Las mujeres hemos sido y seguiremos siendo uno de los misterios más inescrutables de la historia. Con el paso del tiempo, han sido muchos, o tal vez miles, los que depositan sus esfuerzos diarios en eso de entender por qué somos como somos. No obstante, por más que los años se han ido acumulando, y con ellos innumerables intentos fallidos con el afán de escudriñar todos los aspectos de la naturaleza femenina, hay una teoría sobre nosotras que se postra en el pedestal de las tentativas malogradas por descifrar el enigma de la femineidad: la histeria.
Así que mujeres: prepárense para llorar a carcajadas o dejar caer la mandíbula de tanta incredulidad. Esta es la graciosísima historia de cómo los hombres no se cansan de pretender comprendernos.
Comencemos haciendo un salto inconmensurable en la historia de la humanidad. Situémonos en la antigua Grecia, en la época clásica, en el nacimiento de la filosofía y de la razón como el timón de las acciones del hombre. Entonces (siglo IV y V a.C.), la histeria femenina fue descrita en la sección ginecológica de los tratados hipocráticos. Es más, el mismo Platón en su diálogo Timeo compara el útero de la mujer con una creatura viviente que no se fastidia de desplacerse por el cuerpo. “Bloquea pasajes, obstruye la respiración y causa malestar”. Fue así que surgió el termino histeria, que deriva del griego ὑστέρα, hystera, o útero.Los síntomas de la enfermedad comienzan en cuanto el útero llega al pecho.
La teoría equivoca de la histeria femenina no desapareció con el paso de los siglos, sino todo lo contrario, se engrandeció al punto de que ya en el año 1859, George Miller Beard, el neurólogo norteamericano, hizo un listado de los síntomas de la histeria femenina de setenta y cinco páginas de longitud y, aparte de todo, declaró incompleta su lista. Entre estos síntomas se encontraba el drama, la inocencia, los sentimientos a flor de piel, la facilidad para mentir, la inconformidad, el híper consumismo, la superficialidad, la indiferencia. ¡Incluso la seducción formaba parte del mentado inventario! Casi cualquier comportamiento podría ser catalogado como histérico. En fin, de haber vivido en aquella época, tanto yo como tú hubiéramos sido diagnosticadas con histeria.
En Inglaterra, los psicólogos, cansados de ver a la mitad de la población femenina sumergida en los síntomas insufribles de la histeria, llegaron a la conclusión de que la mejor cura sería ayudar a sus pacientes a alcanzar el paroxismo histérico. En palabras mortales: orgasmo.
Imaginemos el cuadro, una de esas histéricas llegaba y le narraba al doctor sus síntomas.
–¡A veces hay cosas que me dan risa y otras que me hacen querer quedarme en la cama llorando! ¿Qué tengo doctor? ¡Cúreme!
–Sí, claro. Recuéstese en el sofá, Señora Bailey. Abra las piernas, bájese las bragas y respire hondo. Le proporcionaré un masaje pélvico que la hará sentir mucho mejor.
¡Ahora imagínense la longitud de las filas de pacientes supuestamente histéricas que se acopiaban detrás de las puertas de los psicólogos!
De hecho, de los primeros aparatos para aliviar a las mujeres de la histeria, el antecesor del vibrador, fue creado por George Taylor en 1869. ¡Un verdadero alivio para las cansadas manos de los doctores! Una década después se creó el vibrador electromecánico.
¿Quieren ver todo esto en una comedia cinematográfica? En 2011, la directora Tanya Wexler estrenó su filmeHysteria, el cual narra todos estos acontecimientos con un tono gracioso e irreverente. Muy recomendable.
Hysteria por Tanya Wexler
Incluso, el padre del psicoanálisis y uno de los psicólogos más influyentes de todos los tiempos, Sigmund Freud, diagnosticó de histeria a varias mujeres. Entre ellas se encuentra el tan sonado caso de Dora. Esta joven de 18 años era una inconformista con mala actitud hacia sus padres. No realizaba tareas en el hogar y evitaba reuniones sociales y el trabajo. La joven había sido victima de acoso por parte de un amigo cercano de la familia. Claro, ni Freud ni su padre le creyeron; estaban convencidos de que era producto de su imaginación. Cinco años después, Dora contrajo matrimonio para vivir infeliz por el resto de su vida, y Freud reconoció no tener éxito en manejar las circunstancias de la vida de Dora al momento de tratarla.
Por más increíble que parezca el declive definitivo de la histeria femenina no se dio hasta mediados del siglo XX. Sí, has leído bien: mediados del siglo XX. Eran tantos los síntomas de esta enfermedad que por fin se dieron cuenta de lo impreciso del diagnóstico. Hoy en día, este padecimiento psicológico reservado a las mujeres no existe.
¡Ay! Y después de haberle dado otra buena ojeada a todo este asunto de la histeria y lo ilusos que pueden ser los hombres de vez en cuando, llegué a una conclusión que a muchas les parecerá tan desvergonzada como la teoría que acabamos de estudiar. ¿Qué es? ¡Pues que nos aprovechemos! Mientras los hombres sigan tercos con la idea de que por ser mujer somos un tanto berrinchudas, medio pesadas y más emocionales de lo normal, nosotras tenemos el derecho a actuar tan desacatadamente como se nos dé la gana. ¿Sientes ganas de llorar? ¡Qué más da, llora! Ellos no lo pueden hacer. ¿Quieres algo con todas tus fuerzas? Hazle el capricho. Después de todo, ellos seguirán justificando nuestro comportamiento con el simple hecho de no pertenecer al sexo masculino.