«Lo echarás de menos».
«No entenderás el significado de la vida».
«Te sentirás incompleta».
«Te arrepentirás cuando seas mayor».
«Cambiarás de opinión».
«Nunca serás una mujer de verdad.»
«Nunca comprenderás lo que es el amor verdadero».
Últimamente he estado recibiendo este tipo de mensajes porque he decidido que no quiero tener hijos.
Mis motivos son múltiples (y no son asunto de nadie). Pero, constantemente, me piden que justifique mi decisión.
Esta es una muestra de mis razones:
1. Por economía: los niños son caros. En agosto de 2013 salió un estudio en el que el gasto medio de una familia de clase media en los primeros 18 años de un niño ascendía a 304.480 dólares. ¡Uf! Esta cifra me marea, creo que voy a tomarme algo fuerte.
2. Por logística:: A pesar de los avances sociales y culturales, las mujeres siguen siendo, por defecto, las cuidadoras, especialmente en los años de formación de los hijos. Criar a un niño antes de que entre al colegio supone más que un trabajo a tiempo completo. Son 24 horas al día, 7 días a la semana, sin días libres por buen comportamiento. No soy de las personas que llevan bien el insomnio, y menos si hay un niño que depende de mí para TODO.
3. Por el medio ambiente: Se estima que hay 153 millones de huérfanos en el mundo. ¿Por qué añadir una boca más a un planeta superpoblado por un imperativo biológico que yo no siento? En cualquier caso, prefiero adoptar.
4. Por cuestiones físicas: Mi cuerpo ya ha sufrido suficientes traumas en mis 35 años. El estrés postraumático por haber sobrevivido a un crimen a mano armada me ha destrozado el sistema nervioso. Crecí en el extranjero y no estuve expuesta a los conservantes y aditivos de la comida estadounidense. Un niño más en la familia significaría dejar de comer alimentos orgánicos, que no nos podríamos permitir. Por cierto, tampoco nos podemos permitir tener cáncer.
5. Por cuestiones emocionales: Todos los días lucho por controlar mi estrés postraumático. Tener libertad para pasar la noche en blanco cuando el dolor me atrapa es un regalo divino. El poder dormir 12 horas seguidas si lo necesito me ha salvado la vida. Trabajo desde casa y yo me pongo los horarios, lo cual es ideal. ¿Qué pasa si tengo un hijo, sufro un brote depresivo y no soy capaz de salir de la cama? ¿Y si me paso una semana llorando? ¿O me da un ataque de rabia en el que pierdo totalmente el control?
6. Por cuestiones sociales: La última vez que supe de él, el mundo era un desastre. En Estados Unidos, hay tiroteos en los colegios casi todas las semanas. También está eso tan oscuro que llaman la cultura de la violación, que se cuela en todos los rincones de nuestra sociedad. Muchos de los niños de hoy en día probablemente se convertirán en sus víctimas o perpetradores en un futuro no muy lejano. Voy a seguir con esto, así que me tomaré otra copa.
#YesAllWomen
7. Por motivos culturales: Soy medio estadounidense, medio esrilanquesa criada fuera del país de mis padres. A diario, me enfrento a cuestiones de identidad problemáticas. Vivo bajo el supuesto de otredad, aunque mi pasaporte sea de los Estados Unidos. «¿De dónde eres?», es lo primero que me preguntan.
8. Por interés: Simplemente, no estoy interesada en todas las cosas asquerosas que acompañan a la maternidad: desgarro vaginal, hemorroides, estreñimiento, contracciones del útero, conjuntivitis, limpiar culitos, desmoronamientos en público, Dora a todas horas, rebeldía adolescente, abandono de mi identidad individual… No, gracias.
«Pero, Sezin, ¿por qué no quieres tener al niño más especial, más inteligente, más guapo y con más talento del mundo? ¡¿Por qué?!
Porque me encanta dormir. Me encanta tener mis propios horarios. Me encanta pasar tiempo sola, escribir y soñar despierta. Me encanta tener una dieta orgánica casi al 100%. Me encanta coleccionar tatuajes. Me encanta tener momentos de descanso entre proyectos, por ejemplo, un fin de semana entero haciendo lo que me apetece. Me encanta mi libertad. Con mi trabajo creativo, que me encanta, y un marido al que adoro y que está de acuerdo con todo lo que he escrito en este post, estoy feliz, sana y lo más satisfecha que he estado en mi vida.
Todo esto se va por la ventana cuando los niños entran en el retrato familiar, porque, vale, es la naturaleza de los niños. Cuando un bebé llega al mundo, depende completamente de ti y sólo de ti. Tu universo se adapta a su tamaño y sólo se expande a medida que crece el niño.
Prefiero tener acceso completo a TODO cuanto quiera, y no sólo cuando el niño duerma la siesta o en los minutos de descanso que tengo para ducharme. Lo digo porque he ayudado a mis amigos con sus hijos. Me conozco la rutina.
¿Por qué siempre me piden que justifique mi postura? Y, ¿por qué a mi marido, que piensa igual que yo, nunca lo han avergonzado públicamente como a mí?
Este es el motivo por el que necesitamos feminismo: a pesar del desarrollo tecnológico, social y cultural, tener hijos sigue siendo, por defecto, la opción vital de las mujeres.
Este es mi mensaje:
Para mí, las elecciones personales que tomo no son tan esenciales como para dar por hecho que el resto de mortales son menos humanos o tienen una vida menos completa que la mía porque sus decisiones son diferentes.
He decidido no tener hijos. ¿Y qué?
No me hace falta expulsar a un niño de mi vagina para ser una mujer real.
No me hace falta tener un hijo para experimentar el amor y el sacrificio incondicional.
No necesito a un niño para ser feliz.
Definitivamente, no me hace falta tener hijos para cuando me haga vieja. Las residencias están para eso.
No voy a cambiar de opinión; tengo más de ocho motivos para no tener hijos.
Como dijo Anaïs Nin, «la maternidad es una vocación como cualquier otra. Debería haber libertad para elegir, y no ser una imposición para las mujeres».
Creo que ya basta de avergonzarse por una elección.
Por Sezin Koehler
Traducción de Marisa Velasco Serrano /Huffington Post