Por otro lado, fuentes de historia señalan que las gafas de sol tienen su origen en torno al siglo XII en China. Sería el primer lugar donde se habría desarrollado una tecnología para ahumar los cristales de cuarzo con el objetivo de oscurecerlos.
Estos cristales ahumados eran usados por los jueces chinos y no tenían como principal objetivo la corrección de la vista, ni tampoco para protegerse de la luz solar. El verdadero fin era el de ocultar la expresión del ojo durante los juicios con el fin de ocultar cualquier evidencia sobre el veredicto final que únicamente se daría al finalizar el juicio.
Volviendo al Pueblo Inuit en el Ártico, «Noticias Lenssport» comparte un exhaustivo artículo que repasa los curiosos orígenes de este accesorio, para encontrar el primer antecedente histórico de las gafas de sol tenemos que trasladarnos hasta hace más de 12.000 años. Ya en esa época, los llamados “pueblos esquimales” hicieron gala del ingenio suficiente para fabricar con conchas, huesos o madera unos artilugios que reducían la cantidad de luz que entraba en los ojos, evitando así la ceguera que puede llegar a producir la luz del sol al reflejarse en la nieve.
Aseguran que el antiguo modelo tiene algunas ventajas sobre las modernas. Por ejemplo, al no tener cristales, ni se empañan ni se congelan.
A principios del siglo XX se empezó a generalizar el uso de gafas de sol entre las estrellas del incipiente cine mudo. Sam Foster inició en 1929 la producción en masa de gafas de sol económicas en Estados Unidos. En 1936 aparecieron las primeras gafas polarizadas
Neurotopia publicó con la siguiente imagen en sus RRSS: “Estos son los primeros anteojos de sol de la historia, fueron creados por la nación indígena Inuite, que vive en el círculo polar ártico”.