sólo lleva la estampa del hombre, lleva la estampa del cielo, y que se merece el apelativo de “Divino” que lo ha acompañado a lo largo de los siglos.
Diálogos: Ernesto Priani y Alejandro Martínez Gallardo. Producción: Ignacio Bazán.
0-5:00 Intro/ Sample Manly P. Hall sobre el Poimandres/ ¿Quién es Hermes Trismegisto?/Poimandres, el libro inevitable en la tradición esotérica/ La traducción de Ficino/ Alejandría y la tradición grecoegipcia/ Poimandres y otros textos cosmogénicos: Timeo, Genesis e influencias orientales.
5:00-10:00 Sample Manly P. Hall: “Hermes el profeta de la doctrina”/ Una tradición de adeptos/ Hermes-Thoth-Mercurio, la mente universal/ Sample PeterPan/ Poimandres le cuenta a Hermes el origen del mundo y del hombre/ Poimandres se aparece como un dragón a Hermes: una voz luminosa en el espacio/ De la Luz Pura nace la materia, una niebla/ El demiurgo y la doble creación/ Adam Kadmon, “el hombre primordial”.
10:00-15:00 La creación del cosmos: el demiurgo traduce la mente divina/ Sample Carl Sagan/ El hombre es un pequeño universo, el universo es un gran hombre/ El hombre primordial decide aventurarse al mundo material contemplando su propia imagen en el abismo/ La diferencia entre el Corpus Hermeticum y el Génesis: no una caída sino un lance voluntario/ La creación de la raza humana.
15:00-20:00 El hombre al descender absorbe la organización cósmica y la imbuye al microcosmos: así se crea un sistema de analogías, un mundo espejo/ Sample Manly P. Hall/ Los siete gobernadores o arcontes, los siete Hijos de la Fricción, las siete esferas planetarias y sus atributos otorgados el hombre/ Hermes le pregunta a Poimandres: ¿cómo ascender de nuevo?/ Un esquema para liberarse o iluminarse regresando los atributos planetarios/ Desandar la Creación.
20:00-25:00 Sample Manly P Hall: el ascenso a través de las sietes puertas: una astrología de la liberación del alma/ Estamos hechos de los siete planetas/ Para regresar al mundo divino se debe regresar a los planetas sus cualidades/ Separar lo impuro de lo puro: solve et coagula/ La eterna escalera de los siete escalones/ La clave de cómo está hecho el mundo es la clave de como abandonar el mundo/ Despojarse del gobierno de los planetas.
25:00-30:00 Poimandres le revela a Hermes que aquello con lo que recibe esta visión es la razón divina/ Sample Manly P. Hall/ Fragmento del Poimandres: el alma se desnuda de los obstáculos de los planetas: el primer anillo la Luna, el segundo anillo Mercurio, el tercer anillo Venus, el cuarto anillo el Sol, el quinto anillo Marte, el sexto anillo Júpiter, el séptimo anillo Saturno/ Hacia la octava esfera, la Morada de los Ángeles.
30:00-33:00 Dejar todo lo innecesario/ Completar el viaje de la unidad hacia la totalidad/ Primero la voluntad, el coraje y luego la humildad y el apaciguamiento del deseo/ La seducción de la eternidad/ Invitación a seguir explorando el Corpus Hermeticum/ Hacia el misterio/ Outro.
Material adicional
En línea en español se puede consultar la versión del Poimandres de Federico González y José M. Río
Recomendamos la versión de la editorial Gredos, Textos Herméticos.
Para el podcast se utilizó la versión de Manly P. Hall, que conjunta distintas traducciones para hacer una versión más amplia del Poimandres. Esta versión aparece en su libro The Secret Teachings of All Ages y puede consultarse en línea aquí.
Fragmentos del texto y aparato crítico
Manly P. Hall, en The Secret Teachings of All Ages, introduce a Hermes Trismegisto:
Jámblico declaró que Hermes fue el autor de 20 mil libros; Manetón incrementó el número, según James Gardner, a 36 mil –cifras que hacen evidente que un individuo solitario, incluso si estuviera impulsado por una prerrogativa divina, difícilmente podría haber logrado una labor tan monumental. Entre las artes y ciencias que se dice que Hermes reveló a la humanidad están la medicina, química, derecho, astrología, música, retórica, magia, filosofía, geografía, matemáticas (especialmente geometría), anatomía, y oratoria. Algo similar afirmaban los griegos sobre Orfeo.
En su Biographia Antiqua, Francis Barrett dice de Hermes: “Si alguna vez Dios apareció en el hombre, apareció en él, como es evidente de sus libros y de su Poimandres, en cuyas obras ha comunicado la suma del Abismo, y el conocimiento divino a la posteridad; en los que ha demostrado no sólo estar divinamente inspirado, sino ser un filósofo profundo, que obtuvo su sabiduría de Dios y de las cosas celestiales y no sólo del hombre.
