Desde que fuera construida por el arquitecto Gustav Eiffel en 1889, la Torre Eiffel ha supuesto una inversión presupuestaria constante para la ciudad de París.
Su estructura de hierro pudelado y su gran tamaño exigen un mantenimiento continuo y nada económico para evitar la corrosión y mantener su buen aspecto.
Hoy es el monumento más visitado del mundo, y su caro mantenimiento es fácil de asumir, pero no siempre fue así.
La historia de Victor Lustig, el timador de la Torre Eiffel.
En 1925, Francia aún no se había recuperado totalmente de los estragos provocados por la Primera Guerra Mundial y aunque París se encontraba en auge, el estado de la torre Eiffel era lamentable.
Precisamente en aquellos días, un astuto ciudadano llamado Victor Lustig se encontraba leyendo un periódico en el que la administración francesa se lamentaba de los altos costes de mantenimiento de la Torre Eiffel.
En ese momento, Lustig tuvo una idea que le haría rico.
La estafa.
Victor Lustig falsificó una serie de documentos del gobierno en los que se explicaba que debido a los altos costes de mantenimiento era intención del ayuntamiento desmantelar la Torre Eiffel y venderla como chatarra.
Así pues y haciéndose pasar por funcionario del Ministerio de Correos y Telégrafos convocó una reunión secreta con los principales empresarios dedicados al negocio de la chatarra en el Hotel Crillon, uno de los más exclusivos y lujosos de la ciudad.
Allí explicó los planes del gobierno para su venta, pidiendo a cambio discreción, ya que la noticia podía crear demasiado revuelo.
El ingenuo.
Lustig no escatimó en gastos para convencer a los empresarios de su oferta, incluso los llevó en limusina hasta la Torre Eiffel para que comprobaran de primera mano el mal estado del monumento y la cuantiosa cantidad de hierro que componía su estructura. Tras la visita, el estafador pidió a los presentes que realizaran su oferta en sobre cerrado, una mera formalidad, pues Lustig ya había elegido a su víctima.
André Poisson, era un crédulo empresario con ganas de hacerse popular y desmantelar la Torre Eiffel era un negocio demasiado suculento como para dejarlo pasar. Para hacer más creíble la farsa y como garantía, Lustig le ofreció el contrato de licitación a cambio, además, de una suma de dinero -vamos, un soborno-.
Al final de las negociaciones Poisson desembolsó 250.000 francos por la venta de la Torre Eiffel, más una cantidad incierta en forma de dicho soborno.
Lustig por su parte, desapareció con todo el dinero.
La estafa perfecta.
Cuando Poisson se percató del engaño, no pudo denunciar la estafa a las autoridades competentes, pues él también había incurrido en un delito grave al intentar sobornar a un empleado del gobierno. Así pues, para evitar la humillación pública Poisson guardó silencio mientras el estafador se libraba de la condena.
Lustig, huyó con el dinero y lo gastó tan rápido como lo había ganado. Deseoso de continuar con su lujosa forma de vida intentó repetir la jugada. Sin embargo, el timo era ya un secreto a voces y fracasó. A pesar de ello, nunca fue detenido.
Fuente: Wikipedia y microsiervos.com