El fotógrafo Heinrich Hoffman, amigo personal del dictador, captó fotografías de este mientras ensayaba discursos. Hitler era un tipo acomplejado y necesitaba estar seguro de sus poses y gestos antes de mostrarlos en público.
El dictador ordenó a Hoffman destruir todas las imágenes, no obstante estas fueron guardadas en su estudio y publicadas años más tarde en el libro «Yo fui amigo de Hitler».