Su aprendizaje trascendental causó que Hermes fuera identificado con numerosos sabios y profetas. En su Mitología antigua, Bryant escribe: “He mencionado que Cadmo es el mismo que el egipcio Thoth; lo que queda manifiesto en que sea Hermes y en la atribución de la invención del alfabeto. Algunos investigadores creen que Hermes es el mismo que los judíos conocieron como Enoch, llamado por Kenealy ‘el segundo mensajero de Dios’”. Hermes fue aceptado en la mitología de los griegos y luego se convirtió en el Mercurio de los latinos. Fue venerado a través de la forma del planeta Mercurio porque este planeta es el más cercano al Sol: Hermes de todas las criaturas era la más cercana a Dios, por eso se le conoció como el Mensajero de los Dioses.
La Visión es el más famoso de todos los fragmentos herméticos; y contiene una explicación de la cosmogonía hermética y las ciencias secretas de los egipcios con relación al cultivo y desenvolvimiento del alma humana. Por un tiempo fue erróneamente llamada ‘el Génesis de Enoch’, pero ese error ya fue rectificado. Mientras preparaba la siguiente interpretación de la filosofía simbólica oculta dentro de La visión de Hermes, el presente autor tenía a la mano las siguientes obras como referencia: La divina vasija de Hermes Mercurio Trismegisto (Londres, 1650), traducido del árabe y el griego por el doctor Everard; Hermética (Oxford, 1924), editado por Walter Scott; Hermes, los misterios de Egipto (Filadelfia, 1925), por Édouard Schuré; Tres veces más grande Hermes (Londres, 1906), por G. R. S. Mead. Al material contenido en los volúmenes anteriormente mencionados, este autor le añadió comentarios basados en la filosofía esotérica de los antiguos egipcios, además de ampliaciones en parte derivadas de otros fragmentos herméticos y en parte derivadas del arcano secreto de las ciencias herméticas. En aras de clarificar, la forma narrativa fue elegida en lugar del estilo original de diálogo y las palabras obsoletas dieron paso a las que actualmente se utilizan. [Versión de Hall en español].
Federico González, en su introducción a los Libros herméticos:
El hombre es pues mediador, no sólo en su función central sino también como un pequeño demiurgo en una creación que ha existido desde siempre y que se encuentra permanentemente inacabada, viva, en constante metamorfosis y que él puede transformar ya que aparece como el punto o la unidad donde convergen todas las energías creacionales, coronando y dando sentido al plan divino al restablecer los contactos que revelan las analogías, pues el mundo sensible se refleja en el inteligible como el inteligible en el sensible. Todo ello gracias a una red donde el Amor es el protagonista y el matrimonio (Hieros gamos) entre el Cielo y la Tierra una cópula perpetua. Lo que es equivalente en otro simbolismo a una cadena de iniciados (el hilo de oro) que se transmite del Noûs a Poimandrés, de este a Hermes, de Hermes a Tat y de este a todos los adeptos y teúrgos de la tradición hermética. De allí que el Corpus Hermeticum constituya una revelación y que la sola comprensión de sus enunciados conforme una gnosis, dado que somos la materia de lo que conocemos y el Verbo Primordial se manifiesta en lo humano posibilitando el surgimiento del hombre pneumático, paradigma del iniciado, que sabe leer los signos de la naturaleza y los símbolos cambiantes de su aventura cósmica, adecuándose a las circunstancias de su viaje, que asimila al conocimiento, y que el texto del Corpus Hermeticum transmite.
Corpus Hermeticum (versión de Xavier Renau, editorial Gredos), la inteligencia del hombre es la inteligencia del cosmos:
Poimandres me preguntó entonces: “¿Has comprendido lo que significa esta visión?”.
“Llegaré a comprenderla”, respondí.
“Pues escucha”, siguió, “aquella luz soy yo, el Pensamiento, tu Dios, el que existe antes de la naturaleza húmeda surgida de la oscuridad, y la luminosa Palabra surgida del Pensamiento es el Hijo de Dios”.
“¿Cómo puedo entender eso?”, pregunté.
“Considéralo de este modo: lo que en ti ve y oye es la palabra del Señor, y tu pensamiento es Dios padre. Son indisociables uno de otro y su unión es la vida”.
“Te estoy agradecido”, le dije.
“Centra, pues, tu atención en esa luz y accede así a su conocimiento”.
