Marcela Sabat es una de esas diputadas que uno mira con resignación. Hija de papá y sin muchos méritos intelectuales para legislar llegó al congreso para ocupar uno de esos puestos políticos que a la derecha chilena le gusta llenar con nombres como Kathy Barriga, Andrea Molina, Hotuiti Teao, Patricio Laguna, Raquel Argandoña o Eduardo Cruz Johnson. Y si bien Sabat no fue nunca una figura de televisión lo intentó o lo soñó más de alguna vez cuando desfilaba en su habitación y don Pedro, su padre, la retaba por tener la música muy fuerte.
El currículum de la diputada Sabat no es de lo más alentador que hay ya que (cito textual de su sitio web):
«Cursó la educación básica y media en el Colegio Trewhela´s English School. Posee estudios de derecho en la Universidad del Desarrollo y en la Universidad Finis Terrae, de donde obtuvo el grado de Licenciada en Ciencias Jurídicas; y estudios de teatro en la Academia Arte Abam, como también de creatividad vocal y corporal. Posee un diplomado en Marketing y Ventas en la Universidad Adolfo Ibáñez.»
Como pueden ver no pasó por muchas instituciones de renombre y seguramente su libro más difícil fue Cien años de soledad (recordar todos esos nombres es complejo, lo sabemos). Pero nadie es justo a la hora de hablar de los demás, así que no emitiré juicios respecto de su aparato teórico o de sus habilidades recitando de memoria el código civil, sino que me adentraré en lo que nos convoca: El bullying por su actuación en el programa de baile de canal 13.
Anoche se presentó en el programa de baile y las redes sociales hicieron nata riéndose de ella. Primero porque obviamente es un poco incómodo ver a una diputada haciendo el loco para ganar amigos y, segundo, porque es terrible ver que alguien baile tan mal. Hay relojes de péndulo que tienen más variaciones de movimiento, fue un espectáculo… aburrido. Pero twitter se encargó de volverlo entretenido, así que nada más te dejo las reacciones y memes y risas al respecto.
Esperaremos con ansias el siguiente capítulo porque con este ya nos quedó claro que el mejor proyecto de ley que tienen algunos honorables es precisamente el de hacernos reír.