De la versión de Édouard Schuré, La visión de Hermes:
Un día Hermes se quedó dormido después de reflexionar sobre el origen de las cosas. Una pesada torpeza se apoderó de su cuerpo; pero a medida que su cuerpo se embotaba, su espíritu subía por los espacios. Entonces le pareció que un ser inmenso, sin forma determinada, le llamaba por su nombre. —¿Quién eres?— dijo Hermes asustado. —Soy Osiris, la inteligencia soberana, y puedo revelarte todas las cosas. ¿Qué deseas?. —Deseo contemplar la fuente de los seres, ¡Oh divino Osiris!, y conocer a Dios. —Quedarás satisfecho. En este momento Hermes se sintió inundado por una luz deliciosa. En sus ondas diáfanas pasaban las formas encantadoras de todos los seres. Pero de repente, espantosas tinieblas de forma sinuosa descendieron sobre él. Hermes quedó sumergido en un caos húmedo lleno de humo y de un lúgubre zumbido. Entonces una voz se elevó del abismo. Era el grito de la luz. En seguida un fuego sutil salió de las húmedas profundidades y alcanzó las alturas etéreas. Hermes subió con él y se volvió a ver en los espacios. El caos sé despejaba en el abismo; coros de astros se esparcían sobre su cabeza, y la voz de la luz llenaba lo infinito
Donde más adelante se narra el episodio de las siete esferas planetarias de la siguiente manera:
Entonces, Hermes vio un espectáculo maravilloso. El espacio infinito, el cielo estrellado le envolvían en siete esferas luminosas. De una sola mirada, Hermes vio los siete cielos escalonados sobre su cabeza como siete globos transparentes y concéntricos, cuyo centro sideral él ocupaba. El último tenía como cintura la Vía Láctea. En cada esfera giraba un planeta acompañado de una forma, signo y luz diferente. Mientras que Hermes deslumbrado contemplaba esta floración esparcida y sus movimientos majestuosos, la voz dijo: —Mira, escucha y comprende. Tú ves las siete esferas de toda vida. A través de ellas tiene lugar la caída de las almas y su ascensión. Los siete planetas con sus genios son los siete rayos del verbo Luz. Cada uno de ellos domina en una esfera del Espíritu, en una fase de la vida de las almas. El más aproximado a ti es el genio de la Luna, el de inquietante sonrisa y coronado por una hoz de plata. Éste preside a los nacimientos y a las muertes. El desagrega las almas de los cuerpos y las atrae en su rayo. Sobre él, el pálido Mercurio muestra el camino a las almas descendentes o ascendentes, con su caduceo que contiene la ciencia. Más arriba la brillante Venus sostiene el espejo del amor, donde las almas por turno se olvidan y se reconocen. Sobre éste, el genio del Sol eleva la antorcha triunfal de la eterna belleza. Más arriba aún, Marte blande la espada de la justicia. Reinando sobre la esfera azulada, Júpiter sostiene el cetro del poder supremo, que es la inteligencia divina. En los límites del mundo, bajo los signos del zodíaco, Saturno lleva el globo de la sabiduría universal.
El descenso del hombre primordial al abismo de la materia, en la versión de Federico González:
Entonces el hombre, que tenía pleno poder sobre el mundo de los seres mortales y de los animales sin razón, se inclinó a través de la armonía de las esferas cuyas envolturas había roto, y manifestó la hermosa forma de Dios a la naturaleza de abajo. Cuando ésta hubo visto que él tenía en sí mismo la forma de Dios junto con la belleza inagotable y toda la energía de los Regentes, sonrió de amor: porque había visto reflejarse en el agua el semblante de esta forma maravillosamente bella del hombre, y a su sombra sobre la tierra. En tanto que él, habiendo percibido esta forma semejante a él presente en la naturaleza, reflejada en el agua, la amó y quiso habitar allí. Desde el mismo momento que lo quiso lo cumplió, y habitó la forma sin razón. Entonces la naturaleza, habiendo recibido en ella a su amado, lo abraza completamente, y ellos se unen pues arden de deseo.
La devolución de los poderes a los planetas, de la versión de Manly P. Hall:
…La naturaleza más alta lucha por recobrar su estado espiritual. Asciende los siete anillos sobre los cuales se sientan los siete gobernadores y les regresa a cada uno sus poderes inferiores de esta manera. En el primer anillo se sienta la Luna, a ella se le regresa su habilidad para aumentar y disminuir [los poderes de la generación]. En el segundo anillo se sienta Mercurio, y a él se le regresan las maquinaciones, los engaños y la astucia [los poderes de la mente racional]. En el tercer anillo se sienta Venus, a ella se le regresa la lujuria y las pasiones [los poderes del cuerpo material]. En el cuatro anillo se sienta el Sol, a él se le regresa la ambición [el ego]. El quinto anillo es de Marte, a él se le regresa la ansiedad y el coraje. En el sexto anillo se sienta Júpiter, a él se le regresa el sentido de acumulación y todas las riquezas acumuladas. Y en el séptimo anillo se sienta Saturno, la puerta de Caos, a él se le regersa la falsedad y los planes malignos.
Luego, entonces, estando ya desnuda de los siete anillos, el alma llega a la octava esfera, aquella de las estrellas fijas. Aquí, libre de toda ilusión, mora en la luz y entona alabanzas para el Padre en una voz que sólo el espíritu puro puede entender. Oh Hermes, existe un gran misterio en la octava esfera, porque la Vía Láctea es el semillero de las almas, y de ella descienden los anillos, y a la Vía Láctea regresan otra vez allende las ruedas de Saturno. Pero algunos no pueden subir los sietes escalones de los anillos. Por lo que vagan en la oscuridad y son arrastrados por la eternidad con la ilusión de los sentidos y la materia.
Nicholas Culpeper (1616-1654):
Excelente y verdadero era el lema de Hermes Trismegisto: Quod est superius, est sicut inferius; y esto se revelará a cualquiera que merezca el nombre de un hombre razonable, si tan siquiera lo considera: que su cuerpo está hecho de los mismos materiales que todo el universo, aunque no en la misma disposición; en realidad, en una composición de contrarios.
Manly P. Hall en su revista de The All-Seeing Eye:
Hermes, el gran semidios atlántico, probablemente el gran iluminador del hombre mortal, enseñó la analogía como la llave de su filosofía. Las relaciones existentes entre los mundos inferiores y los superiores eran la base de su doctrina y el conocimiento de este símil la primera revelación que recibió la humanidad… La esencia de su enseñanza fue que Dios y el hombre están hechos en el mismo molde y que todas las cosas en el mundo inferior y en la esfera menor están hechas bajo el mismo patrón que las cosas superiores y la esfera superior. Enseñó que descubrir esto era el principio fundamental de la sabiduría.
Henry Corbin, en Sol de medianoche y polo celeste, recoge una versión de la visión de Hermes en la tradición sufí que aunque no se trata de la misma del Poimandres, muestra interesantes ecos:
En las proximidades de la cima, resplandece con su brillo el sol de medianoche, imagen primordial de la luz interior que desempeñó tan importante papel en el ritual de las religiones mistéricas (cf. supra II, 1: la luz que lleva Hermes en el interior de la cámara subterránea). Así ocurre con Hermes como héroe del éxtasis escatológico descrito por Sohravardî; hemos recogido ya (supra II, 1) un testimonio concordante de la tradición hermética con la visión en la que Hermes pudo reconocer a su naturaleza perfecta en la bella y misteriosa entidad espiritual que se le manifestaba.
Sohravardî amplifica la dramaturgia de esta visión en uno de sus tratados fundamentales. Esta vez Hermes vela durante la noche, meditando en el «templo de la luz» (haykal al‑nûr, su propio microcosmo); pero en esta noche brilla un sol. Cuando se manifiesta la «columna de la aurora», es decir, cuando el ser de luz hace resplandecer las paredes del «templo» que lo contenía (aquí hay que recordar la columna gloriae del maniqueísmo, el ascenso de los elementos de luz que se corresponde con el descenso de la cruz de luz), Hermes ve una tierra que se hunde, y con ella las «ciudades de los opresores», engullidas por la ira divina. Este hundimiento del mundo material sensible, del Occidente de la materia corruptible y de sus leyes, nos remite a la escenografía del relato del exilio occidental; en éste la llegada al norte cósmico, a la roca de esmeralda, umbral del más allá, se anuncia con el resplandor del «sol de medianoche» (como en Apuleyo: media nocte vidi solem coruscantem). El sol de medianoche es la illuminatio matutina, el esplendor de la aurora que se levanta en el Oriente ‑-origen del alma, es decir, en el polo, a la par que se hunden las ciudades de los opresores. La aurora consurgens que se eleva en la roca de esmeralda, clave de bóveda de la cúpula celeste, es aquí la aurora boreal del cielo del alma. Entonces, espantado ante un horizonte desconocido, Hermes exclama: «¡Sálvame, tú que me has alumbrado!» (es el mismo vocativo que utiliza, hay que recordarlo, el salmo dirigido por Sohravardî a su naturaleza perfecta). Y Hermes escucha esta respuesta: «Agárrate al cable del rayo de luz, y sube hasta las almenas del trono». Hermes sube, y ve que bajo sus pies hay una tierra y un cielo. Tierra y cielo en los que, con los comentadores sohravardianos (Shahrazôrî e Ibn Kammûna), reconocemos el mundus imaginalis, el mundo autónomo de las figuras‑arquetipos, la tierra de Hûrqalyâ, al abrigo de las almenas del Trono que es la esfera de las esferas, clima del alma que gravita en torno al polo celeste. Los textos sabeos del pseudoMajrîtî nos habían descrito también a la naturaleza perfecta como el sol del filósofo; y Najm Kobrâ designará al «testigo en el cielo» como sol suprasensible, sol del corazón, sol del espíritu.
Twitter de Alejandro Martínez Gallardo